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Capítulo 13 - La seducción y la traición van de la mano

Ya habían pasado par de días desde que Emilia había desaparecido, y Aija se encontraba con perse. Los secuaces de Quinn y Alec la perseguían a cada lugar que iba y temía por la seguridad de Lydia. Su sobrina aún se encontraba en casa de su amiga, Carmen y ya era hora de que la fuera a buscar.

La ex bruja se paseaba por su sala, el nerviosismo y la preocupación se apoderaban de ella, si buscaba a Lydia, su sobrina le iba a preguntar qué estaba pasando y cuando llegara a la casa y no viera a Emilia la iba a volver a cuestionar. Quizás si le daba una excusa como lo hacía antes, Lydia lo dejaría pasar, pero el nivel de madurez que había obtenido la niña a través de los años le hacía casi imposible pensar en una excusa válida para poder salir del problema absuelta.

— ¿Qué puedo hacer? ¡Piensa Aija, piensa! — Se preguntó a sí misma.

Luego dio unos pasos hacia la ventana y levantó un poco la cortina para mirar afuera. Solamente había una mujer leyendo un periódico en un banco al otro lado de la calle, en el pequeño parque al frente de la casa. Se veía sospechosa y Aija pensó que podía estar observándola para reportarle sus movimientos a Alec o peor aún a Quinn.

La pelirroja se retiró de la ventana y miró su sala que estaba un poco revuelta y notó unos papeles sueltos en el piso y a su vez, se le ocurrió una idea. Podía escribir en un papel todo lo que había sucedido, inclusive un poco de la verdad relacionado con Emilia para que su sobrina entendiera, la escondía en un abrigo y se lo entregaba a la niña cuando la fuera a recoger, para que cuando llegaran de vuelta a la casa la niña encontrara el papel en el bolsillo y la leyera.

— ¡Eres tan inteligente! — La mujer se dijo así misma sonriendo de oreja a oreja y corrió hacia su cuarto –después de haber recogido los papeles- se sentó en su escritorio y tomó una pluma, la mojo en tinta y comenzó a escribir.

Querida Lydia,

Perdona por haberte abandonado en estos días, pero las dos corríamos peligro. Unas personas de nuestro pasado resultaron estar vivas y están buscando a Emilia. Cuando llegue a casa hace unos días (después de haber hablado contigo por teléfono y darte las instrucciones de que te quedaras en casa de Carmen) encontré la cama de Emilia vacía. No sé si despertó o alguien se la llevo, pero no sé en dónde está. Creo que por ahora no corremos peligro, así que necesito que te quedes tranquila y actúes normal y si alguien te pregunta por Emilia, contestas que no sabes quién es. Confió en ti, mi niña.

La exbruja volvió a leer lo que había escrito en el papel, observando con detenimiento la tinta pintada en palabras en el papel. Luego de par de minutos asintió satisfecha y caminó hacia la puerta principal y tomó el abrigo que estaba colgando de la pared. Se acomodó bien su abrigo y cogió el de Lydia y coloco el papel –bien doblado para que no se notara- dentro de uno de los bolsillos.

Tan pronto salió por la puerta principal, sintió que la estaban observando, ella simplemente comenzó a caminar haciendo caso omiso a sus espectadores. Después de un largo rato, llegó a la casa de Carmen y tocó el timbre.

Una muchacha trigueña, de pelo negro rizado y ojos color café abrió la puerta.

— Aija, no te esperaba hasta dentro de unos días. — Carmen mencionó sorprendida y miró hacia afuera revisando que nadie la hubiera seguido.

— Puedes pasar. — Dijo ella, abriendole pasó a la pelirroja.

— Tía, ¿Qué ha pasado?— Preguntó Lydia bajando las escaleras.

— Nada linda, solo tuve unos percances. — Aija mencionó y le dio el abrigo.

La niña se lo puso y cuando colocó sus manos en los bolsillos sintió un papel en su mano izquierda.

— Voy un momento al baño, tía.

La niña subió las escaleras de nuevo y Carmen le dio una mirada de confusión a Aija, esta solo se encogió de hombros.

— ¿Qué está pasando, Aija? Necesito respuestas. — Carmen acusó a la ex bruja, un poco molesta.

Aija suspiró y se sacó las manos del bolsillo, indecisa en cómo responderle a su amiga.

— ¿Por qué no te vas de vacaciones a Puerto Rico? Sabes que tus hermanas te extrañan mucho. — Aija insistió mirándola fijamente.

Carmen frunció el ceño pero asintió, y entendio por qué Aija decidió contestarle con un golpe bajo. Algo andaba mal y sabía que la pelirroja no podía decir nada, alguien la estaba siguiendo y de lo más seguro estaban escuchando cada suspiro que daban en ese preciso instante.

— Ya estoy lista, tía.

Lydia bajó las escaleras y tomó la mano de Aija.

— Gracias por todo, Carmen. Cuídate. — La ex bruja se despidió y caminó hacia la puerta un poco nerviosa.

— ¿Alec? — Lydia preguntó y miró a su tía esperando alguna respuesta.

