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Capítulo 2

2

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Cuando el fénix despertó vio en su reloj de pulsera que faltaban solo diez minutos para las ocho de la mañana así que, se podría decir, que abrió los ojos justo a tiempo estirándose un poco sintiéndose excelente. Fue recibido por la magnífica vista delante de él pues parecía que iban rodeando una pendiente que dejaba ver los bosques tupidos y las altas montañas que los acompañaban. Aquella siesta fue reparadora pues ahora sentía que en la parte que le correspondía ir al volante podría hacerlo con la misma destreza que su acompañante.

—Dormiste bien, ¿verdad? —le preguntó Aiacos sonriente.

—Si, voy a ser honesto. Dormí de maravilla. Por cierto, me sorprende lo amable que has sido desde que nos encontramos en el altar. Fuiste rudo en el campo de batalla y, ahora, te portas como todo un caballero.

—Nunca he sido descortés. Como te mencioné ayer, estábamos en medio de un conflicto bélico. Como diría Minos, éramos enemigos más no invitados a una reunión social. Todo en esos momentos era cuestión de vida o muerte, debíamos derrotarlos así como ustedes a nosotros. Fuera del campo de batalla, no soy diferente a otras personas y no tengo razones para tratar mal a nadie o ser maleducado. Además, tú y yo ya nos conocemos.

—Eso veo, tus modales me sorprenden.

—Hemos llegado a la mitad del camino —dijo de pronto interrumpiendo los pensamientos de Ikki—, aqui hay diferentes sitios para comer algo. Muero de hambre.

—Yo también.

Se trataban de varias casas de colores cuya estructura era irregular acomodadas una al lado de la otra en uno u otro sentido de la vía. Aiacos paró delante de una al azar y ambos bajaron para buscar qué comer. En una de las tantas casitas que se veían se servía comida ya que las mesitas y sillas estaban dispuestas para recibir a los viajeros de la carretera.

Ambos tomaron asiento y, nuevamente, fue el juez quien ordenó la comida y bebidas para ambos. El desayuno consistió en un platillo de papas revueltas con huevo y fritas además de un poco de pan acompañados por un generoso plato de arroz Poha. Los dos necesitaban comer bien ya que aún les esperaban otras tres horas de viaje.

Luego del buen desayuno, un cigarrillo y de haber estirado las piernas unos quince minutos más fue que retomaron el camino. Esta vez Ikki iba al mando y si bien, creía no ser tan hábil no era menos diestro que su acompañante, sin importar que ese auto el volante del otro lado, en el asiento del copiloto, lo conducía con destreza. El sol aún no estaba en su punto más alto, seguro lo estaría cuando ambos estuvieran cerca de llegar a su destino, alrededor del medio día.

Los siguientes momentos fueron mayormente en silencio puesto que Ikki prefería poner atención en las prolongadas curvas del camino mientras que su acompañante iba callado también, perdido en el panorama alrededor suyo y escuchando la alegre música del cassette en turno que sonaba en el reproductor de música. Aiacos no estaba acostumbrado a que alguien más lo llevara ya que siempre era él quien estaba al volante, el cambio le agradaba y así podía distraerse un rato tan solo observando como el fénix lidiaba con la carretera.

Se sacó las gafas recargandose pesadamente en el asiento, ahora él sentía un poco de sueño.

—¿Has visitado la tierra a la que pertenezco? —preguntó Ikki de pronto— ¿el oriente?

—No, no he podido hacer ese viaje. No viajo tanto como tú aunque quisiera.

—¿Las leyes de Hades son muy estrictas?

—Si, aunque sabemos cómo sortearlas pero las ausencias prolongadas se castigan con la muerte. Yo no podría ir más que unos dos días a la tierra donde vives y, creo que una estancia tan breve no valdría la pena. Además, no puedo simplemente ir a donde quiera puesto que no tengo vínculos con tu país. Solo tengo autorizado ir a casa, a sus alrededores, y ya.

—¿De verdad? —pregunto sin creer a lo que Aiacos solo afirmo lentamente con la cabeza— ¿a eso aplica para los tres? —el joven nuevamente afirmó en silencio—. Perdona que me meta en lo que no me importa, pero ¿por qué creíste que ser un juez al servicio de Hades sería buena idea?

