Capítulo 26 - A un alma oscura le llegan maldiciones
Aija y su amado entraron a su habitación un tanto agitados. La bruja comenzó a pasearse por el espacio restante del cuarto tratando de contener sus lágrimas que bajaban como cascadas en una tarde cálida de verano.
No podía creer que su sobrina estuviera viva pero peor aún que Ezio fuera el maldito que la vendiera como si fuera una muñeca de trapo. Aija sabía que le quedaba poco tiempo si quería salir ilesa de su misión, como también reconocía que si dejaba a Emilia, su sobrina nunca se lo perdonaría.
Sus pies la guiaban inconscientemente por la habitación mientras pensaba en maneras, nuevas ideas de cómo salir de allí, se había medito en un gran rollo y ahora no encontraba salida alguna. Sus emociones estaban revueltas, por primera vez en su vida, no sabía qué hacer.
El vampiro se sentó en la cama observándola caminar como una tonta. Todo andaba bien hasta que su hermano apareció. Ahora Alec se sentía amenazado, no solo estaba cerca de recuperar a su amor perdido, también podía derrotar a Draco y quedarse con sus riquezas. Pero la aparición de Ezio hacia que todos sus sueños cayeran a la basura.
Siempre había sido así, Ezio el hijo prodigo mientras él se tenía que quedar con las migajas. A Ezio no le bastaba todo lo que tenía, siempre había sido egoísta y ambicioso.
'Igual que mi padre...' Pensó Alec.
— Alec, tienes que hacer algo. ¡Lydia no puede morir! Ella es lo único que me queda.
El muchacho la miró con ojos aburridos, como si ya estuviera hastiado de la situación.
Mientras que Aija luchaba con sus sentimientos encontrados desesperadamente buscando una luz, una idea que la iluminara.
— ¿Pero qué quieres que haga? ¡Acaso no te das cuenta de lo que está pasando! — Alec se paró y caminó hasta donde estaba ella. — ¡Pensé que eras más inteligente, pero ahora me doy cuenta de que solo eres una idiota!
Aija se llevó sus manos al rostro cuando se percató de lo que había hecho, había abofeteado a Alec. Este volvió su mirada a la de ella lentamente, con ojos amenazadores.
— ¡Eres una estúpida!
El vampiro se abalanzó sobre Aija y ambos comenzaron a forcejear. Golpes que se hacían resonar por las paredes, libros y artefactos volaban por los aires, hasta que una extraña energía se empezó apoderar de la bruja.
Truenos y relámpagos alumbraron la habitación, haciendo que eventualmente el vampiro volara por los aires hasta que chocara con la pared en el fondo de la habitación.
Las ventanas se abrieron de par en par haciendo que el viento entrara con furia, llevándose enredado todo a su alrededor.
Pero Aija se mantenía en el medio de la habitación, brazos extendidos a cada lado de su cuerpo mientras otra ráfaga de viento comenzó a dar vueltas a su alrededor. Su largo cabello bermejo flotaba entre las vueltas del viento que entraban y salían de la habitación.
Alec trató de pararse pero al ver la escena demoniaca ante sus ojos se quedó estupefacto.
— ¡Aija! — Intentó gritar pero el ruido del viento era muy fuerte.
La pelirroja extendió aún más sus brazos hacia el techo y hecho su cabeza hacia tras, cerrando sus ojos en el proceso.
— ¿Pero qué está pasando aquí? — Preguntó un Draco muy enfadado tratando de abrir la puerta pero la presión del viento no lo dejaba.
Aija abrió sus ojos y bajó su cabeza lentamente hasta ver con claridad los intrusos tratando de abrir la puerta. Ella simplemente sonrió malévolamente y sacudió sus manos, haciendo que la puerta se volviera a cerrar.
— ¡Aija! ¡Basta!— Alec trató de detenerla pero el viento lo levantó y lo pegó a la pared justo al lado de la puerta.
La pelirroja río por lo bajo y movió su mano izquierda, deteniéndola en dirección del vampiro.
— ¡Aija! ¡Detente! ¡No te entregues por completo!— La voz de Draco se escuchó desde afuera pero Aija movió circularmente su mano derecha y el viento se empezó a volver más violento.
De repente la puerta -de manera que mantenía separados a ella y Alec de Draco y Quinn- se abrió de par en par haciéndose añicos, revelando a una muy satisfecha peli negra.
— No sabes el placer que me da al verte de esta manera, querida.
Aija pareció echar fuego por los ojos al ver que Quinn había podido derrumbar la puerta y ante todo el caos que había se mantenía firme en los pasos que daba adentro de la habitación. Mientras que Draco con una mano aguantaba su gorro y con la otra trataba de bloquear cualquier peligro que surgiera.
— Ya basta, Aija. Ríndete. — Ordenó Quinn deteniéndose a buena distancia de la pelirroja.
