4. Winter
05 de febrero de 2005
Frío.
A pesar de las ventiscas en el exterior que amenazaban con llegar a tumbar la pequeña cabaña donde aquellas cuatro pequeñas habitaban, Winter se encontraba durmiendo sin sábana que la cubriera, exhalando y respirando con regularidad, a comparación de sus hermanas quienes solo titiritaban con frecuencia causando una melodía que llegaba a irritar a la peli blanca, pues ninguna era capaz de sufrir el frío exterior, a menos que fuera un ataque directo; tecnicismos que Dea no quiso explicar. Sus hijas preciadas debían llevar un ambiente armonioso y sólido o todo fallaría.
Pero esa noche algo comenzó a cambiar en cuestión de segundos. El viento soplaba con tal fuerza que se podían escuchar voces que viajaban con el aire, incluso, Winter sentía a Spring quejarse cada que árboles frondosos eran lanzados por el exterior, algunos siendo quebrados o arrancados.
La cuarta nacida en aquel día comenzó a sudar de una manera extraña, con gotas cristalizadas parecidas a unas estalagmitas pertenecientes de alguna cueva inhóspita. Los vellos incoloros de sus brazos comenzaron a erizarse y la pequeña no hacía más que girar de un lado al otro sobre el colchón, deseando que los sueños que tenía se detuvieran. «Quiero despertar, quiero despertar. No es real.» Repetía en murmullos que nadie escuchaba mientras que su cuerpo comenzaba a deshidratarse; Winter no era capaz de sentir el frío, pero sí la pérdida de este, sentía cómo comenzaba a dejar ir su fuerza vital, sus latidos iban disminuyendo a pesar de que su respiración era más rápida y pesada.
Entre sueños de avalanchas, contaminación y pérdidas de glaciares, la peli blanca escuchaba inconscientemente a lo lejos el sermón de su madre dicho hace un mes atrás cuando salvó a su hermana, diciendo que era fuerte y podía controlarlo si tan solo no entraba en pánico. Sin embargo, la sensación de dolor simbolizado en aguijonazos consecutivos a lo largo de sus brazos, piernas y tórax, el pensar que cada respiro se volvía más difícil de mantener hicieron pensar a Winter que estaba al borde de la muerte, como si alguien la asfixiara y no tuviera la resistencia suficiente para alejar la sensación y mantenerse serena; después de todo era una niña quien experimentaba lo que podría convertirse en su último día.
—¡Winter! —Se escuchó un grito desgarrador y a la vez familiar. Era Summer quien pedía auxilio en el sueño de la peli blanca, a lo lejos aún podía escuchar su voz, aferrándose a ella para abrir los ojos, pensando que así todo terminaría, el ahogo, el dolor. Sin embargo, la voz se escuchaba más lejana y desesperada, hasta que dejó de aparecer.
Haciendo sus pequeñas manos en puño, Winter tomó valor para intentar abrir los ojos, con la idea de que su hermana estaba en peligro y la necesitaba. La sensación de asfixia desapareció, y aunque pareciera que llevaba agujas clavadas en su ser logró abrir los ojos tomando su primer respiro en minutos, sentándose de golpe y con la vista al techo pues estaba parcialmente nublada, como si un gas espeso se atravesara en su campo de visión aún al despertar.
Sus ojos comúnmente grises se encontraban de un tono violáceo con el iris reducido a niveles microscópicos, simulando un color único y uniforme que solo podían encontrar en su mirada.
En cuanto el oxígeno encontró camino a su sistema, el tono fue desapareciendo hasta regresar a la normalidad grisácea, su respiración comenzaba a ralentizarse hasta que recordó el llamado de auxilio que la había hecho volver en sí. Buscó a Summer con la mirada, sabiendo que se encontraba en una de las camas de a lado, mas lo que vio fue una de las pesadillas que la seguiría diariamente a partir de ese momento.
La pelirroja, considerada como su hermana más cercana estaba sobre el colchón de a lado, envuelta por completo en un cubo de hielo que parecía hacerse más fuerte conforme pasaba el tiempo. Winter giró la cabeza en busca de sus otras dos hermanas quienes se encontraban congeladas al borde de formar su propia sepultura de hielo como la rizada.
—¡Mamá! ¡Mamá! —gritó desesperadamente comenzando a llorar de una manera incontrolable. Copos de nieve comenzaron a llenar la habitación mientras sus sollozos aumentaban, su poder comenzaba a salirse de control tras el dolor de la pérdida y la culpa.
Dea llegó haciendo un nudo en su bata de dormir, deteniéndose en seco bajo el marco de la entrada al presenciar la escena. Para ese momento, la peli blanca estaba rodeada de pequeñas montañas de nieve, con lágrimas de cristal, arrodillada en el suelo.
—No quise hacerlo, mamá. Te lo juro que no quise hacerlo... —Repetía Winter con un poco de hipo en cada palabra tras no poder parar de llorar—. Las maté, mamá. Se murieron por mi culpa.
La madre se acercó con premura al analizar la situación, alzando a la ojo gris en brazos, meciéndola brevemente mientras la pequeña se aferraba gritando.
—Escúchame Winter, no están muertas. Puedes remediarlo, eres mi niña fuerte... —Dea hacía lo que podía por explicarle a una niña de cinco años cómo podía salvar a sus hermanas. Aunado al hecho de que se trataba de sus hijas, fuera por el motivo que fuera, las quería; lo que se demostraba ante su voz cortada y alterada, sin embargo, sabía que no podía expresarse como quisiera, la estabilidad era su deber y no tenía permitido causar algún desastre mundial por sentir dolor—. Estarán bien, tú puedes mi pequeño copito, solo necesitas desearlo. Por favor, solo respira conmigo y piensa en que el frío se vaya.
La luz se fue por un momento cuando lágrimas involuntarias surcaron las mejillas de Dea, quien sabía quedaba poco tiempo para actuar, pero solo Winter era capaz de remediarlo.
—No puedo, sigue nevando —sollozaba la pequeña extendiendo su mano temblorosa a los cubos de hielo.
—Vamos copito, piensa en tus hermanas y que para verlas necesitas abrir una puerta.—La pelinegra la bajó de sus brazos mientras le susurraba pues comenzaba a sentir que no iba a poder controlar sus emociones por más tiempo—. La puerta es el hielo, solo ábrelo.
La última nacida se acercó a pasos titubeantes, aún con el hipo de sus sollozos y las lágrimas secas en sus mejillas que intentó borrar con el dorso de su mano. Cerró los ojos recordando el día que salvó a Spring, los libros de Autumn y el grito desesperado de su hermana aliada: Summer. Pensó en que ella resguardaría la naturaleza del frío si tan solo las dejara tranquilas. Una corriente de aire le movió el cabello blanquezco, su piel se volvió más pálida como la luna misma y sus ojos al abrirse volvieron a adquirir el tono violeta por un segundo.
La ventisca exterior se detuvo y de pronto comenzó a escuchar cierta tos que la hizo regresar de aquel trance al que parecía entrar nuevamente. Sus hermanas estaban ahí, con los labios azules y abrazándose a sí mismas, pero vivas. Comenzó a dar pasos agigantados para llegar hasta ellas antes de que Dea se interpusiera en el camino.
—Necesitan recuperarse cariño, puedes llevarles la manta pero recuerda, no las toques aún.
Asintió tomando una manta, mirándola más de lo debido, haciéndose preguntas que ninguna niña debería siquiera pensar.
—Mamá, ¿soy mala? —La pelinegra detuvo su andar para prestarle toda la atención, colocándose en cuclillas para llegar a su altura.
—Que nadie te diga que eres mala Winter. Eres una niña extraordinaria, con un don magnífico que te permitirá hacer muchas cosas de las cuáles estarás orgullosa. Eres quien protege al viento, al frío y la nieve, ¿cómo podría ser eso malo?
—Pero las lastimé —susurró mirando hacia sus manos cubiertas. Dea suspiró porque no había manera de negar que el daño que podía causar llegaría a ser catastrófico, pero era su deber encargarse que se utilizara para el bien, por lo que no podía mostrarle su alcance.
—Las salvaste mi querido copito, no volverá a pasar. ¿Está bien? —inquirió mostrándole una pequeña sonrisa que correspondió antes de que se acercara con sus hermanas. La pelinegra tuvo que mirarlas a lo lejos, no iba a ser sencillo reprimir su potencial y si Winter lo descubriera, sería el inicio de una nueva era del hielo que nadie detendría.
