Capítulo 1
Los ojos de Resplandor de Niebla brillaban como hojas cubiertas d rocío, y Brinco de Conejo no pudo evitar acercarse más a la gata gris y sentir el roce de su pelaje con el de ella, mientras los dos sonreían, observando el río y el lejano y amplio bosque del territorio del Clan del Pétalo.
—Oye, nosotros hemos sido buenos amigos durante un largo tiempo, y creo que es momento de dar un paso más —maulló, mirando sus patas algo avergonzado—. Resplandor de Niebla, ¿quieres ser mi pareja?
La mirada de la gata se iluminó aún más, mientras ronroneaba.
—¡Por supuesto, Brinco de Conejo!
Pero entonces, sintió algo como una espina enterrándose en su cola, a pesar de que los dos no estaban en el bosque, si no en un pequeño trecho cercano a la ribera donde no había nada más que pasto.
Brinco de Conejo soltó un gruñido al despertarse, no solo por la espina que se clavaba en su cola, si no también por la gran decepción que se había llevado. Ya llevo como tres veces...
El joven guerrero volteó la cabeza, y con las fauces, retiró rápidamente la espina, soltando un pequeño bufido. No muy lejos de su lecho, estaba Resplandor de Niebla durmiendo, con su lustroso pelaje moteado de negro por la oscuridad de la noche que se filtraba entre las ramitas del arbusto que hacía de guarida de guerreros. Brinco de Conejo parpadeó, cada día le parecía más bonita, y cargar con sus sentimientos era casi lo mismo que arrastrar un tejón. ¿Cuándo tendré el valor suficiente para declararme? No quiero seguir teniendo estos sueños...
El felino atigrado se levantó de su lecho y se dirigió hacia la salida. No pensaba quedarse más tiempo durmiendo. Al menos, por un rato.
Una vez afuera, el joven guerrero esponjó su pelaje ante el frío de la mañana. El cielo estaba oscurecido, pero pequeños trazos amarillos se extendían del lado de la Cima del Cielo, anunciado la pronta llegada del alba. En el centro del claro, Rosa Escarchada se encontraba preparando una patrulla, junto a Cielo Ardiente y Nube de Cernícalo. Brinco de Conejo partió en su dirección, con la cola en alto al pensar en renovar las marcas olorosas y cazar un poco. Quizá eso me distraiga de todo esto...
—Buenos días, Rosa Escarchada —saludó cordialmente inclinando la cabeza el atigrado marrón ante su lugarteniente—. ¿Puedo unirme a una patrulla, por favor?
La gata blanca respondió asintiendo la cabeza, para luego señalar con la cola al gato rojizo.
—Puedes unirte a la patrulla de Cielo Ardiente y Nube de Cernícalo, que partirá dentro de poco. Que los acompañe... Resplandor de Niebla. Desde hace dos amaneceres que no patrulla. Vayan al Lecho de Troncos, y remarquen la frontera con el Clan del Monte.
Brinco de Conejo se estremeció al escuchar el nombre de su amiga. Si podemos estar un rato a solas, ¡tendría mi oportunidad!
Cielo Ardiente soltó un ronroneo.
—Yo la despertaré. Creo que Brinco de Conejo está algo ocupado —maulló, antes de diriguirse al arbusto que hacía de guarida.
Al poco tiempo el guerrero rojizo regresó junto a una adormilada Resplandor de Niebla, que intentaba alisar rápidamente su pelaje enredado en el pecho.
—¿Adónde vamos? —inquirió la guerrera en un bostezo.
Brinco de Conejo abrió la boca para contestar, pero Cielo Ardiente fue mas rápido y le respondió con amabilidad.
—Al Lecho de Troncos. Remarcaremos las marcas olorosas en la frontera con el Clan del Monte.
El joven guerrero fulminó con la mirada a Cielo Ardiente, con lo que su antiguo mentor respondió con una risa ahogada y una sonrisa. Fue mi mentor y se comporta como aprendiz, pensó molesto el felino, moviendo su cola de un lado a otro en el suelo.
—¿Se van a quedar ahí todo el día? Las fronteras no se marcan solas —dijo irritada la guerrera blanca y crema, dirigiéndose a la salida del campamento con Resplandor de Niebla, con quien rápidamente estableció una conversación.
Brinco de Conejo iba al lado de Cielo Ardiente. Su antiguo mentor tenía la cola en alto, y el joven guerrero no pudo evitar acercarse a su oído mientras ascendían por la pendiente.
—No era necesario eso con Resplandor de Niebla —soltó en un pequeño siseo—. ¡Tú sabes lo que siento por ella!
Cielo Ardiente empezó a ronronear con fuerza.
—Sí lo sé. Sólo me gusta molestarte a veces; tus reacciones son para morir de risa.
El gato atigrado marrón dejó a un lado su enfado y también soltó un sonoro ronroneo.
—¿Van a quedarse atrás o se van a apurar? —maulló Nube de Cernícalo azotando su cola contra el aire.
—Machos... —murmuró Resplandor de Niebla, sin volver la vista hacia ellos pero sacudiendo la cabeza—. Nadie los entiende.
—Y a ellas tampoco —maulló Cielo Ardiente en su oreja, mientras ahogaba un ronroneo de risa—. Pero bueno, será mejor que nos adelantemos, en caso de que aparezca una enorme araña de largas patas que quiera comerse a Nube de Cernícalo.
La gata recién nombrada soltó un bufido molesto, mientras erizaba un poco su cola. Brinco de Conejo sonrió. Todo el Clan sabía del inevitable miedo que sentía la gata blanca y crema hacia las arañas, y Cielo Ardiente disfrutaba molestándola, podía ser muy molesto, pero no es que quisiese herir sus sentimientos. Definitivamente creo que tuve el mentor más raro del mundo.
Con una oleada de felicidad, el joven guerrero percató en la vegetación que lo rodeaba. La cruda estación sin hojas ya estaba llegando a su fin, y en los hace poco árboles tapizados de nieve estaban empezando a surgir lentamente pequeñas y bonitas flores. La temperatura también estaba aumentando; ahora ya no tenía que esponjar el pelaje todo el día para no morir de frío. Las presas eran cada vez más abundantes, y pronto los clanes dejarían de tener que preocuparse por veteranos enfermos y cachorros hambrientos.
—Todo se está poniendo muy bonito ahora que la estación de la hoja nueva está llegando —Brinco de Conejo dio un respingo al escuchar a su lado la melodiosa voz de Resplandor de Niebla. ¿Cuándo llegué a su lado...?
—C-como no. E-s más hermosa que todo en este mundo. No quise decir eso. Porque de verdad hay cosas más lindas, pero no digo que la estación de la hoja nueva sea fea —tartamudeó con velocidad y calor en la cara Brinco de Conejo, nervioso a más no poder—. Mejor me callo —añadió en un suspiro. ¿Qué me pasa?
Resplandor de Niebla soltó un ronroneo, poniendo suavemente su cola sobre el omóplatos del guerrero.
—Te reto a una carrera hasta el Lecho de Troncos —maulló la guerrera agazapándose, como cuando eran aprendices y jugaban a eso.
Brinco de Conejo parpadeó y movió una oreja, algo sorprendido.
—Bueno —dijo más animado y sin titubeos, antes de salir disparado entre la maleza.
Los recuerdos empezaron a volver a su mente, como ave que se zambulle y luego aparece nuevamente para lanzarse volando al cielo. Sus largas patas le permitían correr con velocidad, mientras un viento fresco le recorría cómodamente el pelaje. Si había algo que de verdad amaba Brinco de Conejo, era correr por el bosque. Le resultaba divertido esquivar los obstáculos del camino, y esa fabulosa sensación de libertad y la adrenalina en su cuerpo.
Resplandor de Niebla le llevaba la delantera, y por mucho que él se esforzaba por alcanzarla, nunca lo lograba; era la gata más veloz de todo el Clan de la Ribera. Y la más bonita.
Pronto, a la distancia, empezaron a verse los troncos caídos que marcaban el fin de la carrera. Brinco de Conejo aceleró, pero la guerrera gris de una oreja blanca le ganó con una gran ventaja.
—¿Cómo haces para correr tan rápido? —preguntó entre jadeos el joven guerrero, detenido junto a Resplandor de Niebla.
—No estoy segura... lo único que sé es que me encanta —Replicó la joven con una alegre sonrisa.
Pronto llegaron Nube de Cernícalo y Cielo Ardiente, con quienes rápidamente empezaron a remarcar el borde. Rosa Escarchada tenía razón con enviarlos allí; el olor entre las dos fronteras era muy débil, y una vez que terminaron, comprobaron que a pocas colas de zorro de distancia un gato percataba de la separación entre territorios.
Una vez terminaron, los gatos se propusieron cazar un poco. Sin embargo, Brinco de Conejo no logró cazar nada, su mente estaba pensando únicamente en Resplandor de Niebla, y justo cuando se proponía saltar sobre un ratón o gorrión; pisaba una rama o se deslizaba contra un helecho, provocando que las presas desaparecieran entre la hojarasca.
—¡Cagarrutas de zorro! —exclamó con un azote de cola el atigrado marrón, mientras la ardilla que llevaba largo tiempo azechando desaparecía entre las ramas de un roble.
Para su sorpresa, Resplandor de Niebla apareció por detrás de un arbusto, cargando con un campañol de agua de buen tamaño.
—Mala caza, ¿no? Siento que andas algo distraído últimamente —comentó preocupada la joven gata, sentándose a su lado con su presa en las patas delanteras.
Brinco de Conejo liberó un suspiro. No dudaré ahora. No puedo. Esta vez no fallaré.
—Resplandor de Niebla —comenzó el guerrero, manteniendo una voz firme pero amable—. ¿Puedes salir conmigo al bosque esta noche? ¿O estás ocupada?
Algo se iluminó en la cara de la felina.
—Por supuesto que puedo. ¿Qué te parece el río con vista a la Cima del Cielo? Me gusta mucho este lugar.
El joven sentía su corazón saltando sobre su pecho. ¡Aceptó!
—Entonces ahí será.
Resplandor de Niebla se acercó a él y juntaron narices.
—No me olvidaré —y en un tono más pequeño, añadió—. Gracias.
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