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Capítulo 3

Bastian, 6 años de edad. 

Bárbara, 1 año de edad, 

primavera de 1991...

El sonido de un piano de juguete retumbó por el apartamento de Bianca. Bastian toca animadamente teclas al azar para entretenerse, aburrido de estar solo en la sala, ya que Bianca está cocinando. Molesto por no poder entrar a la cocina mientras las hornillas están encendidas, porque hace unas semanas casi pone la mano sobre una de ellas. Bastian se detuvo exhausto del aburrimiento y se levantó del pequeño banco de madera para acercarse al balcón. Los ruidos del apartamento contiguo empezaron a llamar su atención, es hora de que su tía, salga a trabajar y traiga a Bárbara a la casa para cuidarla, pero aún no lo ha hecho.

Se sentó tras el barandal del doble balcón que conecta ambos apartamentos, esperando que su tía abra la puerta y pase por ella con Bárbara sujeta de la mano, es lo que Bastian se imagina una y otra vez expectante de su compañera de juegos. Pero a pesar de la tardanza y el silencio, nada pasa. Aunque él está seguro de que en este día de la semana Luar trabaja. Aun así, puede escuchar ruido, salir de la casa de la tía, las vos exaltada de alguien que se queja exasperado y la réplica chillona de su tía. Desde el entendimiento de Bastian, es «Héctor» «la cosa ingrata» de quien su madre tanto se queja, que de seguro está gritando otra vez, cosa que para él no tiene sentido alguno. Bastian suspiró para sus adentros, se supone que ellos nunca se gritan lo suficiente para estar tanto tiempo ocupados, sin embargo, por alguna razón esta vez es diferente.

Bastian, decidido en buscar a Bárbara por sí mismo, se asomó por la puerta de vidrio templado, cubierta con cortinas desde el interior, abrió el seguro y deslizo la puerta escuchando mejor las voces.

—¡¿Qué haces yendo a trabajar?! ¡¿De verdad crees que soy tan estúpido?! ¡Sé que me engañas!

Bastian escuchó los gritos de disgusto de Héctor con algo de susto; aparto la cortina y empezó a inspeccionar el lugar con su mirada, desde donde está, solo se ve la parte trasera del apartamento de su tía, la sala de estar, el pasillo a los cuartos y la puerta de la cocina, pero por suerte la discusión está siendo llevada a cabo en una de las habitaciones. Entre feliz y disgustado se dirigió a uno de los muebles en la sala, donde Bárbara se encuentra en silencio observando una muñeca entre sus manos. Es una muñeca de trapo blanca de cabello oscuro, algo parecida a Luar. Bárbara la observa con el ceño fruncido, como si muy dentro de su pequeña cabeza intentase entender algo fuera de su comprensión.

—¡Yo no te engaño! ¡Por favor deja de decir tonterías! —grito Luar, aunque su voz fue ahogada por las paredes del cuarto llego con levedad a los niños en la sala.

Ninguno de los dos pequeños está seguro de porque pelean, no importa la diferencia de edad entre ellos, ambos están acostumbrados a escuchar a Luar y Héctor peleándose entre sí, Bastian ignorante de la realidad detrás de las paredes y Bárbara sin comprensión precisa de las palabras. Ellos simplemente se preocupan por jugar. Bastian se sentó al lado de Bárbara y empezó a observar la muñeca junto a ella, sin saber que buscan realmente.

—Bárbara... —hablo Bastian por sobre los ruidos que se escapan de las paredes llamando la atención Bárbara—. Ven, vamos a mi casa —Extendió su mano hacia ella.

Bárbara lo mira fijamente con sus ojos grises, que resaltan por el contraste de su piel oscura.

—Casa —repitió ella tomando la mano de Bastian y soltando la muñeca en el mueble.

Bastian se bajó del mueble rápidamente y le ayudo a ella a bajarse con algo de cuidado, tomados de la mano y con pasos pequeños, se dirigieron a la puerta de vidrio, para pasar el balcón hasta el otro apartamento. Antes de que Bastian tomara el picaporte de la puerta trasera, la puerta de la habitación donde Luar y Héctor discutían se abrió, Luar corrió hacia la sala, pero Héctor la siguió para detenerla, tomándola por el hombro y golpeándola en el rostro, lo que la tumbo a unos metros de los niños. Bastian sujeto la mano de Bárbara con fuerza al observar un hilillo de sangre bajando por la ceja de Luar a través de su cara.

—¡Eres una perra malagradecida! ¡Te doy todo lo que tienes! ¡No eres nada sin mí! ¡¿Acaso no lo sabes?! —exclamo Héctor tomando el rostro de Luar desde su posición para que le mirase directo a los ojos.

—Eres un borracho, mírate. No sé quién eres —susurro Luar mirándole directo a los ojos—. Solo me acusas por las que no he hecho, porque eres tú quien lo hace.

—¡Perra estúpida! —Héctor cacheteo a Luar.

Para Bastian el escenario es de lo más sanguinario que ha visto, es la primera vez que ve a su tía Luar siendo golpeada, la primera vez que él logra percatarse de la verdad detrás de las paredes en las que vive Bárbara. Paredes en las que cada semana los golpes son recibidos y la sangre esparcida. Sin entender muy bien cómo reaccionar a la imagen de su tía tirada en el suelo frío, de cemento pulido, siendo sujetada por Héctor. Hombre que desde el punto de vista de Bastian tiene ojos tenebrosamente oscuros e inyectados en sangre.

Bastian aturdido por el descubrimiento de observar a Héctor por primera vez, un hombre al quien su madre nunca le dejo ver, sujetando con furia a Luar. Se preguntó muy dentro de él, si cuando crezca se verá exactamente como Héctor. Así de salvaje y sanguinario. Bárbara empezó a llorar en su lugar, lo que causo aún más nerviosismo a Bastian. Ambos adultos se voltearon a observarle y a pesar de que Luar lo miro avergonzada por mostrarle la escena, lo que hizo temblar a Bastian fue la mirada de disgusto de Héctor.

—¡Tu bastardo! ¡Eres el hijo de esa zorra! ¡Esa estúpida es una puta, te apuesto que ni siquiera sabe quién es tu papá! —exclamo Héctor mirando a Bastian sujetando la mano de Bárbara—. ¡¿Te la quieres llevar?! ¡Llévatela, igual esa mocosa no es mi hija! ¡Solo mírala! ¡Ni siquiera se parece a mí! De seguro cuando crezca será igual de zorra que su madre...

A pesar de que Bárbara no tiene piel blanca, indiscutiblemente tiene las mismas facciones que Héctor, su cara estilizada, nariz respingada y redondeada en la punta, junto a sus grandes ojos. Pero sus diferencias en el color de piel, son como un insulto para Héctor.

—Deberías decirme con quién te acostaste para tenerla —murmuro Héctor con disgusto observando la cara mocosa y sollozante de su hija.

Los ojos de Bastian se empezaron a cristalizar cuando Héctor soltó a Luar y se dirigió a su dirección, Bastian, sin saber qué hacer en medio de la tensa situación, abrazo a Bárbara con fuerza para protegerla. Arrodillándose en el suelo y haciéndola bolita entre sus brazos. Cuando Héctor tomo por el cuello de la camisa a Bastian, una segunda mano se posó sobre el brazo de Héctor.

—Me empezaba a preguntar por qué había tanto silencio en mi apartamento mientras estaba en la cocina, así que salí a ver porque no estabas tocando tu piano —comento Bianca observando con seriedad la escena y apretando con fuerza el antebrazo de Héctor, quien tiene tomado aún el cuello de la camisa a su hijo—. Tócales un solo pelo, y te parto la cara. Imbécil, ni siquiera eres capaz de entender que, que tu esposa sea albina no significa que tu hija será igual de blanca, sus abuelos son negros. Y tú solamente eres un engendro ignorante —gruño Bianca con los dientes apretados, observando al mismo tiempo a Luar de soslayo.

—Llego la zorra entrometida ¿Qué no tienes un padre que buscar? —cuestiono Héctor con sarcasmo soltando la camisa de Bastian, quien aún se encuentra tembloroso en el suelo con Bárbara entre los brazos.

