Capítulo 12.
Todo había sucedido muy deprisa. Hermione estaba muy débil, ninguno sabía si aguantaría lo suficiente como para llegar a casa. No se dieron cuenta de lo sucedido, incluso vacilaron cuando lo escucharon en boca del Señor Tenebroso. No podían creerlo. No podían perder a Hermione.
Pansy tardó, pero reaccionó. Las lágrimas empezaron a caer por sus mejillas, brotando gotas saladas hasta su ropaje. Pero no le importaba. Rápidamente se acercó a su hermana gemela, tomándola en brazos. Suplicando que no la dejase sola. No podía dejarla. No podía vivir sin ella.
—Por favor... por favor —pidió, entre sollozos, la de cabellos azabaches, abrazando con fuerza a su hermano—. No hay Helena sin Jean, ¿recuerdas?
Hermione no tenía fuerzas. Había perdido mucha sangre y el sobreesfuerzo que hizo para mantenerse en pie después de la explosión que les lanzó por los aires no ayudó demasiado. Se mordió el labio con fuerza, provocándose una herida ahí, pero el dolor, no hablando del físico, era superior. El hecho de dejar sola a su hermana, a su pareja, a sus amigos, la destruía por completo. Aquel dolor psicológico, el dolor por la culpa que sentía por no haber sido más precavida, era el peor de los males.
—L-Lo siento... —susurró, entre jadeos, cerrando sus ojos—. Os quiero, sois mi Ohana.
Los jóvenes se juntaron a su alrededor, tristes, algunos llorando y otros aguantando las ganas de llorar. Ese viejo libro que usaban como traslador se iluminó y empezó a vibrar, alzándose un poco del suelo. Era la señal.
Entre todos ayudaron a Hermione, ya sin conocimiento y sin atreverse a tomarle el pulso, por miedo a tener que aceptar que su amiga y hermana se había ido para siempre.
En un abrir y cerrar de ojos, esa vieja y abandonada tienda de varitas de Gregorovitch dejó de ser su mayor pesadilla, para cambiar su campo de visión y llegar a la mansión de los Greengrass, punto del cual partieron unos días atrás.
Los adultos no esperaban que sus respectivos hijos volvieran tan pronto pero, en cuando vieron la situación, el pánico cundió. El señor Parkinson fue el primero en acercarse a sus hijas, horrorizado por lo que sus oscuros orbes veían.
Parkinson vio como el corazón de su hija menor latía por última vez.
Hermione había muerto desangrada. Hermione había aceptado a la muerte como una amiga, porque había vivido suficiente y feliz.
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¡El último capítulo! He tardado mucho y es muy corto, soy consciente de ello, pero quería culminar la novela con un buen epílogo, un poco más largo de lo habitual.
Así que dejo todo el suspense hasta publicarlo.
Espero que os guste y os haya gustado el segundo libro de la saga, próximamente estaré actualizando los siguientes dos.
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