El Aroma de un Encuentro
El viento helado golpeaba las ventanas de la pequeña pero elegante cafetería que Yuno Grimberryal frecuentaba. Había terminado una larga jornada en su empresa, y como solía hacer en días como este, decidió detenerse para disfrutar de un café en su lugar favorito. La atmósfera del local era cálida, decorada con luces tenues y muebles de madera que daban un aire acogedor.
Entró, con su abrigo oscuro cubriéndole los hombros y su porte impecable que siempre llamaba la atención. Saludó con un leve movimiento de cabeza al barista, quien ya conocía su pedido habitual: un espresso doble. Luego se dirigió a una mesa junto a la ventana, su lugar favorito, y sacó un libro de tapa dura que había estado leyendo desde hacía semanas.
Mientras pasaba las páginas, el ruido del exterior desapareció. Se sumergió en las palabras, encontrando en ellas un escape momentáneo del caos cotidiano. Sin embargo, algo lo distrajo.
Un aroma dulce, suave pero inconfundible, llenó el aire. Flores. Era extraño sentir ese olor en medio de un invierno tan frío. Alzó la mirada justo a tiempo para verla entrar.
Era una joven de cabello anaranjado, como el fuego de una chimenea encendida, que caía en ondas suaves hasta sus hombros. Sus ojos verdes, brillantes como hojas bañadas por la lluvia, parecían iluminar la cafetería. Llevaba un abrigo beige y bufanda blanca, que le daban un aire delicado pero vivaz.
Yuno la observó, tratando de no parecer demasiado evidente. Ella caminó con paso seguro hasta una mesa, curiosamente cerca de la suya, también junto a la ventana. Mientras se quitaba los guantes y los colocaba sobre la mesa, pidió algo al mesero, probablemente un té por la tonalidad cálida de su voz.
Él intentó volver a su lectura, pero el aroma floral seguía distrayéndolo. Pasaron unos minutos antes de que escuchara una voz suave y curiosa dirigirse a él.
—Disculpa, ¿qué estás leyendo?
Yuno alzó la mirada, ligeramente sorprendido. Era ella, la chica de cabello anaranjado. Lo miraba con una sonrisa amable, inclinándose un poco hacia adelante, como si realmente estuviera interesada.
—Oh... —Yuno cerró el libro, mostrando la portada—. Es una recopilación de ensayos filosóficos. Algo para pasar el tiempo.
Ella pareció emocionada al leer el título.
—¡Me encanta la filosofía! Siempre he pensado que esas reflexiones profundas hacen que los días fríos como este sean más cálidos. —Se señaló a sí misma con una mano—. Soy Mimosa Vermilion, por cierto.
Yuno parpadeó, sorprendido por la espontaneidad de su presentación. No estaba acostumbrado a interacciones tan directas, pero había algo en su sonrisa que lo desarmó.
—Yuno Grimberryal —respondió con un leve asentimiento, manteniendo su tono tranquilo y profesional—. ¿Siempre hablas con desconocidos en cafeterías?
Mimosa ríe suavemente, acomodando un mechón de cabello detrás de su oreja.
—No siempre, pero no pude evitarlo. Parecías tan concentrado que me dio curiosidad. Además, es raro encontrar a alguien leyendo filosofía en estos días. ¿Tienes un autor favorito?
Yuno se relajó un poco, intrigado por su genuino interés.
—Probablemente Nietzsche. Aunque sus ideas son algo sombrías, creo que plantean preguntas importantes sobre la naturaleza humana.
Mimosa asintió, cruzando las manos sobre la mesa.
—Eso tiene sentido. A mí me gusta más Kierkegaard. Su forma de abordar la fe y la existencia siempre me ha parecido fascinante.
La conversación fluyó de manera natural, algo que sorprendió a Yuno. No era alguien que se abriera fácilmente, pero Mimosa tenía una energía que lo hacía sentirse cómodo. Hablaron de libros, de filosofía, incluso de cosas triviales como el clima y la música que sonaba de fondo en la cafetería.
Cuando el mesero trajo el pedido de Mimosa, un té de jazmín, ella lo levantó y lo olió antes de mirar a Yuno con una sonrisa divertida.
—¿No crees que el aroma puede ser tan importante como el sabor?
Yuno la miró por un momento, recordando el dulce aroma floral que había percibido cuando ella entró.
—Definitivamente. A veces, un aroma puede cambiar toda una experiencia.
—Eso sonó más filosófico de lo que esperaba —Mimosa inclinó la cabeza, curiosa por su respuesta.
—Tal vez sea la influencia de este encuentro —Yuno sonrió ligeramente, una rareza en su semblante habitualmente serio.
El tiempo pasó más rápido de lo que ambos notaron. La cafetería comenzó a vaciarse, y el sonido del viento afuera parecía intensificarse. Mimosa se puso de pie, recogiendo sus cosas.
—Ha sido un placer conocerte, Yuno. Ojalá podamos volver a coincidir algún día.
Yuno dudó por un instante antes de responder, algo que no solía hacer.
—Tal vez podamos hacer que suceda.
Ella le sonrió, esa sonrisa cálida que parecía iluminar cualquier rincón frío, y salió de la cafetería, dejando tras de sí un rastro de aroma a flores que Yuno no olvidaría fácilmente.
Cuando volvió a quedarse solo, abrió su libro, pero esta vez las palabras no lograron capturar su atención. En su mente seguía resonando la risa de Mimosa y el brillo de sus ojos verdes. Algo en ese encuentro le había dejado una impresión, y aunque no lo admitiría en voz alta, esperaba volver a verla.
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