
Capítulo 29
Bastian, 21 años de edad.
Bárbara, 16 años de edad.
Primavera de 2005...
Bárbara acomodo algunas cosas en los estantes de la cocina, Bianca la observa con detenimiento mientras la estudia, creció tan rápido que apenas y puede reconocer a la niña que siempre estaba intentando hacer travesuras o pidiéndole que le pasase algo donde no alcanzaban sus pequeñas manos.
—Tía Bi ¿Dónde pongo el tomillo? —pregunto Bárbara mirando intercaladamente el frasco con especia en su mano y a Bianca sentada en un banco contra la pared—. ¿Tía? —repitió nuevamente al ver el semblante pálido de ella, sus labios rosados algo oscurecidos y respiración agitada.
Bianca cerro los ojos desplomándose, Bárbara soltó el frasco en su mano, dejándolo estrellarse contra el suelo y regando el polvo por todas las baldosas. Rápidamente, tomo a Bianca por los hombros antes de que su cabeza llegase al suelo y entonces puso sus manos en su cara para estrujar sus mejillas, intentando despertarla.
—¡Mamá! —grito Bárbara, pero luego recordó que no hay nadie más que ellas en el apartamento—. Mi celular —mascullo rápidamente revisándose los bolsillos—. Vamos, rápido, por favor... —murmuro escuchando los pitidos del celular esperando que alguien contestase la línea de emergencias.
—Aló, dígame cuál es su emergencia —pidió el hombre detrás del celular.
—Ah... Mi tía, mi tía se desmayó, no la puedo despertar, apresúrese, ella... Ella está muy pálida, su respiración... —Bárbara se asustó al notar que la respiración pesada que tenía en un principio ahora es tan suave que no la siente—. No la puedo escuchar, respirar... Yo... —empezó a sollozar—. No sé qué hacer... Necesito ayuda...
La voz masculina intentó calmar a Bárbara para que pudiese pensar claramente y decirle la dirección para enviar una ambulancia, ella hizo lo mejor que pudo para dar su ubicación. Termino aferrándose con fuerza a Bianca, abrazándola para darle calor y para sentir su respiración, asustada de dejar de escucharla. Durante unos minutos eternos, Bárbara rogó y pidió que no dejase de respirar, mirando su rostro con empecinamiento para no perderse ni un solo momento de los gestos de Bianca. Hasta que al fin pudo escuchar el sonido de la ambulancia y los pasos corriendo por las escaleras, no se sintió calmada, dio una gran bocanada de aire antes de levantarse para abrirle la puerta a los paramédicos. Con las manos temblorosas y los latidos agitados llamo a su mamá para avisarle que va de camino al hospital.
—Bárbara... —susurro Luar preocupada por su hija—. Dile a los paramédicos que tiene el síndrome de Brugada.
—¿Por qué sabes de qué está enferma? —Bárbara se mordió la mejilla con preocupación—. ¿Es grave? ¿Ella estará bien? ¿Cierto? ¿Mamá?
—Solo diles, te lo voy a explicar cuando llegue al hospital —aseguró Luar con tranquilidad para no alarmar a su hija—. Espérame allí.
Bárbara frunció sus labios, pero al final termino por ceder a la petición de su mamá. Yéndose junto a los paramédicos en la ambulancia, escuchándolos hablar sobre el síndrome de Bianca, haciendo comentarios ligeros sobre como probablemente fue un colapso nervioso o que su corazón tal vez fue sometido a un gran estrés. Pero Bárbara solo se pregunta si las preocupaciones que tiene por Bastian le están afectando más de lo que parece. Ella tomó una de las manos de Bianca y la sujeto con fuerza preocupada.
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Bárbara camina de un lado a otro por el pasillo del hospital, frente a la habitación de Bianca, ansiosa por la llegada de su mamá, dándole vueltas a sus pensamientos constantemente buscando algo conque distraerse, ya que el doctor que reviso a Bianca solo le dio algo de medicamento y dijo que necesitaba descanso.
—Hija —llamo Luar viéndola juguetear con sus manos mientras camina de un lado a otro.
Bárbara se lanzó a los brazos de su madre arrugando su uniforme, preocupada porque saco a su madre del trabajo justo cuando su turno acababa de empezar, nunca pensó que algo así pasaría en un momento tan tranquilo de la noche.
—Mamá... —balbuceo Bárbara llorando sobre el hombro de Luar—. Tenía miedo de que no despertara, ella simplemente se desplomó y yo... Yo no pude hacer nada, estaba en mis brazos y casi no la podía escuchar respirar... Ella... ¿No está muriendo, cierto?
Luar desvió la mirada para evitar ver el rostro sollozante de su hija, apretó los dientes con frustración y suspiro.
—Escucha, no le puedes decir a Bastian —demando Luar tomando el rostro de su hija con suavidad para acariciar sus mejillas, contrastando sus pálidas manos con la piel oscura de su hija.
—¿Por qué? ¿Ella no está bien? ¡¿Por qué no me explicas?! —exclamo Bárbara asustada mirando la puerta de la habitación de Bianca.
—Cálmate —pidió Luar sin soltar el rostro de Bárbara, hablando con tranquilidad—. Bianca solo está bajo mucho estrés y su corazón reacciona a eso, ella va a estar bien ¿Bien?
Bárbara asintió secándose las lágrimas.
