Kira
Nunca pensé que esa sería la última vez que nos diríamos "adiós".
Entré a ese nuevo mundo de realeza, donde todos festejaban mi regreso. El pueblo hacía fiestas y yo solo podía sonreír y saludar en las puertas del castillo. Le pregunté si podría volver a verte, ella me respondió que las Diosas lo permitirían más adelante.
Los días estaban repletos de lecciones. Tenía que aprender todo antes de mi coronación como princesa. Era agotador, ese no era mi estilo de vida. Lo único que me animaba a continuar era que podría verte en mi ceremonia de coronación. Ellas lo prometieron.
Mi coronación llegó. La felicidad desbordaba de mí al imaginar que estarías ahí. Recité el juramento y se me hizo entrega oficial de mi corona, convirtiéndome oficialmente en princesa. Me giré a ver a los presentes con una gran sonrisa. Todo el pueblo estaba ahí. Pero mi sonrisa se hizo pequeña al observar el lugar y ver que faltabas tú.
Ella trató de consolarme, yo solo pude preguntarme qué había hecho mal ante las Diosas. Ella me hizo ver que tal vez las cosas eran mejor así. Decidí que lo mejor era sonreír y aparentar que estaba bien. Nunca me dejé derramar una sola lágrima desde entonces.
Conocí a un buen chico, pero nunca podría reemplazarte en mi corazón. Él supo de mis verdaderos sentimientos, y no me tuvo rencor. Ambos sabíamos que hacíamos esto por otras personas. Nos casamos y fuimos buenos amigos el resto de nuestras vidas.
Crucé al otro mundo y ellas me recibieron. Admiraron mis hazañas y me concedieron lugar en el "Reino de las Heroínas", un plano que ellas mismas crearon para todas las heroínas de Hyrule. Les agradecí sus regalos, pero me negué a aceptarlos.
Confundidas, me preguntaron qué era lo que deseaba. Dije tu nombre. Lo único que quería era verte y decirte aquello que nunca tuve el valor de decir. "Solo 5 minutos", pedí. Ellas se miraron entre sí y el miedo me inundó.
Entonces me mostraron tu imagen y la de ella. La Protectora. Intentaron explicarme tu destino con ella, sin querer agrandar mi herida. Pero aún con sus voces tenues y delicadas no pude evitar sentir que el mundo se me vino abajo.
Rendida, acepté mi lugar en el Reino de las Heroínas. Y una vez lejos de sus miradas lloré destrozada, cayendo de rodillas al suelo. Ellas lo habían prometido. Prometieron que me dejarían verte una vez más y solo decidieron mostrarme por última vez que lo nuestro nunca estuvo destinado a ser.
Un día llegó un espíritu guardián, era pequeño como un niño. Pero sabía que tenía una gran sabiduría en su interior y que seguro había existido muchísimo más tiempo del que me imaginaba. Pidió hacerme un retrato y contar mi historia, pues en el mundo mortal planeaban incluirme en las leyendas como la Heroína de la Era del Crepúsculo.
Decidí que solo contaría lo que las Diosas querían mostrar a Hyrule. Llevaría conmigo todo este secreto en el más allá. Para Hyrule, solo sería la joven princesa, valiente y con una gran responsabilidad por mi gente, que luchó para salvar a dos mundos junto al héroe legendario.
Nadie sabría jamás el dolor que llevaría en mi alma el resto de la eternidad, reflejado en mis ojos en aquel retrato. Aterrada por amar de nuevo a los que me rodeaban y con un gran arrepentimiento por nunca haberte dicho que te amaba.
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