05 de febrero de 2020
Winter se encontraba en el comedor con el semblante serio, enfocada, trabajando arduamente mientras arreglaba los últimos detalles del proyecto para su clase de estructuras y cimientos; justo colocaba la última pieza cuando una despreocupada pelirroja pasaba detrás de ella palmeando su trasero haciendo que el techo de uno de los edificios se derrumbara. El cabello blanquezco de la ojo gris parecía volverse electrizante cuando dirigió la mirada enfurecida a su hermana.
—Sun, por amor a todo lo bueno, no molestes —dijo firmemente haciendo que Summer la analizara con una mano en la cadera y la otra sosteniendo un vaso con agua.
—¿Por qué estás de malas? No se supone que en invierno saltas de alegría, creando nevadas y usando esos extraños abrigos que te gustan. —Terminó por decir señalando justamente a uno de aquellos afelpados abrigos color blanco y negro que se encontraba sobre una de las sillas.
—En primer lugar, es moda que no llegas a entender y segundo... —enumeraba con sus dedos en el momento en que copos de nieve caían sobre la cabeza de la pelirroja desvaneciéndose al instante. Summer intentaba esquivarlos aunque estos parecían seguirla como si cargara con su nube personal—. Esa en realidad es mi parte favorita del invierno, gracias por recordarlo.
Su rostro se llenó de satisfacción mientras los ojos de su hermana comenzaban a volverse de ese tono anaranjado que solo ocurría cuando se enojaba. Aprovechando aquel desliz que debía controlar, Winter tomó su maqueta saliendo del comedor, no pudiendo estar tranquila hasta que había una distancia considerable entre ambas. Pelear con Sun, quien de pequeñas era su compañía favorita, le resultaba desgastante; si bien ambas lo llevaban como bromas inocentes, la peliblanca lo hacía con un propósito específico: volverse tan irritante, cascarrabias y desinteresada que su hermana quisiera mantenerse alejada, lo suficiente para no volver a lastimarla como aquella noche hace tanto tiempo.
Winter miró hacia sus manos, tan normales de un tono pálido y diseño en las uñas perfectamente cortadas, quién podría llegar a pensar que al tocarla estaría en un punto de congelación. Con un suspiro rendido terminó aquel proyecto antes de que Spring la encontrara con aquella alegría y brillo cegador como solo ella podía crear.
—Vamos Moon, no queremos llegar tarde —dijo instándola a caminar a la par, situación que la pálida joven aprovechó para revolver el corto cabello de la rubia quien solo se rió apartándose—. Tenemos la misma edad, deja de considerarme pequeña.
Dicho comentario sacó una sonrisa sincera y poco usual en Winter, dejando que resaltara aquel labial rosa chicle que siempre usaba. Era inevitable que con aquellos vestidos vaporosos y coloridos, con su manera de brincar al caminar y su estatura no pareciera una chiquilla; aunque ella no ayudaba mucho estando a su lado, pues, la ojo gris era la más alta de las cuatro, con un corte de cabello a la barbilla completamente recto que hacía ver a su cuello mucho más largo.
—Eres pequeña, ahora vamos a hacer que la nieve sobre el árbol caiga en Autumn.
❄️
Aunque Winter era incapaz de sentir cualquier frío exterior, no podía ignorar aquellos presentimientos que llegaban con el aire helado que chocaba contra su nuca. Mientras caminaba por los pasillos de su facultad, la joven no dejaba de pensar en que alguien la seguía y que una mirada no se apartaba de su andar; estaba acostumbrada a que la vieran, después de todo los cuchicheos para ella y sus hermanas eran cosa del diario, no era extraño que señalaran a su ropa vistosa, que criticaran sus escasos atributos, su mirada afilada o su altura imponente. Pero aquello se sentía diferente, era algo nuevo y llegó a sentir que los vellos de sus brazos se afilaron con la anticipación de peligro; se detuvo y con disimulo giró sin encontrarse nada, apartó el cabello de su rostro serenándose para continuar su camino, doblando en la esquina de un pasillo extrañamente solitario.
Sus pasos se volvieron más lentos ante la situación antes de que una puerta fuera abierta y sintiera un jalón en su brazo que la hizo soltar un grito inmediato. «No debían tocarla, las descubrirían, ¿cómo lo explicaría?» Aquellos pensamientos saltaban en la mente de Winter mientras una mano cubría su boca acallando sus gritos; reconoció rápidamente el lugar, era un salón vacío y a oscuras, con unos ventanales que comenzaban a congelarse. Sabía que debía controlarse pero ¿cómo?