—Ella ha tenido este síndrome desde mucho antes de que tú o Bastian nacieran, es algo con lo que ha vivido por mucho tiempo. Sí, es potencialmente mortal, pero tienes que mantener la calma, ella no puede recibir demasiadas emociones a la vez, está demasiado preocupada por Bastian como para poder controlar sus emociones —argumento Luar con seriedad—. Ella no quiere preocupar a su hijo y no importa si se lo pides, estoy segura de que ella te dirá que no le digas tampoco ¿Qué te dijo el doctor?
—Que necesita reposo y va a estar bien —comento Bárbara aún preocupada.
—Ves, es solo eso, ella estará bien —afirmo Luar ocultando su preocupación, ya que es la segunda vez en este mes que se desmaya.
—Deberíamos decirle a Bastian, tal vez él pueda ayudarla a estar más tranquila —propuso Bárbara.
—No, no sirve de nada que sepa de un problema si no lo puede resolver, además de que Bianca no quiere eso —replico Luar negándose rotundamente—. Solo vuelve a casa, yo me quedaré esta noche aquí, tienes clases mañana temprano, es mejor que vayas a descansar.
—Pero mamá...
—Sin peros —objeto Luar mirando con seriedad a su hija—. Anda, ya es tarde.
—Bien —musito Bárbara rindiéndose—. Tomaré un taxi a casa, por favor llámame si algo le sucede a la tía Bi.
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Bastian empezó a caminar por las escaleras de su edificio con cierto mareo, dio un tras pies en uno de los escalones y su mochila se cayó de su hombro, volvió a sujetarla y suspiro siguiendo adelante, se acomodó la camisa antes de entrar a su apartamento y se preguntó si el olor sobre él se nota o no. Se encogió de hombros tomando su llave para abrir, pero se sorprendió al notar que la puerta ya está abierta, frunció el ceño e ingreso mirando a todo lados.
—¿Por qué estás durmiendo allí con la puerta abierta? —cuestiono Bastian al ver a Bárbara rendida sobre el sofá de su sala, a un lado de la puerta que da al balcón.
Bárbara se frotó los ojos, algo adormilada y miro a Bastian como si le hubiesen levantado un peso de encima, se paró para acercarse a él, pero se detuvo a medio camino cuando el olor a alcohol llego hasta ella.
—Tú... ¿Estabas tomando con tus amigos? ¡Tengo horas llamándote! —chillo, frustrada.
Incluso cuando estaba en el hospital intento comunicarse con él y avisarle que su mamá no estaba muy bien, aunque si le hubiese contestado ella habría terminado contándole todo sobre el síndrome de Bianca.
—Tranquila, solo me quede sin batería —Bastian se encogió de hombros, despreocupado, dio un bostezo y soltó su mochila con los libros de la universidad.
—¿No vas a preguntar? ¿Eso es todo? —Ella negó con la cabeza sin poder creérselo.
—¿El qué? —dijo Bastian distraído.
—No puede ser... Estás drogado —mascullo Bárbara mirándolo con desaprobación—. Estaba tan preocupada porque no respondías y tú estabas por allí metiéndote mierda... Ja... Ni siquiera te puedes preguntar por qué tu mamá no está para recibirte.
Ella se alejó de él para ir hasta la puerta del balcón, pero Bastian la tomo por el brazo con rapidez para detenerla.
—Espera —pidió Bastian clavando su mirada en los ojos grises de ella—. Estoy bien, solo un poco mareado ¿Dónde está mi mamá?
—No me toques —Ella soltó su brazo con brusquedad—. Si no te lo digo de seguro te hubieses ido a dormir y ni siquiera te habrías enterado hasta mañana, ella está en el hospital descansando, así que no te preocupes, mi mamá está con ella.
—Yo lo siento, en serio... No lo sabía —murmuro él avergonzado.
—Como lo vas a saber si ni siquiera te ocupas de mantener tu celular cerca de ti —chasqueo su lengua—. No sé ni para qué te reclamo, siquiera sabes la hora que es, son las seis de la mañana ¿Hace cuánto llegas a tu casa a esta hora? ¿No sabes lo mucho que la tía Bi se preocupa por ti? ¡Joder! ¡Pensé que te había sucedido algo a ti también!
—Solo estaba divirtiéndome —Él se encogió de hombros.
—Y lo dices tan despreocupado ¿No te importa? O es que aún no estás lo suficientemente sobrio —Bárbara desvió la mirada con mal gesto incapaz de sostenerle la mirada—. No me digas nada más hasta que te puedas sostener bien sobre tus pies —dijo saliendo al balcón para poder ir a su apartamento a descansar.
Bastian se quedó en su lugar pensado en lo que ella acaba de decir, dio un suspiro y se dirigió hacia la mesa para tomar asiento, algo enfurruñado, pero en el trayecto se tropezó con su propio pie y cayó impactando su quijada contra la mesa de madera, haciéndose una pequeña herida. Se retorció en el piso tomándose la barbilla mientras sangra sobre la palma de su mano, intentando detener el sangrado. Seguramente dejara una pequeña cicatriz y la sangre con su escandaloso color está goteando en el piso.
—Mierda —bramo con frustración sintiendo la punzada debajo de su quijada.
Bastian frunció los labios intentando calmarse, se volvió a levantar y se dirigió a su baño para darse una ducha y ponerse algo en la herida.
Luego de unas horas, ojeroso por no haber dormido. Decidió hacer el desayuno y dejárselo a su mamá, para cuando regresase a casa, le envió un mensaje a su celular para que lo vea al despertar, diciéndole que al salir de las clases regresará directo a casa para cuidar de ella.
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