La Gran Ruina
"¡OH Madre Tierra!
Hemos escuchado tus clamores de guerra,
tambores de fuego y movimiento,
clarines de una venganza que tú no querías
Pero que te obligamos a cumplir".
"Ya todos sabíamos que ocurriría. El mundo estaba sobre aviso y sin embargo no sobrevivió a su propia ruina. Durante décadas, conferencistas recorrieron el planeta advirtiendo las consecuencias de la ceguera humana y a pesar de que los signos se manifestaban cada vez más claros, los gobernantes, empresarios y la misma gente común le dieron la espalda al asunto. Miles asociaciones ecologistas insistieron en el llamado, explicaron con lujo de detalles los posibles resultados y lo que a la postre sería el trágico desenlace".
"Comenzaron entonces una serie de trabajos en favor de recuperar a la golpeada naturaleza; resultando ser no más que simples pantallas para callar a los subversivos y molestos grupos pro-ecológicos. Sólo les importaba el dinero que estaban perdiendo con tanta protesta. Contrataron especialistas (que se hacían llamar científicos) para desmentir los informes preventivos de dichos grupos, refiriéndose a ellos como alarmistas, desestabilizadores, fatalistas, pesimistas, fanáticos y hasta terroristas. El poder económico de esas empresas era tan vasto que hacía estremecer los cimientos de cualquier gobierno, fuera o no el suyo propio, fuera cercano o lejano".
"Y así, un pequeño grupo de personas eligieron, ellos mismos se invistieron de autoridad para elegir por todos, velar por sus intereses no importando las consecuencias ni quien pudiera salir perjudicado o muerto".
"Las iglesias también levantaron sus voces para hacer oír sus desesperados juicios. No para reclamar soluciones sino para ganar más adeptos hacia su doctrina. Cada una pugnó y manifestó a los 4 vientos que ellos eran los guardianes de la salvación, cada religión, mejor dicho: todas, decía tener la clave para esa salvación, desplegando sus armas y ejércitos de predicadores en pos de conquista de la perturbada y preocupada muchedumbre".
"La guerra no se limitó a la, ya habitual por entonces, desacreditación de los demás dogmas en favor del suyo propio, sino que llegaron a más y los enfrentamientos pasaron de ser ideológicos, teológicos y filosóficos, a ser verbales y de índole económica. Algunas de esas religiones poseían un vasto poder comercial y gozaban de la fiel anuencia de sus seguidores, otras eran, en relativo, pobres pero sus creencias y concepciones rayaban entre lo obcecado y lo ferviente, otras tomaron una actitud pasiva, negados al ciclo de agresiones y por eso fueron las primeras en ser arrasadas y reducidas a nada, víctimas de las injurias y confabulaciones diabólicas de aquellas instituciones que decían ser representantes de Dios en la tierra. Sus miembros terminaron encarcelados o en un patíbulo, donde alimentarían a los buitres o morirían en el anonimato".
"Con la hipocresía que les caracterizaba los grandes sumos sacerdotes se daban golpes en el pecho, dolidos (según sus propias palabras) por la indiferencia del hombre. Proclamaron que la ira de Dios caería sobre nosotros mientras aseguraban que nos castigaría a fuego y espada".
"Y la gente les escuchó. No habían prestado atención a los grupos ecológicos, que si querían salvarnos, no de un castigo divino sino de nuestros propios errores, quienes hicieron esfuerzos increíbles por concientizar a la población sobre el peligro que nosotros mismos estábamos fomentando, y a los religiosos, que lo único que buscaban era demostrar que la verdadera fe era la que ellos predicaban, que sus dogmas eran los correctos y que ellos eran los auténticos (y exclusivos dueños de sus enseñanzas) descendientes de Jesús, o en su defecto del profeta Mahoma, sí les escucharon; a ellos sí les escucharon. Fue algo totalmente irracional. El Apocalipsis, La Guerra Santa, El Armagedón y no sé cuántos argumentos y profecías, fueron más fuertes que la advertencia técnica que se venía haciendo desde hacía mucho tiempo atrás".
"Las iglesias, sinagogas, mezquitas y templos se saturaron de los atemorizados creyentes, haciendo cada quién y cada cuál una oración o una ofrenda a su dios o a sus dioses. La gente corrió a resguardarse en los sitios donde había surgido la confabulación, en el lugar donde había nacido la condena divina que ataba sus mentes y conciencias. Huían del miedo, de aquel Dios sanguinario y vengativo que les podría sentenciar por sus pecaminosas conductas, se querían proteger en aquellos lugares supuestamente santos, ignorando u omitiendo la hábil manipulación de la cual eran objeto".
"Miles y millones de personas orando con atropello, pidiendo de manera convulsiva y hasta hipnótica, repetitiva, sin más o mayor fe que la del miedo a su dios, a su condena y a la muerte. ¿Y para qué? ¿Qué lograron con eso? ¡Nada! Nada consiguieron y, de igual forma, sucumbieron en la hecatombe".
"Inclusive fueron los primeros en morir; ya que se refugiaron (los días en que ocurrió el cataclismo) en iglesias y edificaciones vetustas que por supuesto cedieron ante el empuje de la naturaleza. Quedaron sepultados por sus propias catedrales, en una manifestación lúgubre e irónica de los elementos: fueron aniquilados por los 'palacios de la verdad', 'los refugios del espíritu', 'las casas de Dios', que tanto anunciaron y prometieron la salvación (de derecho exclusivo y sólo para sus privilegiados miembros); y en vez de eso obtuvieron todo lo contrario".
"Yo no lamento la desaparición de esas instituciones, ya altamente corruptas y que, todavía en unos momentos tan apremiantes como aquellos, no tuvieron la valentía de enmendarse sino que sacaron a relucir sus garras y sus ambiciones de fungir como representantes de Dios en la Tierra, cosa que nunca lo fueron y ahora no lo podrán ser jamás, y por lo tanto ejercer tal poder de una forma totalitarista y absoluta, lo que si me aflige es la pérdida inútil de tantos seres humanos que hubieran podido salvarse, tomando medidas preventivas para combatir los efectos de la contaminación y sobre explotación de los recursos del planeta".
"Es increíble que comunidades, ciudades e inclusive países enteros, en el mundo, hayan caído en semejante incoherencia. Le pedían a Dios que detuviera el 'dies irae', creían (les habían inculcado esa fe en los divinos milagros a través de los años) que seres celestiales vendrían a salvarlos a ellos solamente, ya que ellos eran los escogidos, eran los que se habían mantenido puros y libre del desafuero, eran los que habían imitado (claro que, como todos los imitadores, copian los vicios más no las virtudes) la manera de pensar de los profetas. Ellos esperaban que detendrían la hecatombe como muestra del inmenso poder de Dios o de los dioses; creían que serían evacuados por Ángeles como premio a su vida justa e inmaculada".
