Capitulo 2 "La profecía"
23 de marzo de 1912
Mi día no podía estar comenzando peor. Odio discutir con mi hermana, pero realmente ella no entendía que estaba en juego, más bien se tomaba todo con demasiada tranquilidad como si del tema de una fiesta se tratara. La amaba con todo mi ser pero me sacaba de quicio. Sino fuera porque es mi gemela diría que es solo una niña pequeña. Debe entender que como princesa y tal vez futura reina tiene responsabilidades por delante, aunque también está la opción que rechace la corona dudo que haga eso. Ambas queremos el puesto y sería más fácil si tan solo supiéramos quien nació primero... No entendía cómo podía existir gente tan idiota, sabían que era primordial ver quien nació primero, y no significaba que la primera en nacer era la mayor, en muchos otros lados si era, pero mi madre había contactado a una sacerdotisa y esta le dijo que el ultimo bebe en salir era el primero en formarse por ende era el mayor...
—¿Nuevamente escribiendo alteza? — La voz de William hizo que me sobresaltara, pero a la vez no podía evitar sonreír cuando estaba cerca de mí.
— Primero no me digas alteza somos amigos y segundo tú me has regalado este diario no esperes que no lo use— Me coloque de pie para dejar el diario debajo de la almohada y acercarme al chico rubio. No pude evitar dirigir mi mirada a sus curiosos ojos. Un doctor le había dicho que tenía heterocromía algo que hacía que uno de sus ojos fuera verde y el otro de un azul intenso como la noche o como el mar.
—Venía a informarle que el rey y la reina la esperan en la sala del trono, desean verla cuanto antes— Su voz era dulce, podía notar que su tono conmigo era diferente a como el resto me hablaba, pero eso se debía a la confianza que teníamos. Solo era un año más grande que yo, nos criamos juntos y según mi hermana el se encontraba enamorado de mí.
—Muchas gracias William, puedes informar que en un momento bajo— Pude ver como el joven hacia una reverencia antes de marcharse. Suspire tomando mi diario para esconderlo en un lugar donde solo yo conocía. Con cuidado moví el enorme autorretrato que se encontraba en mi cabecera. Saque el ladrillo metiendo el diario dentro del hueco, y luego de acomodar todo en su lugar me dirijo a encontrarme con mi familia en la sala del trono.
—Hija mía, al fin apareces debemos hablar con ambas, mi sol y mi luna juntas— La voz de mi padre era serena, nada malo era por lo visto, lo que me dejaba más tranquila. Mire de reojo a mi hermana observando como simplemente asentía con su cabeza.
— Cariño, porque no se lo dices tu. — Mi padre el Rey Leónidas lV amaba a mi madre la reina Amelia. Era una mujer muy hermosa. Mis abuelos se habían resistido a su matrimonio, nunca los hizo feliz debido a que mi madre no perteneció a la realeza. Provenia de la familia más adinerada de Alonessio, pero no era suficiente para ellos.
—Mis niñas hermosas, he encontrado una sacerdotisa que nos aseguró que podria descubrir quién es la mayor. Se que les aterra saberlo, pero sería bueno para todos acabar con esta intriga— sus manos fueron al rostro de cada una de sus hijas acariciando estos con todo el amor que una madre poseía. Era verdad que tenía miedo, si era complicado sabiendo que mi hermana era la favorita de mi padre, el deseaba que ella tomara la corona y yo quedara en el olvido.
—Madre, ¿Cree que esa sacerdotisa pueda ayudarnos? Ya hemos ido a miles y solo nos terminan estafando — La voz de mi gemela interrumpió mis pensamientos. La amaba, era mi familia, pero en algunos momentos no la soportaba.
—Tengamos fe, estoy segura de que esta vez la verdad saldrá a la luz. Gabriel será quien las escolte hasta la vivienda de la sacerdotisa. — Escuchar su nombre hacía que mi corazón latiera tanto que amenazaba en salir de mi pecho. Gabriel era el hijo del teniente de mi padre en pocas palabras sería un soldado, pero había estado enamorada de él desde que tenía uso y razón de vida.
