{Capítulo 13 parte 1}
Faltaba aún una o dos horas para que nuestros protagonistas salieran a pasear por la ciudad y Agatha tocaba con cierta ansia la puerta de la habitación de Corina.
—¿Qué pasó, Agatha? Todo esta bien?
—Claro que no, Corina. Traje en mi maleta bastante ropa para cada evento que fueramos a tener pero ¡Recién noté que no traje ropa casual para una salida normal o de noche!
A Cori le daba cierta risa ver a Agatha preocuparse por algo que ella creía que era algo tonto. Pero aún así le dio unas palmaditas en la cabeza a Agatha dándole su apoyo. —Ya, ya. En general mi ropa es casual todo el tiempo... Si quieres te puedo prestar algo.
—JAJAJAJA... No. No seas tonta amiga, vine para que fuéramos a una tienda de ropa y comprar cosas lindas.
—Mmmm bueno la cosa es que no traje mucho diner...
—No te preocupes por nada Corina, tu solo te debes preocupar por que vestidos se nos verán mejor.
Y así, Cori y Aga salieron del hotel para ir a una tienda de ropa que decirle grande sería quedarse corto. Sin duda alguna la Ciudad Imperial estaba llena de enormes edificios y eso incluía las tiendas departamentales.
—Es un gran placer recibirla en nuestra tienda, señorita Agatha Petrov. —Nuevamente la gente parecía conocer bien esta mujer Agatha, cosa que no paraba de sorprender a Corina. —Si, si, si. Mejor traiga para nosotras los mejores vestidos que tengan. Hoy tenemos una cita por la tarde noche y quiero que nos veamos espectaculares.
De inmediato la recepcionista las llevo a la zona más exclusiva de la tienda. Y la mirada ya sorprendida de Cora se volvió de aún mas sorpresa al ver ropa tan bella y accesorios muy guapos.
—¿Qué opinas Corina? Esra tienda esta cuanto menos regular, creo que deberíamos ir a otras mejore...
—¡Me encanta! Toda esta ropa es muy bonita, estoy segura que se verá genial. Vamos Aga, nos tenemos que probar todo ¡Ya! —Diciendo esto, Cori tomó la mano de su amiga llevándola hasta los probadores, en cierto punto Agatha vio por asomo un pequeño tatuaje de la pantera rosa en la espalda baja de Cori.
Petrov, una gran pintora, escritora, modelo, economista y diseñadora. Una mujer tan crítica como sádica que estaba por despreciar la tienda de ropa donde estaban pero al ver como Cori tan felíz, no fue capaz de oponerse a ella. Esa sonrisa sin duda podía cambiar a las personas.
...
El sonido de los golpes de Valentino envueltos en sus guantes chocando contra un costal con un enorme parche sonaban por todo el gimnasio. Su fuerza ya hacia temblar a todos sus compañeros en el gym, Roque Balboa miraba con asombro el gran potencial que su mejor peleador tenía.
—Lo estas haciendo muy bien, ahora sube al octagono. ¡Ivan, Kevin y Lenni, ustedes pelearan al mismo tiempo contra Val!
El quejido de los tres muchachos era bajo pero demostraba que no era la primera vez que enfrentaban entre varios peleadores a Valentino. Una vez que todos estuvieron dentro de la jaula. Valentino parecía moverse con la velocidad de un tigre que se lanza sobre una cebra, derribó a Lenni con un golpe al rosteo que fue imposible de ver, Kevin fue neutralizado con una patada alta en su cabeza seguido de un "Golpe de Superman". Y por último, Iban cayó con un súplex y una llave de brazo para obligarlo a rendirse.
—Muy bien Val, era veloz y fuerte, pero no basta con tener aptitudes físicas. Quiero que practiques tus llaves de sumisión, la forma de pelear de Dante Miller, tu oponente. Consiste en llevar a sus víctimas al suelo lo mas rápido que pudea para someterlos a puletazos o con llaves de rendición.
—Entiendo, quizá si lo noqueo en el primer golpe eso baste para que no pueda llevarme al suelo.
—No es momento para chistes, Val. Estamos hablando de que tu rival fue campeón mundial de Peso Medio por 4 años. Su técnica de pie es buena, tiene agilidad y resistencia y sus agarres al suelo son precisos. Si queremos ganar esta pelea deberas golpear sus piernas y arrinconarlo contra la reja.
—Como usted diga, jefe. Voy a practicar las llaves de sumisión para estar listo. Por cierto... Creé que hoy podría salir antes?
—De que estas hablando, Valentino? Tu pelea será en dos semanas y no debes perder el tiempo con distracciones. Para que quieres salir antes?
—Bueno entrenador. Mañana es el cumpleaños de... Un amigo, si, un amigo y quería mandarle un regalo porque no esta en la ciudad.
Balboa llevó su mano a su barbilla como si ya supiera de sobra que Valentino era terrible para mentir. Y pensando en lo que realmente su peleador haría. —Vaya, pues no vay remedio... Más le vale a tu "amigo escritor" estar presente en tu pelea. Termina tu entrenamiento y vete.
Roque se marchó pensativo a su oficina dejando a Valentino solo para que siguiera practicando junto a Ivan, Kevin y Lenni (Quienes ya estaban un poco más recuperados).
...
Hasta ahora todo parecía ser como un camino lento y constante en la vida de Luzbel Göetia que lo llevarían a un final específico, uno donde él no se podría imaginar las locuras que su hermana planeaba desde las sombras. Pero alguien más estaba al pendiente del escritor, aunque no para dañarlo. Si no todo lo contrario.
Un hombre de edad algo avanzada pero aún de figura imponente a pesar de verse cansado, reposaba en una silla mecedora fumando un puro mientras veía al cielo en una calma total.
—"A esta hora el muchacho debería estar en Ciudad Imperial" —Pensaba este hombre mientras seguía sin quitarse el puro de la boca. La mirada melancólica del señor era obvia, como la que una madre tiene al ver partir a su hijo... O como en este caso sería, un padre que extraña a sus hijos. Asi es, aquel hombre que no paraba de fumar era el famoso Charles Goetia. El padre de Luzbel y Katrina Goetia.
—Señor Goetia, ya esta lista su desayuno, el doctor dijo que no podía comer carne de cerdo, y eso incluye el tocino así que le prepararon una ensalada y muy poco de pollo a la braza. —Era Apolo Steven's, el mayordomo de la família Goetia que llegó para hablar con su jefe.
—Gracias, Apolo... Tu crees que después de tantos años, Luzbel me pueda perdonar algún día?
Cada año era lo mismo, Charles le preguntaba a su hombre de confianza la misma pregunta y Apolo siempre respondía con lo mismo. —Señor, para saber eso usted tendría que llamarlo.
—Mañana es el cumpleaños de mi hijo, quiero mandarle algo. Él fue a donarme sangre al hospital incluso cuando él me odia, lo hizo. Incluso si lo hiciera por una estúpida herencia, mis hijos me dieron su sangre. Katrina no deja de reprochar porque nunca le hice nada a Luzbel por no evitar que Mary muriera... Si ella supiera todo lo que le hice a ese pobre niño, lastime tanto a mi hijo que aún no soy capaz ni de perdonarme yo.
—Usted está arrepentido de corazón, quizá para Luzbel sea difícil encontrar el perdón. Pero él debería saber que usted esta arrepentido de todo lo que pasó.
—No lo se, ¿Cómo podría perdonarme si no me he perdonado yo?... Ay Dios, iré a comer en un rato. Primero quiero ir a mi recamara.
—Deje que lo acompañe, señor. Por favor, el doctor dijo que no podía hacer esfuerzos grandes.
—¡Pamplinas! Estoy bien, Apolo. Todavía no soy un ansiado senil. Sólo quiero ir por mis lentes y voy a comer. —Dijo el señor Goetia apoyándose en su bastón y caminando apresurado hasta su recamara. Cuando llegó a su habitación, un aroma a perfume, el mismo perfume que su esposa solía usar lo recibio tan sólo al abrir la puerta hasta el momento en que tomó asiento en su cama.
Un profundo suspiro salió del hombre que acarciaba un lado de su cama que hacía años llevaba vacío. Y sobre la mesita de noche de ese mismo lado estaba la imágen de una mujer de cabello castaño y unos ojos color miel que se mantenía abrazada a un Charles más joven. Una fotografía de cuando él y su difunta esposa vivían felices.
—¡Ay Mary! Tantos años y todavía no soy capaz de hablar con nuestro hijo... Perdóname, debes estar muy decepcionada de mi. Sabes, a pesar de todo lo que pasó entre nosotros yo aún te sigo amando.
El señor Goetia buscó un par de lentes y en el mismo cajón de donde los sacó. También estaba una vieja cajita donde estaban los anillos de matrimonio que usaron alguna vez la pareja Goetia.
—Luzbel... Katrina... Lo único que me gustaría ver antes de que me vaya de esta vida sería a alguno de mis hijos formar una família feliz. Una como la que yo no pude darles.
Charles tomó sus lentes y regresó al comedor para disfrutar su comida en compañía de Apolo. El mayordomo notó un poco más calmado a su jefe y amigo. Después de todo, era un Goetia.
—Sabe, señor. Estaba pensando en que debería mandarle un poco de este pollo al señorito Luzbel. —Dijo Apolo con una risa alegre, de las pocas risas que habían en esa casa desde hacía mucho.
—Jajajaja no digas esas cosas. En todo caso le mandaré una botella de whisky y una caja de puros ¡Como buen Goetia!
—Ay Dios, usted no tiene remedio, señor. Quizá un ramo de flores sería mejor idea. Recuerdo que al joven Luzbel le gustaba cuidar flores en secreto.
—Esta decidido, una botella de whisky, una caja de puros y un ramo de flores.
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