"Claro a ellos le parecía más fácil que de allá arriba vinieran todas las soluciones y no pensaron jamás en mover un miserable dedo para arreglar algo o intentar limpiar y recuperar el planeta. 'El hombre no se puede salvar así mismo', proclamaban cuando alguien les insinuaba lo contrario. Consideraban que era más provechoso y admisible el hecho de esperar a unos señores alados, ajenos a nuestras sociedades, para que arreglaran el desastre. 'Las cosas hay que dejarlas en manos de Dios'. Puede ser que tuviesen un mínimo de razón en cierto sentido, pero: ¿quiénes eran los culpables que el mundo se degenerara de tal manera? ¿Acaso Dios, Jesús, Mahoma, el Ángel Gabriel o algún extraterrestre? ¡No! Los culpables éramos nosotros, así que, por derecho, por conciencia y hasta obligación nos correspondía hacerlo".
"La tierra nos fue entregada hace mucho tiempo atrás, nos dejaron como responsables de su armonía y sin embargo ya ven lo que ocurrió. Por supuesto que ellos se escudaban con frases tan bonitas como ineficaces: 'Mi destino le pertenece a él y él decidirá mi muerte', 'El hombre que tenga fe será salvo'. ¿Salvarse de qué? ¿Acaso de las profecías que ellos mismos crearon? No obstante: ¿por qué no le prestaron atención a otro de sus famosos proverbios, muy práctico para la situación?: Ayúdate que yo te ayudaré".
"Eso es una pequeña muestra del vacío y falta de voluntad que existía en esas iglesias. No podían preparar un plan de contingencia porque equivalía traicionar la confianza en Dios, o en sus dioses (para aquel entonces existían una cantidad ingente de santos, patronos y mártires que eran el blanco de las oraciones y adoraciones de los creyentes, ensalzándoles como verdaderos diosecillos de segunda categoría, olvidando a su Dios; eso sin contar a los cientos de vírgenes que venían a ser las versiones femeninas de estos dioses), o lo que era peor: poner entredicho sus poderes".
"Afirmación por si misma vana y que me hace recordar el famoso relato del abad que en plena inundación rogaba a Dios que le salvase, entonces una persona montada en un tronco le invitó a subirse en él; para, juntos, ponerse a salvo. El abad le respondió: 'sálvese usted porque a mi Dios me rescatará, yo confió en él'; el hombre se fue encaramado en el tronco y se perdió entre las aguas, al cabo de un rato una lancha de rescate vino en su ayuda pero él les dijo: 'sálvense ustedes, Dios me rescatará, ayuden a otros que sí lo necesitan porque yo confió en él'; la lancha se fue también y en 2 oportunidades más llegó alguien en su auxilio y él les contestó lo mismo: 'sálvense ustedes, Dios me rescatará, etc.'; al final la inundación continuó su avance y nuestro confiado (pero no muy inteligente) personaje terminó por ahogarse. Luego, ya en el cielo, los cristianos siempre vivieron pensando que si se portaban bien irían a un lugar paradisíaco llamado cielo, el abad le reclamó a Dios por su abandono, diciéndole lo siguiente: Yo oré lleno de fe y tú me abandonaste ¿por qué te olvidaste de tu siervo en la tribulación?".
"Dios, sin perder compostura, aclaró la confusión: Hijo mío, yo envié a un hombre en un tronco y rechazaste su ayuda, lo mismo ocurrió con la lancha de rescate y todavía 2 veces más te negaste a ayudarte, yo no te he abandonado jamás, pero tú si te desamparaste a ti mismo".
"No basta con la fe, hay que acompañarla con la acción. En un instante que se necesitaba poner manos a la obra, la mayoría de la gente se sentó a rezar, implorar y suplicar sin darse cuenta que Dios les había mandado troncos, lanchas, botes, para que se salvaran de la inundación pero ellos no supieron distinguir tal auxilio (cegados por rígidos esquemas, dogmas, doctrinas, rituales y tradiciones; creencias enseñadas desde la niñez, bloqueando la entrada a cualquier otra idea que osara desafiarla) y la despreciaron , menospreciando la asistencia y la protección que el hombre, como vehículo para que Dios cumpla sus designios a través de nuestras acciones, podría brindarse a sí mismo y a sus congéneres".
"Las acciones que se tomaron no eran las adecuadas, ellos lo sabían, no se logró nada con eso; ni siquiera fueron suficientes como para retardar la catástrofe. La Tierra se hallaba condenada por la errónea actitud de sus habitantes, ya que la mayor parte de la humanidad no alcanzó el nivel de conciencia necesario para entender algo tan simple como la conservación del medio ambiente".
"A veces pienso que todo fue inútil, que la historia fue un absurdo gasto, y hasta innecesario, de tiempo. La humanidad resultó un mal experimento, una mala experiencia que, no obstante, de haber sufrido una purificación con aquello del Diluvio, era necesario que debiese comenzar de nuevo. No había bastado con tratar de destruirnos los unos a los otros, sino que luego atentamos en contra de nuestro propio planeta".
"Si Dios hubiera bajado a la tierra por aquellos días y hubiésemos estado en la capacidad de hacerlo, le fuéramos asesinado sin compasión tal y como ya habíamos crucificado a uno de sus hijos milenios antes".
"Un maldito orgullo acompañó siempre al género humano; siempre. a través de los siglos fue así y nada me da seguridad que no será de esa manera en el futuro (sí es que lo hay); ahora, en este presente huraño y sombrío. Desde Adán y Eva (y antes de ellos) hasta la conquista del espacio, todo ese trayecto histórico nos muestra nuestra propia desgracia de seres duales; el estigma de la imperfección que nos condenó a nuestro abandono, nuestro propio abandono".
"Por cierto, ahora que nombro a la primera pareja, Adán y Eva, pienso que no sólo fueron modelos simbólicos de la creación, sino que resultaron ser proféticos".
"Los judíos, las iglesias cristianas y sus cientos de ramificaciones y sectas, interpretaron las referencias a la primera pareja como ciertas y las creyeron al pie de la letra. Ellos pensaban que Adán y su compañera eran los padres de toda la humanidad, que de su prole surgieron familias, comunidades, países y luego la población mundial. Afirmación por demás absurda e incoherente. ¿Sí ellos fueron los padres de toda la humanidad cómo es posible que existieran en el planeta (por lo menos hasta antes del cataclismo, ahora mismo no lo sé), no menos de 4 razas principales? A saber: Caucasoide, Mongoloide, Negroide y Australoide".
"Siendo Eva y él, miembros de una misma etnia, tal y como las iglesias cristianas y hebreas lo planteaban y les dibujaban, no había forma posible para el surgimiento de otras razas y en la Tierra existiría una sola; o sea: la de ellos. Supongamos entonces que él pertenecía a una etnia y ella a otra, todavía así no se crearía una tercera raza sino un mestizaje de las mismas, un cruce intermedio. Era algo ilógico pero el cristianismo así lo interpretó al robar esas creencias del pueblo hebreo y este a su vez al extraer esa leyenda de la cultura babilónica; de esa manera se difundió, como una realidad efectiva, talvez para luchar contra la blasfemia de la evolución".