—Altezas ya tenemos el carruaje listo para las princesas— La voz de Gabriel invadió la sala del trono haciendo que todos dirigiéramos nuestras miradas hacia él. Mi hermana no perdió tiempo en hacer una reverencia a mis padres y caminar al lado de mi amado saliendo junto a él, me incline ante los reyes y trate de alcanzarlos.
El camino hacia la sacerdotisa fue en completo silencio ninguno de los tres producía palabra alguna, aunque podía notar como Gabriel miraba de reojo a mi hermana, a veces hasta se quedaba embobado mirándola. ¡Genial lo que me faltaba! El aparentemente estaba enamorado de mi hermana. Suspire pesadamente mirando hacia otro lado. El carruaje se detuvo la cual fue señal de que habíamos llegado a nuestro destino. Antes de bajar subí la capucha de mi capa para evitar ser tan reconocida. Bajé del carruaje con la ayuda de Gabriel observando todo el lugar.
—Por aquí altezas, la sacerdotisa las espera dentro de su hogar— Caminamos junto a mi hermana viendo como Gabriel golpeaba la puerta. Una mujer de edad mayor fue la que apareció, su cabello era largo tanto así que pasaba sus caderas, pero era blanco como la nieve. No parecía que fuera así por canas, sino que era diferente.
—Por favor, pasen por aquí— Pase antes que mi hermana prestando atención a cada detalle del hogar de la sacerdotisa, tenía estanterías llenas de libros y frascos con quien sabe que cosas.
—Tomen asiento esto no tomara mucho tiempo. — Tomamos asiento en la única mesa que había a la vista. No podía creer que estuviéramos haciendo esto. Si mi madre tenía razón, hoy Alonessio tendría una reina definitivamente.
— Tomen un sorbo del te cuando se los indique, diré unas oraciones mientras lo tomen, cuando lo terminen deben dejar la taza en la mesa con los ojos cerrados. Por ningún motivo deben abrirlos hasta que se los indique altezas o nada de esto va a funcionar. Una cosa más, necesito sus collares en el medio de la mesa.
—Entendido, muchas gracias por su ayuda— Mi hermana rápidamente quito su collar dejándolo donde la mujer lo había indicado, tomé aire e hice exactamente lo mismo mientras la sacerdotisa llenaba las tazas. Un leve asentimiento de esta hizo que ambas tomáramos las tazas y cerráramos los ojos.
—Por favor comiencen, recuerden no abran sus ojos— Tome mi taza comenzando a beber suavemente, escuchando algunas palabras algo extrañas de la sacerdotisa.
— Virtus solem lunam coniungere vires in inquisitione veritatis. Facta sunt filiae veritatem nativitatis tuæ.— El sonido de ambas tazas se sintieron sobre la mesa y finalmente nos fue indicado que nuestros ojos podían ser abiertos.
—Disculpe que me entrometa, pero ¿qué es lo que sigue ahora? — Volteamos hacia Gabriel quien fue el que rompió el silencio. Una risa de parte de la sacerdotisa se hizo presente. Esta tomo las tazas comenzando a mirarlas, bueno más bien a las yerbas que había en estas.
—Lamento decirles que algo ha salido mal, hay algo que lo detiene y creo saber que son sus miedos atezas. Puedo entender, es difícil saber que solo una tendrá la corona y la otra deberá hacerse a un lado, pero ambas saben que tarde o temprano la verdad saldrá a la luz. Tres cosas no pueden ser ocultadas por mucho tiempo: el sol, la luna, y la verdad. Vuelvan cuando sus corazones deseen iluminar su camino.
El camino hacia palacio fue en total silencio. Debíamos enfrentar a nuestros padres y decirles que no fuimos capaces de encontrar la verdad. Mi mano fue directamente a mi collar acariciando este. Al entrar al palacio caminamos con mi hermana hasta la sala del trono donde mis padres esperaban con ansias.
—Mis niñas han regresado, cuenten que ha sucedido ¿La sacerdotisa ha podido ayudarlas? — Mi hermana y yo nos miramos, no sabíamos cómo decirles que los habíamos decepcionado.
