Remembering Sunday, All Time Low
Se despertó sin ganas. Afuera todavía estaba oscuro. Se incorporó y se sentó en el borde de la cama. Se frotó la cara, tratando de alejar las hebras de sueños que aún se agarraban a él, y buscó con los pies alrededor de la cama hasta encontrar sus zapatos. Se los puso a toda prisa, sin preocuparse en atarse bien los nudos. Se miró los pies, enfundados en viejas Converse que habían vivido mejores tiempos. Miró su despertador. Los números le decían que eran las dos de la madrugada pasadas.
Se levantó, pero inmediatamente tuvo que apoyarse en la pared de la habitación. Llevaba días sin estar sobrio. Con pasos tambaleantes, se dirigió a la puerta del balcón, dispuesto a despejarse, a tomar el aire, a dejar que la ciudad de alrededor le aclarara la mente, a que las luces nocturnas lo mecieran como luciérnagas. Salió a la brisa nocturna, y entonces fue cuando lo recordó. Cuando recordó el domingo, cayó de rodillas, agarrándose con fuerza la cabeza. Los recuerdos le venían todos de golpe.
Desayunaron juntos, pero dos huevos no bastaron para que ella compartiera sus sentimientos. La soledad era un lugar conocido para él, pero jamás le había dolido tanto. Ella le había cogido la mano y había tirado de él con una dulce sonrisa diabólica. Jamás había visto una sonrisa tan hermosa, tal vez porque jamás había visto una sonrisa de un rostro al que verdaderamente amaba. Lo empujó hacia las escaleras, arriba, más arriba. Casi lo dejó morir para entrar. Y entró.
Y ahora estaba tratando de encontrarla. Iba a salir, y a preguntarle a cualquiera con el que se cruzase: "Perdona, no quiero ser una molestia, pero ¿has visto a esta chica?". Ella había estado corriendo por sus sueños, y parecía estar volviéndolo loco. En cuanto la viese, iba a pedirle que se casara con él y a desear que le dijera que sí.
A pesar de saber que ella no creía en el amor, él estaba determinado a llamar su atención. ¿Quién podía negar las mariposas que invadían su estómago cada vez que pensaba en ella?
Ya no podía aguantarlo más. Agarró su chaqueta y se la puso de mala manera. Se recorrió el piso en apenas unos segundos, parando solo para coger las llaves. Salió dando un portazo que hizo retumbar el viejo edificio. En cuanto pisó la calle, echó a correr. Echó a correr por la ciudad, dormida o despierta, según como lo vieses. La lluvia caía, fuerte, helada, despertándolo de su letargo, empujándolo a seguir adelante, a encontrarla.
Llegó sin respiración a donde ella vivía. Todas las luces estaban apagadas, todos los habitantes dormidos. Llamó a los timbres, a las puertas, despertando a los vecinos, rostros desconocidos con gesto de enfado, preguntándose quién era el joven que olía a alcohol y que llamaba desesperado a las dos de la madrugada. A pesar de suplicar, de intentarlo una y otra vez, lo rechazan. Se muere por entrar de nuevo.
Un vecino, aunque malhumorado, le dio la respuesta que necesitaba, aunque prefería no haberla sabido. El vecino le dijo que ella se mudó hacía poco, que ya no vivía allí.
Salió a la calle, con la mirada gacha y la cabeza caída, desesperanzado. El sol empezaba a clarear el cielo por el este, aunque aún faltaba mucho para que amaneciese. De pronto, se dio cuenta de que aún llovía, de que llevaba lloviendo todo el día. No se había dado cuenta antes, no había pensado en ello, pero empezaba a tener sentido. Ahora podía ver que las nubes lo habían estado persiguiendo durante todo su desesperado viaje, para encontrarla, dondequiera que estuviese. Al parecer, ni el cielo quería que la encontrase.
Suponía que era hora de volver a casa.
***********
Ella no iba a volver, había hecho algo demasiado horrible. Estaba demasiado aterrorizada incluso para hablar, pero él esperaría eso de ella. Se sentía confusa, embotada, y la lluvia le estaba lavando su recuerdo del pelo.
Y de su mente.
Seguía manteniendo un ojo en la Tierra, desde muchos metros por encima del suelo. Estaba sobre él, había encontrado un hogar en las nubes, colgando sobre su cabeza, pero aún no lo había olvidado. Jamás podría, a pesar de la distancia, a pesar de la imposibilidad de volver a encontrarse. A pesar de que la lluvia, le estuviese borrando su recuerdo, él seguiría viviendo en su mente.
Para siempre.
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