"Otro asunto poco claro sobre la propagación del género humano estaba representado en el hecho, para que se realizara la procreación, si la leyenda de Adán y Eva fuese cierta, que los hijos de la primera pareja debieron cometer incesto, hermanas con hermanos. Esto, además de ser un pecado, prohibido no sólo por las iglesias cristianas sino por todas las religiones e inclusive en las sociedades más primitivas del planeta, resultaba negativo para que dicha descendencia llegase a la adultez sin problemas serios".
"Primero, está la cuestión de las deformaciones genéticas que se suscitarían con dichas uniones entre hermanos, lo que nos daría como resultado una raza de tarados, retrasados mentales, ciegos, mutilados, hidroencéfalicos y toda clase de malformados congénitos. No es necesario ser un genio para deducir la clase de destino que habría tenido la humanidad si esto hubiera sucedido así".
"Segundo, estaría el asunto del factor RH, los riesgos de pérdida del feto por esta causa se incrementarían de manera considerable y la mayoría de ellos morirían o nacerían ya enfermos gracias a los anti-cuerpos de la madre, muriendo de forma prematura sin alcanzar la edad adulta".
"La primera pareja fue una bella metáfora profética. Yo le interpreté de la siguiente forma (llegué a estas conclusiones luego de que la Gran Ruina ocurrió): a Adán, el Hombre, le otorgaron la custodia de un gran y hermoso jardín, la Tierra, mismo que se hallaba repleto de recursos animales, vegetales y minerales; su misión era vigilar que todo estuviese en orden y clasificar a las bestias y plantas, disfrutar y vivir en aquel paraíso, respetando su armonía. Se le dio poder sobre los seres vivos y sobre las cosas. Para remediar el gran vacío interno con el cuál había sido creado (ya que uno de sus objetivos era, de forma precisa, llenar ese vacío espiritual y llegar a ser consciente de su propia realidad, para que supiese que no estaba solo en el universo exterior, ni mucho menos en el interior) Dios implantó a la mujer, anhelo y esperanza, para que le acompañara en su transitar y le asistiera en sus investigaciones".
"Sin embargo, Adán (el Hombre) por medio de Eva (su desmedida ansia de saber y la esperanza desprovista de paciencia) traicionó los designios de Dios, creyendo que podría saltar sobre las leyes de la evolución sin sufrir los efectos negativos de no estar preparados para esos cambios. Siendo expulsados del paraíso para siempre. Yo comparó esa expulsión con el cataclismo, nuestro destierro se debió a que comimos del fruto del saber, lo que equivalía a ser como Dios sin estar capacitados para ello y lo que siguió después fue mera consecuencia de ese desconocimiento".
"Y allí es donde las religiones muestran por primera vez los enfoques machistas de su época, Adán era más importante a los ojos de Dios según ellos (dejamos a la Esperanza, la Fe y el Amor como "factores" secundarios), él era el que regía y Eva fue solo su lugarteniente. Porque las mujeres siempre fueron relegadas a través de los siglos por las instituciones religiosas, ya que no eran aptas ni confiables, eran la personificación de la traición, para lo único que servía la mujer era para servir al hombre, nunca se vio ni se verá a una mujer ser cabeza de ninguna religión".
"Pues bien, ellos se apoyaron de esa leyenda para degradar a la mujer y así tener todo el poder sobre ellos. Eva, hermosa y en apariencia perfecta, fue la culpable (según su interpretación) de nuestro sufrimiento, ya que ella fue la que probó primero de la famosa manzana del bien y el mal y luego se la ofreció al inocente Adán. El resto de la historia ya se la saben de memoria y nuestros primorosos padres universales fueron expulsados del paraíso, acusando además una maldición por sus actos: ellos iban a morir y los dos sufrirían dolor para procrear y criar a sus hijos, y con dolor y pena les alimentarían".
"Surgen entonces un montón de preguntas que las iglesias nunca se hicieron ¿para qué Dios colocó una prohibición, algo vetado, en el paraíso? ¿Si Adán y Eva eran seres perfectos por qué o para qué Dios necesitaba poner a prueba su perfección con una tentadora fruta delante de ellos? ¿Acaso no eran tan perfectos? ¿Acaso había que hacer algunos ajustes en su mecanismo orgánico y emocional? ¿Era una prueba de campo para unas criaturas experimentales? ¿Eran Adán y Eva un experimento genético de dimensiones científico-espirituales inconcebibles? Si es que realmente existieron y, en general, la pregunta se puede extender a toda la humanidad. Puede que seamos un experimento fallido".
"Era fácil de imaginar a un Ser Supremo guiando a otros seres más pequeños, léase: Ángeles, en un planeta, en el cual implantarían a unos entes biológicos y que depositaran, en medio de aquel ambiente, una especie de dispositivo (que los mismos entes biológicos se encargarían, de manera inconsciente, de activarlo a su debido tiempo) que garantizase la puesta en marcha del proceso de evolución de la especie".
"Si el mito de la primera pareja fue cierto la única explicación a la existencia del fruto de lo malo y lo bueno era esa, de otro modo resulta extraño, sospechoso y hasta contradictorio la instalación de tal fruto en el paraíso, que equivalía a colocar un agente desestabilizador en un lugar lleno de paz y armonía. Y así, la famosa manzana no era otra cosa que un dispositivo puesto a propósito por Dios, a sabiendas que Adán y Eva tarde o temprano lo activarían con un mordisco, para comenzar la transmisión de la señal psíquica que le permitiría al hombre conocer o advertir el uso y el poder de la propia conciencia; la conciencia de sí mismo. Lo de lo bueno y lo malo se lo agregaron los dirigentes religiosos de aquellas épocas (y de las últimas que hubieron también) para poder dar cabida en nuestros pequeños cerebros, en nuestra pobre capacidad de entender las verdades, un asunto de semejante envergadura".
"De esta manera nació Lucifer o Satanás en forma de serpiente, el culpable del pecado original. ¿Por qué encarnado en una serpiente y no en cualquier otro animal? Respuesta: porque es un animal rastrero, ponzoñoso, de costumbres nocturnas y oscuras en su mayoría, emparentado (supuestamente) con los dragones, con una lengua bífida (antiguamente se creía que los ofidios "picaban" y atacaban con esas lenguas de dos puntas) la cual el Demonio podía utilizar para seducir a sus víctimas y porque al no poseer piernas era un signo de que Dios le había marginado, que de todas las criaturas ella era la más despreciable e indigna de pertenecer a la creación del Señor sino a la del príncipe de las tinieblas".
"Estos paradigmas del bien y el mal fueron creados por aquellos hombres para justificar las acciones de la naturaleza humana, sin embargo, no era necesaria tal excusa sino la concientización sobre la existencia de esa naturaleza y, con todas las limitaciones a las que está sujeto el ser humano, aceptarla con la mente abierta para poder desarrollar en toda su dimensión las amplias capacidades de esa misma estructura".
"Pero las religiones primitivas, victimas del desconocimiento de su propia naturaleza, utilizaron la representación de lo bueno y lo malo para atraer a la muchedumbre hacia sus verdades, lo hicieron auto titulándose como los representantes del bien y sus acciones, erróneas o no, como los actos puros del bien y así engendró el concepto de que era válido y permitido hacer el mal en nombre del bien, robar en nombre del resguardo, engañar en nombre de la verdad, asesinar en nombre de la vida y más aún de Dios, raptar en nombre de la libertad (muchas veces ese "rapto" era desde el mismo nacimiento, camuflado en algo que llamaban bautismo pos-natal) y condenar en nombre de la salvación".
"Prueba de ello: las guerras santas, las cruzadas, la inquisición, la cacería de brujas, la lucha de la religión católica por mantener los estados pontificios y los bienes comerciales de su "iglesia", la deportación de los puritanos, las expulsiones y vejaciones hechas a los jesuitas, la matanzas e iniciación por la fuerza a la que se vieron sometidos los indígenas de América y África, los experimentos con animales y seres humanos, la quimioterapia, la lobotomía, y en general todos aquellos atropellos que se cometían en nombre de la ciencia, del progreso (ya sea espiritual o físico), de la humanidad y en nombre del amor o de Cristo".
"Otro uso dado a ese paradigma fue el del miedo. Habiendo un bien y un mal surgieron los seres hermosos y los monstruosos, y siendo señalados los últimos como miembros de las fuerzas malignas la gente huía de ellos, atemorizados por esas horribles criaturas; un temor aprendido, pues les enseñaron a temer desde la niñez. Se le inculcó al ser humano temerles a esas figuras para lograr que buscasen refugio en alguna religión, sin saber que esos entes eran producto de las malas o erróneas interpretaciones de los antiguos núcleos humanos".
"Y si bien más tarde comprendieron su error no lo enmendaron, sino que siguieron explotando el miedo para poder lograr sus fines: mantener al mundo sumido en sus creencias, como fieles esclavos espirituales, maniatados con cadenas de terror. No podía existir un cielo, una recompensa, sino había un infierno, un castigo; no podría haber salvación sino existía una condena".
"Algunos de los sobrevivientes aún se regían bajo esas normas y pensaron que el cataclismo era un castigo de Dios hacia la humanidad pecadora. Nada más alejado de la realidad. Según entiendo, ellos mismos así lo predicaban, aunque no caían en cuenta del real y gran significado que conllevaba tal afirmación, Dios es amor y por lo tanto no puede castigar a nadie, si alguien ejerció castigo esos fuimos nosotros mismos. Talvez si fuéramos comprendido y visualizado a nuestro Dios interno no hubiese ocurrido la Gran Ruina".
"La cacareada salvación que ellos proclamaron o proclamaron no llegó simplemente porque esperaban que la ayuda les llegase del cielo [o de los cielos, en su defecto), de las estrellas, desde un remoto y lejano universo, al cual, ellos había desprovisto de vida y no desde el complejo estado de conciencia del ser humano; o sea: de nosotros mismos".
"Y aquí surge otra creencia paradójica: la mayoría de las religiones, sobre todo las cristianas, negaban la posibilidad de vida fuera de nuestro golpeado planeta y sin embargo aguardaban una ayuda cósmica y celestial de esos mismos cielos. Ideología incomprensible que a cada rato nos recordaba el hecho irrefutable de ser los únicos en el gigantesco espacio, soledad infinita que significaba alguna especie de privilegio, y que luego nos decía que había un Dios y unos Ángeles, que ellos vivían por ahí y por allá, o por todos lados; o como el caso de Dios: que existía en todas partes. Aseveración que insinúa o deja entrever que Dios es el Universo y viceversa, Dios es la Creación y viceversa, Dios es Vida y viceversa, que Dios es Amor o viceversa; pero que nunca nos dijo que Dios forma parte de ti o viceversa; o sea: que nosotros somos parte de Dios y Él a la vez parte de nosotros, es decir: somos micro dioses que componen a un macrodios supremo".
"Lo fatídico del asunto reside en que somos dioses y gusanos a un mismo tiempo, no sabemos que tenemos a Dios dentro de nosotros y le buscamos fuera. Entonces nos convertimos en anélidos bastardos, escarbando y escarbando, abriendo túneles sin fin ni principio, buscando algo sin saber qué es y para colmo lo hacemos en medio de una ceguera natal que nos condena a penetrar en la oscuridad a oscuras, con las luces apagadas, creando una doble tiniebla, sumiéndonos en la ignorancia por ignorancia, degenerando nuestro estatuto de micro dioses poderosos a inermes e impotentes lombrices, siempre necesitando que el agua y la lluvia aflojaran la dura tierra de la impasibilidad para poder intentar salir a la luz. Al amparo de pequeños charcos, efímeros, que nos protegen solo a intervalos y así conseguir el alimento; quizás hallar el aire que oxigene nuestro cerebro dispersado en el alargado cuerpo, en el anillado conjunto de vida primitiva, para así subsistir, pero no comprender por qué o para qué existimos".
"Y miren en qué clase de micro dioses vinimos a ser: unos dioses autodestructivos. Unos dioses bisexuados que, al encuentro de otros gusarapos, juntan sus propias soledades para procrear a otro solitario dios que para rematar la tragicomedia no sabe mantenerse por sí solo durante mucho tiempo ¿En qué tipo de monstruos nos hemos convertido que fuimos tan capaces como inconscientes de acabar con nuestra casa?"
"La respuesta es sencilla y variada a la vez. Nos convertimos en una cantidad interesante y diversificada de dioses misantropomórficos; dioses comerciantes, con mil brazos que a su vez disponen o disponían de otras miles de ventosas para succionar dinero o admirarse a sí mismos, la belleza fue su única ambición, la lisonjera, la adulación, no importando si eran elogios sinceros, mucho menos lo que ocurría más allá de los vanos espejismos de su vida, allí en el feo mundo, aquellos "demás", lo que interesaba era su propia apariencia exterior no su realidad interior ni la de los demás".
"Dioses chacales, vanos y maliciosos, creyendo ser astutos mientras que en realidad eran tontos, presos de una malevolencia irreflexiva que les empujaba (a ellos y otros inocentes de sus acciones) hacia los abismos y mentiras creados por ellos mismos; así mismo eran los búho-engreídos, pensaban dominar las ciencias naturales, pero fueron incapaces de detener la tragedia y lo único que lograron fue hundimos en nuestro progreso involutivo".
"Entre los dioses del tipo leones perezosos, me incluyo porque muy bien pude haber ayudado mucho más y sin embargo apenas si moví mis manos para la causa, me quedé en mi oficina ordenando que hicieran esto o aquello sin dignarme a verificar si todo había sido ejecutado satisfactoriamente, como un fatuo Rey que se sienta bajo la sombra de un árbol lanzando largos y aburridos bostezos, mientras espera que otros hagan el trabajo de vigilar, conservar, alimentar y proteger la especie".
"Dioses topos-necios, que se movían a través de túneles oscuros y fríos [comandados por otros dioses, si se quiere más estúpidos y engreídos que el resto) y programados desde su nacimiento para no salir a la superficie, dioses hipogeos destinados a temerle a la luz, al Sol, al aire puro y a la libertad, presos en pasillos sombrío-conceptuales diseñados y rediseñados durante milenios de enseñanzas subdesarrolladas, de manera especial, para mantenerles enterrados, con una gran masa de tierra de por medio entre ellos y las verdaderas luces y aun así estos subterráneos dioses no se percatarían de la inhumación".
"Por último estaban los dioses hienas-carroñeros-cobardes, amos absolutos de los topos-necios, a los que observaban en su caída, la muerte espiritual y física de sus esclavos, uno por uno les veían rendirse y yacer en los desiertos a las cuales ellos les enviaban, para luego lanzarse sobre ellos y comer de sus pútridos restos de una manera cobarde y repugnante, sólo que ahora no pudieron disfrutar su festín porque ellos mismos se inmolaron al tratar de perder a otros. Olvidando que Dios no juega a los dados y que nada es fruto del azar, ignorando las causas (provocadas por ellos) y sus posteriores efectos [sufridos por ellos y por nosotros) sobre el equilibrio de los elementos. Ahora, que ha pasado el cataclismo y la tierra.se ha estabilizado, creo que somos más gusanos que micro dioses. Somos un puñado de sobrevivientes traumatizados y psicológicamente afectados por todo lo ocurrido, viviendo en una tenue oscuridad, luchando contra la tierra para poder obtener algo de ella, necesitando que la lluvia limpie las cenizas y relaje el suelo para sembrar nuestro futuro en él".
"No sé qué ha sido peor: los momentos previos a la catástrofe, los días cuando sucedió, o ahora que ha pasado la misma. La pesadilla comenzó unas jomadas antes del cataclismo, cuando el desenlace era sumamente evidente y los gobiernos ya no pudieron ocultarlo. Mucha gente se dedicó a orar y pedirle a los cielos que detuvieran el castigo, sin embargo, mucha también la gente que fue dominaba por la desesperación y la angustia de saber el fatídico destino que les aguardaba y el cual era ya inevitable".
"Una histeria colectiva se adueñó del planeta en forma de saqueos, violaciones, asaltos; en fin, toda clase de violencia, atropellos, excesos y crímenes propios de una raza sub-evolucionada como la nuestra. Querían realizar sus fantasías a como diera lugar y no importaba quien pudiera sufrir o llorar, lo fundamental era poder disfrutar de aquello que nunca habían probado, vivir cosas que jamás sintieron, tener lo que otros tuvieron y ellos de ningún modo poseyeron".
"Desde ahí empezó a mermarse la población mundial y el ser humano, preso de un frenesí irracional, involucionó, en cuestión de días, miles de años para convertirse en una raza troglodita, salvaje y en algunos casos: caníbal. La adrenalina desapareció, totalmente consumida por nuestros cuerpos, y el estrés hizo el trabajo, forzando al hombre a agilizar la carrera en pos de la destrucción, nos convertimos en un inmenso y escandaloso río de Lemmings; consumiendo todo hasta ser consumidos todos".
"La humanidad imitó, fiel interpretación, la leyenda de esos roedores. Y como tales emprendimos un viaje en busca de la muerte, recorrimos los límites de la locura a velocidades increíbles y nos dedicamos, íntima o públicamente, a saciar nuestros instintos y deseos, presionados por el destino fatal".
"Las orgías no faltaron a la cita en medio del caos mundial y la tierra se emborrachó de lujuria, aquellos que ya habían aceptado su muerte como segura (y sin sentir rastros de culpa o arrepentimiento) propusieron vivir de manera intensa los pocos días que les quedaban y dar rienda suelta a sus anhelos".
"La anarquía avanzó primeramente de forma lenta y tímida pero una vez que los gobiernos mundiales se dieron cuenta de su perdición, abandonaron la vigilancia, ya de por sí muy complicada de ejercer, dado lo grave de la situación, el miedo de los soldados, que muy a pesar de su rígida disciplina también eran humanos y se hallaban bajo un doble apremio, primero por su propia integridad y luego por el hecho de tener que resguardar la irónica salvaguarda de otras vidas que en el futuro de todas maneras morirían, y desaparecieron en su mayoría (imagino que, a escondites especiales, búnkeres o alguna construcción diseñada para resistir el cataclismo y sus efectos) sin que todavía alguno se haya hecho presente o surgido de las cenizas. Creo que fueron destruidos igual o peormente, quedando del antiguo Orden Mundial nada más que tristes recuerdos esparcidos por aquí y por allá".
"Fueron días de total confusión, el cielo oscureció, ocultado por continuas y proliferantes nubes de humo emanadas de los múltiples incendios. Ciudades enteras fueron arrasadas por sus propios habitantes, los pueblos fantasmas formaron una mezcla de heterogéneo cromatismo con el cual se tiñeron los paisajes del globo. Largas filas de autos adornaron los campos, sumidos en trancas interminables se podía ver una indeterminada cantidad de familias que huían del caos y la anarquía sangrienta de los Lemmings humanos que ahora reinaban en las antiguas metrópolis".
"Allí o allá quedaron atascados, sin más remedio que confiarse a la venia de Dios y/o a la suerte. Levantando campamento en aquellos sitios de confluencia, en empalmes de vías y vidas que tenían un solo Hado fatal, un solo cometido, una sola vacante que ocupar. Mientras unos venían escapando en una dirección los otros llegaban en sentido contrario, mostrándoles lo inútil de su evasión, no podían desertar de los cuarteles de la muerte, no había lugar hacia dónde ir".
"Fue como el fluir de miles de ríos hacia la nada, en busca de una desembocadura por donde dejar destilar sus miedos y hacer circular la vana esperanza, encontrándose (sin ellos proponérselos) en una encrucijada o en muchas encrucijadas sin que les dieran la prerrogativa de escoger a dónde ir, sino que la única opción era empozarse, embalsarse, en un interesante e insoluble pantano de desdichados, viviendo una desconsolante espera. Y en esa misma ciénaga se hundirían para no reaparecer jamás".
"Los geólogos, sismólogos y vulcanólogos pusieron al mundo en alerta y estudiaron el avivamiento de los volcanes extintos, el aumento de dichas actividades magmáticas en los ya activos y el nacimiento de miles de ellos en todas partes del globo. El primer aviso lo dio el monte Erebus, en la Antártica; si bien no hubo víctimas que lamentar, dado el hecho de ser un continente deshabitado, fue un espectáculo dantesco y escalofriante a la vez".
"Durante dos semanas el volcán bombardeo al mar y la barrera de hielo de Ross con material ígneo. Siendo evacuadas las bases científicas Scott y Mac. Murdo ante el inminente peligro. Y en
general comenzó una reactivación de los antiguos conos del helado
continente y por supuesto surgieron nuevas montañas de fuego en medio de aquellos blancos paisajes, creando ríos de agua hirviendo que corrieron hacia el mar; forzando la emisión de icebergs. Luego Hawai fue inundada lentamente por lava ardiente y hubo también que desalojar algunas de sus islas".