—¿No tienes una dignidad que encontrar? —pregunto Bianca de la misma forma—. Ah. Es cierto, nunca existió —Se respondió a sí misma—. La perdiste junto con tus huevos la primera vez que le pegaste a Luar.

—¡Tú! —Héctor le levanto la mano a Bianca.

Bianca se quedó estática en su lugar mirándolo desafiante, no se movió un solo centímetro ante la acción de Héctor. En cambio, se limitó a observarlo con aún más rudeza, esperando el momento exacto para devolverle el golpe.

—Golpéame y vas a perder más que los dientes, voy a dejarte sin huevos de verdad —aseguro ella igual de amenazante que él.

—Perras, como sea. Me largo —aseguro Héctor tomando unas llaves de la mesa, una campera y sus zapatos, pasando por al lado de Luar como si no existiese.

Bianca se arrodilló en el suelo cuando Héctor por fin salió del apartamento y acarició suavemente la cabeza de Bastian. Él la miró tembloroso entre sollozos, aun sin soltar a Bárbara, quien llora sin cesar entre sus brazos.

—Vámonos a casa, ven con mamá —comento Bianca tomando una de las manos de Bastian.

—Ma... Ma...—empezó a sollozar Bastian, tirándose a los brazos de Bianca, soltando a Bárbara.

Bárbara se levantó entre lágrimas y también se abrazó a Bianca.

—Mira lo que está pasando porque sigues siendo terca ¡¿Es que quieres esta vida de mierda para tu hija?! —exclamo Bianca, observado como Luar se levantó del suelo temblando, mientras limpia la sangre de su rostro—. ¡¿No te cansas?! ¡¿Acaso quieres que te mate?! ¡¿Es eso?! ¡¿Te quieres morir?! ¡¿Quiere que Bárbara se quede huérfana por ese cerdo asqueroso?!

—Bianca, solo no te metas —murmuro Luar con cansancio.

—¿Solo no me meto? —pronuncio Bianca sin poder creerse las palabras de su amiga, sonrió con amargura y observo a los niños entre sus brazos—. Me meto porque eres mi mejor amiga, somos hermanas, maldita sea ¿Quieres que te vea morir? Se supone que tú eres la que va a cuidar a los niños cuando yo muera, entonces qué ¿Quién se va a quedar en ese momento?

—No digas estupideces Bianca, aún estás sana —farfullo Luar sentándose en uno de los muebles y limpiando las lágrimas que corren por sus mejillas mezcladas con la sangre de su ceja rota.

—No llores —exigió Bianca con enojo—. No te atrevas a llorar, tus lágrimas son como una espada en mi corazón. Solo lloras, pero te niegas a dejarlo. Así que no llores frente a mí, me siento mal por solo pensar que eres una estúpida, tu maldita autocompasión me da náuseas. No niegues que sabes que esta relaciona no va a ningún lado, te dije para ir a la policía y nunca más esto pasara de nuevo, pero hay vas con tus malditas y despreciables esperanzas de que esa montaña de mierda va a cambiar por ti. Espero seas lo suficientemente inteligente para saber que la mente de Bárbara tiene un límite de olvido y que, si dejas que esto siga pasando luego de cierta edad, va a recordar su infancia como un infierno.

—Llévatela —pidió Luar en un suspiro—. Solo llévatela de aquí, deja que este contigo por un tiempo, sé que lo harás mejor.

—¿Entonces haremos las cosas de esta manera? —pregunto Bianca atónita—. Simplemente, me vas a tirar tu responsabilidad, así de simple. Todo por ese hombre, eres increíble. Realmente increíble —Bianca negó lentamente con la cabeza tomando en brazos a Bárbara y sujetando a Bastian por una mano—. Si te encuentro muerta en este suelo, no pienso ir a tu maldito funeral.

Bianca salió de allí con ambos niños y lágrimas en sus ojos, Luar se quedó sollozando en el mismo lugar.

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En la mesa del comedor; Bárbara, Bastian y Bianca toman el desayuno, con algo de sueño. Intentando no caer rendidos sobre alguno de los platos.

—Bastian, deja comer a Bárbara tranquila. Sus mejillas no son de goma —pidió Bianca moviendo una cuchara dentro del bol de cereal en su mano.

Bastian observó a su madre durante unos segundos en silencio, desde su asiento al lado de Bárbara, en una silla de altura—especial para infantes—donde tanto él como Bárbara están sentados respectivamente uno al lado de otro, comiendo cereal. Claro, que quien alimenta a Bárbara, que solo está interesada en mirar con aburrimiento el plato hondo lleno de leche y bolitas coloridas, es Bianca. En cambio, Bastian se distrae de su desayuno pinchando las mejillas de Bárbara con cierto embelesamiento, ya que se le inflan cuando mastican, haciéndole ver más redonda de rostro.

—Shuuu —balbuceo Bárbara mirando de reojo a Bastian y apartando su mano—. ¡Deja! —exclamo en tono infantil.

—Uh... —murmuro Bastian observando a Bárbara con el ceño fruncido—. Desde que aprendiste a hablar, nada más sabes gritarme —comento enfurruñado cruzándose de brazos en su asiento—. No me gusta.

—Te grita porque la estás molestado —afirmo Bianca dándole otro bocado a Bárbara con la cuchara—. Ella está comiendo muy tranquilamente y tú la estás estrujando, a ti no te gustaría que lo hagan.

—Solo creo que sus mejillas son lindas —cuchicheo Bastian en tono bajo aún con los brazos cruzados.

—Yo también lo pienso —aseguro Bianca mirando el rostro redondeado de Bárbara y sus bonitos ojos claros.

—Bárbara se va a quedar con nosotros por siempre ¿Cierto? —cuestiono Bastian expectante.

—No, tarde o temprano tiene que regresar con Luar —Bianca confeso con serenidad.

—No, no la puede dejar allí. No... —Bastian hizo puchero y sus ojos se cristalizaron—. Ese hombre da miedo —balbuceo ya llorando—. No le dejes allí —Un moco escurrió de su nariz—. Ella... Ella está bien aquí —tartamudeo en medio de un hipido.

Bárbara, al ver a Bastian llorando, también empezó a llorar.

—Ah... Vamos, cálmense... No voy a dejar ir a Bárbara con Luar mientas ese hombre este allí Bastian, y Luar no la va a venir a buscar tampoco. Así que, por favor, no te preocupes —Bianca acaricio la mejilla de Bastian y soltó la cuchara que tenía en su mano para acariciar la cabeza de Bárbara.

Hace ya dos meses que Bárbara está con ella, Luar ya no presenta golpes en el rostro, pero aun así Bianca sospecha de eso, porque aún puede escuchar, de vez en cuando, los murmullos de sus discusiones con Héctor en el apartamento de al lado.

Si tan solo hubiese presionado con más fuerza a Luar para alejarse de Héctor desde el inicio, tal vez no estaría pasando por esto. Cuando Bastian tenía un año, ellos se conocieron y en su primera cita, Luar le pidió que le tiñese el cabello de negro porque Héctor se lo había pedido. Desde entonces Luar empezó a teñirse de negro, luego empezaron los comentarios ridículamente agradables sobre su tono de piel enmarcada por el tono negro de su cabello, entonces decidió pintarse las cejas y pestañas con maquillaje. Lo cual le irrito la piel, pero aun así Luar siguió haciéndolo.

En el corazón de Bianca siempre estuvo el sentimiento de rechazo hacia Héctor, nunca le agrado que alentase a Luar a cambiar su apariencia, aun sabiendo que ella es sensible a los químicos. Y lo aborreció más, cuando intento alejarla de ella. Como una muñeca domesticable y sumisa. Bianca siempre sintió que debía alejar a Luar de Héctor, pero Luar nunca se lo permitió, porque cree que nadie va a fijarse en ella después.

Bianca siempre lamentará que su hijo y Bárbara tengan que pasar por esta situación, ambos deberían tener una infancia tranquila, pero ya han sido expuestos a esa violencia, aun cuando quiso evitarlo. Tal parece que escapar de su propia casa para criar al niño, no fue suficiente para que viva en paz, tal vez tuvo que educarse más para ser mejor madre.

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