—No... Lo sentimos, pero nos dijo que nuestros corazones aun no estaban dispuestos a saber la verdad. — Mi hermana se acercó a mi padre y este acaricio su cabello susurrando algo en su oido, sea lo que sea hizo muy feliz a mi hermana.
Una reverencia fue mi último gesto antes de salir a caminar a los jardines del palacio. ¿Qué sucedería si mi hermana tomaba el trono? Según nuestras tradiciones y reglas la persona que tome la corona podía matar a sus hermanos si eran considerados como posibles traidores. Mi abuelo lo había hecho con sus hermanos. ¿Yo sería capaz de matar a mi hermana por la corona? No, claro que no, pero ¿Y ella?
La luna rápidamente se hizo dueña del cielo. Mi madre solía decirnos que nosotras éramos la representación del sol y la luna aquí en la tierra. El suceso del eclipse no estaba programado para esa fecha. Se adelantó justo como nuestro nacimiento.
El camino hacia el invernadero fue corto. Era mi lugar preferido en todo el palacio. Mi madre decía que le recordaba a mi abuela haciendo preparaciones con yerbas. Al entrar lo primero que vi fue la enorme fuente de agua, en medio de esta había una enorme estatua de mis tatarabuelos. Hasta en su escultura se podía notar su infinito amor. Habían construido el reino de Alonessio hacia más de 550 año. Nuestro pueblo los escogió para gobernar y desde entonces el trono había estado en mi familia.
Camine lentamente por el lugar acariciando una que otras plantas. Un ruido entre los pequeños arbustos llamo mi atención haciendo que me pusiera alerta.
— ¿Quién anda ahí? — Mis ojos viajaron por todo el invernadero intentando ver o escuchar algo más. El sonido nuevamente se hizo presente, me acerque de donde provenía el ruido con cuidado. Algo salto a mi haciendo que ría.
— Shasta eres tú, ¿Cómo has llegado hasta aquí tu solo? — Acaricie por completo a mi pequeño husky color negro mientras este besaba todo mi rostro. Mis padres nos habían regalado uno a mi hermana y otro a mí. Eran perros iguales como nosotras que solo se podían distinguir porque mi Shasta tenía una mancha negra en su hocico, mientras que el de mi hermana carecía de este.
Note que mi pequeño estaba cubierto de tierra— Shasta ¿Qué hiciste? — Rápidamente me coloque de pie acomodando mi vestido y cabello para buscar donde había sido el desastre. Camine entre las miles de plantas que había entre todo el invernadero y note como un camino de tierra aparecía. Seguí el rastro llegando hasta el fondo del invernadero observando el gran pozo que había, sin contar las plantas rotas.
— Pero ¿Qué es esto? — Un saco que envolvía algo estaba dentro del pozo. Tome este para sacarlo notando que había un libro aparentemente.
Camine hasta el borde de la fuente sentándome en ella, y saque el contenido del saco. Efectivamente no me había equivocado era un libro bastante viejo a mi parecer. Quite la tierra que se había metido en este para poder abrirlo. — Princesa Edén— susurre en voz baja leyendo el gran grabado en la portada. Acaricie por un momento este nombre antes de abrir el libro finalmente.
La leyenda contaba que el rey Asha tuvo dos hijos gemelos, el dios del sol Soare y la diosa de la luna Gealach. Soare es un joven fuerte con cabello rizado dorado y piel color miel dorada. Es alegre y enérgico. Le gusta hacer enojar a su hermana cuando era joven. Al contrario, Gealach es una niña frágil, perezosa, pálida, hermosa y delicada como una hermosa rosa blanca.
Un día el rey les puso una prueba a sus hijos para descubrir quién era digno del trono. Una prueba de valentía, honor y sabiduría definiría el futuro de los jóvenes herederos. La prueba consistía en enviar a sus hijos tres noches al bosque de sangre. Solo llevarían una pequeña canasta con tres piezas de pan, dos manzanas y una jarra de agua.
La noche llego y los jóvenes hermanos partieron en su viaje con el ultimo rayo de la luz del sol. Mientras iban camino al bosque de sangre se toparon con una familia de muy pocos recursos. La princesa Gealach sintió compasión por aquella familia que no tenía que comer. Esta le pidió a su hermano si podía compartir uno de sus panes, este se negó diciendo que si lo hacía no tendría que comer luego. La princesa sin pensarlo dos veces cedió sus tres panes a aquella familia y siguió el camino junto a su gemelo.
