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Capítulo 5 - Scotch y un Cazador

Aija no le había dirigido la palabra a Emilia desde aquella noche en la que llegó tarde con su blusa manchada de sangre. Pero las siguientes tres semanas, habían estado utilizando a Lydia como lechuza mensajera.

— ¿Lydia, puedes preguntarle a Aija como funciona la lavadora? —

— ¿Lydia, puedes decirle a Emilia que ya la sangre está en la nevera?—

— ¡Lydia!—

— ¿Lydia?—

— ¿Qué quieres?— Lydia preguntó molesta.

Los ojos color oliva de la ex bruja se abrieron de par en par, no era normal que su sobrina estuviera molesta y peor aún que le contestara de mala gana, siempre parecía estar contenta y jovial.

— Te pedí que le dijeras a Emilia que moviera sus botas negras que están en la sala. — Aija dijo.

Furia era lo único que se reflejaba en los ojos azules de la pequeña cuando se paró y se dio la vuelta para insultar a su tía.

— ¿Y por qué no lo haces tú? ¡Ya estoy harta de que me estén tratando como una lechuza! — la pequeña contestó furiosa y se fue al patio, cerrando con fuerza la puerta de la cocina.

— ¿Por qué todo no puede ser como antes? — Lydia se preguntó a sí misma.

Ya estaba cansada de ver a su tía y a Emilia discutir, no era algo normal, aunque entendía que su tía estaba molesta por que Emilia las convirtió sin permiso alguno. Pero Lydia entendía que Emilia lo hizo por salvarles la vida. A pesar de ella ser ruda y egoísta, la niña sabía que Emma las quería mucho y era la única familia que le quedaba.

***

Emilia caminó hacia la cocina y abrió la nevera, solamente había sangre en paquetitos de plástico. Ya estaba harta de tomar sangre que no fuese fresca y la última vez que lo hizo Aija se molestó con ella por haberse dado un festín.

¿Me pregunto cuándo fue la última vez que Aija hizo algo divertido? O peor aún, ¿Si todavía mantiene su virginidad?

La vampira se encogió de hombros y fue a su cuarto a cambiarse de ropa, sentía que se merecía salir un rato. Escogió un traje azul, con manga corta y muy casual, que le llegaba por encima de sus rodillas. Se dejó su pelo suelto y terminó con unas sandalias.

— ¿A dónde vas? — Aija preguntó cuando vio que Emilia se acercó a la entrada principal.

— ¿Por fin decides dirigirme la palabra? —Preguntó la vampira cruzando sus brazos.

— Te hice una pregunta.

Emilia suspiró y contestó de mala gana, — Voy a salir. Hasta donde yo sé, no estoy en arresto domiciliario.

La pelirroja rodó sus ojos, irritada con la contestación de la vampira.

Emilia esperó por una contestación, una simple disculpa pero Aija decidió ignorarla otra vez, dejándola sola en la sala principal.

Otra vez Emilia se encontraba en el mismo banco sentada, le gustaba desperdiciar su tiempo allí cuando no sabía qué hacer con sus tardes. Muchos notaban a la bella dama sentada a solas en la inmensa plaza de la ciudad mientras ella se perdía en sus pensamientos, recuerdos de un pasado que aún la atormentaban; entre ellos el por qué Aija decidió mudarse de nuevo a la ciudad que la quería ver muerta hace cuatro siglos atrás, aproximadamente.

Luego una melena de color platino brillante captó su atención. Una mujer no muy flaca de baja estatura parecía tener problemas con los tacones que tenía puesto.

— De seguro no sabe andar en tacones. — Murmuró Emilia, tratando de aguantarse la risa.

Por lo que le había contado Lydia, las mujeres de hoy día se pintaban su pelo de diferentes colores, utilizaban ropa de tamaños más pequeñas de las que se supone que vistieran y muchas veces tratan de llamar la atención de una manera espantosa. Hacían ya tres meses y medios desde que despertó y todavía no entendía algunas ridiculeces de este nuevo mundo.

Así que decidió seguirla, aprender más sobre las "mujeres modernas." Quizás alguna nueva regla de coqueteo le funcionaria, una que no la obligara a utilizar un abanico español.

Emilia se quitó las gafas de sol que tenía puesta, ya que estaba oscureciendo. Odiaba los aparatos de color oscuro que Aija le obligaba a ponerse en la noche, se le hacía difícil ver con claridad.

La melena de color platino dobló a su izquierda dirigiéndose a un bar, Emilia esperó unos segundos cerca de la entrada antes de entrar.

Lo más probable, buscando con quien se va esta noche. Pensó Emilia.

Un olor peculiar inundo sus sentidos al entrar al lugar, exactamente justo cuando se acercó al bar, al parecer uno de los "bartenders" se había cortado mientras preparaba un trago y sus colmillos comenzaron a bajar. Ella colocó su mano sobre su boca, tratando de taparla en lo que sus sentidos se relajaban nuevamente y sus colmillos se retractaban. Unos respiros fueron suficientes para tranquilizarse.

— Hola, preciosa. ¿Desea comenzar con algún trago?

Emilia perdió de su vista a la rubia y se dirigió al bartender con una expresión coqueta en su rostro de diosa.

— El mejor Scotch que tengas, gracias.

— Me encantan las personas que saben lo que quieren, directas al grano.

El bartender colocó el trago a unas pulgadas de la mano de la vampira y esta sonrió satisfecha al notar que la voz pertenecía a la rubia que estaba buscando.

— Entiendo que las mujeres del momento no le temen a nada. — Respondió Emilia con una sonrisa juguetona.

La rubia sonrió y acercó su asiento al de Emilia con una distancia provocadora. La vampira frunció sus cejas sorprendida por la actitud de la mujer, así que para disimular, tomó de su trago.

El alcohol bajo por su garganta, una especie de calentón inundó su tráquea, algo pasajero no tan placentero como la sensación de poder y satisfacción de su fuente carmesí de vida. Solo lo suficiente como para poder concentrarse mejor.

— Quiero lo mismo que ella, por favor...

El bartender sonrió sorprendido y le sirvió su trago, la mujer le regalo una guiñada y dio su primer sorbo.

— ¿Tratando de captar mi atención?— Emilia le preguntó acercándose un poco, un simple gesto juguetón de seducción.

— ¿Lo suficiente como para distraernos un rato a solas?— La rubia contestó con una pregunta y Emilia arqueó una ceja.

'¿Sera atrevida esta niña?' Emilia pensó un tanto sorprendida por la pregunta tan directa que la joven hizo.

— Claro, — La vampira acercó su rostro al de ella, disimuladamente buscando alguna falla en la mujer, se le estaba haciendo demasiado fácil la mujercita. — ¿Por qué no?— Emilia le contestó y la rubia la tomó de la mano.

Justo cuando la mujer rozó su mano con el brazo de Emilia, la vampira sintió un extraño escalofrió que le subió por la espalda, muy parecido al que tuvo en la biblioteca cuando estuvo con Lydia hace un tiempo atrás, algo andaba mal.

— Sabes, ¿Por qué mejor no nos quedamos aquí?— Emilia le preguntó tratando de evitar que se fueran del lugar.

La rubia la observó por unos instantes, luego se empezó a reír. — Como tú digas entonces, los baños son cómodos también. —La joven se encogió de hombros.

— ¿Me acompañas? — Ella preguntó y Emilia asintió.

La misteriosa mujer se dirigió por un angosto pasillo, con poca iluminación, lejos de la multitud. Emilia sabía dónde estaba el baño y el camino que escogió la mujer estaba bastante lejos y solo por eso estaba empezando a tener sus sospechas.

De repente la mujer se volteó y pegó a Emilia a la pared, solo para comenzar a besarla. La vampira le correspondió el beso un poco incomoda, la rubia la agarró por la cintura y luego se dirigió hacia su cuello y ese mismísimo instante la vampira se percató de un extraño dibujo en la piel de la mujer.

Emilia la empujo para quitársela de encima pero alguien la agarró por los hombros y la empujó a un cuarto oscuro.

Un hombre desconocido se le abalanzó encima con una estaca en la mano.

Una estaca muy familiar.

La vampira se echó a un lado para esquivarlo y luego se le aventó encima tratando de utilizar la estaca a su favor. Emilia lo empujo, luego moviéndose rápidamente, le aguantó los brazos en forma de candado para que el hombre no se pudiera mover.

— ¿Quién te envió? — La vampira gruñó aguantándolo firmemente para que no pudiera escapar.

— El caído renacerá de nuevo, mi lady...— El hombre mencionó con una sonrisa burlona.

Emilia enfadada con las palabras del hombre, aflojo su aguante en el hombre, aguantando solo sus brazos de manera vertical, luego levantó su pierna y colocó su pie en la espalda del hombre infligiendo presión hacia el frente.

El hombre gritó de dolor, suplicando piedad pero la vampira empujó hasta que un sonido desgarrador hizo eco en la habitación y el cuerpo del hombre cayó al suelo con un fuerte golpe. Emilia tiró a un lado los brazos del hombre para encontrarse con la rubia que la atacó hace unos minutos.

— No podrás esconderte por mucho tiempo, él vendrá por ti. —

Emilia tosió de manera sarcástica desapareciendo de la vista de la rubia para aparecer detrás de ella con una velocidad increíble.

— Aquí estoy.

La rubia se volteó vertiginosamente quedando cara a cara con la vampira. Emilia espetó sus uñas en el pecho de la mujer.

— Clásica hasta el final, Rozenn. — La mujer mencionó y Emilia solo le regaló una de sus sonrisas macabras.

— Tú final...

La vampira hundió sus uñas hasta rasgar el pecho de la mujer, con un poco de fuerza la haló hacia ella para poder admirar la luz desvanecerse de los ojos color café de la rubia. Sin más preámbulos Emilia sacó su corazón y con su otra mano empujó la mujer dejando que el cuerpo inerte cayera al suelo.

Emilia observó su mano derecha, ensangrentada con un corazón inmóvil. La vampira apretó el puño, sus dedos se enterraron en el tejido del haciendo que más sangre se derramara por su brazo y cayera al piso haciendo un terrible desastre al juntarse con la que ya estaba en el piso alrededor de los cuerpos.

***

— ¡Emilia!— Aija exclamó, cuando vio a la vampira entrar por la puerta.

— ¿Qué pasa? — Emilia preguntó confundida al ver el rostro afligido de la pelirroja.

— ¿Dónde está, Lydia?— La ex bruja preguntó, cada segundo que pasaba se volvía más desesperada.

— ¿Y yo que se? — Emilia mencionó confundida.

Aija preocupada comenzó a pasearse por la sala, tratando calmar sus nervios. Pero su pasado y difícil vida le advertía a gritos en su mente que algo andaba mal.

— ¿Dónde estabas?

— No vas a querer saber...

La pelirroja miró con curiosidad a su amiga, su traje azul con estampados florales estaba manchado con sangre y su "jacket" mahón estaba estropeado, su pelo estaba despeinado, sus manos estaban llena de moretones y sus uñas llenas de sangre seca.

Aija colocó sus dedos en la curva de su nariz y cerró sus ojos, imágenes comenzaron a inundar su mente.

¿Dónde está Emilia?

¡No lo sé!

Personas corrían de un lado a otro tratando de huir de los caballeros del rey y de los sirvientes de los duques de Milán.

¡Aija!

¡Te odio!

Necesitaba descansar, su cuerpo estaba comenzando delirar.

— ¿Cuándo fue la última vez que la viste? — Emilia le preguntó, cogiéndola por los brazos para sostenerla por el temor de que se desmayara.

Los ojos verdes de Aija se empezaron aguar, — En el patio de atrás, ¿Por qué?

La vampira la ayudó a moverse hasta la puerta de la cocina que daba al patio y en menos de un segundo Emilia se dirigió al centro de el. Observó los alrededores buscando algo extraño hasta que sintió un olor bastante raro, similar al de la rubia del bar.

Aija se le acercó preocupada, tratando de al menos hacer que buscaba algo, pero su desesperación no la dejaba.

— Chasseurs...

La pelirroja la miró confundida y preguntó, — ¿Qué?

— Son cazadores... — Emilia repitió y se volteó a mirar a su amiga con cara de preocupación.


Nota del autor:

Ahora sí que la cosa se va a poner buena, vamos a ver qué pasa xD

*Al lado adjunte una foto de Lydia :P

¡Gracias por seguir la historia!

¡Recuerden votar y comentar! ^.^


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