Capítulo 27 - Los cimientos se están quebrantando
Emilia se mantuvo observándolo sin despegar su mirada ni para respirar. Pero su vista comenzó a nublarse y al instante sintió como su estómago fue penetrado por la misma espada que utilizó contra el vampiro.
El tiempo comenzó a moverse con lentitud mientras sus rodillas golpearon fuertemente el suelo haciendo que corrientes de dolor llegarán a sus neuronas dejándole saber que hubo fracturas en ellas.
Luego sintió como su cuerpo cayó a un lado y su respiración se atascaba por la sangre que salía de su garganta.
- ¿Dónde está tú Dios ahora, Emilia?
La mirada de Ezio permanecía perdida detrás del cristal del auto, de camino a la casa en donde estuvo tantos años escondido.
Mientras Quinn pretendía estar concentrada en un libro de hechicería que Draco le había prestado hace un tiempo pero no había encontrado el tiempo correcto para hojearlo, hasta en esos momentos.
Los dos pretendían estar bien mientras se encontraban cerca de Draco, que a su vez estaba meditando con un collar en la mano, el mismo collar que cargaba a todos lados.
Dentro del auto reinaban aires de incomodidad. Justo antes del desayuno Draco había anunciado sus planes y no les había dado tiempo de resistencia alguna. Quedaba poco tiempo para la sentencia final de Emilia y ninguno encontraba que hacer. El vampiro mayor los tenía en su mira y ellos no podían hacer nada al respecto excepto esperar.
Justo detrás del carro en donde iba Draco con sus secuaces, se encontraban Aija y Alec. Cada uno sentados en distancia mirando hacia afuera desde sus respectivos lugares.
La pelirroja tratando de recordar lo que había pasado la noche anterior mientras trataba de ignorar un sentimiento incomodo dentro de su interior. Mientras su amante se concentraba en las maneras de salir del lío en donde se encontraba para salir ileso y a la misma vez salvar al amor de su vida de las garras del mismo satanás.
Emilia se encontraba esposada, un poco mareada debido al sedante que le echaron a su desayuno antes de sacarla de su prisión. Dos cazadores se encontraban a cada lado de ella y tres más permanecían en el asiento de al frente, mirándola fijamente.
Después de tantos años de resistencia, tantos años de salirse con la suya, su inconsciente -lo que le quedaba de él- le susurraba que ya su final estaba a la vuelta de la esquina. Thanatos estaba cerca, merodeando cada respiro que le quedaba.
Luego de un largo camino el auto se detuvo y dos de los cazadores abrieron las puertas del auto paralelamente. Al instante sintió las cadenas comenzando hacer presión en las esposas, haciendo que se clavaran en sus muñecas, indicación de que tenía que comenzar a caminar con la poca energía que le quedaba.
- ¡Camina! - Uno de los cazadores le gritó cansado de su actitud, mientras ella bajo del auto lentamente y dio unos pasos hacia adelante, admirando la belleza del paisaje.
'Al menos mi tumba será junto a la naturaleza.' Pensó ella, mientras daba un profundo suspiro.
- ¡Déjame ir!
- ¡Detente demonio!
Emilia dirigió su mirada hacia los gritos de Lydia, justo en los momentos en que otros cazadores trataban de sostenerla mientras ella se retorcía y se resistía a seguir sus órdenes. Esto le causo una pequeña sonrisa, Lydia seguiría siendo Lydia no importaba cuantos años pasaran, ella era lo único que mantenía a Emilia con esperanza. Esperanzas de que todo para ellas -Aija y su sobrina- salieran ilesas de esta terrible pesadilla.
En esos instantes la vampira giró su cabeza suavemente y se topó con la mirada cansada de Aija.
Era difícil descifrar lo que pensaba su amiga -si aún la podía considerar así- ya que sus ojos parecían estar lejos de allí, en una tristeza profunda que no la dejaba decidir entre bien o mal.
Al par de segundos Alec se paró al frente de ella y le susurró unas palabras antes de voltearse y percatarse de que Emilia estaba a unos cuantos pies de donde él se encontraba.
- ¿Qué haremos ahora, mi lord?
La voz de Quinn hizo que los ojos de la vampira se fijaran en las personas que habían acabado de salir del auto que estaba al frente del que Alec y Aija habían salido.
- Quiero reunirme contigo antes que nada, mi lady. Sígueme por favor. - Draco dijo mientras con su mano le indicó a la peli-negra que le mostrara el camino.
Y en esos instantes, mili segundos antes de que Emilia retirará la mirada, los ojos de Ezio le detuvo los pensamientos por un instante.
Solo ellos y unos cuantos cazadores quedaban en la acera, pero pareció como si en esos instantes fueran los únicos parados allí.
- Adelante.
Uno de los cazadores gruñó haciendo que sus miradas se desprendieran y quedaran echadas al olvido.
***
- ¡Lo que me pides es injusto, mi lord! No puedo realizar lo que me pide, lo siento.
Quinn bajó la mirada avergonzada de haber negado las peticiones de su amo por primera vez en su larga vida.
Draco la observó por unos minutos antes de acercarse a ella. La conocía bien y su honestidad no le sorprendía para nada.
El vampiro dio unos pasos hacia ella y con suavidad dejo que sus dedos acariciaran la mejilla de la bruja hasta llegar a su barbilla, para levantarla un poco hasta que pudiera mirarla a los ojos.