La primera noche Soare comió un pan entero de los suyos, mientras que la princesa al ver solo sus dos manzanas tomo la decisión de no desperdiciarlas al fin y al cabo aún faltaba mucho. El segundo día el príncipe desayuno media manzana, nuevamente su hermana salto aquel desayuno. Comenzaron a recorrer el bosque para ver con que podían toparse. La noche cayo y el estómago de la princesa rugía fuertemente. Un ruido puso alerta a ambos gemelos dándose cuenta de que se trataba de uno de los niños de la familia que se habían encontrado el día anterior. El menor le explico que su familia tenía hambre nuevamente y los había buscado para que los ayudaran. La princesa nuevamente le pregunto a su hermano si él podía compartir también algo con la familia, este nuevamente se había negado. Gealach donó sus dos manzanas al menor viendo a este marcharse felizmente. Miro la comida abundante de su gemelo. Algo no entendía, recordaba haberlo visto comer antes y aun poseía tres de sus panes y dos manzanas.
Al tercer día, cuando estaban por volver a su hogar, la princesa se desmayó cayendo al suelo. Su hermano rápidamente la tomo en brazos y la llevo a su palacio lo más rápido que pudo. Sus padres al ver el estado de su hija rápidamente se preocuparon. Soare les conto que ella había dado todo su alimento a gente del pueblo.
Una semana después, una gran celebración por todo lo alto del reino comenzó. Soare estaba completamente seguro de que el trono seria suyo, debido a que había cumplido el reto de su padre. El joven príncipe se quedó paralizado cuando su padre nombra a su heredero, su hermana. Rápidamente protesto, ella se había desvanecido por lo que no consideraba que hubiese pasado el reto, pero su padre lo veía de otra forma, había sacrificado su alimentación para ayudar a quienes lo necesitaban.
Cuando la muerte de su padre se acercó, Soare le arrebato el trono a su hermana y la expulso de Alonessio. Su hermana molesta lo maldijo a él y a toda su descendencia — La quinta de tu generación será maldita. Dos gemelos nacerán de la luna y el sol. La corona nuevamente será bañada por sangre. terminaran con la vida del otro acabando así con tu dinastía y la mía recuperara lo que me has arrebatado.
Al terminar de leer el libro cerré este rápidamente. Nunca había escuchado nada sobre esto mucho menos esos nombres. Al volver dentro de mi recamara guarde el libro donde escondía mi diario y fui a preguntarle a mis padres si conocían algo sobre la historia que contaba el libro.
—Padres tengo algo que preguntarles— Estos aceptaron con un simple asentimiento de cabeza— ¿alguna vez han escuchado sobre Soare y Gealach los gemelos del sol y la luna?
—No, jamás he escuchado sobre ellos ¿pero porque la pregunta? — La voz de mi padre sonaba serena claramente decía la verdad.
—Y... ¿La princesa Edén? ¿Qué saben de ella? — El rostro de mis padres cambio al escuchar dicho nombre, claramente algo sabían sobre ella.
—Es el nombre de mi bisabuela. La reina Edén. La amaba con todo mi corazón y ella a mi. Éramos muy cercanos, ahora que lo recuerdo, cuando estaba en sus últimos días mencionaba algo sobre que la profecía seria cumplida, aunque no se a que se refería exactamente. Antes de morir quiso hablar conmigo, yo era pequeño, pero siempre dijo que mi descendencia era la escogida por el sol y la luna, y antes de conocer a tu madre ella dijo que tendría gemelos. Con el tiempo nacieron ustedes dos y por honor a ella las nombramos las princesas del sol y la luna.
Por mi mente comenzaron a pasar un montón de cosas ¿Qué pasaba si la profecía era real? Tal vez nosotras éramos la quinta descendencia y las que debíamos pagar el precio. Morir en manos de la otra. Todo comenzó a dar vueltas y sin saber que sucedía todo se volvió negro.
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