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Capítulo 51

Bastian, 32 años de edad. 

Bárbara, 27 años de edad. 

2017.

Bastian se meneó en la silla un poco, aburrido por la tonada, al final sí se dio la salida y todos acabaron reunidos en el pub Nueve Grados. Miro hacia los lados, preguntándose si la mesera irrespetuosa quien le lanzo un piropo descarado seguiría por allí, después de atenderlos al inicio de la noche, desapareció como si nada y una figura familiar ocupo su lugar como mesero. Alguien que hace mucho tiempo no veía, Leonardo se paró a un lado de él y miro a Amelia embelesado, obviamente ambos se habían reconocido cuando cruzaron miradas la primera vez, pero fingieron no hacerlo. Bastian sintió un instinto protector al verlo interesado por Amelia y más aún cuando la mirada de Leonardo se clavó en su pecho.

—¡Pero mira! ¡¿Te gusta el escote de la rubia?! —fingió no ser cercano a Amelia, después de todo solo Bárbara sabe que ellos dos se escriben.

Amelia miró a Leonardo con algo de incomodidad, y luego a Bastian de reojo. Sin entender por qué su semblante está serio, hacía el mesero. A ella le da bastante igual que le miren el pecho, tiene otras cosas por las cuales preocuparse más que por esa. Por ejemplo, su cicatriz.

—Yo... No... Su cuenta —Leonardo se avergonzó.

Él no estaba viendo su pecho, sino que la cazadora de Amelia había dejado una parte descubierta de la parte superior a la clavícula donde suelen intubar a las personas cuando no pueden respirar y la cicatriz alargada era un poco visible, debió haber sido por el movimiento de la noche. Decidió dejar el cartón con el recibo sobre la mesa e irse.

Bastian lo detallo al irse, cabello negro, al igual que sus ojos, piel tostada, mandíbula definida, cejas pobladas, pestañas espesas y nariz romana. Sí, no le cabe duda, es el imbécil de Leonardo. Bastian se mordió la mejilla, disgustado. Bárbara paso años preocupada por él y él simplemente apareció así de la nada. Como un maldito fantasma que resucita.

—Le gustaste al fisgón —murmuro Bastian hacia Amelia—. ¡Parecía un caníbal con ganas de carne fresca! Si lo cacho otra vez le voy a dar una tunda.

Amelia frunció el ceño y se sonrojó de la vergüenza, intentando decirle a Bastian con la mirada que ya se calle. En cambio, Bárbara, quien conoce bien a Bastian, sabe que algo raro está sucediendo con su actitud.

—Podrías ser más suave, tiende a sonrojarse mucho —susurro Dalia divertida por la reacción de Amelia.

—No deberías avergonzarte por esto, no dejes que te afecte. Siempre hay personas que incomodan a los demás —dijo Carter convencido.

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—Creo que ya es hora de irnos —comento Bárbara.

Paso media hora desde que cada quien pago su parte de la cuenta, Carter lo de él y las chicas, y Bastian lo de él y Bárbara. E incluso ya están haciendo cambio de turno en el lugar, lo que es un claro indicador de que llevan demasiado tiempo sentados allí.

—Imagino que todos tendremos algo que hacer mañana y ya es bastante tarde —dijo Bastian, ya casi son las dos de la mañana.

Todos asintieron de acuerdo para irse, tienen una larga jornada en la mañana.

—¿Te divertiste? —pregunto Dalia mirando a Amelia.

Amelia solo asintió, claro que se divirtió, fue como revivir un poco de ese sentimiento que tuvo la primera vez que llego a España.

Caminaron hacia la puerta de salida, esta da a un callejón estrecho que lleva al estacionamiento del otro lado del edificio. Cada grupo llego en su propio auto, las chicas en una carcacha que se está cayendo a pedazos, Carter llego en taxi y Bastian en su volvo junto a Bárbara. El ambiente es frío y si exhalan un poco, pueden ver el vapor saliendo de sus bocas, una media luna alumbra el lugar y muchas estrellas, también hay algunas luces sofocadas desde las ventanas que dan a la calle y los postes. En el aire hay un ligero olor a humedad, como el que deja la ligera llovizna al mojar el pavimento.

—Lo siento... —Un susurro torpe salió de un cruce.