— Oh querida, si supieras que esto está comenzando. — Contestó Aija con una voz muy diferente a la suya, una que insinuaba maldad y peligro, muy diferente a su voz calmada. Luego sacudió su mano derecha.
Una fuerte ráfaga de viento se dirigió rápidamente hacia Quinn, pero la peli negra levantó su mano derecha tranquilamente, haciendo que el hechizo de Aija se desviara.
— Temptest mala dea noctis. et potestas eius in medio eius et auferes somnum. — El viento comenzó a cesar su velocidad y Aija miraba a su alrededor un lugar por donde escapar.
— Eius reliqua cute fusca quod passenger seace usque ad pugnam. — Quinn continúo disfrutando cada segundo. Mientras Aija comenzaba a quedarse sin aire.
— futuris videat interitum. Vita nequam hospitandi de tristitia videat.
Alec notó como Aija comenzaba ahogarse, sus manos tratando de aguantar su cuello, y su piel iniciaba a tornarse pálida.
— ¡Quinn! ¡La vas a matar! — Gritó Alec con todas sus fuerzas.
Quinn lo ignoró y empezó a cerrar su mano, mientras sus ojos no perdían de vista a la pelirroja a par de pies de ella.
— Dea noctis, mater dulcissima mali. monstrum est, sciat. ipsa est mulier quam traditurus est in aspera th passionis. —
Sangre comenzó a brotar de la boca de Aija, mientras sus manos se cerraban alrededor de su cuello y sus ojos se tornaban blancos.
Draco veía con fascinación lar armas más poderosas que poseía y una sonrisa de satisfacción se escabullo por sus labios. Todo estaba saliendo de acuerdo a su plan.
— ¡Quinn!
De un momento a otro Alec cayó al piso y se volteó hacia donde estaba Draco, con una sonrisa de oreja a oreja y su peor enemigo justo detrás del viejo. Sus ojos sorprendidos ante tan semejante situación.
— Fiat mihi dea finis principio.
La peli negra bajo su mano y Aija cayó al piso de golpe. Sangre aun saliendo de su boca.
— ¡Aija! — Alec por fin encontró las fuerzas y cojeó hasta donde se encontraba Aija, en el piso.
Ezio caminó detenidamente hasta Quinn y la tomó por la cintura, haciendo que ella se volteara y parpadeara par de veces.
El muchacho tomó su mano y la sacó de allí, mientras Draco permanecía observando a Alec mientras lloraba en el pecho de Aija.
***
Emilia permanecía sentada con sus piernas cruzadas mientras escuchaba el alboroto.
Aija había llegado a un nivel en el cual nunca había llegado. Su sufrimiento había causado que por fin rompiera la barrera que la detenía y agarrara con fuerza el poder oscuro que permanecía dormido dentro de ella.
— Todo esto es mi culpa....
— No lo es.
La vampira levantó la cabeza de entre sus manos para encontrar de dónde provenía esa voz familiar.
— ¿Lydia? — Preguntó Emilia confundida, pensando que podía ser otro juego mental de Draco.
— Si Emilia, estoy aquí. No hay tiempo que perder. Necesito que me escuches.
La vampira se alejó de los barrotes donde coincidían con los de la pequeña, tratando de ignorarla, mientras se colocaba sus manos en los oídos tratando de bloquear su dulce voz.
— ¡Emilia, escúchame! Sabes muy bien que soy yo. — Dijo la niña tratando de convencerla.
Pero de repente la puerta de madera se abrió de par en par. Revelando a Ezio y Quinn en la entrada.
— ¿Pero qué está pasando aquí? — Preguntó Emilia, esperando una respuesta.
Ezio llevó a Quinn hasta una silla de madera que había en una esquina cerca de la ventana y luego se giró hacia donde se encontraba Emilia y Lydia.
— Vinimos a sacarte de aquí, pero primero necesito que escuches atentamente, mio caro. — Ezio se acercó a los barrotes y se ajustó su vestido.
—Así que necesito que prestes toda tú atención.
Ezio sonrió con orgullo, mientras Emilia lo miraba de par en par, esperando que no fuera una ilusión más.
*******
—Mi lord, ¿Me ha llamado usted?
Draco bebió de su copa de sangre mientras observaba a Aija siendo cargada por par de cazadores hacia otra habitación y Alec los seguía con ojos culpables.
— Si, comandante.
Draco se volteó con mirada amenazante.
— Primera hora de la mañana, partiremos hacia la casa de campo de Ezio. No quiero ninguna excusa.
El líder de sus cazadores asintió y se retiró dejando al viejo vampiro con sus pensamientos de venganza, celebrando la victoria que aún no poseía.
— Que comience el final...
N/A:
Quiero escuchar sus comentarios acerca de que esperan del final. Algún comentario acerca de los personajes, en fin quiero saber que piensan hasta ahora.
Si les viene alguna canción a la mente con la trama hasta ahora, déjenlo en los comentarios también xD
¡Gracias por su apoyo!
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