Girasol
¿Cómo se siente ser feliz? A veces lo olvido y me concentro en la simplicidad de las nubes. Su color opaco te hace pensar que navegan en un mar de eterna melancolía, que siempre están tristes, pero eso es solo el reflejo de un alma vacía.
Me pregunto si ya he perdido el propósito al no admirar mas la pureza del blanco, pero eso también es una superficial mentira que se vuelve pedazos triangulares en cuanto la tocas, como jarrón carísimo que cae al piso en un descuido. Soy yo quien navega en un mar de tristeza infinita, soy yo quien envidia el blanco porque el interior se ha jodido tanto...
Pero entonces vuelve. Vuelve esa pregunta a rondar por mi cabeza, como bicho que no se va porque desea extraer de tu cuerpo hasta la última gota de sangre, hasta la última pisca de sinceridad.
Y la verdad es que no tengo una respuesta. No tengo una respuesta a todo esto que me hace sangrar y se revuelca en la suciedad que llevo dentro. Solo voy pensando en mi constante miseria cuando se aparece esa misma pregunta, una y otra vez.
¿Cómo se siente ser feliz? ¿He sido feliz en algún momento de mi vida? Entonces recuerdo la finca donde solía ir con mis tías, recuerdo ese campo repleto de plantas muertas, flores marchitas, ramas tan secas que te herían al tocarlas y esas pequeñas bolitas verdes que se pegaban a mis zapatos.
Recuerdo la carne rojiza de un cerdo siendo quemado por el fuego, el olor penetrante a marañón cada vez que lo recogía, el insoportable calor que se pegaba a cada parte de mi cuerpo. Y recuerdo mi indiferencia, mi ingenua indiferencia ante esas imágenes grotescas plasmada en una sonrisa. No sentía ninguna emoción negativa a pesar de encontrarme en un paisaje tan deprimente como ese.
Flores marchitas, animales muriendo, el silencio del campo y el absurdo murmullo humano. No, no recuerdo que esos detalles me molestaran. Mi mente estaba demasiado ocupada recolectando anécdotas acerca de cómo solía disfrutar de la vida, de como iba rasgando mi piel cada vez que caía y ensuciaba mis zapatos con el lodo, que aparecía y desaparecía según los caprichos de la inconstante lluvia y el implacable sol.
La infancia es esa etapa de ignorancia donde lo tienes todo porque no estás pensando en nada. Solo sos. Sos uno con la naturaleza y vas riendo sin importar lo demacrado que se encuentre tu panorama.
Recuerdo que los girasoles del jardín de la abuela eran lo único colorido entre las plantas. Por eso mismo los ignoraba, eran demasiado carismático como para juntarse con el resto de piezas deterioradas de esa vieja finca. Y ahora son lo único que veo, los invaluables girasoles porque, aún hoy, siguen siendo la única pizca de color en este ambiente que me deshidrata.
Cronos es una vieja sin autoestima y por eso nos jode a todos. Ojalá la esencia de mi vida se hubiera conservado igual de bien que esos altos girasoles. Ahora solo decoran porque son lo único a la vista. Como me gustaría haber nacido como uno y preocuparme solo por necesidades básicas. Comer, respirar, vivir. Existir sin propósito, existir sin futuro. Solo ser sin ser realmente uno.
Creo que la felicidad se encuentra en el movimiento de los girasoles, solo debes seguir al sol sin hacer muchas preguntas. Seguir a la luz y que esta te guíe en tu reducido y atrofiado pedacito de mundo.
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