Capítulo 4
Bastian, 7 años de edad.
Bárbara, 2 años de edad,
verano de 1992...
El tiempo es fugaz, como los recuerdos de la juventud que pasan por la mente en los momentos de nostalgia. Al menos eso es lo que piensa Bianca al ver a Bastian y a Bárbara uno al lado del otro, todo empezó hace ocho años. Sentada en el mueble, observándolos dibujar a ambos en la mesa, riendo y divirtiéndose, le trae sentimientos encontrados. El deseo de observarlos crecer juntos y el deseo de que el tiempo pase más despacio. Si tan solo Luar no se perdiese de estos momentos tan importantes y efímeros en la vida de su hija, todo por ese hombre.
Rememorando en el tiempo, cuando ambas se conocieron; Luar no era más que una chica tímida y escurridiza entre las sombras. Una chica joven, expectante de la vida, ahora los recuerdos abruman a Bianca, y la tristeza y nostalgia del sufrimiento de su mejor amiga le rompen el corazón.
Bianca observa como Bastian recoge un color que se le cayó a Bárbara, y como si su mente entrara en trance se hundió en recuerdos.
Con siete meses de embarazo, Bianca se encontraba ordenando las cosas de su bebe, en el cuarto donde había preparado su cuna y sus juguetes. Quería que todo estuviese bien cubierto antes de pintar la habitación de su hijo. Ya todas las cómodas estaban cubiertas por una fina lona de plástico, solo le faltaban las baldosas del suelo, que serían lo más difícil para ella, ya que su espalda empezaba a doler por el esfuerzo.
Acostumbrarse al peso de su vientre no era una tarea fácil.
Dio un suspiro bastante sonoro antes de dirigirse a la cocina para tomar una merienda, su hijo le exigía algo dulce y ella no se lo negaría. Camino con los pies descalzos por la casa, ya que se habían empezado a hinchar y solamente una parte de su ropa le seguía quedando, así que solo usaba vestidos y pijamas. Abrió la nevera y saco un pote de yogur que tenía sirope de frutas en el fondo, una de esas pocas cosas que su hijo no la hacía vomitar. Se recostó contra la mesa de madera que se encontraba anclada al piso de la cocina. Mientras metía una cucharada a su boca, hizo un pequeño gesto de satisfacción y decidió salir al balcón de su apartamento para tomar algo del frío aire del invierno. Eso la mantenía fresca.
Mientras se preguntaba mentalmente qué cosas seguían faltándole a su bebé, decidió recostarse contra el barandal del balcón para observar las luces de la calle, ya que era de noche. Dio un suspiro, totalmente ensimismada en sus propios pensamientos, tanto que no noto que alguien salía del balcón del apartamento vecino, que estaba situado a unos metros a la derecha. Un apartamento que se suponía estaba vacío; pues hacía tres meses que la señora, que vivía allí, había sido enviada a una casa de retiro para que recibiera el cuidado que se merecía. Dio una exhalación para ver la pequeña nube de vapor que se formaba al hacer eso y luego repentinamente escucho que alguien realizaba el mismo gesto a su lado, algo temerosa por girar su rostro, decidió dar un vistazo rápido. Al hacerlo dio un pequeño chillido, asustada. Al igual que la otra persona que se asustó por su reacción.
—¡Lo siento, no quise asustarte! —exclamo la otra chica, que con la suave luz del anochecer parecía más una aparición fantasmagórica que una persona.
—¡Merde! —exclamo Bianca—. Pensé que eras un muerto —murmuro con acento gracioso, que tiene por su idioma natal, el francés—. ¿Quién eres? ¿Cómo entraste a ese apartamento?
—Yo... —La chica se observó algo acongojada y tímida—. Mis padres lo compraron para mí...
—Casi doy a luz del susto —Bianca se carcajeó—. Tranquila... Solo creí que eras el fantasma de la señora Inés —Se encogió de hombros—. Soy Bianca.
—Tú... —La chica miro la enorme barriga de Bianca y trago saliva—. Soy Luar —susurro en un hilillo de voz.
—¿Te gusta? —Bianca señalo su barriga con una sonrisa sarcástica—. Es un bebé.
—Yo... Yo no quería incomodarte —Luar se encogió en su lugar—. Es solo que no te ves tan mayor como para estar... Embarazada —Mordió su mejilla.
Bianca sonrió ante el gesto de Luar.
