La Firma
Lo que restaba de la noche quedó cubierto con nuestra silenciosa alianza. Al abrigo de nuestras propias almas restablecimos los enlaces que nos unían. El calor de los cuerpos fue suficiente defensa contra los fríos vientos de la oscuridad. Ya no me importó si esos vínculos eran o no de origen saludable, lo relevante era que existían. En la mañana le contamos a Jani sobre nuestro idilio. Se alegró bastante y nos felicitó muy sincera. A mamá Silvia le pareció extraño cuando se enteró por boca de mi hermana, sin embargo, me dio el visto bueno.
—Se ve que tienes buenos gustos, eso lo heredaste de tu padre. Para muestra un botón —dijo, señalándose ella misma.
—Sí claro, sino no fuera tenido el "buen gusto" de escogerle a usted como su esposa —comentó Jani, siguiéndole la corriente.
—A propósito de prueba y gustos. ¿Iesh no has probado al nuevo caballo? Hay que ponerle un nombre —expuso mi madre, cambiando de tema.
Con todo lo que había ocurrido. Se me olvidó el jalengo. El examen que yo le había hecho fue muy superficial. Sobre el papel se veía muy adecuado para nuestras necesidades. Por fin nos habían dado un cuadrúpedo en el centro de distribución. Teníamos que pensar en un buen título para nuestro animado tesoro.
—¿Por qué no le llamamos Kai? —sugirió mi hermana —Para honrar a papá —argumentó.
Yo me opuse, no iba a designar a un animal con el nombre de mi padre. Una cosa es amar a la naturaleza, pero eso me parecía una exageración.
—No me gusta —dictaminé,
Como ese otros nombres fueron surgiendo y todos eran rechazados por una u otra razón. No lográbamos ponernos de acuerdo así que, cansados de la diatriba, invitamos a Loretta proponer un nombre.
—Weiβling — respondió ella, luego de pensarlo un poco.
—¿Vaibfling? —exclamó mi madre sorprendida.
— Weiβling —repitió Loretta de la forma más inocente posible.
"Vaibfling" La palabra me resultaba conocida. Talvez ella había hecho mención de la misma en alguna de nuestras sesiones.
—Iesh. ¿Qué significa vaibfling? —preguntó Jani.
Yo pensaba contestarle que no sabía, pero Loretta se adelantó.
—Weiβ, Weiβling — dijo mientras señalaba la blanca crin del corcel.
—¡Claro! ¡Blanco! —prorrumpí jubiloso —¡Significa albino!
Mi linda novia confirmó la sentencia presentando su también nívea dentadura. Convenimos en lo ideal y original del nombre. Acordando ponerle: "Vaibf" o "Weibf".
Y Weif resultó un gran y fuerte ayudante para nuestros quehaceres. Le enganchamos a la carreta y habiendo recogido las ropas que mi hermana y mi madre le habían obsequiado a Loretta, además de los cofrecitos y su contenido, tomamos rumbo hacia la sede del Consejo. Había llegado el momento de entregar la custodia física de Loretta. Por supuesto que hablaría con los ancianos para comunicarles mis intenciones con ella. No creí que hubiera obstáculo alguno para ello, después que pasasen las fechas conmemorativas la situación se desarrollaría de una manera diferente.
Supuse que, aprovechando estos días de celebración le llevarían a la instalación del Consejo Mayor en Autama. Y talvez estaría allí con ella, pues de seguro me pedirían que actuara como "interprete" y como máximo conocedor de su persona. Sí todo salía como debe ser, le darían la bienvenida oficial a Loretta y siguiendo el programa de compensación por accidentes naturales o desastres podría lograr que le otorgasen asistencia y protección. Ya que ella fue víctima de un naufragio, del cual era sobreviviente única, y no tiene familiares en toda Gaiana, el Consejo Mayor tomaba responsabilidad directa sobre ella; o sea: la ya consabida y nombrada tutela física.