La pelirroja frunció el ceño y cuándo volteó su cabeza para mirar hacia afuera, Alec estaba parado en el caminito hacia la entrada de la casa.

Aija se quedó mirando al vampiro, el simplemente sonrió y la saludo con una mano, mientras con la otra se quitaba sus audífonos y los guardaba en su abrigo.

— ¡Lydia!— Exclamó él y abrió sus brazos para que la niña fuera corriendo hasta él, que sin previo aviso lo hizo.

Alec la cogió y la levantó, sosteniéndola en sus brazos. Aija notó que él se veía más alto y delgado, su piel estaba más pálida, pero aún mantenía su brillo que le había regalado el sol hace cientos de años. Su sonrisa era genuina, y por un momento ella olvido lo que estaba pasando. El vampiro poseía el poder de mantenerla tranquila y hacerla sonreír, un poder que ella carecía.

— ¿Qué haces aquí? ¿Acaso vienes al rescate de Emilia? — Lydia le preguntó y Alec miró a Aija.

La exbruja paró en seco y miró a Lydia. La niña no tenía la culpa, Lydia no sabía de quien hablaba la carta y si se imaginaba alguien malvado era a Ezio.

El vampiro se cansó de esperar por una respuesta que brindara la ex bruja y se apresuró a contestarle la pregunta a la niña.

— Justamente eso es lo que estoy haciendo, pequeña. — Alec respondió, su voz había cambiado el tono amistoso a uno más serio y a Aija sintió como se le revolcó el estómago.

— ¿Enserio? ¿Así que todavía la amas? ¿Vas hacer su príncipe azul? ¡Al rescate de Emilia! Lydia preguntó con curiosidad.

Aija dirigió su vista hacia la calle para evitar la mirada del vampiro. Algo de lo que dijo su sobrina la había puesto a pensar en lo que Alec le había propuesto hace unos días. Trato de tragar, pero el nudo que se formó en su garganta se lo impidió.

— Algo así, pero primero necesito encontrarla. ¿Quieres comer helado? — Alec cambio el tema y Lydia felizmente aceptó, él la bajo de sus brazos hasta que los pies de la niña pudieron tocar el suelo y luego la niña empezó a trotar por la acera muy contenta.

— ¡Querida!— Alec sonrió, abriendo sus brazos para que Aija lo abrazara.

— ¿Ahora me estas siguiendo?— Ella preguntó sin moverse de donde estaba.

Alec frunció el ceño de manera juguetona y sonrió.

— Trato de mantenerte a salvo, querida. — Alec respondió y se acercó a ella tomándola de la mano.

Aija lo miró confundida, no entendía porque Alec estaba comportándose tan cariñoso con ella. De igual manera, ella no lo rechazo, le gustaba como se sentía su mano en la suya.

Él le sonrió y comenzó a caminar, halándola con delicadeza.

— Sabes que estas a salvó conmigo, nada le va a pasar a Lydia o a ti mientras yo esté vivo. — Alec continuó y ella asintió.

El vampiro paró en seco y miró a Aija, con una mano rozó la mejilla de la pelirroja y esta cerró sus ojos. El muchacho sonrió y besó la frente de la mujer.

— Necesito que confíes en mí. — El vampiro le susurró y ella un poco sorprendida por la delicadeza del muchacho asintió lentamente.

Los dos siguieron a la niña que iba saltante con libertad a unos cuantos pasos al frente de ellos. Aija se sentía extraña, no de una mala manera pero le gustaba como su mano quedaba perfecta con la de Alec, a la misma vez como la hacía sentir segura y tímida a la misma vez. Si Alec llegara a encontrar a Emilia y llegara aniquilarla, Aija no sabía cómo llegaría a reaccionar. La pelirroja no iba negar que en un pasado tuviera sentimientos por el muchacho que ahora la llevaba de la mano, pero ¿Sería ella capaz de dejar que el amor de su vida matara a su mejor amiga, la cuel no era también su antigua amante?

Alec soltó la mano de ella para acompañar a Lydia a la heladería y ella sintió un vacío en su estomago. La ex bruja se quedó sentada afuera de la tienda mientras miraba por la pared de cristal como el vampiro tomaba a Lydia de la mano y ella le señalaba el sabor del helado que quería. Luego se fijó en la mirada de los presentes allí.

Pero que tierno ese padre.

Hay que lindos se ven, padre e hija compartiendo un helado.

Ese muchacho debe ser muy afortunado al tener una hija como ella.

La pelirroja trató de ignorar las sandeces de las personas a su alrededor, pero por más que tratara no podía evitar lo que su corazón le gritaba, aún tenía sentimientos por Alec. La ex bruja colocó sus manos en su rostro en vergüenza, su mejor amiga estaba en peligro y ella soñando con pajaritos preñados con el ex amante de su amiga.

El vampiro se sentó en la silla frente a ella y Lydia siguió su movimiento sentándose al lado comiéndose su helado. Los ojos color esmeralda de Alec observaban a Aija con precisión y se dio cuenta de que Aija estaba evitando su mirada.