—Eres muy tímida, ¿no?
Luar se sonrojó hasta casi parecer un tomate ante la pregunta de Bianca.
—Y muy blanca —afirmo para sí misma Bianca.
—Soy... Soy albina —balbuceo Luar.
Bianca levantó una de sus cejas.
—Eso explica eso —Bianca señalo el cabello de Luar y sus cejas—. Pensé que solo eras muy rubia. Y sí, tienes razón. Soy joven, debemos tener la misma edad si le acierto. Tengo diecinueve.
—Yo tengo dieciocho —comento Luar—. Voy a cumplir diecinueve en un mes.
—Cerca —Se encogió de hombros Bianca.
—Hablas...
—¿Extraño? —cuestiono Bianca.
Luar asintió.
—Hablo el español fluido, pero aún no pierdo el acento francés —comento Bianca.
—¿Eres nacida en Francia? —pregunto Luar.
Bianca asintió.
—¿Quién es la señora Inés? —Recordó la comparación con su fantasma.
—La antigua dueña de ese apartamento —afirmo Bianca.
Luar trago saliva ante ese comentario.
—Ella... ¿Ella murió aquí? —susurro con horror en la voz.
Bianca estalló en carcajadas.
—No, ella se fue a una casa de retiro, pero pensé que su fantasma regreso a vengarse o algo así. Aunque lo más seguro es que esté comiendo papilla frente al televisor —aseguro Bianca tranquilizándole.
—¿Por qué estás afuera? Hace frío ¿No te hace daño? —pregunto Luar mirando sus pies descalzos y su suave vestido de algodón que apenas y la abrigaba.
—No, mi embarazo me da mucho calor, esto me ayuda a relajarme ¿Cuánto tiempo llevas viviendo allí? ¿Te acabas de mudar? —curioseo Bianca.
—Tengo un mes aquí —argumento Luar.
Bianca la miro algo impresionada, ya que no la había escuchado durante esos días.
—¿Y cómo no lo sabía?
—Mis ojos y piel son sensibles al sol —respondió Luar en un suspiro acercándose a la luz para que Bianca pudiese detallarla mejor, sus ojos parecían ser de un extraño color entre rojizo, violáceo y grisáceo—. Tengo que cubrirme de mucho bloqueador solar para salir de día, así que mi dermatólogo me recomendó tomar las clases nocturnas en la universidad, por eso duermo durante casi toda la mañana y me levanto alrededor de las seis de la tarde.
—Ya veo —musito Bianca con comprensión.
—¿Tú vives sola?
Bianca asintió.
—Vaya... ¿Y cuándo ya sabes? —Luar meció sus brazos como si cargara un niño entre ellos.
—Aún faltan dos meses —aseguro Bianca—. ¿Qué estudias?
—Estoy en mi primer año de Artes plásticas —Luar sonrió de lado mostrando sus dientes que eran enmarcados por sus labios extremadamente rosa pálido.
—Mañana domingo voy a estar sola ¿Te gustaría venir a desayunar?
Luar asintió emocionada, ya que era la primera persona con la que tenía una conversación de más de tres frases.
—Solo debo tocar tu puerta, ¿no? —cuestiono Luar.
Bianca asintió.
—Sí, comeremos tostadas a la francesa —dijo Bianca, algo emocionada, porque era la primera amiga de su edad que hacía en ese lugar.
—Eso suena rico —comento Luar.
Ambas se quedaron en silencio sonriéndole a la noche, aunque Bianca aún estaba terminado su yogur.
⠇⠁⠎⠀⠓⠁⠙⠁⠎⠀⠝⠁⠙⠀⠕⠙⠁⠝
Temprano por la mañana del otro día, Bianca escucho el timbre sonar mientras servía el desayuno, dejo rápidamente los platos sobre la mesa y fue hasta la puerta para poder sacarle el seguro. Al hacerlo, Luar apareció con una sonrisa tímida detrás de esta. La noche anterior Bianca hubiese jurado que era una persona un poco bajita, pero ya que se encontraban frente a frente, notaba que era incluso un poco más alta que ella. Parecía una muñeca de porcelana con el vestido floreado que llevaba, le cubría las piernas hasta las rodillas. Ella escondió uno de sus blanquecinos mechones detrás de su oreja y sonrió.
—Buenos días... —dijo Luar en un hilillo de voz.
