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Capítulo 8.


La música de fondo era el mejor acompañamiento para la joven pareja, que bailaba al ritmo de ésta. Parecía que estuviesen bailando rodeados de una burbuja, una cúpula que no permitía a nadie molestarlos. Sin embargo, lejos de esa suposición, Hermione y Blaise lo único que hacían era bailar al son de la música, centrados en ellos dos, sin escuchar al resto ni mirar a nadie. Era como su momento íntimo, disfrutando de los últimos minutos de libertad que tendrían.

En la lejanía, Helena Parkinson les observaba sin miramiento alguno. No estaba prestando atención a la conversación que tenía con Elysabeth Nott y Narcissa Malfoy, pues estaba tan ensimismada mirando a la pareja que nada podía valer tanto como aquella escena. No había palabras suficientes en el mundo para definir ese tierno momento que veían sus orbes de color avellana.


Pese a ese bello momento, la calma terminó cuando la música llegó a su fin. La celebración previa al asunto importante que debían atender culminó con la llegada de Lord Voldemort. Los más jóvenes cruzaron miradas entre ellos, sabiendo lo que se avecinaba. No era la primera vez que se encontraban con el Señor de las Tinieblas en alguna de las casas de sus familias, pero nunca por la razón de esa noche.

―Mis fieles seguidores. . . buenas noches ―arrastraba las palabras, siseando como una serpiente―. Mi único objetivo hoy es ampliar nuestras filas con los más jóvenes, que se unirán al joven Malfoy.

Hermione miró a su hermana gemela, Pansy, con cierto temor en sus ojos, pero rápidamente cerró su mente mediante Oclumancia, creando barreras que hacían inaccesible su mente ante los demás. Y, como siempre, tomó la iniciativa, pues cuanto antes empezasen, antes terminarían.

―Mi señor, es un honor unirnos a sus filas ―dijo, con la cabeza altiva, sin miedo alguno.

―No esperaba menos de ti, Hermione Parkinson ―respondió el líder del bando oscuro, acercándose―. Y por eso, será la primera en ser marcada, seguida de la joven Pansy y las hermanas Greengrass.


Estiró su brazo, intentando evitar que hormigueo que sentía en su interior (y no, no eran las mariposas que Blaise le hacía sentir por estar enamorada) y el leve temblor que había ocultado hasta el momento, arremangándose para poder recibir la marca tenebrosa en su antebrazo izquierdo. Voldemort apuntó con su varita, que ahora usaba la Varita de Saúco, la cual había robado directamente de la tumba de Albus Dumbledore, tocando la pálida piel de la menor de las gemelas Parkinson. Murmuró un hechizo, que él mismo había inventado, y en cuestión de segundos, en su brazo apareció la marca de los mortífagos. Esa serpiente con una calavera como cabeza, negra, que brillaba y escocía a horrores.

Se mordió la mejilla por dentro, evitando así soltar un sollozo por el ardor que le causaba el hecho de haber sido marcada, apartándose para dejar paso a su hermana.

Después de Pansy, que al terminar se quedó junto a su hermana, pasó Daphne Greengrass. Y luego, Astoria, su hermana pequeña, la cual no pudo evitar sollozar. Ella ni siquiera debería estar ahí, supuestamente tan solo iban a marcar a los de séptimo curso, así que nadie entendió la razón por la que el matrimonio Greengrass decidió poner en peligro a la menor de sus hijas.


Los chicos fueron los siguientes. Marcus Flint, por ser el mayor, pasó el primero. Aunque había rechazado la invitación al baile, llegó en el momento de la ceremonia de marcación. Le siguió Theodore Nott, bajo la atenta mirada de su padre, Robert, que le tenía atemorizado. Si las miradas matasen, el joven Nott ya estaría tres metros bajo tierra. Era una mirada cargada de odio, que seguramente se había enterado de los intereses amorosos y sexuales de Theodore, quien era homosexual. Seguro que los Carrow no tardaron en soltarlo y contárselo, pues el grupo se había "rebelado", si podía decirse de alguna manera, y pensaron que esa sería una manera de controlarles. . . pero no sabían que acababan de cavar su propia tumba, porque lastimas a uno y lastimas a todos, por algo son como hermanos.

Todos para uno y uno para todos, se prometieron con once años.

Blaise fue el último, pero también quien recibió lo peor.

Lord Voldemort había lanzado un Crucio al heredero de los Zabini, dejando a todos incrédulos y habiéndoles tomado por sorpresa.

Blaise Zabini no gritó, por mucho que el dolor era incesable y no terminaba. No quería verse débil ante ese hombre de lengua viperina, no si eso significaba que podría ser el punto débil por si fallaban en algún momento.


―Es un recordatorio por si alguno decide traicionarme ―siseó, antes de desaparecer junto a Nagini, su serpiente.


La primera en reaccionar fue Hermione, obviamente. Todavía metida en esa burbuja de horror y sorpresa, no tardó en posicionarse junto a su novio. Le acarició la mejilla con ternura, para después depositar un beso en los labios impropios.

―Lo siento, amore ―susurró, brindándole un abrazo.

―Estoy bien, principessa ―murmuró el de orígenes italianos, en el hombro de su pareja.



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Los chicos ya han sido marcados uwu y pronto tendrán su primera misión (es algo que he cambiado respecto a la historia original, pero que es necesario para poder finalizar la novela).

Por cierto, esta historia será un poco más corta que el primer libro, no creo que pase de los 15 capítulos, así que pronto empezaré el tercer y cuarto libro, que actualizaré a la par, ya lo veréis.

Quiero leer vuestros comentarios, me hace muy feliz. Y votos también, porque los escritores pasamos horas redactando y es bonito ver un buen feedback, ¿no?

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