Aiacos pensó un poco antes de hablar, nadie le había preguntado eso antes y no estaba seguro de su respuesta. Echó la cabeza para atrás analizando qué decir a la pregunta mientras Ikki lo observaba por el rabillo de ojo a instantes entre el camino. Era evidente que le había hecho un cuestionamiento muy difícil.

—Yo no tuve oportunidad de analizar la propuesta del dios o pensar en los pormenores ni nada —respondió tras una larga pausa mirando al infinito—, fui elegido. Cierto día los dos jueces (Minos y Radamanthys) fueron a buscarme y me llevaron al inframundo. Yo desperté en mi templo... no tenía pulso, no latía mi corazón y mi piel era fría como el hielo. No sé qué pasó antes, dónde estaba, qué estaba haciendo o quien era... —añadió pensativo aunque no triste o desconcertado.

—Vaya... estás en tu puesto a la fuerza —Ikki trato de no objetar ni añadir nada más. No estaba seguro si fueron los propios esbirros del dios maligno, pero era un hecho que algo no natural ocurrió con Aiacos en su vida como joven mortal— ¿los jueces son quienes eligen a sus colegas?

—No, yo fui elegido por el surplice directamente. La voz de Hades mismo me confirmó que mi surplice de Garuda fue quien me escogió y eso fue todo. Desde entonces he estado en el inframundo.

—¿Te refieres a poco tiempo antes de la guerra santa? Unos cuantos días.

El joven solo rió discretamente. Minos y Radamanthys le habían dicho, en el pasado, que muchas veces los mortales harían ese tipo de preguntas. Que uno debía analizar a quien le decía la verdad y a quien una mentira blanca. En el caso de Ikki, él podría manejar la verdad, ya se conocían y este había entrado al inframundo por lo que podría entender mejor las circunstancias del juez.

—Vamos Ikki, ¿no me digas que no lo sabes? —lo miró de frente sin dejar de sonreír.

—Seiya mencionó algo extraño sobre ustedes aunque no sé qué tan real sea.

—¿Qué dijo Seiya?

—Que los jueces son inmortales... ¿es cierto? —Ikki sentía que su corazón latía muy deprisa al decir todo eso, ¿le diría que sí o que no? El fenix esperaba que Aiacos lo llamara "loco" y con eso se cerrara el tema.

—Elige, ¿te digo la verdad o quieres escuchar una mentira? —Aiacos no abandonó su postura despreocupada ya que no tenía nada que ocultar al perceptivo fénix. Además verlo perturbarse le resultaba divertido.

—Dioses... —Ikki trago duro sin apartar la mirada del camino— Entonces tienes la edad para ser mi abuelo, ¿verdad?

Esta vez Aiacos rio un poco más alto.

—Ikki, tengo edad para ser tu bisabuelo. Aunque me vea en mis veintes, soy más viejo de lo que crees. Sin embargo, no llevo mucho en el inframundo ni siendo juez, en comparación con mis dos colegas, soy el más joven de los tres.

—Vaya... esto sí que es perturbante aunque, me lo esperaba de cierta forma —Ikki trató de aminorar el ambiente—. Supongo lo merezco por entrometido.

—Bueno, hiciste una pregunta y yo te di la respuesta.

—Lo sé y gracias por la honestidad.

No iba a negar que, la parte positiva de estar al servicio de una diosa, era el conocer a gente como su acompañante. Personas con historias y circunstancias fascinantes y bien sabía que este le había dicho la verdad ya que habían compartido el campo de batalla en la tierra del enemigo. No cualquier persona podria presumir de haber entrado al inframundo y salido con vida así que el que el juez le confirmara su inmortalidad ya no le resultaba aterrador.

—¡Estamos por llegar! —indicó el joven copiloto muy animado.

—¿De verdad? Dioses, las tres horas volaron mientras charlabamos.

No había notado que llevaban ya un rato conduciendo entre casas y autos aqui y allá. Ikki no tenía recuerdo del momento en que los bosques y la montaña se quedaron atrás en el camino. El relato de Aiacos lo tenía muy interesado y entretenido.

—Nuestro destino es la zona del lago, hasta el otro lado de la ciudad —indicó el joven juez—, hay que continuar hasta donde la carretera termina.

—Bien.

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Condujeron por la avenida principal de aquella ciudad por espacio de una hora más o menos adentrándose en el centro de la misma, justo donde dos grandes avenidas se interceptaban una a la otra. Era poco más del medio día mientras iban por la vía más transitada rumbo a los muelles del lago y el mayor indicador de que su destino estaba cerca eran las pequeñas tiendas sobre la vía que vendían artículos para nadar, ropa adecuada y ofrecían paseos en bote. Estando a un par de calles de su destino fue que buscaron donde aparcar el vehículo entre las callejuelas cercanas.

