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Capítulo 16

La fría agua lamía con suavidad las patas de Brinco de Conejo, quién cerró los ojos un momento para escuchar el río saltando entre las rocas que se interponían en su camino. El ambiente era tranquilo y cómodo, a pesar de la pequeña pelea que se había desarollado ahí mismo hace unos días. Escuchó a Relámpaga enterrando y desenterrando las garras en la tierra, nerviosa.

—Aquí es dónde atacó la patrulla del Clan de la Aulaga hace algunos días, ¿no?

El guerrero asintió brevemente, sin mirarla. Mantenía la vista fija en el río que separaba territorios, y más adelante, el páramo que pertenecía al Clan de la Aulaga. Los recuerdos lo azotaron como espinas, aunque gracias a la aparición de Estrella Diminuta en el momento preciso, la pelea entre las dos patrullas no llegó a mayores, pero Mordisco de Granito debía descansar su omóplato herido, por lo que Brinco de Conejo había sacado a entrenar a los dos aprendices.

—Parece que los guerreros del Clan de la Aulaga no han estado aquí en un largo tiempo... —musitó Zarpa Escurridiza, olisqueando un junco.

—Pero... ¿Por qué Baya Pálida marcaría tanto las fronteras sin el consentimiento de su líder? —se preguntó Relámpaga, confusa—. Malveada nos contó que ha sido un fiel lugarteniente varias lunas. Y no se veía mal en la Reunión.

—Quizá ya es momento que se retire. Es lugarteniente desde que tengo memoria —suspiró Brinco de Conejo. Baya Pálida había servido muy bien al Clan de la Aulaga toda su vida, por lo que su acción en las fronteras era rara para todos. En el mejor de los casos, simplemente estaba viejo y quería estar proteger su territorio a su propia manera. O la profecía lo había preocupado, como a todos los gatos.

Si bien parte de el presagio ya se había completado, aún faltaba la parte de "la niebla que el pasado ya borró". Una profecía podía demorar bastante en terminarse, y los gatos no podían hacer mucho. Desde ese punto de vista, Baya Pálida tiene todas las razones del mundo para estar nervioso.

—Oye, Brinco de Conejo —el guerrero de ojos anaranjados se giró justo a tiempo para ver a su aprendiz apuntando con la cola el territorio enemigo. El joven mentor miró allá, y se sorprendió al ver una patrulla del Clan de la Aulaga avanzando hacia el río.

Protectoramente, indicó a los aprendices que se acercaran a él, y dejó que se pusieran a su lado, en caso de que la patrulla enemiga tuviera malas intenciones. Brinco de Conejo entrecerró los ojos para ver mejor, y pudo distinguir la figura pequeña y delgada de Bigotes de Hormiga, las manchas blancas en el pelaje anaranjado del joven Ala Traviesa, un guerrero arigrado que no reconocía, y los fríos ojos de Baya Pálida.

—¿Ese gato de un ojo verde y otro amarillo es Baya Pálida...? —inquirió Relámpaga, procurando hablar en voz baja—. Se ve más delgado de lo que recuerdo...

Brinco de Conejo asintió. La aprendiza tenía razón. El lugarteniente mantenía el hocico en alto, aunque su cuerpo era algo esquelético, y habían partes donde no tenía pelo, sin contar lo pequeño que se veía. Aunque como siempre, mantenía las filosas garras desenvainadas, y el fuego helado de su mirada nunca se derretía.

—Muy buenas, Clan de la Ribera —los saludó Baya Pálida desde el otro lado, con una voz todo menos amistosa—. ¿Entrenando aprendices?

Brinco de Conejo intentó contestar con seguridad y orgullo, pero lo único que brotó de su boca fueron palabras nerviosas.

—Sí. Estamos repasando las lecciones de pesca. Es una cualidad importante de nuestro clan.

—¿Como dejar que guerreros jóvenes queden tuertos? —se burló el gato blanco. La Reunión se había realizado hace pocos días, y esta vez habían celebrado a los Solares.

El guerrero atigrado sintió la furia burbujeando en su interior, como una enorme piedra que se expande. Extendió las garras en la tierra y reprimió las ganas de arrancarle las orejas.

—Estaba solo. Aparte, intentó salvar un cachorro —quería decirle que seguro que si a él le hubiera no habría salvado a la criatura, pero eso solo ocasionaría una batalla de las dos patrullas. Un río entremedio no hacía mucha diferencia con un terrerno plano en esos momentos de tensión.

—Fue un gusto hablar con ustedes, Brinco de Conejo y aprendices. ¿Ustedes dos son Relámpaga y Zarpa Escurridiza? Es entendible que estén nerviosos. Por lo visto, su clan no puede protejerlos de una pequña serpiente —se volteó a sus compañeros de clan—. Nosotros sigamos. Aún nos falta marcar la frontera junto a la Cima del Cielo.

Zarpa Escurridiza estaba a punto de decir algo, pero su mentor fue mas rápido y le tapó la boca con su cola hasta que la patrullar enemiga se hubiese alejado lo suficiente.

—¡No puedo creer lo que dijo! ¿Ese es el mismo gato blanco que vi en la Reunión? —reclamó el aprendiz de ojos amarillos, alejándose de la cola de Brinco de Conejo.

—¿Cómo se atreve a hablar así...? —gruñó desconcertada Relámpaga—. ¡Hasta parecía simpático hace unos días!

—Deben ser cuidadosos al criticar un gato. Hasta que abra su boca, es igual de inocente que todos. Después de eso ustedes deciden como los tratan —suspiró el guerrero atigrado —. Pero bueno, pongámonos patas a la obra. Relámpaga, acércate al río. ¿Recuerdas bien los movimientos que Mordisco de Granito te—

—¡Brinco de Conejo! —el recién nombrado se volteó al origen de la voz. Zorillo corría en su dirección, con los pelos del cuello erizados y los ojos dilatados de miedo. Eso fue suficiente para acelerar el corazón del joven mentor.

—¿Qué paso...? —maulló cuando su amigo se agazapó un momento, recuperando el aliento.

Por los Solares y Lunares...

El gato blanco y negro levantó la vista en su dirección. Estaba muy asustado. Costaba creer que era aquel guerrero compasivo y gracioso el que ahora lo miraba con desesperación.

—¡Resplandor de Niebla está dando a luz antes de tiempo! —gritó por fin.

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Fruto uatpadd
Cada día con más bugs :u

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