"En Japón el eterno durmiente despertó de su letargo y lo que era casi un símbolo nacional se convirtió de pronto en un alud de piedras incandescentes, acompañadas de otras grandes rocas movidas por sismos magmáticos y tectónicos. Ya para entonces el mundo temblaba bajo el peso de sus propios temores, así como se agitaba la tierra bajo nuestros pies. Las cordilleras marinas vibraron con violencia, reclamando en algunos casos el aire y el Sol que se les había negado antes. Los sucesos marchaban de manera progresiva, administrado por mecanismos naturales".
"El deshielo también contribuyó en el drama interpretando un rol co-protagónico en el mismo. Los niveles del mar no sólo continuaron el ascenso que venían registrando desde décadas atrás, sino que aceleraron su ritmo e invadieron los Países Bajos de manera lenta y pavorosa. De nuevo no hubo una cantidad considerable de victimas que lamentar, más que pérdidas materiales, pero la naturaleza mostraba sus afiladas pretensiones de venganza. Por cierto, que la forma admirable en que se evacuó los países Bajos me hizo concebir una efusiva confianza (y quizás esperanza) de que lograríamos controlar catástrofes de mayores dimensiones".
"Una muestra de mi ingenuo y perezoso espíritu de antaño. No obstante, me apresure a casarme con mi querida Michelle; es cierto que le amaba profundamente y todavía aún le sigo queriendo, pero la razón de legalizar nuestra unión fue más apremiada por el miedo a lo que podía y de hecho ocurrió pasar que por el inmenso cariño que hacia ella profesaba. Y el matrimonio sólo sirvió para vivir la más espantosa "luna de miel" jamás imaginada por alguien".
"Nos encontrábamos de paso en los alrededores de Estrasburgo, escapábamos junto con otras familias de la anarquía que reinaba en las grandes ciudades; cuando la Tierra comenzó su proceso de purificación. Michelle había salido del campamento con otras mujeres en busca de agua o algo así, y yo me hallaba leyendo el libro "Narraciones Extraordinarias", una recopilación de cortos relatos, y no estoy seguro de si fue casualidad, pero apenas terminé de leer las siguientes líneas":
"Fue entonces, cuando discurríamos en el crepúsculo de los días, cuando la faz de la Tierra cicatrizada por el arte, habiendo sufrido esa purificación (la palabra purificación esta empleada con referencia a su raíz griega, piro, que significa "fuego"), quedaría vestida de nuevo con el verdor, las colinas y las sonrientes aguas del paraíso, y volvería ser al fin una morada adecuada para el hombre; para el hombre depurado por la muerte, para el hombre que ya no hallaría un veneno en la ciencia" (Edgar Allan Poe).
"Apenas terminé de leer estas líneas escuché un bramido intenso y repentino, y luego se oyó otro semejante, aunque se sintió lejano. Corrimos fuera de nuestras carpas y tiendas para observar dos columnas inmensas de humo, uno hacia el Noroeste, en dirección a Sedan, y la otra más hacia el Norte. Casi de inmediato un horroroso temblor sacudió la campiña y nuestros cuerpos, arrojándonos al suelo con su vibratorio movimiento. De allí en adelante todo fue muy confuso, al caer golpeé mi cabeza contra unas rocas y perdí el conocimiento. Según sé los bramidos y los temblores continuaron, el ambiente se recargó y grandes nubes de ceniza volcánica cubrieron el cielo. Las mujeres no regresaron y los hombres que fueron en su búsqueda tampoco lo hicieron".
"No vería más a Michelle. Se perdió en la inundación creada por el deshielo masivo y repentino que estaba ocurriendo en los Alpes. Fueron en busca de agua y eso en demasía fue lo que encontraron o más bien la inundación dio con ellas y en su tropiezo las arrastró junto con el lodo, troncos, piedras y cualquier cantidad y variedad de sedimentos".
"El Rin se reveló también contra el hombre, auspiciado y patrocinado por los antiguos hielos perpetuos, signo inequívoco de que algo pasaba en Suiza, como algo ocurría en el mundo. La última noticia que captamos por las ondas de una radio portátil (la emisión se cortó de manera brusca y en medio de gritos de sorpresa y terror) fue eso: el planeta entero convulsionaba con espasmódicos y espantosos pataleos, haciéndose acompañar de regurgitaciones ígneas, expulsando el veneno que en ella habíamos inoculado a través de las edades".
"Y cada una de sus arcadas no nos producía repugnancia o asco sino angustia, desazón y muerte. Tera, el Monte Pelé y Krakatoa palidecieron ante el poderío de aquella demostración final; explosiones y brillos inmensos e incesantes, inundaciones incontrolables, sismos proliferantes y aturdidores. Pienso que los sobrevivientes quisimos no estar vivos, no tener que presenciar como la Tierra se convertía en un infierno superficial; un infierno real y veraz. No era Dios quien nos condenaba al infierno, fuimos nosotros mismos quienes lo causamos y lo convertimos en una realidad palpable y sufrible; hicimos posible esa visión apocalíptica, esa pintura profética que coloreaba al cielo con el cromatismo de una tragedia universal. Lo que grabó, a base de fuego, un nombre en nuestras almas sobrevivientes".
"Durante 5 jornadas el caos y la oscuridad sustituyeron a la razón y a la luz. Se perdió la perspectiva del tiempo y del clima; y un calor terrible se abalanzó sobre nosotros. Y si espantoso era el fenómeno no menos lo era el hambre. Perdidas, casi en su totalidad, las provisiones de alimento aquella necesidad se convirtió progresivamente en tortura. Hubimos de recurrir a bayas, raíces y los escasos frutos que logramos encontrar. Y para colmo el ambiente se hallaba cargado de dióxido de carbono y un irritante olor a azufre; lo que aumentaba nuestra precaria situación, haciéndonos sentir más débiles y mareados de lo que ya estábamos, con una náusea crónica que nos producía alucinaciones y delirios. En el transcurso de esos días observamos con horror como el nivel de agua seguía subiendo y amenazaba con cubrir la pequeña colina donde nos encontrábamos refugiados".
"Así que decidimos construir una-barca rudimentaria, en cuya creación vimos desfallecer a una docena de compañeros, víctimas de heridas en los terremotos y huidas, para intentar cruzar el Rin, buscando la protección de los montes de la Selva Negra. En ese momento el hambre fue sumamente fuerte y alguien sugirió alimentarnos de los cuerpos de nuestros antiguos socios de condena. Al principio hubo un rechazo general a la idea, pero en el fondo nos hallábamos lo suficientemente desesperados como para acometerla, no obstante, la propuesta seguía allí, flotando como un espectro al acecho, y una realidad adversa nos esperaba con los brazos abiertos: si queríamos cruzar con bien el crecido río era menester obtener las fuerzas (mermadas en extremo) necesarias para no morir en el intento".
