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{Capítulo 3 parte 2}

—Lucas... —Si? ¿Que pasa, Rouse? —Rouse hizo una breve pausa dejando ver su rostro sonrojado. —Tal vez podrías pintarme a mi...

Decir sonrojado se quedaba lejano al ver como estaba Lucas por la proposición de Rouse. El muchacho ni siquiera podía evocar palabras, lo mas que salia de su boca eran tartamudeos y balbuceos. —Yo... Tu, bueno me gustaría... Bueno no. No digo que no quiero.

—No te espantes, Lucas. Solo bromeaba. —La chica de cabellos rojizos recostó su cabeza en las piernas de Lucas. Rouse estiró sus manos hacia la cabeza de su amado rodeando su nuca y estirándose para besarlo. Lucas respondió al beso sosteniendo el cuerpo de Rouse y aumentando la velocidad de su beso. La chica se acomodó de tal forma que ahora estaba sentada sobre las piernas de Lucas y él seguían abrazado su cuerpo. —Te amo Lucas. —Susurró la joven en el oído del pintor. —Daría mi vida por ti...

La pareja estaba en lo suyo hasta que un imprevisto llegó a interrumpirlos, —Señorita Amery? Esta aquí en su estudio? —Uno de las mujeres que cuidaban de Rouse tocaba a la puerta asustando bastante a los muchachos.

—Saldré por la ventana, no quiero causarte mas problemas. —Dijo Lucas en voz baja dando un último beso en los labios de Rouse y saliendo rápido por la ventana.

...

Luzbel tenía el tiempo justo para arreglarse y salir al restaurante. Por suerte, el escritor guardaba una muda de ropa en una gaveta de su escritorio. —Oye Luz, hace un rato estaba pensando en ir mañana a desayunar tu y yo... —De pronto Valentino entró a la oficina de Luzbel con su gran sonrisa, siendo sorprendido por ver a luz cambiando su camisa.

—Eh... Esto. Saldrás esta noche? —Val se sonrojó un poco por ver a Luz empezando a abotonar una camisa limpia de color negro que hacia juego con sus ojos miel. —Así es, tengo una cita con una de las enfermeras que trabajan cuidando a mi padre. —Para Valentino, la noticia le cayó como un balde de agua fría y su emoción de ver a Luz abotonado con su camisa se había esfumado. El escritor pasó por alto a su amigo y terminó de ponerse un sacó rojo y concluyó su arregló peinando su cabello ligeramente enchinado.

Luzbel salió del edificio y subió a su auto poniéndose en camino para el restaurante. Escuchando algo de música que le quitara lo tensó de todo su absurdo día. Mientras el escritor se detenía en un semáforo en rojo, miró a una madre llevando de la mano a un pequeño niño para cruzar la calle. Para Luzbel fue muy difícil ocultar los sentimientos que le generaban el recordar todo el tiempo que pasaba con su madre. Y así como no pudo detener sus pensamientos las lágrimas bajaron por las mejillas del hombre que retenía una inundación de lágrimas aun mayor.

Secando sus mejillas, Luzbel siguió hasta el restaurante y aparcó su auto en el estacionamiento del lugar. El portero del lugar lo reconoció y le indicó cual sería su mesa. —Prefiero esperar un rato más, estoy esperando a alguien. —Indicó el escritor esperando en la puerta del restaurante. No tuvo que permanecer ahí por mucho tiempo ya que la misma voz que le había confirmado estar ahí sonó detrás de él.

—Lamento haberle hecho esperar, señor Goetia. —Aquella chica de cabello rosado inclinó un poco la cabeza a modo de disculpa. Luzbel sonrió por lo adorable que le pareció e invitó a la chica a entrar junto a él.

La luz de las velas en la mesa les daba un aire romántico, mas de lo que a Luz le gustaría. —Ya es momento de conocer su nombre, no le parece? —Sugirió el escritor sonriendo mientras estiraba un poco su mano hacia su acompañante. Ella por supuesto le respondió con una risita y tomó la mano del escritor acercándose lentamente hacia él, llegó hasta su oído y susurro su nombre.

...

En el trayecto de Corina a su casa mientras la lluvia la cubría, llegó a una pequeña tienda a las cercanías de lo que parecía un barrio chino y tuvo la idea de comprar una sombrilla para cubrirse del aguacero que estaba cayendo, al adentrarse en la tienda varía cosas llamaban la atención de la joven que estaba curiosa observándolo todo.

