King for a Day, Pierce the Veil featuring Kelling Quinn
Miré abajo desde ese puente de Jersey. Nada alrededor me animaba a saltar, pero en el fondo deseaba que algo lo hiciera. Era viernes por la noche, un viernes noche extraño y alocado, tal vez la causa de cometer una gran locura de la que me arrepentiría probablemente durante toda mi vida, o tal vez no. ¿Te puedes arrepentir de algo toda tu vida si no estás vivo? Alcé los brazos al cielo y, mirando al cielo, me vi a mí mismo, volando muy, muy lejos, hasta lo más profundo de las nubes. Estaban hinchadas y de un gris enfermizo, como si hubieran comido algo que no les hubiera sentado bien. Los rayos relampagueaban a lo lejos, los truenos hacían temblar el suelo. Parecía el día perfecto para cometer una locura.
Me sentía rojo. Rojo por el cáncer. Rojo por los ricos. Rojo por la bebida que había tomado, mezclada con suicidio. Todo era rojo.
Pensé en ti, y no fue un pensamiento divertido. "Por favor, ¿no me empujarás por última vez?" pensé con rabia. Lo había pensado, sí, estaba a punto de hacerlo, pero aún necesitaba un empujoncito. Después de haber estado a mi lado todas las veces en las que no te había necesitado, ¿dónde estabas ahora? Sólo necesitaba verte. Me hacías sentirme enfermo, y era aún peor cuando bebía tarde. Una sola mirada y todo me quedaría claro. Daría un paso al frente y caería, gritando hasta que todo terminase.
Estaba tan cansado de sangrar, de aguantar todas las mierdas que iban sumándose a la gran mierda de mi existencia, una tras otra. No quería seguir así. ¿Querías un mártir, no? Pues solo tenías que aparecer y sería uno, porque creía que ya había aguantado suficiente.
Me dijiste que pensara sobre ello, y así lo hice. Ahora no quería sentir ninguna cosa más. Estaba cansado de mendigar por lo que quería, estaba hasta las narices de dormir en el suelo como un perro.
Las cosas que quería probablemente me traerían dolor, así que, ¿de qué servía seguir aquí? Las cosas malas daban dolor, y las buenas eran todavía más dolorosas. Si todo era así, ¿realmente merecía la pena vivir? Quiero decir, no tenía nada que me alegrara, que me hiciera seguir respirando.
Intoxicación, paranoia y mucha fama. Tres animadoras para tirarse, las mejores de las reinas del drama. Eran ellas las que me habían empujado a aquel puente, para dejarlo todo atrás. O mejor dicho, arriba.
Intenté imaginarme como sería vivir como un rey durante sólo un día. Una única noche sin fantasmas en las paredes, sin fantasmas en mi mente. Poder dormir en una cama cómoda, sin preocuparme por encontrar algo que llevarme a la boca, envuelto en cálidas mantas. Los rayos hacían temblar la tierra, como un bajo bajo el suelo, pidiendo a gritos una revolución.
Cada vez sentía el agua del río más cerca de mí, el paso que me llevaría a mi decisión final cada vez más cercano. No dejaría nota de despedida, no tenía nadie de quién despedirme, nadie a quien decirle "No fue culpa tuya. Sigue viviendo por favor". Nadie tenía porque saber mis razones. Eso era algo entre yo y mi vida, y tal vez también debería tener en cuenta el río. Al fin y al cabo, sería mi última morada. Pensé que nadie sabría qué me había ocurrido, y tal vez a nadie le importase. Simplemente desaparecería en medio de la noche, sin que nadie me viese. Una muerte sencilla y discreta, como siempre había querido ser yo, sin conseguirlo. Siempre me pareció que era demasiado complicado, y esas complicaciones me hacían llamativo, extraño.
Le pedí a la virgen María que me perdonara. Sangre por sangre, la guerra entre yo y el mundo había comenzado hacía tiempo.
Más, más cerca. El terror comenzaba a circular por mis venas sin sangre. Yo solo era un producto que había salido de las calles, lleno de rabia juvenil. Había nacido en este mundo sin voz y sin derecho a opinar, como todos los hijos de la calle. No teníamos suficiente cultura, ni inteligencia y, sobre todo, no teníamos suficiente dinero para que nos otorgaran ese derecho. Atrapados en los extrarradios con un cerebro abandonado, sin derecho a crecer, a aprender como los demás niños.
Tal vez te conociese bien, pero esto no era un juego. Dejó de serlo hace mucho tiempo, tal vez jamás lo fue, ni siquiera cuando éramos niños inocentes que jugaban a los vaqueros con pistolas de plástico. La vida nunca ha sido un juego.
Encendí lo que seguramente sería mi último cigarro, y aspiré el humo. Tras mantenerlo durante un tiempo en mi boca, saboreando su sabor amargo que realmente nunca me había gustado demasiado, lo soplé lentamente. Con cuidado, hice que tomara una forma parecida a la de un diamante. Un último rastro de riqueza antes de desaparecer para siempre.
La muerte me parecía un regalo, así que cerré los ojos, preparado par descansar en paz. Escuchaba a las sombras llamándome, abajo, más abajo, en las profundidades del río.
Prefería morir a descansar para siempre en el suelo. Así que respiré hondo y di el paso.
No me arrepiento de nada.
Escuchad la canción si os parece interesante la historia, y no os olvidéis de votar ;)
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