Esas cláusulas estipulan la obligación de alimentar, vestir, y educar a la persona agraviada por parte de la ciudad anfitriona, mediado por el Consejo local, autorizado por el Consejo Mayor de los 24 Ancianos y llevado a cabo por los centros de distribución. Inclusive, si era menester, podrían otorgarle la ayuda técnica y material para construir una casa y la manutención de sus ocupantes hasta que pudiesen reincorporarse (o incorporarse, como era en este caso) a las actividades productivas y sociales de Gaiana.
En pocas palabras Loretta recibiría instrucción y se le facilitarían las herramientas para lograr un rápido acoplamiento al engranaje que sustenta de Gaiana.
Mamá Silvia y Jani se bajaron en el centro de la ciudad. Debían finiquitar ciertos asuntos de cara al concurso. Se despidieron de Loretta muy emocionadas y tornaron a sus Ocupaciones. Así, solos los dos, consumimos el trayecto restante con gran expectativa. Le expliqué como pude que yo no perdería pista de sus pasos, que aquello formaba parte de unos formulismos legales y tradicionalistas y que todo era por su propio bienestar. Vana ilusión. Creía que le estaba poniendo en las mejores y más sabias manos de toda Auyani; pobre inocente.
Ella respondió con un largo suspiro y luego con una gran sonrisa llena de confianza. ¿Por qué no creer en mis palabras? ¿Acaso yo la pondría en peligro? Tanto el amor como la fe deben ser ciegos e incondicionales; así lo interpretaba ella y de esa manera lo acataba y cumplía.
Pasamos recogiendo al doctor Álvaro.
—No regresaste a Loretta ayer. Asumo que durmió en tu casa.
—Sí, así fue —corroboré.
—¿No dormiste con ella? ¿Verdad?
—¡No! ¡Claro qué no! Durmió con Jani.
—Bien. Nos podríamos haber metido en problemas si ustedes hubieran dormido juntos.
—No te preocupes, nada pasó.
—¡Gracias al Cosmos! —exclamó aliviado.
Una vez en la sede del Consejo ella me hizo un pequeño pero gran regalo: las dos cajitas. La que contenía el libro importante (según sus propias palabras) y la que ya habíamos logrado abrir.
—Parra ti Yeshua —dijo al hacerme entrega de las mismas.
Yo me sorprendí y las tomé entre mis manos por puro reflejo.
—No, no puedo aceptarlo, esto es tuyo y nada más que tuyo —manifesté contrariado.
No podía admitir que ella se deshiciera de algo tan personal e íntimo como de seguro lo eran el libro y las cartas. Significaban los últimos y escasos recuerdos de su tierra, ¿cómo podría yo desposeerla de tan preciado tesoro sentimental?
—No, Yeshua Parra ti —insistió, rechazando la devolución con una serenidad y seguridad irrebatibles.
Comprendiendo que no debía ofender sus intenciones, acepté las cajitas. Ella sonrió agradecida que su compañero guardase el obsequio consigo y con él, el amor con el cual ella lo cedía.
Los numerosos curiosos y curiosas impidieron que la escena terminara de una manera más romántica. Así que nos bajamos y penetramos en el edificio junto con las cosas de Loreta que traíamos, menos las cajitas por supuesto. Dentro del recinto nos esperaban el Director de Auyani; Patricio y Delio, los Ancianos Mayores de la ciudad y Julia, esposa del Director. Nos recibieron muy contentos, cosa que (no sé por qué) me pareció un tanto extraña, y nos invitaron a tomar asiento en la mesa de conferencias.
—Don Ieshua Kairo, hijo de Kai. Joven maestro y explorador —enunció Patricio con tono ceremonial.
—Debo reconocer que es bastante peculiar nuestra forzosa invitada —comentó Delio.
Él no había visto a Loretta hasta ese momento.
—¿Qué noticias nos tiene Don Ieshua acerca de su procedencia y forma de hablar? —preguntó Patricio.
Loretta se sonrojó un poco y, tomándome la mano, bajó la mirada. Yo no entendí su reacción, pero obvié la misma para no desviarme de mi exposición.
Su lugar de origen se encuentra al otro lado del océano. Una isla o tierra de Schwarzwald —expuse directo y enfático.
El rostro de Patricio se iluminó y dándole un suave codazo en el hombro a Delio, le dijo en son de triunfo:
—Te lo dije. Son ciertas las leyendas de las otras razas y las otras islas.
Delio solo acertó a admitir su error, asintiendo con la cabeza.
—¡Qué mejor prueba que el arribo de esta chica! ¡Tú no querías creer sin ver! ¡Pues allí la tienes! —comentó exaltado, Patricio.
Dudé de la salud mental del Anciano. Quisiera el Cosmos que ese episodio fuese solo la expresión de un hombre emocionado por la corroboración de sus ideas y no los desvaríos de un loco.
—¿Qué otra cosa averiguó? —me preguntó Delio.
Supongo que fue una forma de acallar a su compañero, o rival. Y como yo tampoco me sintiera cómodo con su actitud, respondí de forma rápida, levantando la voz para interrumpir sus clamores de triunfo.
—Entre otras cosas la existencia de otras islas, además de la ya mencionada. Allí existe una comunidad o ciudad llamada Offenbach. Organizaron una expedición, un aproximado de 16 personas, cruzaron el mar, con la intención de confirmar las leyendas acerca de otras islas y razas; también existentes en su patria. La edad de Loretta es de dieciocho años; la duración y clasificación del "año" en Schwarzwald, que viene a ser básicamente el mismo de Gaiana. La distancia que nos "separa" de esas islas es de 4 meses en barco aproximadamente. De todas maneras, todo está resumido en este pequeño reporte que les hago entrega.
—¿Qué adelantó en cuanto al idioma? —preguntó el Director.
Cuyo interés se vio aumentado al recibir mi reporte sobre Loretta. Lo ojeó un poco, simulando indiferencia, pero sus ojos le delataban.
Por cierto, que en ese escrito omití el hallazgo de las cajitas por respeto a la intimidad de Loretta. Medida en cuestión que me la agradecería yo mismo un poco más adelante. Dada la calidad de la información habidas en esas arcas.
—No mucho, por lo menos no lo deseado —manifesté con sinceridad.
—O sea que no podemos comunicarnos con ella —afirmó Patricio, desilusionado.
—No exactamente —repliqué antes de que acertara a decir algo negativo.
En silencio el Anciano me escrutó con la mirada. Una mirada dura y profunda con la que me tropezaría más de una vez.
—Ella entiende a medias nuestro idioma. Si se le habla con pausa y se le ayuda un poco, Loretta es capaz de comprender casi la totalidad del mensaje de manera más o menos acertada —aclaré.
—En pocas palabras, nos tenemos que convertir en payasos, haciendo toda clase de maromas para que ella nos entienda a medias —sentenció Patricio.
Yo acusé el golpe. Era evidente que aún estaba resentido de mi negativa de ser juez honorífico en el certamen. Sin embargo. dominé mi ímpetu y me limité a cruzarle con la mirada.
El doctor intervino velozmente en mu defensa.
—Pienso que está siendo injusto con el chico, Su Ancianidad. Es bastante lo logrado por él en sólo una semana, yo he escuchado hablar a la chica, su lengua es ininteligible como para confundir a cualquiera —dijo, muy equitativo, mediando por mi incomprendido trabajo
—A Loretta se le hizo más fácil aprender nuestro idioma porque escucha constantemente nuestro hablar y tiene un intercambio dialéctico forzado (por estar en Gaiana) con nosotros. Eso condicionó a su cerebro e hizo que se dispararan una serie de mecanismos que facilitaron el aprendizaje, Aunque debo reconocer que aún le falta mucho todavía —completó su argumento.
El Director tomó la palabra para hacer una pregunta de extraño interés. ¿O debería decir: malsano interés?
—¿Aun es virgen?
Sorprendido ante lo inesperado de la pregunta no acerté a responder.
—¿Tú no le has tocado, ¿verdad? —demandó de nuevo.
—¿Por qué lo pregunta? —inquirí a mi vez, extrañado.
