Capítulo 10: Traicionándolo
Respiré una bocanada de aire fresco dispuesta a irme pero ¿A dónde iría? Durante la noche, la única actividad que podía hacer seria ir a un club, pero sin Peter no es lo mismo. Además necesitaría una identificación o la suficiente plata para sobornar al cadenero.
Deambular sin rumbo por las calles no parecía una mala idea, sin embargo, no quería regresar sin dinero ni ropa.
Antes de bajarme del tejado escuché una intensa discusión que provenía de la entrada de la casa. Era muy ruidosa, no me extrañaba si era alguien del vecindario. Últimamente han venido mucho a discutir con mi abuelo. El otro día le dijo al señor Thomson que si no amarraba a su perro le iba a tirar agua caliente cada vez que lo viera, y ayer se levantó muy temprano a quemar el correo de la señora Anderson sólo porque estuvo con la música hasta las doce de la mañana. Ese hombre tiene que controlar su temperamento.
Intenté acercarme para ver quién era, tratando de no resbalar con las hojas húmedas, y las baldosas sueltas.
Enrosqué mis dedos en la ancha chimenea de ladrillo para sostenerme, y gracias a la tenue luz de las lámparas de la entrada distinguí personas que estaban hablando con mi abuelo; Alec y Sarah.
- ...no puede prohibirnos darle el mensaje- rugió la castaña con las manos en las caderas y sus brillantes ojos marrones echando chispas.- El consejo no lo aceptará.
- Yo no les prohibo nada - contestó sin inmutarse. -,Lana no se siente bien, ni siquiera fue a la escuela.
- Eso no es verdad- las venas azules en el cuello de Alec se saltaron.- yo mismo la vi.
El semblante de mí abuelo cambió. Aferró los dedos a la perilla hasta que sus dedos se volvieron blancos, y sin alzar la voz, pero con un tono escalofriante, les advirtió.
- Escúchenme bien, par de mocosos.- ya estaba perdiendo el porte elegante y sofisticado que tanto lo caracterizaba.- díganle a Camelia que deje de mandarme a sus Hobbits, o yo mismo levantaré una acta en el consejo ¿entendieron?
Alec le tomó la mano a la chica para contenerla.
- No queremos tener problemas- habló el ojiazul.- Solo permítanos hablar con ella y nos vamos. Es una orden directa de Camelia.
Tenía que intervenir, de lo contrario mi abuelo se desquitaría con ellos, y ya estaba enojado. No se me ocurría que hacer, si grito voy a revelar mi escondite y sabrán que intentaba escapar, pero si no digo nada, lo más probable es que termine colgando a Alec de las piernas en la entrada.
- Chist - susurré como una serpiente para llamar su atención- Chist, chist...
Mis sonidos eran casi inaudibles, pensé darme por vencida hasta que por fin, Alec levantó la vista, como si sintiera mi mirada clavada en él.
Se veía consternado por verme ahí.
Moví mis manos señalando el patio de atrás y el asintió con la cabeza, guiñando un ojo. El corazón me palpitaba con fuerza, de repente se había se aceleró con violencia, mi cuerpo sintió una leve oleada de calor hasta el punto que ya no sentía frío. Eso era muy inusual, el abuelo dice que tienes que aprender a controlar tus emociones, por que si no lo haces bien, tu propio cuerpo te delata.
- ya vámonos, Sarah- dijo Alec con tono indiferente y cansado- debemos respetar lo que dice el buen señor.
- ¿Estas loco? Cam nos va a degollar si no le traemos a la chica.-protestó luego de lanzarle una mirada desdeñosa.
Alec le guiño un ojo y ella todavía no comprendía. Él rodó los ojos.
- Sarah, luego volvemos. -dijo entre dientes con doble sentido - Fue un placer señor Harrison.
- ¡No! -replicó Sarah el ceño fruncido.-Tan sólo dígale que...