Así caminaron apreciando el paisaje frente a ellos, tenian de frente el lago Phewa con toda su magnificencia mientras andaban un poco por la orilla sintiendo el aire en sus rostros. La calle aledaña que recorría la orilla del lago estaba llena de sitios para comer y rentar botes así que no les falto diversión para el resto del día.

El parque Basundhara estaba a pocos metros de ahí así que podrían conocer un poco más de la ciudad, aunque para Ikki la parte mala era la cantidad de gente que había aquí y allá. Sabía que no debía quejarse, puesto que su acompañante le había advertido que Pokhara era una ciudad congestionada de turistas.

—Hagamos algo interesante, ¿quieres? —Ikki rompio sus meditaciones mientras Aiacos lo miraba fijamente.

—¿Qué propones? —pregunto con dudas en la voz.

—Vamos.

A unos metros de ellos estaba ubicado un establecimiento dedicado a aquellas personas que desearan una experiencia distinta: subir a un tipo paracaídas y planear un poco por los cielos de la ciudad, desde el suelo se apreciaban a los turistas que elegían este "vuelo" y los miraban desde las alturas.

—¡No haré esto! —indicó Ikki determinante y molesto.

—Vamos, no viniste hasta acá solo para sentarte en un tronco al lado del lago a fumar un cigarrillo, ¿o si? —respondió el juez molesto— ¡Hagamos que esas seis horas de viaje valgan la pena! —sin pensarlo dos veces lo llevo del brazo hasta la entrada del establecimiento mientras el fénix pensaba en cómo huir del lugar— Mira el catálogo —le mostró un panfleto con las opciones para elegir—. Aquí hay un vuelo que dura unos treinta minutos, creo que será perfecto para un ave miedosa como tu —indicó filoso.

—¡No tengo miedo! Es solo que...

—¿Qué es Ikki? Está bien tener miedo o ¿esta experiencia te recordara al momento en que te lancé por los aires en nuestro combate? —continuó sin ánimos de querer parar.

—¡Bien, hagámoslo! —respondió furioso el fénix— ¡Te demostraré que vuelo mejor tu esta cosa!

Ikki respiró profundo antes de que él y Aiacos intercambiaran miradas desafiantes. Cada uno llevaría su propio paracaídas sin instructor. Los vendedores los miraron desconcertados por un momento, pero aquellos jóvenes estaban tan dispuestos a molerse a golpes que, decidieron no intervenir.

Tras una breve espera fue que ambos, literalmente, emprendieron el vuelo colocándose el casco y demás equipo de seguridad mientras el pequeño avioncito los llevaba a cierta altura desde donde debían lanzarse tras recibir las detalladas instrucciones del staff quienes les rogaban que pararan esa tontería y fuesen acompañados de un instructor debidamente calificado. Ambos se negaron rotundamente.

—¿Estás listo Ikki?

—Si... —el fénix no quería reconocer que estaba aterrado por aquella experiencia, pero no le daría a Aiacos la satisfacción de volar él solo su paracaídas— ¡Andando, Garuda!

—¡Como quieras, fénix!

Y así ambos se lanzaron por los aires abriendo el paracaídas desde donde se podía apreciar una vista hermosa de los Himalaya, el lago y la extensa ciudad de Pokhara. Ikki se sintió más tranquilo mientras planeaba haciendo que su corazón ya no latiera con furia y su respiración se acompasara con lentitud, realmente volar era una experiencia única y él agradecía el poder vivirlo por sí mismo ya que el viento fue benevolente, les permitió gozar de la magnífica vista. Ahí ambos notaron la existencia de un templo en medio del lago mientras sus ojos se perdían en el horizonte en medio de los frondosos bosques que estaban al frente.

"Que gran manera de pasar mi cumpleaños", se dijo Ikki cerrando los ojos para dejarse llevar por la experiencia. Le hubiera gustado la presencia de alguien querido a su lado, pero ninguno de sus amigos dejaría a Saori sola por nada del mundo aunque todos estuvieran presentes en esa casa. Así que, sin sentir culpa alguna, siguió disfrutando de todo lo que le rodeaba.

—¿Sabes remar? —preguntó el juez de pronto, como siempre, sacándolo de sus pensamientos.