- Llevas años tratando de esconder algo que se ve hasta debajo de una luna menguante. Tus sentimientos por el mayor de los Moretti, es obvio. Pero dime, ¿Hasta cuándo seguirás detrás de una sombra que su única luz es la misma maldad encarnada en mujer?
Quinn retiró su rostro de entre los dedos de Draco y se alejó de él, dándole la espalda.
- Piénsalo querida, sabes que solo quiero lo mejor para ti. - Dijo él escondiendo una sonrisa mientras la bruja caminaba hacia la salida de la habitación.
Ezio paró de hablar con uno de los cazadores encargados de la celda de Lydia para detener a Quinn quien iba caminando a una velocidad impresionante.
- No dejes que juegue con tú mente. - Ezio le comentó a la vez que tomaba el brazo de la bruja para que se detuviera.
Ella sacudió su mano y dio un paso atrás.
- Nadie está jugando con mi mente, solo que- La bruja miró a ambos lados asegurando de ser lo más cautelosa posible. - Me pidió que hiciera algo que sé que soy incapaz de hacer.
La peli negra bajo la mirada y Ezio la tomó por el brazo con cuidado y la llevó hasta los jardines de la casa.
- ¿Qué te pidió que hicieras?- Preguntó El vampiro preocupado.
Ella evitó su mirada tratando de escaparse de su terrible realidad.
- No puedo...
- ¿Qué no puedes hacer?
Ezio se acercó a ella y puso sus manos en los brazos de ella, para consolarla. Pero ella seguía evitando su mirada.
- Quinn, dime, por favor. Sabes que el 50% del plan depende de ti.
La bruja levantó su mirada, sus ojos esmeraldas conectándose con los del vampiro que tenia de frente.
- Ezio...yo...
- ¡Mi lord!
Un cazador interrumpió la conversación, llamando a Ezio desde lo lejos.
El vampiro asintió en dirección del cazador para luego posar su mirada de nuevo en la bruja.
- ¿Tú qué, Quinn?
- Nada, no es nada relacionado al plan. Te prometo que todo saldrá bien. - Mintió ella con una sonrisa casi convincente.
Ezio asintió y luego besó la frente de la bruja.
- Todo saldrá bien. Ten fe.
Y con esas palabras el vampiro la dejo sola en el medio del gran patio que la rodeaba.
- Oh, Ezio. Si tan solo supieras las desgracias que nos depara por deslealtad. - Murmuró la bruja mirando sus manos antes de mirar el cielo esperando un milagro que la ayudará a prevenir lo que ya sabía que iba a pasar.
***
- Emilia, Emilia, Emilia...me imagino que sabrás lo que pasara luego de esta noche, ¿O me equivoco?
La vampira aún mantenía sus ojos cerrado, provocando la paciencia del viejo vampiro.
- Veras, por más que haya disfrutado todos estos años verte escapar, todo llega a su final. Hasta la inmortalidad, querida.
Draco se paseó por la celda observando las horrendas condiciones en las que se encontraba, el lugar perfecto para sabandijas como Emilia.
- Sabes, he cometido actos atroces a través de los siglos pero ninguno me ha hecho arrepentirme, excepto uno. - Soltó una carcajada sarcástica y se volteó dramáticamente hacia Emilia, quien permanecía sentada con sus ojos cerrados y manos atadas entre esposas y cadenas.
El viejo vampiro dio unos pasos hacía la vampira y se puso en cuclillas para observarla mejor.
- Debí haberte matado el mismo día que aniquile a tú familia. Debí haberte desmembrado y beber tú sangre hasta que solo quedara tu cuerpo vació, sin vida.
Emilia abrió sus ojos y clavó su mirada llena de odio en la de Draco.
- No sabes lo mucho que disfrute haberte clavado aquella espada en tú abdomen y verte sangrar en el medio de cuerpos sin vida, rodeada de la gente que tú misma dejaste morir.
La vampira comenzó a sisear, sus colmillos largos y afilados tratando de amenazar al viejo vampiro que la miraba burlonamente.
- Sabes muy bien que la culpable de tan triste tragedia fuiste tú. - Rápidamente Draco la tomó por el cuello y la pegó a la pared llena de mugre, mientras ella gemía por el fuerte golpe contra su cabeza.
- ¡Mírame bien, sanguijuela! Nunca olvidare el día en el que mataste a mi hermano en aquél carnaval en Venecia.
Draco presionó su mano contra el cuello de Emilia haciendo que su respiración se cortara. Sabía que no iba morir, pero le gustaba hacerla sufrir.
- Solo fue simple suerte de principiante. Una simple niñita con sus sueños de ser el orgullo de su padre. - Draco acercó su rostro al de ella para susurrar le al oído. - Pero ambos sabemos lo que tú rebeldía te costó.
El vampiro empujó el cuello de la vampira haciendo que Emilia se diera de nuevo contra la pared.
- La inmortalidad fue un castigo justo, una lección para que aprendieras de tus errores. Pero ya veo que no te sirvió de nada. Espero que estas últimas horas te hagan recapacitar, de igual manera no hay clemencia que te salve de esta. Hasta luego, chasseur.
N/A:
TAN TAN TAN!
Ya no falta nada para el final.
¿Qué piensan que pasará? :0
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