― ¡Pansy! ¡Hermione! ¿Estáis listas? ―exclamó elevando la voz Helena Parkinson, la madre de las dos gemelas―. Es hora de irnos.

―Helena, no te estreses. Aún queda tiempo para que el tren se vaya, amor ―le dijo su marido, llegando a su lado para besar sus labios con dulzura.

―Como se nota que no eres tú quien tiene que llevarlas a la estación, cariño ―ironizó, sonriendo, la mujer mayor con total amabilidad.

El primero de septiembre había llegado. 1 de septiembre de 1997. Pansy y Hermione Parkinson empezarían su séptimo curso en unas horas, en cuando llegasen al colegio con el Hogwarts' Express. Sin embargo, este año no sería igual que los seis anteriores, sino todo lo contrario. Ese año iba a ser duro y muy distinto. El Señor Tenebroso estaba al mando del colegio; había puesto a Severus Snape como director de Hogwarts, por lo que mandaba él indirectamente en el colegio. Los hermanos Carrow, Alecto y Amycus, serían los encargados de la disciplina y Amycus, también en su caso, impartiría Artes Oscuras, dejando de lado Defensa Contra las Artes Oscuras, que no se impartiría a lo largo de ese año. A su vez, Alecto Carrow se encargaría de impartir la asignatura de Estudios Muggles, en la que demostraría y dejaría claro que los muggles y nacidos de muggles eran inferiores a los magos; además, que sería una asignatura obligatoria para todos. A parte de eso, las normas habían incrementado de mala manera, cambiando así muchísimas cosas. Y, a pesar de todo esto, algunos de sus amigos no asistirían a Hogwarts, Draco Malfoy y Andrómeda Black ―hija de Regulus, criada como una Malfoy por sus tíos desde su nacimiento y la mejor amiga de Hermione―, pues se quedarían en la mansión yendo de un lado para otro haciendo misiones para el Señor Oscuro.

En cuando las gemelas Parkinson llegaron al andén nueve y tres cuartos, cruzaron la barrera que separaba el andén muggle del andén mágico y se despidieron de su madre, la cual tenía que irse con mucha urgencia a hacer unos quehaceres importantes con una amiga de la familia, Elysabeth Nott ―quien era la madre de su amigo Theo―. Ambas chicas subieron al tren y, acto seguido, se dirigieron a los vagones de Slytherin, los cuales se diferenciaban del resto por ser más lujosos y glamurosos, mucho mejor cuidados y con una cálida óptima que ningún otro vagón podría tener. Tenía sentido que fuese así, puesto que las familias de los alumnos pertenecientes a la casa de Salazar Slytherin pagaban todos los años para que así fuera.

Los asientos, verdes con cuadrados negros, predominaban en el lugar. Algunas mesas, donde los alumnos más jóvenes acostumbraban a jugar al ajedrez mágico acompañaban el mobiliario de los vagones. Y las ventanas, amplias y sumamente limpias, donde se filtraban los rayos de luz solar, esa luz brillante y bonita que daba un poco de vida al lugar. Era la luz en la oscuridad.

―¡Pans, Herms! ―exclamó Blaise Zabini con una sonrisa, feliz de ver que no sería el único de los mayores en el colegio―. ¿Cómo ha ido su verano?

―Estuvimos en Grecia, Turquía y parte de Asia. ¡Espectacular, Blaise! ―exclamó Hermione, recordando ese gran viaje. De las dos hermanas, ella fue quien más lo disfrutó junto a su padre, pues ambos eran amantes de la cultura oriental, aunque siempre habían preferido lo que destacaba en la parte mágica de Oriente, más que la muggle.

―Estuvo bien, ya sabes ―contestó la contraria quitándole importancia, pues por lo único que había asistido al viaje familiar fue por insistencia de sus progenitores y por las hermosas islas griegas que tanto adoraba―. Herms, ¿no tenías que ir al vagón de prefectos?

―Cierto, me esperan allí. Ya sabes, Blaise. Cosas de premios anuales ―se burló, levantándose del asiento, antes de empezar a caminar.

No iba a ser un año fácil para ninguno de ellos, pero harían todo lo posible para llevarlo lo mejor que pudieran.

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¡Y aquí tenéis el primer capítulo! Los primeros capítulos serán un poco introductorios a la trama, al igual que en el primer libro (lo tenéis en mi perfil, jeje), pero en seguida empezará el drama, prometido.