Enrosca tus dedos
en el frívolo anillo
que cuelga titubeante
de mis manos frías.

Una ladrón nocturno que devora todo,
un satélite altruista que aspira los ojos
de fieles creyentes en la resurrección de cristo.

¿Y quién
mas que tú
pudo haber clavado
la daga en mi pecho desnudo?

Y luego hiciste cantar a las gaviotas
y luego hiciste graznar a los cisnes

porque la magia se perdió
cuando la gema cayó sobre el pavimento
lleno de arena y escombros
de lo que tu cuerpo una vez fue.

Y te marchitas como el atardecer
porque mataste al sol que te lo daba todo.

Y retumba la noche en tus pestañas
mientras tratas de alcanzar la talla
de esos pequeños zapatos de tacón

como Anastasia irreverente.
A tí sólo te espera la agonía,
inevitable ladrón de los sueños,
innegable Robin Hood de lo absurdo.

Mataste mi alma y ahora
te pierdes con la espada
s a n g r a n t e
entre el bosque de las moscas
porque ya no queda nada,

      no queda nada a lo que aspirar
      porque lo devoraste todo
         y robaste el anillo
            y quebraste mi mano
               para ponerlo en tu mano.

      Insensible y taciturno,
      duerme ahora.
      No habrá mañana que te despierte,
      tan solo siente la agonía,
      sufre de manera elocuente.

Hoy manchaste el brillo de tu mirada
ya no puedes aspirar a nada.
No, ya no queda nada...