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Capítulo 6 Primera hora.


Todo era oscuridad y un frío tan potente que congelaba hasta los pensamientos. Rafael se dejó caer en el sofá con los ojos surcados en lágrimas. Nunca ni en sus más terribles pesadillas imaginó algo parecido. Esa posibilidad no tendría cabida en su cuento de hadas.

—«Roberto, ¿dónde estás?» —gritó su mente sin obtener respuesta.

—Haremos todo lo posible señor, por favor cualquier cosa que llegue a saber nos lo comunica inmediatamente.

—Sí...

Se sentía aturdido, solo y con la boca seca. Se levantó a la cocina por un vaso de agua, pero este se le cayó de la mano estallando contra el suelo y él... le siguió. Rafael se rompió en fragmentos tan microscópicos que su imagen no volvería a ser igual. ¿Qué había pasado? Había comenzado como un día maravilloso y ahora era un infierno. Su Edén se trasformó en un purgatorio.

Tocaron a la puerta y corrió a abrir creyendo que era Roberto, pero era Saraí.

—¿Qué ha pasado, Rafita? Vi a los policías irse hace unos momentos.

—Él... mi... desapareció —dijo y comenzó a temblar violentamente.

—¡Dios mío!, espera toma asiento —lo llevó hasta el sofá—. Pero, ¿cómo o qué pasó? No entiendo nada.

Rafael le relató a grandes rasgos lo poco que sabía entre lágrimas y con la esperanza de que fuera un mal sueño.

—No sé nada más, Sari... ¿qué voy a hacer si yo solo una insignificante mota de polvo? Yo...

—¿Has pensado en la posibilidad que se haya ido de copas y esté tú sabes?

—¡No!... Él lleva años sin consumir, además sé que nunca se atrevería a dejarme. Él nunca se iría ni por un instante. Por favor, Saraí, ayúdame, algo tenemos que hacer la policía no hará nada como siempre.

—Pero, ¿qué puedo hacer?

—Vamos a buscarlo, no puedo sentarme aquí esperando que me traigan su cuerpo. Por favor, esta incertidumbre me está jodiendo.

—Bueno —suspiró la morena—. Pero por favor Rafita, debes estar preparado para lo peor, lo siento, pero si las condiciones en que hallaron su motocicleta son tales yo...

—¡No puede ser, es imposible!

—¿Por qué?

—Porque él me prometió que nunca me dejaría.

Saraí lo miró con mirada inescrutable y luego aceptó.


—¿Entonces a dónde primero? —dijo Saraí encendiendo el coche.

—Vayamos a los hospitales, primero descartemos esa... —ahogó un sollozo y tragó saliva—. Esa posibilidad. ¿Puedes quitar el seguro? —dijo halando la manija de la puerta del automóvil.

—Pero no tiene, ¿está trabada?... qué raro si hace poco por ahí saqué... funcionaba, deja —forzó la puerta hasta abrirla—. Listo, vamos.

Tras unos minutos llegaron al primer hospital, «Hospital San Mongo», se leía en la imponente edificación. No lograron nada, no había nadie ni con las características o nombre registrado.

Al menos se sintió un poco aliviado, era una buena noticia que no estuviera ahí. Continuaron la marcha.

—¿Vamos al siguiente?

—Sí, Sari, por favor —la miró agradecido—. ¿Estás bien? Tienes una mancha de sangre en el pantalón.

—¡Maldición! —murmuró por lo bajo—. Cosas de chicas, tú entiendes, tampones, ¿verdad?

—¡Oh! —Rafael se sintió apenado—. Y yo fastidiándote con mis problemas.

—No pasa nada, para eso somos los amigos. Y dime, ¿cómo se conocieron?

Se estacionaron de nuevo en la acera. Habían visitado los tres hospitales de la zona y no habían encontrado nada lo cual era algo bueno creía Rafael, pero también estaba consciente de que existía la posibilidad de que estuviera en la intemperie o bien, secuestrado y sintió sus entrañas contraerse al punto del vómito.

—¿Estás bien? —preguntó la morena preocupada desde la sala al escucharlo vomitar.

—Perdón, sí es que me mareé por al ajetreo —pero sus ojos lloraban.

—Lo vamos a encontrar ya verás —lo abrazó Saraí.

—¿Y si no?... antes de él estaba acostumbrado a que me diera igual la presencia o la ausencia de los demás, no sabía cómo crear lazos, pero cuando él llegó me enseñó una nueva forma de vivir. Una que no conocía y que cuando conocí no creí ser digno de merecer. Me enseñó una nueva forma de vivir, pero nunca como si él llegara a faltar. Lo amo demasiado.

»Lo único que deseo es que vuelva por esa puerta y me abrace y que todo vuelva a ser como hasta hace unas horas. ¡Tengo que encontrarlo a como dé lugar!

—Pero Rafita, ¿dónde más podrías buscarlo?

—Sus amigos...

—¿Cómo?

—Le había llamado a Tony, un amigo de él y me dijo que lo había hablado para que revisara el coche, pero que se había ido a comprar algo al centro así que ya no pudo ir. Lo llamaré de nuevo —dijo tomando el móvil.

—Rafael... ¿qué pasaría si él ya no está vivo?

—¡Cállate no digas eso, lo siento a mí lado así que está vivo y debo hacer todo lo que pueda para encontrarlo!

—Rafa...

—Lo siento, estoy... esta situación. Ya has hecho suficiente Sari, deberías irte a casa a descansar.

—Ni hablar no te dejaré solo cuando más lo necesitas. Deja voy a cambiarme y regreso. No hagas nada sin esperarme. Ya vuelvo.

—¿Rafa? —Tony tomó la llamada—. ¡No mames, no puede ser! —dijo cuándo Rafael le contó todo.

—Por favor necesito saber a dónde iba, si la policía no hará nada yo haré todo lo posible. Necesito encontrarlo y salvarlo.

—Realmente no sé con exactitud, pero dijo que sería una sorpresa para esta noche para ti. Que te echaría el lazo o algo así. No sé nada más, lo siento.

—Entiendo...

—Si necesitas ayuda cuenta conmigo.

—Gracias lo tendré en cuenta debo colgar.

Suspiró tomándose el entrecejo, la cabeza le latía con tanta fuerza que le explotaría. Fue al baño por una aspirina del botiquín.

—¡Carajos! —se le había caído la caja sobre el bote de la ropa sucia. Vio la chamarra favorita de Roberto e instintivamente la cogió y olió, olía a él y sus ojos se inundaron en sentimientos. Se la colocó para sentir que él lo abrazaba—. ¿Qué es esto?

Del bolsillo sacó un afiche de una joyería con anillos en promoción. Corrió y cogió su móvil.

—¿Acaso? —murmuró.

—Volví —dijo Saraí tocando la puerta.

—¡Amiga, vamos rápido a la joyería 310 de la avenida central!

—Oki, pero ¿por qué?

—Lo que Tony me dijo, la zona donde hallaron la motocicleta y este afiche. Iba por un anillo de matrimonio, estoy seguro que fue a esa joyería. Vamos deben saber algo.

—Pero es tarde, deben estar cerrados.

—No, si nos apresuramos podemos llegar a tiempo.

—Igual y el auto se averió.

—Pues en taxi, vamos —salió llevándola casi arrastrada—. ¡Taxi!

¿Ustedes que piensan de esta situación? Comenten sus teorías y denle fuerzas a Rafa.

Continuamos con las actualizaciones diarias.

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