—Pasa —Bianca se apartó de su camino con algo de lentitud, ya que acababa de recibir una patada por parte de su bebe.
—¿Estás bien?
—Si —aseguro Bianca con una sonrisa—. Solo fue una patada.
—¿Puedo preguntar cuál será su nombre? —mencionó Luar señalando su barriga.
—Ya lo preguntaste —sonrió Bianca—. Su nombre será Bastian.
—Oh... Es un niño —sonrió.
—Si —afirmo Bianca.
Luego de su pequeña conversación, ambas se sentaron a desayunar para tener energías. En medio de un pequeño silencio para nada incómodo, Luar noto que en la pared de enfrente solo había una foto. Y era la de una pequeña niña de piel tostada por el sol y ojos oscuros, con un hermoso vestido azul, aferrada a la pierna de un joven hombre que supuso era el padre. De fondo había una enorme casa que parecía ser una mansión. Asumió que esa era Bianca de pequeña, pero se preguntó dónde estaba el resto de su familia y porque estaba viviendo en un apartamento sola.
—Es mi padre —comento Bianca siguiendo la mirada fija de Luar en su fotografía.
—¿Él también está en la ciudad? —cuestiono Luar.
—No, él está muerto —dijo Bianca como si nada.
Luar se avergonzó y fijo su mirada sobre sus manos.
—Lo siento, no debí preguntar.
Bianca estalló en carcajadas y Luar la miro confundida por su reacción.
—No te disculpes, murió hace mucho tiempo —aseguro Bianca—. No necesitas sentirte avergonzada cada vez que abres la boca, no voy a comerte porque preguntes sobre algo que te da curiosidad. Tus papás te cuidan mucho, ¿cierto?
—Yo... —Luar se encogió en su puesto aún más avergonzada—. Mis padres solo quieren darme todo lo que ellos no tuvieron, creo que solo me mimaron. Pero... pero ellos confían en que me puedo hacer independiente.
—Por supuesto —aseguro Bianca—. Si no lo pensaran no te dejarían vivir sola, estoy segura de que confían en que puedes tomar tus propias decisiones. Como recomendación, no entres al apartamento de cualquier extraño la primera vez que te inviten, sé que no parezco una amenaza, pero nunca se sabe.
A pesar de que Bianca creyó firmemente en la decisión que habían tomado los padres de Luar, muy en el fondo le preocupaba que alguien tan sobreprotegida anduvieses de repente sola por el mundo. Se preguntó si no reflexionaron sobre la realidad de que, en algún momento, alguien le daría casería a su tímido corderito. Y esperaba que, llegado ese momento, no se dejara devorar.
—¿Eso es una mansión? —Luar volvió a dirigir la atención de Bianca a la fotografía.
—Ah... Eso —Bianca se removió incómoda en su lugar—. Sí, es la mansión de la familia —Se encogió de hombros, mejor sería esconder la fotografía para evitar problemas en el futuro.
—¿Tienes más familia? —cuestiono Luar.
—Por supuesto —sonrió Bianca—. Está la bruja, el duende y el príncipe sapo.
—¿Qué? —Luar la observo confundida y Bianca estallo en carcajadas.
—Mis dos hermanos. El mayor es un príncipe sapo, ya sabes —Bianca le guiño un ojo—. Siempre esperando ser besado por su princesa ideal. Y el menor es el duende malvado de la casa, que nunca deja de hacer travesuras y pues mi madre es la bruja del cuento —Empezó a reír—. Mi padre fue el rey amado por sus súbditos, que fue envenenado por la bruja.
—¿Ella lo mató? —Luar abrió los ojos como platos.
Bianca sonrió enternecida.
—Es solo un cuento, a mi padre le gustaba contar las cosas así. Ya sabes, le gustaba darles romanticismo a sus palabras. No te lo tomes tan en serio —suspiro—. Son inventos de noches solitarias. Pero dime, ¿tienes hermanos?
—No, soy hija única —aseguro Luar.
Bum... Un fuerte sonido en el apartamento de Luar saco a Bianca de sus recuerdos nostálgicos, Bastian y Bárbara la observaron dudosos de que hacer. Entre el asombro y la duda, Bianca simplemente se quedó en su lugar, ya que no escucho más nada, pero luego de unos segundos un nuevo "bum" se escuchó y los gritos de Luar empezaron a llegar hasta ella.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro