Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 5

N/a corto: Me perdí tres semanas porque conseguí trabajo jajaja. De hecho este capítulo se iba a publicar la semana pasada, pero he estado demasiado ocupada. Pero ya, recuperé un poco mi ritmo de vida normal así que vamos con el capítulo de hoy

Todo el camino hacia el castillo se sentía como una eternidad. Thomas golpeaba el piso del carro con el pie en un tic que ni siquiera Cedric podía frenar. Sentía que se estaba acercando en un encuentro con el destino. No sabía que encontraría en la mansión, pero, por primera vez en muchos años estaba más que preparado y dispuesto para adentrarse en lo desconocido.

En cambio, Cedric lo miraba con algo de preocupación. La última vez que lo vio tan estresado fue en los días posteriores al ataque en Pearl Harbor, el cual gracias a las explosiones y el trauma subsecuente, el sistema nervioso de su amigo quedó tan alterado que no podía hacer el mínimo movimiento sin que su cuerpo temblase. También tenía prisa por llegar, consideraba que había sido una movida demasiado imprudente en dejar a Elizabeth sola con los guardias, pero su labor como anfitrión era la de recibir a las diferentes delegaciones.

Daisy también miraba a su amigo con ese tic en la pierna, recordando los mismos sucesos de Cedric. No sabía si era prudente hablar, pero creía que debía hacer algo para distraerlo. Recordó la lista de delegados de los diferentes países y decidió comentar sobre eso:

—Vi que los únicos delegados con nombre son los italianos. No sabía que Mussolini tenía gemelos.

Thomas miró a Daisy con una expresión de irritación. Posteriormente se dirigió a Cedric. Recordó todo el problema de las cartas con André.

—¿Los gemelos van a estar allá? —El enfado en el tono de voz de Thomas era evidente.

La mujer se dio cuenta en ese momento que había empeorado la situación. En cambio, Cedric suspiró y asintió con la cabeza para preguntar:

—¿No leíste la lista de delegados que te envié?

Thomas negó. Al escuchar la conversación, Daisy entendió el motivo de la irritación de su compatriota y frunció el ceño.

—Sé que odias a los gemelos, pero te lo pido, por favor, compórtate por una vez en tu vida.

—Yo no odio a los dos, sólo a André. Flavio me cae bien, pero siempre sigue los pasos de su hermano mayor —admitió Thomas. Al escucharse a sí mismo, recordó algo importante y se dirigió a Cedric, su mirada era desesperada— ¿Quiénes son los delegados de Alemania?

Cedric pensó por un momento si era buena idea darle la respuesta completa, pero vio a su amigo tan desesperado que creía que si decía algo de más, sería capaz de tirarse del carro en movimiento. Aún así, sin dudarlo, respondió:

—Ludwig está como líder de la delegación.

Contrario a lo que el británico sospechaba, la mirada de Thomas se iluminó, dejó el tic de la pierna y susurró para sí mismo.

—Con que Ludwig estará ahí. No puedo esperar para preguntar por Sigi.

Cedric suspiró con alivio mientras que Daisy se mantenía sería. Al llegar a la mansión, el británico guió a los recién llegados a su habitación. Era grande y lujosa. Después de confirmar que cenarían juntos en la noche, Cedric dejó a los americanos a solas. Daisy se sentó en la cama mientras que Thomas ubicó el diván con su vista y puso el equipaje ahí. La mujer le habló en tono cálido y suave:

—La cama es espaciosa, Tom. No tengo ningún problema en que duermas en una parte de la cama.

Thomas sonrió y negó con la cabeza.

—No te preocupes, el diván se ve bastante cómodo. Te respeto demasiado como para hacer un movimiento tan atrevido como dormir en el mismo lecho que mi amiga. Si alguien sospecha de que no somos un matrimonio, subiré a la cama, ¿De acuerdo?

Daisy soltó una risa y se acostó en la cama para cubrirse con la manta.

—Como desees, dormiré un rato. El viaje me dejó cansada.

—Muy bien, yo daré una vuelta.

Thomas salió de la habitación y decidió recorrer toda la mansión. Exploró las zonas de té, el gran salón de reuniones y el comedor donde habían acordado que todos iban a cenar. Cuando creyó que había visitado todos los interiores, decidió salir.

Se sorprendió al notar los grandes jardines que se encontraban en los alrededores de la mansión. También había un pequeño bosque frondoso donde podía esconderse de la vista de todo el mundo. Siguió caminando hasta que creyó haberse perdido. Suspiró con desgana ya que quería descansar.

En medio de la caminata, encontró un rosal que estaba justo pegado a una de las paredes de la mansión. Lo que llamó la atención fue que en medio de ellas había una mujer que contemplaba las rosas. Su cabello castaño se deslizaba por su espalda hasta la cintura, y era contrastado por su vestido de tonalidades violeta.

Creía estar viendo una ilusión, pues, por primera vez en muchos años, sintió su corazón latir con fuerza. Creía que había estado muerto por mucho tiempo y sus latidos eran el recordatorio de que estaba vivo en ese preciso momento.

¿Era ella o sólo una ilusión? ¿Su mente estaba jugando al saber que Ludwig estaría presente en este lugar?

Al recordar que estaba en una zona de Suiza donde predominaba el alemán, decidió comunicarse en ese idioma. Intentó hablar, pero la voz no salía de su garganta. Tenía tanto miedo de que la ilusión desapareciera o que la mujer se voltee, siendo una persona diferente. Hizo un sonido gutural para aclarar la voz y finalmente preguntó:

—Creo que me he perdido, ¿Sabe donde queda la entrada principal de la mansión?

La mujer quedó completamente estática por un momento y enderezó su cuerpo. No dejaba de mirar las rosas, pero el movimiento de pecho indicaba que estaba respirando con pesadez. Thomas creyó que no lo había entendido y decidió volver a preguntar:

—¿Hola? ¿Habla alemán?

Sieglinde creyó que finalmente había enloquecido. Definitivamente era la voz de Thomas, pero no tenía conocimiento de que iba a estar ahí. ¿Era un mal juego de Dios o en realidad estaba detrás de ella?

Finalmente, decidió voltear y enfrentarse al destino. Ahí estaba. Su cabello de trigo, esos ojos azules profundos que la miraban con sorpresa. Esos delicados labios que soltó un suspiro al ver su rostro. Ahí estaba Thomas frente a ella.

La reacción del estadounidense no era menor, su corazón saltó de alegría al verla. Eran sus mismos ojos, esa mirada inocente y tierna que recordaba. Ni siquiera sus ojeras y sus párpados cansados opacaban esa mirada que tanto amaba y extrañaba. Sus mejillas sonrosadas que le recordaba al pigmento que soltaban las rosas. Era Sieglinde, era su amada.

Después de cinco años, finalmente se habían vuelto a encontrar. Finalmente habían vuelto a vivir.

Sieglinde era incapaz de decir una sola palabra. Tenía miedo de que la ilusión se rompiera. Decidió dar un par de pasos. Thomas seguía ahí, en shock. Ambos querían compartir el mismo destino: correr hacia los brazos del otro, besarse y decirse cuánto los había extrañado. Pero había pasado tanto tiempo que no sabía cómo reaccionaría el otro.

¿Los recibirían con amor? ¿Indiferencia? ¿Desprecio?

Los pasos apresurados de los demás obligó a que ambos salieran de la ilusión. El primero en llegar fue Dieter, quién saludó a Sieglinde con el brazo alzado. Ignorando a Thomas, le habló:

—Señora, el coronel von Wolffen la está esperando para revisar los documentos.

Sieglinde dio un pequeño salto de sorpresa y asintió. Los alemanes vieron como Daisy llegaba al lado de Thomas y se aferró a su brazo con una sonrisa. Dieter notó de inmediato cómo las facciones de Sieglinde se tensaron ante la voz de la rubia:

—¡Al fin te encontré!

La mirada indiferente de Sieglinde ocultaba la rabia de ver a esa mujer aferrada a su amado. Thomas, quién estaba sorprendido al notar cómo Ludwig había escalado a nivel militar, le dedicó una bella sonrisa a Sieglinde que fue correspondida por ella. Tanto Dieter como Daisy quedaron sorprendidos al notar ese amor y genuinidad en una sola mirada.

Thomas asintió con la cabeza a Sieglinde, dejándola más tranquila y se fue con Dieter. Sabía que estaría en la mansión durante el tiempo de la conferencia.

Definitivamente tenían muchas cosas de qué hablar.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro