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Capítulo 29 - Repose en paix

— ¡No!

Un grito desgarrador inundo la noche haciendo que una luz púrpura acompañada de niebla apareciera y revelará a cuatro individuos en la arena.

— ¡No!

La misma voz gritó de nuevo tratando de zafarse del muchacho que la tenía fuertemente sujetada.

— ¡Lydia!— La vampira se zafó de los brazos de Ezio y corrió hasta al lado de la niña que estaba tirada en la arena a unos metros de ella.

— ¿Ezio?— Una voz de mujer preguntó confundida al presenciar la escena ante sus ojos.

El vampiro se volteó y alivio alumbró su rostro al ver un rostro conocido, María.

— María, Quinn y Lydia necesitan ayuda. —  Ezio le indicó agitado mientras se ponía de pie para acercarse a la bruja. 

— ¿Qué ha pasado?— Preguntó de nuevo la bruja isleña, preocupación reflejándose en su voz.

— ¡No hay tiempo para explicar, es urgente!— El vampiro le dejó claro y la muchacha rápidamente asintió haciéndose un lado para mostrarles el camino.

Ezio se acercó a Emilia para ayudarla con Lydia pero la vampira siseó dejándole ver sus largos colmillos para que no se acercara.

― Emilia, María va ayudarla pero necesito que me dejes cargar a la niña, por favor.― El muchacho pidió, acercándose poco a poco con sus brazos extendidos.  

Pero la mujer lo ignoro y asintió en dirección de la bruja para seguirla. María se apresuró para buscar ayuda y abrir paso a Emilia que angustiada, cargaba a Lydia en sus brazos por el sendero de arena de camino a la casa de María.

— ¡Lydia!

Emilia exclamó agitada cuando la colocó en la cama y comenzó sacudirla tratando de despertarla.

— Lydia, mi amor. Ya estamos a salvo, puedes abrir tus ojos.

Las manos de la vampira acariciaban el rostro pálido de la niña tratando de despertarla.

El vampiro ayudó a Quinn, cargándola por un brazo mientras con el otro aguantaba su cintura para dirigirse a otro cuarto, pero sus ojos lo hicieron para en seco y mirar por la entrada a la habitación.

Quinn compartió una mirada llena de lástima con su amigo, al sospechar lo que iba a ocurrir.

María entró al cuarto con su abuela con hierbas y libros en sus manos para hacer todo lo posible pero Emilia no las dejaba acercase a la niña, parecida a una leona protegiendo a sus crías.

― Señorita, necesito poder acércame a Lydia. Tenemos que sacar la daga de su pecho.― La abuela de María anunció, tratando de apaciguar la situación.   

― Lo hare yo entonces.― Emilia respondió con un tono tajante y se acomodó al lado de la niña para poder colocar sus manos alrededor del mango de la daga.

Sus manos comenzaron a temblarle y apretó el agarre que tenía para que no se notara entre los allí presentes. La vampira más egoísta, fría y sin remordimiento alguno ahora era la persona más dolida y rota de entre los que estaban a su alrededor, pero era lo único que le quedaba así que apretó sus labios ante de sacar la daga con rapidez.

Un respiro ahogado inundo la habitación, la niña abrió sus ojos y parpadeó tratando de ajustarse a su alrededor.

― Lydia...

Emilia se llevó las manos a su boca para ahogar un grito, al ver que la niña había despertado. María y su abuela corrieron hacia la niña para ayudarle a que la sangre coagulara pero la niña levantó su mano parándolas del proceso. 

Sangre había comenzado a brotar de su herida, pero la niña solo coloco su mano en su pecho tratando de esconderla mientras disfrutaba de sus últimos respiros de vida. 

― Emma...— Lydia trató de pararse pero un fuerte dolor en el pecho hizo que cayera en la cama de nuevo.

― No te esfuerces, todo va a estar bien.

Emilia agarró una de las manos de la niña y con la otra comenzó acariciar su cabello.

Una muchacha morena que residía con María, se acercó a Ezio y le ofreció ayuda para cargar a Quinn a la habitación de al lado y con gusto acepto. Sabiendo que la dejaba en buenas manos, el muchacho se dirigió de nuevo a la habitación de Lydia.

― Ezio...acercarte. ― La niña murmuró con voz cansada.

Lydia en tan solo minutos comenzó a marchitarse, como una flor cuando en su lecho de muerte. El color rosado de sus mejillas que la hacía parecer una muñeca de porcelana ahora se veía grisáceo, estaba muy pálida y ojearas ya habían comenzado a marcarse.

― No debes esforzarte, pequeña.

El muchacho se acercó a la cama, justo al lado de Emilia para observarla mejor. La niña comenzó a toser, revelando que su estado iba empeorando con cada segundo que pasaba.

La abuela de María se acercó hacia la niña con un paño húmedo y comenzó a parparlo en su frente. Lydia comenzaba a tener fiebre y las brujas se miraban con desesperanza.

