Diente de león
Tu nombre se difumina cada vez
que cierro mis párpados.
El pasado parece desaparecer
pero solo se esconde
en un viejo páramo
donde todo simula dormir
tranquilamente
cuando en realidad todo es un caos.
Y es ahí donde todos bailamos,
es ahí donde todo se vuelve insano
y el color negro arropa la marea
como una máscara
que no se desprende
hasta que la volteas.
Y luego hay vacío,
todo cae.
Luego el precipicio
se desmorona
y todo cae.
Porque la gravedad es
el efecto indiscutible
que nos jala hacia el infierno.
El polvo se sacude entre
el vidrio de la ventana
pero nunca ha podido
limpiarse la mugre.
La raya café grisácea
que descansa en mi uña,
tardo poco minutos en quitarla.
Y me entran ganas
de correr sin ganas,
visitar el desolado panorama
y quemarme con el fuego del sol,
ese sol que no sale
en toda la mañana.
Y me hundo
y nos hundimos
en un río fino
donde todo parece tranquilo.
Donde todo es producto del delirio.
Veo hilos colgando de tu cuello
pero no son hebras de cabello.
Veo hilos de carne
colgando de tu cuello,
es lo único que sostiene tu cuello
y por eso creo
que vivo. Ya no estás
a mi lado y el alba desaparece
entre gritos y gemidos llenos de
humanidad.
La humildad fue tragada
por un hoyo negro
y masticada hasta ya no ser mas
otro ente errante en el páramo
cubierto por luciérnagas.
Creo que se ha desprendido tu cuello
del resto de tu cuerpo.
Y descansa tu cuerpo
y se detiene tu cerebro
porque has muerto.
¿Es ese el único final?
Todo se desvanece
cuando cierro
los párpados.
Y es
intermitente
cuando intento pensar
en la gente
que sufre y llora
en la ciudad y mas allá.
Ah, soy tan egoísta.
Solo pienso en mi
única forma de vivir.
Balanceo los pies en el risco,
miro hacia la profundidad del abismo
y me pregunto si me he vuelto cínico
por haberte tirado del precipicio.
¿Ves los triángulos en el vidrio?
Los he clavado en tus costillas
porque no encontré
diamantes para alumbrar
nuestro escaso tiempo de martirio.
Rodaste por la colina
hasta que ya
no nos vimos mas.
Y todo se
d e s v a n e c e
cuando cierro los párpados
parece
que la humanidad perece
pero sigue viva
y eso es
lo fatal.
La melancolía se resbala como miel
por las costillas,
he pintado de verde el camino
a la salida
pero tu cuerpo, ese que posees,
permanece
inerte en esa pútrida silla. Porque, ah,
resulta que ya no puedes moverte.
Por mas que trate de regalarte el
oxígeno que me sobra,
tu ya no puedes moverte
y los hilos que no son cabello
y se deslizan por todo tu cuello
ya no me pueden sujetar.
Tu cráneo se ha caído de la mesa
y no lo quise levantar.
Se sintió tan lento como lengua
el viaje por la carretera.
Tan lento como mi lengua
recorriendo
tu columna vertebral.
Y ahora te vas, te alejas
de mí. Errante sueño
el que se escurre de mis dedos
y es tibio
y lo siento
bajar
desde mi antebrazo
hasta mi panza.
II
Deposité besos en tu cuello antes de cortarte a la mitad,
pero no fuiste simétrico al momento de mi venganza
por eso disimulé que te amaba
y deposité en un balde mi líbido,
conteniendo arcadas,
hasta que te pude recuperar
y los desechos
se los tiré al abismo en la cara
para que ya no me mirara
y le quedaron ojos brillantes,
ojos de luciérnaga,
que me persiguen por la noche
por hacer que nuestra historia ahora sea
e t e r n a .
III
Soplé en tu boca mis deseos
hasta que ya no pude mas.
Dejé de contener el aire
en el mismo instante
en que giraste,
giraste y giraste como el aire
hasta convertir la oscuridad
en algo brillante,
en polvo alucinante
que ahora no me deja de picar.
Y rasco mi espalda
pero no cede.
Tu alma no intercede
y yo me hundo entre los ecos
que has dejado de escuchar.
Déjame ir, déjame flotar,
así como lo hiciste tu
en esa cálida pero fría mañana.
Te tengo envidia por dejar botadas
todas las exhalaciones que ahora me faltan.
Como sea, adiós.
Nos veremos cuando encuentre
a otro igual a vos.
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