— Linda, ya que terminaste el helado sumamente rápido, ¿Por qué no aprovechas y vas al parque en lo que tu tía y yo terminamos los nuestros?— Alec le comentó a Lydia y ella sin pensarlo dos veces cruzó la calle para llegar al parque.

— ¿Te pasa algo, querida?

Aija miró al vampiro con incertidumbre, sus ojos verde claros trataban de ocultar todo lo que estaba pensando pero no dejaban de expresar sus sentimientos.

En un instante Alec se paró a su lado y le tomó la mano para ayudarla a ponerse de pie.

— Acompáñame, ¿Si?

La pelirroja asintió y se paró de la silla para acompañarlo. Juntos se dirigieron al parque para velar por Lydia mientras jugaba un rato. Aija trató de alejarse un poco del vampiro y se sentó en un banco un poco lejos de los columpios en donde jugaba su sobrina, pero Alec se sentó a su lado y le echo el brazo, acercándola hacia él.

Ella respiró su perfume y sonrió, aún no entendía como Emilia pudo jugar con él y con su pariente, los dos solían ser muchachos buenos, caballerosos y perfectos. Hasta que Ezio perdió la cordura y trató de aniquilarlos a todos.

Emilia....

Ese nombre que tanto la perseguía y era dueño de las desgracias que había pasado. El nombre del demonio que la salvó de la hoguera pero que la llevó a un destino peor. La pelirroja observó a la niña correr por los columpios y se le aguaron los ojos.

— Aija, querida. ¿Qué tienes? — Alec preguntó tiernamente.

— Lydia seguirá siendo una niña por el resto de su vida y todo por mi culpa. — Aija declaró y no pudo aguantar más sus lágrimas, estas se desbordaron sin permiso como un río saliéndose de su cauce.

— Aija. Shh, tranquila. Todo va a estar bien, sabes que estoy buscando a la culpable de todo esto para aniquilarla. Ella es la culpable no tú, ella es la que nos hizo esto. — Alec dijo abrazándola y meciéndola un poco mientras ella lloraba en sus brazos.

— Tú no te mereces esto, querida. — Él continúo.

— ¿De qué sirve matarla? Con matarla nada se va arreglar, nada volverá hacer como antes. — Aija confesó entre sollozos.

Alec la volteó un poco y cogió su rostro entre sus manos.

— Mírame, querida. No me gusta verte llorar.

La ex bruja bajo sus manos hasta su falda y al abrir sus ojos se encontró con los de Alec. Era difícil no perderse en ellos, no podía aguantar sus sentimientos.

— Quizás no volveremos hacer como antes, pero nos traerá paz y podemos vivir felices, continuar desde aquí nuestra historia.

— ¿Nuestra historia? — Aija le preguntó, alejándose un poco de él y mirándolo fijamente como si sus ojos fueran a darle respuestas.

— Si Aija, nuestra historia. — Él continúo y se fue acercando a ella.

Aija cerró sus ojos y se fue acercando a él.

— Tengo reportes para usted mi lord.

Los vampiros se separaron y Alec le dio una mirada fulminante a Quinn quien apareció de la nada, justo arruinando el momento.

— ¿Reportes?— Preguntó Alec hostilmente.

— Sí, debe regresar lo antes posible, mi lord. — Informó Quinn ignorando completamente a la pelirroja.

Alec suspiró y le devolvió su atención a Aija, luego la tomó de las manos.

— Tengo que atender unas diligencias, pero prometo que tan pronto termine iré a tu casa. — Él explicó, le besó la mejilla y se fue, desapareciendo en la distancia.

— Pensé que eras la buena de la familia, al parecer además de Emilia convertirte en vampira también te convirtió en una ramera. — Quinn comentó arreglando su jacket de cuero y echando su melena negra hacia al lado.

La pelirroja la ignoró, tratando de ocultar el sentimiento de culpabilidad que comenzaba a inundarla y caminó hacia donde estaba Lydia.

— Vámonos niña, es hora de irnos. — Aija la llamo y Lydia asintió.

Quinn sonrió malévolamente mientras observaba a Aija alejarse, cruzando la calle y perdiéndose en la multitud.

— ¿Todo en orden? — Ezio preguntó apareciendo detrás de ella.

La bruja se volteó y soltó una risa juguetona.

— Alec anda jugando a mamá y papá y ahora está de camino a su residencia. Aija se fue a su casa, así que puedes alimentarte sin problema alguno y pensar que demonios vamos hacer con tu visitante especial. — Quinn le informó con tono sarcástico y se metió sus manos en los bolsillos de sus jeans.

Ezio le dio una mirada aburrida, luego asintió y desapareció, dejando a Quinn sola con la oportunidad perfecta para hacer sus fechorías sin problema alguno.


Nota del autor:

¡Hola!

Espero que se encuentren bien, les subí el capítulo 13 y creo que las dudas aparecerán.

Les tengo 3 preguntas:

1-¿Será Quinn confiable?

2-Con lo poco que conocen de estos bellos galanes, ¿De qué lado se irían?

 3-¿Creen que Aija traicione a Emilia?

Gracias por su apoyo! ^.^

 **Al lado una foto de nuestro querido Alec :P


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