― Emilia...― La niña comenzó pero su lenta respiración no la dejaba terminar.

― ¿Dónde se encuentra, titi?― Preguntó ella con una sonrisa a pesar de saber lo que estaba pasando.

― Aija no vino con nosotros...― Ezio se adelantó dejando a Emilia con la palabra en la boca. Pero ninguno decidió compartir una mirada.

La niña asintió y sonrió, ― Sé que cometió malas decisiones, pero por favor, perdónenla.

― Lydia, por favor no hables así. Estarás mejor, lo prometo.― Emilia prometió, besando la mano de la niña.

María se acercó al vampiro y le susurró unas palabras, el chico asintió. Ezio se acercó a Lydia y le besó la frente y con una última mirada a la niña decidió salir con la bruja fuera de la habitación para dejar a las chicas solas.

La niña movió su cabeza lentamente indicando un 'no' y luego sonrió.

― Emilia, no hagas promesas que no puedas cumplir.― y con un último suspiro la niña cerró sus ojos y recostó su cabeza sobre la almohada.

Los labios de la vampira comenzaron a temblar indicando así que las lágrimas ya estaban por caer.

La única persona que había creído en ella, que había visto su lado gentil y generoso, estaba muerta. Sacrifico su vida por la suya en vano, ella no se lo merecía.

Con ese pensamiento no pudo contener más sus lágrimas y comenzó a llorar. Emilia no pudo contener los sollozos ni su equilibrio, dejándose caer al suelo.

— Es mi culpa, mi culpa...

Continuaba ella repitiendo las palabras una y otra vez. La culpa se la estaba comiendo viva y el dolor era demasiado para ella sola.

                                                                             ***

― ¡No!

Aija gritaba y gritaba, arrodillada en donde hace unos segundos su sobrina junto a sus enemigos habían estado.

― Trate de salvarla, pero ya era demasiado tarde. Lo siento.

La bruja perdió su equilibrio, quedando sentada con sus pierna a los largo. Lágrimas y sufrimiento era lo único que había conocido en toda su larga vida. Lo único que la mantenía perseverando era su sobrina, pero ya se la habían arrebatado.

― Emilia...

 Draco la miró confundido, ― ¿Perdón?

― Emilia...― Aija se paró con cuidado sin despegar la mirada del centro del patio donde las cadenas de la vampira estaban, brillando entre los ríos rojos que rodeaban los cuerpos tendidos de cazadores que perdieron su vida por la causa equivocada.  

La pelirroja lentamente se volteó, para luego apresurar su paso hasta donde Draco permanecía, ignorando su alrededor.

― Ayúdame a ocultar el dolor. ― Ella exigió con un nuevo brillo en sus ojos. 

El viejo vampiro quería sonreír pero este no era el momento adecuado para mostrar la sorpresa que se había llevado.

― Solo así puedo reconocer mi poder, sin ataduras.― Insistió la bruja, mientras Alec quedo atónito de las palabras que salieron de su boca. Algo andaba mal con ella.

― Aija...― Alec la alcanzó y le tomó la mano tratando de hacerla recapacitar.

Ella la sacudió y cerró el espacio entre ella y el viejo vampiro, que con su mirada dejaba saber los nuevos planes macabros que nacían en su cabeza.

― Te ayudare a encontrar a Emilia y terminaremos con esta pesadilla de una vez por todas. ― Aija afirmó y  Draco asintió, colocó sus manos en ambas partes de la cabeza de la bruja y cerró sus ojos.

― Espero tener una silla para ver en primera fila la destrucción de la niña que arruinó mi vida.― Una voz casi olvidada reclamó ante el viejo vampiro, haciendo que Draco tratara de esconder una sonrisa llena de maldad.

Un hombre alto, de pelo castaño oscuro, pómulos pronunciados y delgado pero con un porte elocuente bajó por las escaleras que estaban justo al lado de Draco y Aija, con una sonrisa que gritaba maldad mientras a la vez se arreglaba la manga de su vestido.

― Bienvenido abordo, hermano. — El Viejo vampiro anunció con aires de felicidad aun después de semejante fracaso.


NOTA DE LA AUTORA:

Confieso que esta es la primera novela que termino y sé que será la primera de muchas.  

Muchísimas gracias por acompañarme por este recorrido. Les confieso que no fue fácil el camino y que a veces se me hacía difícil saber qué quería con esta historia. 

No se olviden de votar y comentar, esos pequeños detalles son los que hacen que un escritor no se rinda. ¡Gracias por el apoyo!

PS: Les tengo una sorpresa hehehe si pensaban que este era el final no lo es muahahahaha Decidí añadir un epílogo que harán que me odien aún más hehehe pero será el comienzo para una segunda parte. Si esa es otra sorpresa, habrá una segunda parte hehehe

¡Feliz semana de acción de gracias! ^.^

PS2: ¿Duda de lo que significa el nombre del capítulo?

Está en francés XD


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