"Pidiendo perdón a Dios y a aquellos hombres, con lágrimas en los ojos, mezcla y producto del asco, la consternación, la ignominia y la trágica necesidad; con las manos temblorosas y sucias, escarbamos su piel en busca de sus repugnantes y ansiados manjares. Fue vergonzoso, traumatizante; fue una experiencia que nunca olvidaré; todavía recuerdo, y siento aversión por mí mismo y la imagen de yo arrancando aquellas rojas carnes con mis propios dientes, saboreando cada porción, como me chupaba los dedos envuelto o hechizado por antiguos dioses, para satisfacer un ansia oculta".
"El canibalismo que siempre caracterizó a la humanidad; siempre buscando el grande comerse al chico. Nos convertimos en ululantes hienas que saciaban su sed en sangre, buitres volando alrededor de la carroña ¡Por Dios, si hasta gruñíamos y expectorábamos con gesticulaciones totalmente trogloditas y animalescas! ¡Miren en qué clase de microdioses nos habíamos transformado! ¡Y sobrevivencia era la excusa, Si es que apenas comenzaba la tortura! Esto era sólo el inicio de una larga y dolorosa recuperación que nos llevaría toda la vida, no alcanzando esta, y todavía después les tocará a las otras generaciones curar la necrótica herida; ¡remover los restos y buscar con desesperación el alimento en medio de la inmundicia y cuántas veces no se infectaría esa llaga!"
"Ignoro las consecuencias que traerá una purificación de la humanidad a través de un sistema gangrenado, un grupo de animales pensantes pero asustados, el residuo de una sociedad infame, cruelmente masoquista, indolente y (por, sobre todo) equivocada en sus conceptos del consumo continuo y avasallante, aquellos que ignoraron el Amor".
"¿Qué era el Amor para ellos y mucho más aún: para nosotros? ¿Acaso pensaba en Michelle cuando, viciado por la hambruna, devoraba aquellos desechos humanos, y cuando construimos el bote, cuando corríamos, cuando (¿varios años después) hacía el amor con mujeres mutiladas, golpeadas con el fuego del cataclismo? No, no lo hacía. En esos instantes lo importante era mantenerse vivo y hacer perdurar nuestra raza maldita".
"Más todavía ellas, las mujeres, que tenían que acostarse y relacionarse con un hombre que se hallaba tan horriblemente marcado como yo; soy un esperpento, un grotesco recuerdo de lo que fue alguna vez un hombre bien parecido: sin uno de mis ojos y la mitad de mi cara rasgada y cicatrizada, como un macabro emplasto de piel arrugada, negra y enrojecida. Me veía horrendo".
"Nada se halla en su sitio original en el lado izquierdo de mi rostro, mi boca prolonga sus líneas casi hasta la unión de los maxilares, la oreja, desgarrada y macerada, cumpliendo con escasez sus funciones fisiológicas y representando nula alguna misión estética. Mi pelo en ese extremo, está empelotado, en buena parte, en mi secado cuero cabelludo. Secuela de haber sido arrastrado entre troncos, desechos y rocas en la inundación, ya que la balsa se hundió a mitad del cruce".
"Era sólo un factor de la recuperación del planeta y de la humanidad misma. Imagino que cada encuentro sexual que sosteníamos era para ellas tan poco satisfactorio como lo era para mí; como para la caricatura de comunidad que representábamos. La única compensación eran los hijos y eso a mediana escala, ya que no sólo sufríamos por nosotros mismos sino por nuestros pobres e inocentes descendientes, que tuvieron que crecer en un mundo arruinado y asolado. Habría que alimentarles, cuidar y hasta mirarlos a los ojos de manera tímida, sin saber que decirles cuando preguntaban por las marcas que el pasado nos había legado, no pudiendo hablarles sino de la verdad".
"Yo sobreviví a los terremotos, a las inundaciones, al hundimiento de nuestra improvisada, tragicómica y miserable balsa, y a los años de hambruna, calor y pestilencia que precedieron al cambio; queriendo tener esperanza en el futuro y no la incertidumbre que esos me embargaba. Sin embargo, siento que es mi deber relatar mi testimonio sobre las cosas que viví (o que sobre viví) antes y después de la Gran Ruina".
"Mi propósito es simple y sencillo: dejar un mensaje, una advertencia, para la conservación de los recursos, ya mermados en extremo por nuestros imprudentes actos depredadores, un ruego para el respeto hacia la Tierra. Ella es un ser vivo y como tal posee un escudo espiritual; cada uno de nosotros tiene una protección de ese tipo y juntos conformamos una defensa psíquica colectiva, que se hace única bajo su égida y en general hacia todo lo que sea o signifique vida. Ya es suficiente con lo que hemos hecho, creo que ya es suficiente".
"Pienso también en los hombres que se encontraban en ese momento en el espacio, cuál habrá sido su reacción al ver a la Tierra en plena rebelión, como habrán sufrido y de qué manera ese dolor fue expresado. Debió ser un espectáculo descomunal y hasta cierta forma interesante para ellos que gozaron, sin que fuera un gozo real, de seguro, de una perspectiva increíble y siguieron el fenómeno paso a paso, estudiando y observando como moría su planeta natal".
"Me intriga en sumo grado el destino de aquellos hombres ¿Qué fue de ellos? Según tengo entendido una última misión logró despegar pocos días antes de la catástrofe, pero los objetivos de esta misión nunca fueron desvelados al público. Talvez iban a recuperar las tripulaciones de las estaciones y laboratorios espaciales y luego volver. La cuestión sería si habían logrado volver y dónde lo hicieron ¿o habían fracasado también en su intento de salvar vidas?"
"Especular sobre su regreso es bastante difícil, pero, ya lo dije, me obsesiona el saber sobre su paradero, sobre sus intenciones, sus impresiones del austero producto final que es ahora el mundo. Ellos tienen un legado histórico en sus manos, donde el acontecimiento debe estar plasmado con realismo la hecatombe que conllevó tal hecho, análisis científicos que serían altamente provechosos para nuestra reconstruida sociedad".
"Creo que es necesario ubicarles y, en la medida que sea posible, establecer algún tipo de comunicación con ellos o recuperar los restos de su nave, si es que se estrellaron o sufrieron algún tipo de percance, un coletazo del cataclismo o cualquier otra causa que les haya impedido llegar con bien; a lo mejor ya están compartiendo esa información con otro grupo de sobrevivientes, en las Américas, o en África, o Asia, y no disponen de los medios o no los han buscado para averiguar si hubo o hay otras personas vivas aún en resto del mundo".
"Quizás el sitio donde están se halla casi o totalmente devastado; talvez se encuentran esas áreas en fase de restauración o reparación de los daños causados y sus derivaciones; y por ello, en ese caso como en el nuestro, los esfuerzos siempre se concentrarán estrictamente en lo indispensable; o sea: el alimento, un techo donde guarecerse de la lluvia, el Sol, el calor, el frío y el viento y no creo que concentren esos esfuerzos en buscar a otros hipotéticos sobrevivientes que muy bien podrían no existir".
"Esto supondría un gasto, sino inútil, innecesario y poco apto para la situación que de seguro viven, la cual imagino que debe ser similar a la nuestra. A veces reflexiono sobre la muy comentada evacuación del planeta por parte de una flota espacial de naves extraterrestres. Sé que hubo muchos avistamientos de ovnis, muchos de nosotros les vimos y fuimos testigos de su rauda y extraña presencia, sólo que pasando la situación que vivíamos le restamos importancia; siempre le observábamos en los forzosos análisis que hacíamos de esos recuerdos, cuando retrocedíamos la cinta y detallábamos cada fotograma de la misma; durante años y años de pesadillas".
"Los religiosos pensaron o interpretaron su evacuación como si fuera una redención espiritual y hasta cierto punto no estaban equivocados; sólo que ellos creían que tal rescate era o sería para llevarlos directamente al cielo, al paraíso prometido y que era exclusivo para los miembros de su secta o doctrina".
"Pero si realmente hubo tal evacuación tuvo que ser forzosamente a un nivel de sustratos anímicos y no a un nivel físico como siempre se pensó que sería; la mejor prueba de ello era la cantidad de cadáveres que plagaron los campos después del cataclismo. Talvez ellos, los extraterrestres, Ángeles, visitantes; como ustedes quieran llamarlos, recorrieron el planeta y rescataron a aquellos seres cuya muerte era efectiva o inminente, sin embargo, debo repetir: la evacuación, eso creo, no era física, no salvaron ni el cuerpo ni la mente sino el espíritu, quizás el alma".
"Mediante una tecnología, técnica, fuerza o voluntad que, ignoro sus mecanismos, ni siquiera me atrevo a vislumbrar, y mucho menos creo lograr comprender en lo poco que me queda de vida, ellos recogieron ese conjunto de ánimas o memorias para darles las instrucciones necesarias para corregir los pasados errores, para luego implantarlas de nuevo en la Tierra ya purificada, en nuevos cuerpos, nuevas mentes, listos para una distinta misión: vivir en armonía; en otros vehículos orgánicos que permitirán el inicio de una evolución acorde con las leyes naturales".
"No estoy seguro que sea así, talvez las cosas sean de otro modo, pero algo en el fondo de mí me dice que es así o por lo menos parecido. Y este pensamiento se hace presente en medio del pesimismo como un, extrañamente esperanzador, aliento para continuar nuestras existencias. Los habitantes del planeta regresarán, puede ser que, a través de la reencarnación u otro Sistema semejante, uno a uno y poco a poco, cargados con nuevas instrucciones y el aprendizaje de otras vidas; sobre todo con lo vivido en el cataclismo".
"Somos ahora el punto de transición de una época a otra y es nuestra responsabilidad, y deber, corregir los errores, comenzar un nuevo camino; no importa si caemos en el andar, es nuestra misión levantamos de las cenizas y emprender el largo sendero que espera por nosotros con eterna paciencia. No hay tiempo para arrepentimientos, sólo para reconocer las faltas y aprender de ellas, las incorrecciones pasadas deben evitarse al máximo, aun conociendo nuestra propia imperfección, y avanzar hacia un futuro duro y laborioso; al cual deberemos labrar a fuerza de voluntad".
"Sé que talvez no soy el más indicado, moralmente hablando, para decir esto, no obstante, yo también quiero tener esperanza, yo también deseo un porvenir y una tierra hermosa; por eso he luchado para construir una sociedad más limpia y libre, donde el alimento esté al alcance de todos, donde el amor sea la principal seguridad y el miedo sólo un horrible recuerdo".
"El hombre siempre ha sentido la necesidad de hacerse con la compañía de sus semejantes y quizás ahora no sea el momento más indicado, pero la humanidad sobreviviente, que se encuentra aislada y en total desconocimiento de la suerte corrida por sus otros congéneres, propugnará por saber de sus hermanos y los buscará surcando los océanos, hasta que de una forma progresiva y lenta el reencuentro sea completado".
"La aldea mundial estará otra vez unida; esta vez para alcanzar un mejor destino. La antigua Europa, los restos del norte de África y la Asia menor se encontrarán en relativo corto plazo; para luego quedará la exploración hacia América, Asia mayor y la Oceanía. Uno de los sitios a señalar sería el escudo de las Guayanas, allá en donde se erigen las montañas conocidas como "Tepuyes" o "Islas del Tiempo", una de las zonas más antiguas y resistentes del planeta. Una formación geológica libre de movimientos sísmicos o tectónicos".
"Ahora que nombro las "Islas del Tiempo" he llegado a la conclusión de que cada una de las comunidades sobrevivientes en los diferentes lugares del mundo (en el caso, quiera Dios que sea así, que existan), son eso: islas. Islas diseminadas, incomunicadas entre sí y con un gran desfase de tiempo, cultura y espacio. Somos parte del tributo a la Tierra, de un pago aplazado; cobrado de manera violenta".
"Y si hay algo que lamento es no poder acceder a las respuestas de estas interrogantes que circulan a diario por mi mente. No podré cumplir un anhelo que fue acumulándose a través de estos años: hacer un recorrido por el planeta, evaluar los daños y la capacidad de regeneración que han o no tenido los grupos sobrevivientes, establecer contacto con ellos y escribir un tratado sobre el tema. Lamento este impedimento, pero el tiempo y las secuelas de la Gran Ruina me encadenan a esta isla, las antiguas heridas me atan a esta sola realidad. Espero que alguien en el porvenir cumpla este sencillo sueño, visitar a nuestros amigos. Yo se los agradeceré desde mi sitio de descanso y disfrutaré de sus descubrimientos y me haré eco, con su venia, de esos triunfos. Sólo la esperanza en la reencarnación me alienta a creer que podré disfrutar de esos descubrimientos de manera física y palpable".
Joseph Kail Mairot Proust.
(A los 25 años, 2 meses y 3 días de la Gran Ruina).
¡Oh Madre Tierra!
Hemos escuchado tus clamores de guerra,
tambores de fuego y movimiento,
clarines de una venganza que tú no deseabas
pero que te obligamos a cumplir.
¡Oh Madre Tierra!
Cuán dura se ha tornado tu piel,
no ha cicatrizado aún
la dolorosa lección de la Ruina.
Nos es negado el sustento
bajo una ennegrecida capa
y sobre ella yacen nuestros hermanos;
sepultando un gran mundo y sus pensamientos.
Solteros se han quedado los campos,
sin el verde de antaño,
sin la sonrisa de una alegre mariposa.
Y ahora somos niños
indefensos y llorosos
que deben encontrar cobijo
entre las sábanas de la muerte
porque de ella hemos surgido,
como falsas aves Fénix.
Nos erigimos frente a la muerte
sólo para temerle más,
como una lección de terror
enseñada por nosotros Mismos.
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