Mordió la mano de su captor haciendo que la soltara después de un quejido de dolor; la joven se liberó intentando llegar a la puerta cuando la persona en cuestión le impidió el paso levantando las manos donde podía notarse la marca de los dientes en una de ellas.
—Pero si es la única e inigualable Winter Moon Season, me advirtieron que eras dura —habló quien por la tonalidad ronca y profunda dedujo era un hombre. Sobaba su mano dando un paso hacia su dirección mientras la joven retrocedía dos más, la oscuridad le impedía reconocerlo, sin embargo, por su complexión podría ser cualquier estudiante jugando una mala broma—. ¿No te disculparás por morderme?
—Nunca.
—Pocas palabras, no lo tomaré personal.
—Es personal —respondió Winter sin pensar, pues su actitud sarcástica se exteriorizaba por naturaleza, sin embargo, esto solo hizo que el joven riera; aunque era una risa rasposa y algo masculina, la pálida chica no podía dejar de lado el escalofrío que le causaba aquella persona, una sensación nunca antes experimentada.
—Fui enviado para abrirte los ojos pequeña Moon, lindo nombre por cierto, ¿sabes por qué es? —Una respuesta amenazaba con salir de sus labios cuando el responsable de aquella situación dio un paso más acercándose a la luz y dejando sin habla a la chica que siempre parecía tener todas las respuestas. Era un joven, probablemente de la misma edad, con un cuerpo ejercitado pero delgado, pelirrojo y rizado, con las pecas naturales esparcidas en su rostro, mayormente sobre su nariz perfilada. A simple vista podía parecer alguien tierno, pero estaban sus ojos. Esas chispas amarillentas e intensa mirada que declaraban a aquel chico como alguien peligroso, no obstante, lo que había hecho que Winter enmudeciera fue la familiaridad que encontraba en su mirada, ella deducía que no era tan simple o normal como quería parecer.
—Necesito llegar a clase, agradecería que te quitaras —mencionó intentando que su voz no flaqueara ante el momento de impresión. El pelirrojo asintió con lentitud dando un paso de costado señalando la puerta del otro lado; con la mirada entrecerrada ella no lo dejaba de ver mientras se encaminaba a la puerta; fue cuando tomó el pomo que lo escuchó nuevamente.
—Solo quería decirte que conozco el secreto de tu marca. Aquel lunar en forma de copo de nieve que tienes en tu cadera. —Moon volteó rápidamente, para ese momento él había vuelto a estar cerca, con una postura más relajada y una sonrisa traviesa pues era consciente había captado su atención; la peliblanca deseaba fuertemente que sus emociones de ser mujer dejaran de considerar aquella imagen atractiva o su aroma algo atrayente, pues en ese momento solo debía ser alguien peligroso, aunque aquello también le resultara interesante.
—Eres un acosador, dime quién eres y cómo es que sabes de eso —exigió mientras el pelirrojo chasqueaba la lengua negando.
—Tendrás que escuchar primero lo que tengo que decir.
Los ojos de Winter se tornaron de color violeta entre parpadeos y sintió las puntas de sus dedos convirtiéndose en pequeños glaciares decidida a hacerlo responder; era un riesgo mostrar sus habilidades, pero la curiosidad sobre aquella marca de la que nunca había hablado con nadie era incentivo suficiente.
Estaba a punto de amenazarlo cuando sintió que tomaba su mano entrelazando sus dedos haciendo que su ceño se frunciera por el gesto repentino. Cuando el joven que aún no se identificaba levantó sus manos juntas, estas ya no se encontraban congeladas.
—No puedes dañarme Winter... —susurró el pelirrojo esbozando una sonrisa perezosa mientras levantaba su mano libre volviéndose roja antes de que una pequeña flama saliera de su índice—. Porque yo soy como tú.
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¡Volví! No haré promesas porque iniciando el semestre puede que algo cambie, solo puedo decir que tengo el propósito de terminar esta novela y ya estamos entrando a mis partes favoritas e intensas.
¿Les gustó el capítulo? ¿Me regalarían un voto o comentario de ser así?
Muchas gracias por leer, regreso pronto
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