Mi abuelo azotó la puerta justo en sus narices y luego apagó la luz. La escena era graciosa, me habría reído de no ser porque estaba perdiendo el equilibrio, había dejado a castaña con la palabra en la boca y para colmo les apagó la luz, eso en mi cuidad significa «Lárgate» Ya vi de quien heredé ese ácido humor.
- ¿Qué te pasa, idiota?- Sarah lo fulminó con la mirada- le voy a decir a Camelia que fuiste tú...
- Pega tu lengua al paladar durante cinco minutos y escúchame -pidió mientras le ponía un dedo en los labios.- ven.
Tomó a la joven de la mano cariñosamente y se dirigieron hacia patio trasero caminando con cuidado de no ser vistos por el abuelo, igual que dos amantes saliendo de incógnita. Solté la chimenea y me dirigí a donde ellos iban, estaba algo inestable, la suela de mis zapatos se resbalaba por la humedad de las baldosas. A lo lejos vislumbré la figura de Alec susurrare algo en el oído a Sarah, y esta rió como loca. Me encontraba tan concentrada en ellos que no vi por donde pisaba, mi bota tocó el aire y justo antes de perder el equilibrio me sujeté de la antena.
- ¡Cuidado!- gritó Alec aproximandose hacia mi.
- Shhhh- lo reprendí con las piernas colgando.- Te van a escuchar.
- ¿La pequeña portandose mal?- inquirió con los brazos cruzados- creí que dijiste que siempre le hacías caso.-atacó con mis propias palabras.
Me solté de la antena y coloqué mi pie derecho en el cancel que daba al patio. Apoyé mi peso, colgué ambas piernas sobre la reja hasta quedar al revés con la cabeza colgando y mis rizos negros ondeando en el aire, estire mis brazos como toda una contorsionista y me dejé caer con gracia sobre el césped humedecido por el rocío, había tomado clases de gimnasia en la secundaria, pero lo deje para entrar a arte.
- ¿Subes ahí muy a menudo?- preguntó Sarah con una genuina curiosidad.
- A veces - mascullé pasándome los dedos por el cabello y quitándome las hojas enredadas en el cabello.
Mire el césped y vi el delicado tobillo bronceado de Sarah, su pulsera resplandecía a la luz de la luna dejando un brillo irreal en su amatista.
- ¿Y?- la joven me sacó de mis pensamientos -¿Qué ocurre?
- Yo podría hacer la misma pregunta, ya que ustedes son los que vinieron.- al decirlo trate de suavizar mi tono, lo dije demasiado intenso.
- Erick es tan amable.- ironizó Sarah rascándose la nuca, con una sonrisa que extendía sus suaves mejillas de muñeca.
- ¿Si? pues camelia tampoco es una dulzura de persona.-lo defendí.
Pude ver un destello en sus ojos marrones, no distinguí si era enojo o suspicacia.
- Como sea - bufó guardándose las manos en los bolsillos del short.
- ¿No tenían que hablar conmigo?- pregunté retomando el tema.
Alec dio un paso adelante cual líder nato.
- Tienes que venir con nosotros.- aseguró con firmeza. Percibo el cuidado con el que elige sus palabras.- Camelia nos mando por ti, tiene algo que mostrarte. Y antes de que digas que no, piensa en...
- Esta bien - lo interrumpí. De todos modos pensaba salir ¿cual es la diferencia si me voy con ellos o voy a vagar por la calle?
- ¿Esta bien?- repitió incrédulo. Torció el gesto esperando que estuviera bromeando pero yo lo decía muy enserio.
- Si, voy a ir.-me encogí de hombros.
- ¿Segura? ¿No vas a resistirte? ¿O usar fuerza? - inquirió con la ceja levantada, su voz no guardaba humor insolente, solo parecía confundido.
- Veo que la conoces bien - intuyó Sarah con una pizca de picardía en su voz. Ese era el tono que usaba cuando me burlaba de Peter por salir con aquella chica que le doblaba la altura.
- Solo la vi un par de veces y ninguna me gustaría recordar- respondió con aspereza pasándose una mano por su mata castaña.
Ouch. Tengo que admitir que ese comentario no me lo esperaba, al parecer no soy lo suficientemente buena como para estar en los recuerdos de la diva de Alec.
- Entonces... ¿vamos? - inquirí caminando hacia la salida con el pecho levantado fingiendo que no acababan de apuñalar mi ego.
En la cochera estaba estacionada la camioneta más extravagante que he visto en mis dieciséis años de vida. Era color violeta brillante, tenía unas llantas más grandes de las que debería ocupar, unos espirales color naranja pintados en las puertas dobles de atrás, las luces de abajo eran azules, pareciera que la vómito barney el dinosaurio.
- Solo tapa tu cara con una bolsita y nadie sabrá que te subiste a esa cosa- susurró Alec juntó a mí, podía sentir su aliento caliente erizando los vellos de mi nuca.
- Mientras tenga cuatro ruedas y arranque, para mi esta bien- musité recordando la vez que Pet me subió a un diablito porque su auto se descompuso y yo tenía el tobillo roto, atravesó un parque conmigo montada en esa cosa, si pude soportar eso, puedo con todo.
- Arriba del SarahMovil - gritó la chica trotando hacia la puerta del conductor. Su corta melena bailaba en sus hombros, brillando como una moneda de cobre.
- ¿SarahMovil? Pensé que era la maquina del misterio-bromeó Alec mientras la seguía.
- Al menos yo tengo un auto- se defendió ante el insulto de su vehículo.
- También tengo uno - recalcó indignado.
Antes de que Sarah pudiera protestar, mi teléfono sonó con una canción pegajosa de los 70's.
- ¿Hola?- del otro lado de la línea se escuchaban personas gritando y riendo.
- ¿Tienes planes para mañana?- gritó Peter por encima de una fuerte música electrónica. Ese era Peter Lockwood, la persona que tenía planes todo el tiempo y nunca cargaba con el dilema de que iba a hacer un viernes por la noche.
- Ehhh.... No. -le dije enfadada, ya que sabia que mi lista de amigos se reduce a él, y por lo tanto es la única persona con la que salgo.- ¿Qué tienes en mente?
- Tú yo nos vamos a colar en el campamento de los deportistas para hacerles bromas- conocía tan bien a Pet que seguramente estaba sonriendo con esa carita de "no rompo un plato"
- ¿Por qué?
- Porque creo que Oliver quiere con Betty.- dijo Pet- No puedo golpearlo por que sabrían que fui yo, pero aun así quiero venganza.
- ¡Por favor! Pet ella te esta engañando con él desde hace milenios y no me apetece pelear contigo por eso ahora...
- ¡Que gran apoyo, hermanita!- ironizó. El tema de su novia era algo que no me gustaba tratar porque siempre acabábamos discutiendo o argumentando las posiciones de cada uno.
- Peter...- empecé a hablar pero ya me había colgado.
Levanté la vista, Sarah me sonreía con un poco de burla y Alec me fulminaba con la mirada.
- ¿Terminaste? Porque quiero irme a dormir.- ladró cortante- odio ser la niñera de Camelia.
- Entonces ¿para que viniste?-levanté una ceja con curiosidad genuina.
Sarah se quedo viendo como Alec se dirigía ala camioneta con paso firme y con cara de pocos amigos ¿Hice algo malo? pensé en preguntar pero luego recordé que no tenía que estar complaciendo a los demás todo el tiempo, ni cuidando mi comportamiento.
************
El paisaje por la ventana era lo mismo, primero una vegetación desierta con nada alrededor, luego los caminos se ampliaban y dejaban a la vista las carreteras y banquetas de concreto, la luz blanquecina iluminaba esos rincones en la noche. Seguramente esta fue la parte que me perdí mientras dormía el día que me trajeron por primera vez. Lo pienso y lo pienso y sigo esperando que todo se trate de un sueño producido por mi subconsciente, que cuando abra los ojos este en mi cama y mi collar sólo sea un bonito adorno en mi pecho. Pero otra parte de mi disfruta esto, poder estar en años distintos, ver cosas nuevas.
No pude evitar sentir remordimiento. Estoy yendo con una persona que mi abuelo aborrece «Los enemigos de tu familia son tus enemigos» -me recordó mi subconsciente, pero si voy a catalogar a alguien por "enemigo" debo juzgarla por mi misma, y ver lo que me ofrece, después de todo soy yo la que tendrá que saltar en el tiempo sin información al respecto.
- ¡Llegamos!-anunció Sarah con voz cantarina sacándome de la telaraña de pensamientos.
Las puertas de lado se abrieron automáticamente, y yo di un salto afuera.
Era un vecindario con casas grandes y largas extensiones de jardines.
La arboleda cubría la mayor parte de las fachadas pero no eran muy diferentes unas de otras; amplias ventanas y balcones, esos colores cafés y rojizos que contrastaban con el paisaje... Por algún motivo no pude evitar que me recorriera una punzada de decepción, aunque no se se que me esperaba ¿un edificio victoriano con un letrero gigante que dijera El consejo?
- Pareces decepcionada- comentó Alec junto a mi, haciendo que me sobresaltara. Es como si pudiera adivinar mis pensamientos con solo ver mi expresión.
- No...no es eso- titubeé nerviosa - esperaba algo más... Grande, para el gobierno de los brujos.
- No somos Él Consejo.-explicó con seriedad.-solamente somos parte de el. Lamento si nuestra humilde residencia no cumple las expectativas de la princesa,-recalcó el apodó que mi abuelo usaba con una burla amarga. - tuvimos que mudarnos cuando nos dijeron que habían encontrado al Zafiro Azul , y fue lo mejor que encontramos y que estaba lejos de los humanos para no levantar sospechas.
- ¿Estas diciendo que es mi culpa que se mudaran?-hablé sin poder disimular mi incredulidad.
- Si.
- No la molestes - lo reprendió Sarah con una sonrisa cansada.
Alec me dio la espalda y se dirigió a la puerta de la casa ignorándome deliberadamente. Sarah me hizo un ademán para seguirla, intentando establecer conversación.
- No nos presentamos la primera vez que viniste aquí, saltaste muy rápido. - se alisó su cabello castaño claro y me dedicó una amable sonrisa que permitía ver sus blanquecinos dientes.- Me llamo Sarah Morgan.
- Si lo se.-al notar su rostro confundió agregué rápidamente - Alec me lo dijo. Yo soy Lana, Lana Harrison.
Asintió sin dejar de caminar. Seguimos por un sendero de piedra con setos podados simétricamente flanquead el camino hacia la entrada.
Al llegar, me encontré con que la puerta estaba abierta de par en par.
Lo primero que vi fue la roja cabellera de Camelia desparramada sobre la piel del sillón. Levantó sus ojos calculadores y me dio un largo repasó.
- ¡Hola, querida! - saludó alegremente.- No sabes cuanto me alegra que estés aquí.
- Buenas noches, Camelia- saludé con la formalidad a la que estaba acostumbrada. Vi de reojo como Alec ponía los los en blanco y daba un dramático resoplido.
- Calla, Alexander.- pidió Camelia sin voltearlo a ver. Luego siguió conmigo.
- ¡Que curiosa criatura!-observó alegre. Le hizo una señal a Sarah de que cerrara la puerta y nos indicó que tomáramos asiento.- Viniste- inclinó la cabeza hacia un lado como un pájaro apunto de comerse un gusanillo- ¿por qué?
- Quiero respuestas-admití con firmeza.- y se que mi abuelo jamás me las va a dar - al decir aquellas palabras, sentí que estaba traicionándolo. Él hombre no ha hecho más que cuidarme y yo le pago yendo con su peor enemiga, pero ya es muy tarde para arrepentirme.
Camelia afinó sus labios con gesto felino formando una sonrisa que mostraba sus dientes brillantes como perlas, sus uñas escarlata tamborilearon el borde de su mandíbula con aire pensativo. Entrelazó sus dedos con forma siniestra y río, con una risa seca, sin humor.
Un escalofrío recorrió mi espalda haciendo erguirme.
- Has hecho lo correcto, querida.
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