Casi inaudible, pero detuvo a todos en seco, se giraron a ver hacia un poste que titilaba. Una sombra se reflejó contra una de las paredes, es la silueta de un hombre recostado contra el suelo.

—Hay alguien allí —aseguro Bárbara, al escuchar la respiración ahogada—. Mira más de cerca Bastian, por favor —pidió con tono dulce.

—¿Y si es un muerto? ¿Un fantasma? ¿Cómo sabes que hay alguien allí? Estás ciega —susurro Bastian inundándola en preguntas—. Que se lleve a otro, yo me largo.

Bastian miró a Carter, quien le clavo la mirada con una sonrisa ladeada, burlándose en silencio de él. Bastian le saco el dedo medio y suspiro al reconocer la figura tirada sobre el pavimento en medio de la noche. Joder, solo tienen que dejarlo allí, seguro sabe cómo salir de esa situación solo.

—Bastian —murmuro Bárbara con una ceja arqueada incrédula por el tono tranquilo de Bastian—. Ve con Carter.

—Si me lleva el diablo te vas conmigo —Bastian sonrió.

Carter rodó los ojos antes de empezar a caminar hacia la oscuridad. Ambos encendieron las linternas de sus celulares, dejando observar mejor al hombre con uniforme de mesero. Bastian maldijo sus adentro al verlo todo golpeado, como si lo hubiesen agarrado de saco de boxeo, se agachó a su altura y empezó a sacudir su hombro de forma gentil. Murmurando maldiciones mientras intenta despertarlo. Carter también se agachó y toco su rostro con gentileza, se ve realmente mal. Está lleno de magullones y rasguños.

Todos lo reconocieron como el mesero que los atendió, y Bastian murmuro su nombre en una maldición.

—Leonardo, esta es una pésima forma de retornar a la vida de alguien —susurro Bastian cerca de su oído al agacharse para levantarlo.

Carter también hizo lo que pudo y lo agarro por el otro lado para darle más apoyo para caminar.

—Llevémosle al hospital, parece que está intoxicado y recibió una paliza —aseguro Bastian mirando a Bárbara, preocupado de la reacción de ella al enterarse de quién es.

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—Bastian, debo irme, ya se acabó mi guardia. Procura que, si despierta, la vía del brazo no se ruede para que el suero circule de forma correcta —pidió Anne.

Bastian la miro unos segundos, que no joda, él no es enfermero, aun así, se resignó y asintió. Sabe que Anne necesita descansar, y otra enfermera no tardara nada en cubrirla. Si no es que ya lo están haciendo, y Anne solo lo está dejando a cargo porque le dijo que lo conoce. Bastian suspiró arrepintiéndose de haberle contado su historia y quién es Leonardo. El doctor Salas también se retiró riendo, él estaba allí porque todos se alarmaron al saber que estaban en la sala de emergencias, pensaron que algo sucedió con Carter e incluso su madre está en el lugar.

—¿Está mejorando? —cuestiono Bárbara al aire, pero dirigiéndose a Bastian.

—Eso parece —Bastian, miro de reojo a Leonardo con disgusto—. Solo está aporreado —murmuro.

—¿Por qué actúas tan raro? —pregunto Bárbara frunciendo el ceño.

—Es el mirón —indico Carter.

—Lo siento... —susurro Leonardo recostado en la camilla, hubo un largo silencio luego de eso. Su rostro está cubierto por gasa y algodón con pomada para las magulladuras—. ¿Dónde estoy? —balbuceo abriendo con cuidado sus ojos.

La señora Fraga decidió retirarse, y le pregunto a su hijo si se iba con ella, pero Carter se negó.

—Bien, cuando salgas de aquí, no regreses —pidió la señora Fraga en tono severo, preocupada por Carter, a lo que él respondió que todos se lo han dicho en lo que va de horas.

—Estás en el hospital —respondió Carter a la pregunta de Leonardo, ya que nadie le había dado respuesta.

—Creo que se durmió —comento Bastian observando a Leonardo cabecear.

—No estoy dormido —respondió aturdido Leonardo—. Solo tengo jaqueca —dijo pensando en todo el alcohol que se bebió.

—¿Qué fue lo que te ocurrió? —cuestiono Bárbara.

—¿Qué ocurrió? —Se cuestionó así mismo como carajos termino en el hospital—. Creo que me pelee con alguien —dijo encogiéndose de hombros para restarle importancia.

—Eso es bastante obvio —aseguro Bastian, arisco, bufo y decidió hacer la gran pregunta—. ¿Cuál es tu nombre? —No importa que él ya sepa la repuesta, solo quiere que Barbara también lo sepa.

—Soy Leonardo, Bastian —respondió en seco, es obvio que ya sabe quién es.

—Leonardo —repitió Bastian arisco—. Será que encontrarme con imbéciles en los bares es una maldición mía.

—Bastian... —Advirtió Bárbara, ya que sabe que a él le enojo durante mucho tiempo que ella se preocupara por la desaparición de Leonardo.

—Entonces, ella sí es Bárbara —susurro Leonardo observándola—. Pensé que no podía ser ella porque no me reconoció —bostezo acomodándose mejor en la camilla, para luego suspirar con cansancio.

Carter miró expectante toda la escena, sin saber realmente qué está pasando

—Debí dejarte en el callejón —espeto Bastian.

Bárbara carraspeo la garganta y Carter se sorprendió, se levantó con lentitud de su puesto y empezó su escapada.

—¿Todavía me guardas rencor? —dijo Leonardo con sarcasmo.

—No me hagas joderte —espeto Bastian con poca paciencia.

—Deténganse, este no es momento para que se peleen —expuso Bárbara con el ceño fruncido, acomodo los lentes oscuros sobre el tabique de su nariz y suspiro—. Necesito salir —se vio abrumada por los pensamientos de volver a ver a uno de sus mejores amigos que había «desaparecido» de esta forma.

Leonardo se quedó pasmado, al ver como Bárbara sujeto un bastón y empezó a caminar. Como no lo noto, en el pub ella no llevaba los lentes, está seguro de que los vio a un lado de su mano, puestos en la mesa. Además, su mirada iba de un lado a otro mientras conversaban, así que no se lo pensó demasiado.

—Hasta cuando vas a fingir que no me reconociste de inmediato al verme en el pub —cuestiono Leonardo—. No sabes lo infantil que eres.

—Cállate, maldito imbécil, eres tan estúpido que ni siquiera tienes la decencia de preguntar por qué Bárbara no te reconoció. ¿Sabes durante cuánto tiempo estuve buscándote porque ella estaba preocupada por ti? Para enterarme de que no desapareciste, simplemente dejaste una estúpida nota pegada al refri de tu querido papi diciéndole que te ibas de vacaciones, antes de encontrar tu vocación real —Bastian se pasó las manos por el rostro con frustración—. ¡Siquiera te imaginas como se sintió ella cuando desapareciste sin decir nada, sin avisar, egoísta de mierda! ¡Pudiste quedarte muerto en su recuerdo! Como te atreves a abandonar a alguien que te ama de esa forma.

—¿Por qué te molesta tanto? Me odiaste siempre, porque yo también le llegué a gustar, fue como si la piedra que molestaba tu zapato desapareciera. Deberías estar agradecido —Leonardo se encogió de hombros.

—Escúchame bien, pedazo de mierda, agradezco que te fueras, lo que no agradezco es que la dejaras con el corazón, hecho polvo porque te salió de los huevos, gilipollas —Bastian frunció el ceño y suspiro con pesadez.

—¿Está completamente ciega? —pregunto Leonardo.

—Puede ver sombras y luces. Por eso, sin importar cuantas veces te pusiste frente a ella, no podía reconocerte.

—Sí, soy un pedazo de mierda andante, déjame en paz, quiero dormir.

—Si serás... —Bastian lo miro incrédulo, se levantó para buscar a Bárbara—. Procura no hacer una estupidez —saco su billetera de su bolsillo derecho y la abrió buscando la tarjeta de referencia del centro de trabajo de Bárbara—. Espero que te disculpes —Le tiro la tarjeta en el pecho con un rápido movimiento de manos—. No me caes bien, pero sé que ella aún se preocupa por tu culo, así que no me hagas arrepentirme.

Bastian salió de la habitación sin decir más nada, ni dirigirle otra mirada.

Leonardo se quedó mirando fijamente la tarjeta en sus dedos, pensativo.

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