Loretta nos observaba sin saber lo que ocurría, no imaginaba que tanto parloteo conllevaba tal grado de vileza disimulada.
—Es importante Ieshua. Ella es nuestra responsabilidad (así lo dicta la ley) y necesitamos conocer si: usted irrespetó a la joven. Usted sabe muy bien qué consecuencias acarrearía tal acción —declaró el Anciano Delio, amenazante.
Me quedé pensativo: "¿qué estaba pasando? ¿Era otra treta de Patricio y Delio? ¿O era sólo una forma de intimidarme para luego obligarme a ser juez o hacerles algún otro favor? No estarán pensando en... ¡No! ¡Eso es imposible! ¿Por qué les interesa tanto la virginidad de Loretta?
Sacudí la cabeza con energía. Lo habían conseguido, si lo que querían era atemorizarme lo habían logrado.
—¡Gracias al Cosmos! —exclamó Patricio, frotándose las manos.
En ese momento me disminuí. Mi mente viajó hacia atrás, a los horribles recuerdos de un niño. ¡Allá! ¡Allí! Cuando observé el empalamiento de dos desdichados amantes que transgredieron la prohibición de coito para una candidata inscrita. La pobre y desflorada niña, porque eso era: una niña, sufrió horrores al ver a su novio morir de la manera más cruel y abominable. Miró como las orbitas de sus ojos parecían explotar de dolor, como se revolvía en su penetrante agonía; agonía que también le transmitía la espera de su afilado y lubricado destino.
Luego, en su turno, su terrorífico y desgarrador grito se insertó en mi alma tal y como la hirviente estaca desfondó su profanada vagina. Las imágenes de sus heces y vómitos mezclados con la sangre se tatuaron en mí, hasta ese instante, virginal inocencia, violando mi memoria con ese falo asqueroso y nauseabundo.
El espectáculo fue tan impactante que en más de 10 años nadie se ha atrevido a incumplir tal disposición. Pues fue la última ejecución pública hecha en toda Gaiana.
Ellos detuvieron el interrogatorio, mi evidente desconcierto lo hacía inútil. Además, ya había entregado información suficiente para sus propósitos. Por último, me anunciaron el ya efectivo y legal reconocimiento, por parte del Consejo Mayor, de Loretta como ciudadana adoptiva de Auyani. Pasando a tener los mismos derechos y deberes de cualquier habitante de Gaiana. Me confirmaron la puesta en práctica del plan de asistencia en situación de desastre o accidente. Verificándose el amparo físico y moral de Loretta por parte de la ciudad de Auyani, regulado y administrado por los 2 miembros del Consejo local auyinense. Patricio y Delio, ejerciendo como los auténticos ejecutores y ostentadores de esa potestad.
Sólo había que cumplir un "mero formulismo oficial" como lo llamaron ellos: La firma del documento en el cual Loretta aceptaba el ofrecimiento y reconocía sus deberes y derechos. Leí el manuscrito y como no percibí nada extraño o de apariencia fraudulenta animé a Lore para que firmase el mismo.
No lo podía creer. No tuve que hacer una larga exposición de la obligación de Auyani para protegerla. tampoco hubo que esperar 1 o 2 ciclos de consultas y deliberaciones por parte del Consejo Mayor en pleno. Todo se encontraba allí, a la mano. Limpio y legal; rápido y efectivo. Era demasiado bueno; demasiado.
Pero no habiendo ni tiempo ni mente clara para sacar conclusiones, sólo pude observar cuando Loretta firmaba lo que sería un vehículo condenatorio hacia su desgracia. Una desgracia gratuita y no deseada. Una desgracia, en parte culpa mía, que sufriría yo en carne propia.
Terminada la sesión, Delio condujo a Loretta hacia el interior del edificio. Antes, nos despedimos entre lágrimas contenidas. En el aire quedó flotando la esperanza, encerrada en una frase, en un "hasta luego"; y en nuestras miradas alejándose.
—No te preocupes Ieshua el martes podrás verle de nuevo —me respondió el Anciano al yo comunicarles mi inquietud de no perder contacto con ella.
—Vamos a estar ocupados y no podremos atenderte hasta entonces —añadió Delio.
Se los agradecí de todo corazón y me fui con Álvaro no muy tranquilo. Había salido demasiado bien, insisto, aquí en Gaiana ese y otro tipo de situaciones se resolvían de una manera lenta y un tanto complicadas. Los procesos de reconocimientos, a menos que fuesen catástrofes colectivas a gran escala, se tardaban generalmente de dos a tres semanas. En esta ocasión, sin necesidad de consenso ni reunión alguna de los 24 Ancianos, se había resuelto en un máximo de 6 días. ¡Ni siquiera se tardaron una semana! Sé que el caso de Loretta era un acontecimiento fuera de lo común, pero me parecería exagerado e irregular el poco tiempo en que se solucionó.
Traté de no pensar en eso.
Al llegar a casa me aislé de mamá Silvia y de Jani, abrí el segundo baúl para extraer el libro que este contenía y le encontré muy bien preservado de la acción del fuego y del agua. Tenía grabado los siguientes títulos en unos caracteres muy interesantes y sobrios:
Gro Werderb und Heldengedicthten
Mucho más abajo y en letras pequeñas se podía leer:
Le Grand Ruine
Ansioso y a la vez no tan ansioso (ya que podía leerlo, pero no entenderlo) hojeé sus páginas, descubriendo que estaba escrito en dos idiomas y que, al parecer, en ambos era el mismo contenido. Medía unos 30 cm. de largo por unos 23 de ancho y se encontraba dividido en dos partes de 49 páginas cada una. El primer idioma, por supuesto, era el mismo de Loretta; el segundo era un idioma distinto, del cual supuse que guardaba algún tipo de conexión con el nuestro pues pude reconocer algunas palabras.
Esa noche tuve un sueño muy extraño. Me encontré a mí mismo rodeado de volcanes en plena actividad. Era de noche o más bien se hallaba el cielo oscurecido por las inmensas y pululantes nubes de humo y ceniza. La iluminación, provenía de los conos volcánicos que parecían gigantescas fogatas. De repente hubo un cambio brusco, de la nada surgieron Loretta, Jani y un grupo de muchachas (algunas conocidas, otras anónimas) que eran arreadas como ganado, tenían las manos atadas a sus espaldas, mordazas en la boca y en sus ojos vendas. Muy cerca de ellas se observaban a los Ancianos con sus rostros cubiertos y más atrás una gran muchedumbre.
Los Ancianos eran mucho más altos que los demás, mostrándose como soberbios y tétricos titanes, uno de ellos sostenía un rollo en su mano y ese mismo rollo destilaba de forma escandalosa sangre y un líquido amarillento que supongo era pus. Las chicas, dirigidas de alguna extraña forma, comenzaron a caminar en diferentes direcciones, cada una hacia un volcán distinto. La muchedumbre mostró su desaprobación ante el acontecimiento, a lo cual los Ancianos sacaron de sus túnicas una cantidad imprecisa de estacas (¡Cada uno tenía 4 o más brazos!) y pude leer con claridad inscritas en ellas, las palabras "justicia", "ley", "tradición", "fornicación".
Los maderos se hallaban con sus puntas lubricadas, listas para la acción, palpitando, con vida propia. Temibles utensilios prometiendo tanto muerte como sufrimiento. La multitud decreció sus ruegos al verlas y, asustados, se agruparon, estrechando sus filas, fusionándose y reduciéndose a 2 o 3 personas que ahora aclamaban la inmolación. Un fenómeno de reducción sólo posible en sueño.
Yo procedí a llamarles por sus nombres (en el sueño conocía los nombres de todas las chicas) pero los Ancianos levantaron sus múltiples brazos, haciendo que los volcanes aumentaran sus bramidos. De esa forma las "elegidas" no pudieron escuchar mis desesperados llamados. Aun así, aceleré mi paso y una por una les fui rescatando, les quitaba las mordazas y las vendas, instándoles a huir. Por último, ellos enviaron a Jani en dirección al más grande de los volcanes y que a su vez se encontraba más alejado de mi posición y cuando corrí hacia allá, uno de ellos alzó el rollo, señalándome su carta de triunfo: La firma de Loretta. Y entre el humo, el fuego y la oscuridad pude observar a mi nívea amada caminar hacia uno de los conos de fuego.
A pesar de todos mis esfuerzos sólo pude salvar a mi hermana, los Ancianos obstaculizaron mi rescate, y sentí el ardor en mis pulmones al quemarse con la fuerza magmática con la que grité. Grité y grité sin que ella me escuchase. Se dirigió sólida y tranquilamente por la ladera del volcán y parándose al borde de su cráter se quitó las mordazas, las vendas y las ropas. Y, envuelta en aquella sarcástica desnudez, sonrió y se lanzó en la humeante abertura.
Desperté bañado en sudor y con un dolor increíble en mi garganta, como si hubiera inhalado humo y ceniza. Jani y mamá Silvia aparecieron de manera inmediata, alarmadas por mis espantosos alaridos.
—Fue sólo una pesadilla —argumenté a duras penas.
Mi hermana sonrió y dándome un pellizco en el brazo bromeó: "por si acaso estas aún dormido".
—¿Seguro que estas bien? —preguntó mi madre a quien no le parecía que mis gritos fueran motivo de risas.
Le manifesté que no había problema y les rogué que no se desvelaran por mi causa, ya que el día siguiente sería una jornada muy agitada para ambas. Ellas estuvieron de acuerdo y se fueron a descansar.
Me quedé reflexionando sobre los posibles significados del sueño que acababa de tener. No veía clara su simbología, el lugar en que se desarrollaba la escena era del todo inexistente en Gaiana, sí bien alrededor de algunos volcanes hay mucha vegetación en otras es casi nula; la tupida selva ha escalado parte de su falda y otros cubren sus cumbres con nieve. Así concluyo que era una especie de mosaico que mi mente había concebido. Quizás estaban presentes los volcanes por ser un misterio y una obsesión para mí, además de la personificación que les da el ritual de la inmolación, La otra incógnita la representaba el pueblo de Gaiana rechazando y tratando de impedir dicho ritual siendo ellos sus principales promotores. Sinceramente no lo entendía ¿Qué hacía Loretta en pleno sacrificio? ¿Por qué me mostrarían el documento los Ancianos? ¿Acaso se me había escapado algún detalle importante en su lectura? ¿Por qué Loretta sonrió sarcásticamente y se desnudó antes de lanzarse al volcán?
Realmente no logré sacar mucho en claro de tal discurrimiento, a lo mejor estaba dándole demasiada importancia al sueño, no obstante, ello me hizo recordar que no había adelantado nada sobre cómo detener la inmolación. Podría ser que la pesadilla fuera una premonición: Jani ganaría el concurso y los Ancianos de una u otra forma utilizarían a Loretta para presionarme o impedir alguna acción de mi parte.
Me infundía una pequeña confianza (y hasta esperanza) el hecho de que pude salvar a mi hermana y a las otras chicas en el sueño, eso talvez quería decir que se eliminaría el concurso y de esta manera se salvarían las demás y Jani. Pero el mal augurio se hallaba presente en aquella sonrisa burlona de mí transfigurada amada, en su lujuriosa desnudez (como mostrándome aquello que no ha sido deleitado por nadie) que se hundiría luego en el fuego, escapando de mis deseos.
No quise pensar en su muerte... pero lo hice.
Antes de continuar con los acontecimientos quisiera compartir con ustedes el contenido del libro. Y aunque todavía pasarían muchas cosas para que su traducción fuese hecha, prefiero incluirle ahora; con el riesgo de adelantarme a los hechos. De todas maneras, lo ocurrido hasta aquel miércoles era lo esperado, Jani había avanzado a la cuarta fase del certamen (habiendo superado con creces la tercera ronda local) y según los comentarios de mi madre tenía todas las opciones de alcanzar la quinta ronda. Bueno, sin más rodeos innecesarios les presento el escrito:
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