—Si, ¿por qué? —respondió sin pensar.

—Desde aquí veo que abajo hay botes de remo, ¿que te parece una competencia? Veamos quien llega primero al templo en el islote.

—Voy a ganarte claro está —respondió desafiante.

—Eso quiero verlo.

Apenas tocaron tierra, para alegría de los empleados del establecimiento, fue que los dos corrieron al sitio donde rentaban botes de remo, cual niños pequeños, cada uno eligió el suyo llevando el equipo de seguridad apropiado e ignorando categóricamente al Staff del lugar que les rogaba que tuvieran cuidado y mejor fueran los dos en el mismo bote. Nuevamente las dos aves furiosas se negaron iniciando aquella competencia de remos entre ambos.

La gente a su alrededor solo miraba perpleja como aquel par de jóvenes infantiles se insultaba de un bote a otro mientras iban directo hasta el templo de Tal Barahi remando sin parar. Aiacos se sentía vivo, realmente vivo, aunque estuviera haciendo semejantes tonterías al lado de Ikki, se sentía feliz y entusiasmado como nunca. Ninguno de sus colegas habría querido acompañarlo en ese tipo de actividades así que, sin quererlo reconocer abiertamente, agradeció en su mente la presencia del caballero de bronce esperando que no fuera a querer matarlo apenas llegaran a la meta.

—¡Llegué primero! —grito Ikki triunfante al rostro de su oponente— ¡Te gane por unos cuantos segundos!

—¡Mientes, yo llegué primero!

—¡Demuéstralo!

Un monje del templo se acercó a ambos apenas llegaron al pequeño muelle indicándoles que estaban en un sitio sagrado, un poco molesto les solicitó se comportaran puesto que armaban gran revuelo y las personas alrededor se encontraban orando.

—Lo sentimos —respondió Aiacos apenado—. Guardaremos silencio —el monje se retiró de ahí mientras el juez le dedicaba una mirada furiosa al fénix—. Mira lo que hiciste.

—La culpa fue tuya por gritar —respondio filoso.

La isla donde estaba el templo de Tal Barahi era un sitio amplio cuyo altar principal se trataba de una pagoda rodeada por jardineras y árboles, se encontraban ahí otros altares pequeños a los que los fieles acudían para orar y dejar alguna limosna. Había espacios para sentarse y disfrutar de la vista al lago. Los dos jóvenes se acercaron con calma a la pagoda y dedicaron alguna plegaría durante un rato antes de recorrer la isla tomando asiento por un momento cerca de uno de los altares.

—Hay que volver para comer algo —dijo Ikki de pronto

—Si, ¿crees ser capaz de pedir la comida tú solo? —preguntó Aiacos sonriente y desafiante.

—Me encantaría decir que sí, pero creo que me ganaras esta porque sigo sin entender palabra alguna.

Remando con calma, como las personas normales, fue que regresaron a Pokhara dispuestos a buscar donde comer algo. Al llegar y devolver el bote de remos y el equipo de seguridad a los empleados del local fue que el juez noto que la tarde estaba cayendo, era increíble como había pasado un dia entero solo en un par de actividades.

—Hay que buscar donde pasar la noche y mañana volver despues del desayuno.

—Pensé que querrías regresar lo más temprano posible —comento el joven juez.

—No, no volveré a poner un pie fuera de la cama antes del amanecer.

Cerraron el día asistiendo a una festividad local organizada en uno de los templos cercanos donde se vió a los monjes en medio de alguna danza ritual. Para fortuna de ambos, estaban colocados diversos locales alrededor que ofrecían comida local y así pudieron disfrutar del evento y de una cena abundante.

En las calles aledañas encontraron un hotel logrando conseguir un cuarto con camas gemelas. Así, las dos aves furiosas cayeron dormidas apenas tocaron la almohada, estaban demasiado cansados por el largo y divertido día.

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Encontraron un sitio decente para desayunar en las cercanías del hotel así que luego de un buen baño, los dos fueron sin prisas a comer algo. La tensión entre ambos había desaparecido por completo y prácticamente se comportaban como buenos colegas.

—Deberíamos volver a esta ciudad en invierno, justo cuando la nieve cubra por completo la montaña —comenzó a decir Ikki pensativo mirando al horizonte.

—¿Por qué en invierno?

—Para poder hacer competencias de ski y snowboarding. A ver quién llega primero a las faldas de la montaña.

—Tendrás que prepararte mucho porque es un hecho que te ganaré —respondió el juez sonriendo.

Delante de ambos estaba el letrero que anunciaba un conocido Spa resort para esquiadores. Aiacos pensó que sería interesante volver a ver a Ikki para otra competencia ya que se le daba bastante bien y, de todos los que conocía, era con quien congeniaba mejor en ese aspecto.

Lo último que hicieron en Pokhara fue recorrer los dos grandes parques de Basundhara y Komagane mientras Ikki fumaba un poco y Aiacos bebía algo dulce. Si aquella ciudad estuviera más cerca no tendrían porqué pensar en lo largo del recorrido, pero debían devolver el auto antes del cierre del local.

Alrededor de las once o doce del día emprendieron el viaje de regreso.

—Que par de días tan divertidos —se dijo Aiacos acomodándose en el asiento del copiloto.

—Veo que lo pasaste como niño —respondió Ikki quien iba atento al camino—. Imagino que no haces esta clase de cosas con los otros jueces ¿o si?

—Claro que no —respondió sonriente el juez—, cuando salimos los tres juntos es muy difícil que nos pongamos de acuerdo en que hacer. Tenemos gustos muy diferentes.

—¿De verdad?

—Si. Por ejemplo, Minos es aficionado a las actividades "contemplativas"; le agrada mirar películas e ir a muestras de cine raro, además le encantan los museos, los conciertos y eventos que no requieran gran actividad física. El dice que es intelectual, yo digo que es perezoso. Radamanthys lo llama "couch potato".

Ikki solo reía ante esas apreciaciones.

—Radamanthys es todo lo contrario, si bien no le gustarían las cosas que hicimos aquí; es decir el bote de remos y el paracaídas, si he podido hacer con él algo así como "senderismo". Ese hombre adora las caminatas, prácticamente podría caminar por días sin parar y sin cansarse, podría cruzar un país entero a pie.

—¿En serio?

—Si claro, de haber venido con nosotros nos hubiera hecho andar hasta Pokhara sin tener consideraciones.

—¿Y a ti qué más te gusta hacer aparte de deportes extremos? —preguntó el fénix irónico.

—Yo hago de todo un poco cuando no estoy trabajando. Puedo estar sentado haciendo cuentas y cálculos por horas escuchando música así como hacer deporte o mirar una película. No tengo preferencias.

—Eres el equilibro entre los tres.

—Si, creo que sí —respondió sonriendo.

Ikki lo había corroborado pero, si sabía algo de las aficiones de Aiacos era que le agradaba cantar mientras iba al volante además de conducir por horas y horas, así como este había dicho: prácticamente el más joven de los jueces podría cruzar un país en auto. Tan solo acompañado por una incipiente radio que funcionara, un poco de viento agitando su cabello y el camino frente a él. No deseaba reconocerlo abiertamente, pero aquel joven le había alegrado el cumpleaños de muchas formas al forzarlo a realizar actividades tan variadas y diferentes.

Y pensar que se encontraron por pura coincidencia pues jamás se imagino que se lo toparía en aquella región tan oculta del Himalaya.

—Fijemos la fecha de nuestro siguiente encuentro —indicó Ikki—. Veámonos aquí mismo en invierno, trae tu equipo para esquiar.

—Suena bien —respondió el juez pensativo—. Si es un acuerdo, lo haré. Vendré en invierno y ambos esquiaremos para ver quien es el mejor.

Llegaron a Nagarjun casi al anochecer y justo a tiempo para devolver el auto rentado y despedirse. Aiacos sabía que debía marcharse enseguida ya que la señal para su partida revoloteaba justo frente a sus ojos: una de las hadas del inframundo volaba sin que Ikki lo notara. La clara muestra de que su tiempo en el mundo mortal había concluido por ese periodo.

Finalmente, se dieron la mano como muestra de fraternidad y camaradería prometiendo volverse a ver a inicios de enero para llevar a cabo esa competencia invernal.

—Buena suerte Ikki y gracias por todo —el joven se alejó sonriente por el camino mientras el fénix lo observaba desvanecerse en la nada.

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FIN

*Notas: Un rare pair para ustedes. Es la primera vez que escribo sobre ambos en el mismo fic y, la verdad, lo disfrute mucho. Me gusta alejarme de las parejas de siempre y que mejor que dos oponentes para variar un poco.

Gracias por leer.

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