The A Team, Ed Sheeran
Se pasaba todas las noches en la misma esquina, con los labios blancos y el rostro pálido por el frío, respirando entre copos de nieve. Se abrazaba los brazos con fuerza, tratando de mitigar el frío que sentía. De vez en cuando daba golpecitos al suelo con las puntas de las botas, tratando de recuperar la sensibilidad de los dedos de los pies. Cada dos por tres tosía, por culpa de sus quemados pulmones, haciendo que un sabor amargo le invadiera la boca.
Hacía horas que la luz se había ido, que el día había supuestamente terminado. Pero, para muchos como ella, el día no había hecho nada más que empezar. En días de invierno como aquel, las noches eran largas, rodeada de extraños hombres, pero aún así era difícil pagar el alquiler de su piso.
Y ella sabía que decían que era de primera clase*, y por eso se le acercaban los hombres más extraños, con los gustos más extraños. Todos decían que siempre estaba atrancada en sus ensoñaciones, medio ignorando lo que sucedía a su alrededor, y eso era lo que a algunos más les gustaba. Ella no decía nada, no gritaba, simplemente se dejaba llevar. Así todo se le hacía más fácil, tanto a ella como a los hombres. Sabía que su rostro juvenil, que no había cambiado desde que tenía dieciocho años, la ayudaba a conseguir clientes, pero últimamente se estaba hundiendo, debilitando, desmoronando, y eso se notaba en la cantidad de clientes que se le acercaban en los últimos tiempos.
Siempre había sabido que las peores cosas siempre venían gratis, porque simplemente todos están bajo la mano divina, casi sin poder hacer nada para cambiar sus destinos. Eran títeres que bailaban al son de la música que Él tocaba, pero a veces esa música era demasiado macabra, demasiado desagradable, y deseabas que parara, que algo la acallara. Hacía demasiado frío incluso para que los ángeles volaran sobre las cabezas de los mortales y velaran por ellos. Y en momentos como ese era cuando se volvía loca por conseguir un par de gramos.
No quería estar sola en la calle esa noche, bajo el punzante frío, ni bajo los helados copos de nieve. Hacía demasiado frío, pero no tenía mucha más elección. O volaba a su tierra natal gracias a una pipa, o vendía amor a otro hombre. Para lo primero necesitaba un dinero que no tenía, y lo segundo le daría el dinero que necesitaba para comer, para dormir en un lugar seco, para conseguir los gramos que tanto necesitaba, para sobrevivir un día más.
La noche pasaba, y no había sido nada fructífera. Nadie se le había acercado, y apenas había visto a gente. Incluso los alcohólicos se habían quedado a beber en casa por el frío, en vez de salir a tomar copas hasta emborracharse. Ella se dirigió a su casa mientras el sol empezaba a despuntar por el horizonte. Los rayos del sol empezaron a acariciarla, pero la calidez no llegaba a sus helados huesos. Se sentía como si fuera una estatua de hielo con un corazón que de alguna manera se movía y la permitía moverse, caminar, respirar, sentir, vivir. Caminó en silencio por las calles, mientras la ciudad empezaba a despertarse. En la puerta del portal se encontró con una de sus vecinas, una anciana honorable que le dirigió una mirada de desprecio y asco. Ella la ignoró, y subió las escaleras lentamente, sintiendo que a cada paso moría un poco más.
Al final consiguió llegar hasta su puerta. Metió la llave en la cerradura con manos temblorosas, y giró primero lentamente y luego con fuerza. Terminó de abrirla con un fuerte golpe de hombro. Llevaba tiempo pidiéndole a su casero que le arreglara la cerradura, pero él se negaba diciéndole que funcionaba perfectamente. Perfectamente, su **** madre.
Se quitó la gabardina y la colgó en un perchero. Se quitó los rasgados guantes y los dejó en la mesita de la entrada, al lado de unas cuantas monedas sueltas y de las notas del banco que jamás se molestaba en leer. ¿Para qué? Solo traían malas noticias.
Se dejó caer en la chirriante cama, con los ojos cansados y la garganta seca. Estaba demasiado cansada como para levantarse a por un vaso de agua. En la mesilla de noche había un viejo teléfono que había comprado para convertirse en una chica de llamada, para que los clientes la llamaran y no tener que salir a la calle cuando hacía un temporal como el de aquella noche. Desgraciadamente, no había línea. Era demasiado para ella tener que pagar tanto dinero mes a mes.
Sabía que algún día no logrará volver a casa. Ese hipotético día, un ángel moriría, cubierto de blanco, y ella moriría con él. Cerraría los ojos y dejaría de sufrir, y esperaría una mejor vida en el más allá. Y esa vez se desvanecería, directamente en la línea, para que todos lo pudieran ver. Para que lamentaran todas las miradas, todos los comentarios, todo el odio que habían sentido hacia ella sin ni siquiera conocerla ni saber sus razones para la vida que llevaba. Y otros muchos lamentarían como la trataron, como si fuera un objeto, como si fuera un juguete sin sentimientos ni corazón. Y ella los observaría desde arriba, partiéndose de risa ante sus lamentos, con dos alas en la espalda. Y se dedicaría a velar por la gente, a velar por ella de verdad, a no dejar que sufrieran el mal que ella sufrió en vida.
Con los labios secos, sonrío. Hacía demasiado frío para que los ángeles volaran, pero también hacía demasiado frío para que murieran.
* The A Team en castellano sería primera clase, por eso he puesto eso en vez de "de clase A", que sería la traducción literal.
Bueno, aquí está una canción de mi cantante (masculino) favorito, por petición de kittyhime. Espero que os haya gustado, y os dejo la "sugerencia" de que votéis y comentéis (no es una sugerencia, es una orden!!)
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