—Muy buenas tardes, señorita. —Saludó una mujer de edad algo avanzada que sabe dios de donde apareció dejando con un buen susto a Corina. —Me asustó, buenas tardes... De casualidad venderá sombrillas, esta lloviendo muy fuerte allá afuera. —La vendedora no apartaba la mirada de Corina y con una sonrisa amable le mostró una sombrilla de colores claros y dibujos de aves. Enseguida fue que Corina estaba por salir de la tienda hasta que la voz de la mujer la retuvo antes de irse.

—Veo una historia muy grande detrás de usted, a pasado por mucho o estoy equivocada? —Esas palabras detuvieron lo suficiente a Corina para que diera la vuelta y volviera con la tendera. —Y que si es así? Debo aceptar que usted es muy extraña, señora. —Mencionó la chica tomando asiento delante de la mujer que la invito con un gesto de su mano a tomar asiento. La mujer sonrió aun con amabilidad y le acercó una taza de té mientras continuaba hilando una bufanda de un verde brillante, como el de los pastizales mas vivos que haya visto.

—Disculpe la pregunta, ¿cual es su nombre? —Cuestiono Corina que tenia la mirada perdida en la bufanda que poco a poco se hacia mas extensa y hasta cierto punto parecía que ese verde brillante cambiaba a un verde acuoso. —Me llamo Margarita, y tu?.

—Yo me llamo Corina... —Margarita interrumpió a Corina sirviendo el té para enseguida hablar ella. —Es un nombre apropiado a decir verdad, Corina es diminutivo de Cora y de origen griego. "Aquella que se mantiene joven mucho tiempo" en tu caso es muy acertado. —Corina para este punto estaba sumergida en una curiosidad enorme así que se mantuvo en silencio bebiendo té y escuchando lo que Margarita le estaba por decir.

—Sabes, el nombre de Corina es de mujeres ambiciosas que desde pequeñas saben lo que quieren y cómo conseguirlo. No se distraen de su objetivo, son luchadoras, perseverantes y tenaces... Pero puedo sentir que tu corazón no ambiciona nada, al contrario. Quieres ayudar al que este desprotegido y mantener una sonrisa que caliente los corazones.

Corina mantenía su mirada en la taza de té, mientras el liquido daba vueltas de tal forma sincronizada que le avivaba la memoria sobre su dura infancia, problemas y discusiones que la aquejaban día tras día y noche tras noche que el mero hecho de recordar lo sucedido le dolía en el alma.

—Si ya sobrevives a una tormenta, la lluvia ya no te hará nada... Toma esto como un obsequio. —Margarita terminó de tejer su bufanda y la acercó a Corina con un gesto de amabilidad. —Es usted muy amable señora Margarita, muchísimas gracias. —Es lo menos que podía hacer, tu escuchaste todo lo que esta viejecilla tenia que decir y si algún día quieres meditar sobre la vida, la tienda de Margarita esta abierta para ti.

Cora se colocó la bufanda y salió de la tienda abriendo su sombrilla y empezando a caminar nuevamente hacia su casa. A la mitad de su trayecto las palabras de la señora Margarita dibujaron una sonrisa en la boca de Corina así que ella cerró su paraguas y poco a poco fue acelerando la velocidad de su caminar.

Sus pies chocaban contra los charcos de agua y las gotas de la lluvia golpeaban su cabellera castaña. Las manos claras de Corina rosaban las plantas que estuvieran cerca y la bufanda verde se ondeaba como si fuera una bandera o como las alas de un ave. Ese pequeño momento estuvo lleno de alegría para la joven, y reía por volver a sentir esa felicidad tan simple de algo como era la lluvia sobre su rostro y las flores en sus manos.

Cuando llegó a casa aun mantenía su euforia pero esta vez acompañada de un cansancio gigantesco por haber corrido y brincado sobre tantos charcos, Cora no era especialmente una chica atlética así que su gran momento de diversión le había cobrado muchas energías. Así que sólo fue a su habitación para cambiarse y ponerse a descansar para su gran día de mañana.

Corina se recostó sobre la cama; levantando sus manos hacia el techo sosteniendo su bufanda pensando en lo que le había dicho esa mujer: "Si ya sobrevives a una tormenta, la lluvia ya no te hará nada." Ahora vivía con su hermano y no se sentía sola como cuando vivía en su antigua casa, tenia claro que empezar en su muevo trabajo sería algo muy complejo pero ella no tenía mi idea de lo que se vendría.

Lentamente, Corina se quedo dormida y su sueño anunciaba un presagio interesante. Un demonio que se volvía ángel, un humano que se volvía un astro y una flor que se volvía ave.

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