Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

5. Luciano:

NOTA DE AUTORA:

ATENCIÓN: Esta obra NO es apta para todo público y es cien por ciento FICCIONAL. Por lo tanto, las opiniones expresadas y los hechos siguen la misma lógica. No se busca ofender a nadie, tómelo como un personaje más. Lea bajo su propia responsabilidad. 

 
Mi habitación da al fondo de la casa, justo frente a un árbol grande y ramificado. Cuando tenía catorce, un muchacho subió por allí y pidió refugio. Lo estaban persiguiendo debido a un asunto de dinero. Tuvimos sexo ese mismo día, y desde entonces se ha vuelto una tradición. No lo amo, por supuesto que no. Primero, porque no sé hacerlo; y segundo, porque tiene la maldita manía de fumar. Mientras sirva para satisfacer algunas necesidades físicas, lo dejaré entrar. Mi incapacidad sentimental no está ligada a la falta de visión. Un buen cuerpo puede ser apreciado, como una escultura.

Pasan un par de minutos en los que escucho música y leo. Los pocos placeres que mitigan mi hambre intelectual y macabra.

—Pst, ¡Rebecca, bebé! ¡Ábreme la ventana! —Levanto los ojos del libro y en efecto, Luciano está del otro lado, en cuclillas. Camino a él y muevo la madera hacia arriba—Bueno, ahora abre las piernas —. Sus ojos brillan, divertidos y excitados.

Me aparto para que ingrese:

—No sé si pueda hacerlo hoy —pone ambos pies en el suelo y se apoya en el brocal, aunque tiene que encorvarse para caber.

—¿Por qué? — Se sorprende.

—Me castigaron.

Termina de entrar y se coloca muy cerca.

—¿Y a ti desde cuando te importa lo que te digan? —Sonríe de costado.

—Están abajo.

—Y nosotros arriba.

—No nos dará el tiempo.

—Puedo ser rápido si me lo propongo —. Me da un guiño.

—Está bien, pero si te descubren, te jodes—. Salto a sus brazos y él retiene mis muslos. Comienzo a besarlo. Paso mi lengua por su borde inferior sutilmente y suelta un gemido. Este es mi terreno, y adoro gobernar con puño de hierro. Lo salvaje, lo indómito, lo oscuro. Todas son áreas que domino, son partes conjuntas que forman lo que soy. Luciano es consciente de mi ofrecimiento. Placer, sí, pero peligro también. Mi cuerpo completo siempre busca destruirlo, siempre busca destrozarlo en su propio juego de seducción. Al igual que una viuda negra, cuyos apéndices esbeltos son movidos a su antojo, lanzo ponzoña y devoro sin dejar nada. Exploramos mutuamente nuestros rincones con frenesí. Me deshago de la blusa negra de un tirón y la arrojo a un lado, él hace lo mismo con su camisa. Revela sus torneados músculos y el mango de su arma es visible.

—¿Me tienes miedo? —Hablo con sensualidad, recorro con mis brazos el trayecto hacia sus pantalones y le desabrocho el jean. Mientras se los quita rozo el límite de su pelvis, tocando el arma.

Continúa besándome, inmovilizando mi mano distraídamente.

—Siempre, pero no necesito esto para defenderme —. Me la muestra y la deja debajo de la cama. Pronto juega con mis senos y una oleada de éxtasis recorre mi espalda hasta arquearla. Sus ojos se dilatan al oír mis espasmos y no duda en despojarme de mis pantalones y la ropa interior. Sus grandes manos me recorren las piernas a lo largo y comprueban que esté húmeda.

Le arrebato su bóxer entre jadeos y atraigo su boca la mía. Lo empujo hacia un lado para que quede debajo. Estas son las reglas si desea el encuentro.

—Tranquila, pequeña Lilith...¿me vas a llevar al cielo? — Acaricia mi espalda.

—Prefiero arrastrarte a otro lado —Sonrío con malicia y de un movimiento me encuentro en su interior. Soy quien manda, soy quien decide cuanto ganar y cuanto dar a cambio. La Reina, la señora de sus tierras. Arderemos hasta que lo convierta en cenizas.

En ese momento echa la cabeza para atrás y gruñe.

Pongo ambas manos en su pecho y muevo mi cadera hacia atrás y hacia adelante, soltando el placer en forma de notas ancestrales, gloriosas melodías eléctricas y animosas. Cada vez más calor, cada vez más movimiento. Lo envuelvo en brazos invisibles para comérmelo, para acabar con su identidad— ¿Cómo te llamas?

—Yo...oh —fija las pupilas, pozos oscuros, en mi rostro— demonios —veo como sus manos presionan el borde del colchón, cierra los ojos para intentar controlarse, pero es imposible— me voy.

—No, aún no —. Lo beso aprensiva, beso su cuello y arremeto una, y otra, y otra vez.

Se muerde la boca fuertemente para no gritar y pone los ojos en blanco.

—Por favor, detente —. Habla como si fuese a infartar.

Mi garganta se cierra, el pecho me tiembla y llego a la cúspide, pegando mi pelvis a la suya y elevando mi columna. Tenemos un orgasmo en todo su esplendor. Me lleno temporalmente de sensaciones agradables, desbordantes. Lo dejo ir y me acuesto, exhausta.

Nuestras respiraciones son fuertísimas y estamos empapados en sudor. Voy a tener que cambiar las sábanas otra vez.

—Tú...vas a...matarme —. Se ríe.

—También matas.

—Es distinto —enrosca un mechón de mi cabello con su dedo— yo mato a los que me deben dinero. Tú estás loca y mataste a tu tía.

—¿Cómo lo sabes?

—Da la casualidad que un compañero está internado en ese hospital. Cuando fui, te vi. Traías esa carita que tienes al hacer algo que te gusta —toca la punta de mi nariz— además, era imposible no enterarse con los gritos de tu madre —hace una pausa— ¿le practicaste eutanasia?

—Sí.

—Te gustó, ¿verdad?

—Sí.

—Lo supuse —pronto escuchamos unos pasos acercándose por el pasillo. Me levanto de un salto y tranco la puerta—. ¡Hora de irme! —Murmura con cierta alegría al tiempo que se pone de pie.

—Métete en el armario —. Lo empujo y tiro toda su ropa con él.

—Rebecca, soy Papá, ¿puedo pasar?

—Ya voy.

Visto un piyama que utilizo para momentos como este y abro la puerta.

Luce nervioso, cansado, frustrado y desesperado. Pero no lo sabe, su mente intenta bloquearlo para perpetuar la sanidad a toda costa. No encuentro otra razón por la cual intente sonreír ante mi presencia.

—Quería...—desvía la mirada hacia otro punto. Algo lo hace sentir culpable, pero no seré yo quien lo redima. Lo contemplo, expectante. Invitándolo sutilmente a seguir— quería disculparme por lo que dijo tu madre, sabes que tus palabras le afectaron mucho y...

— No debes disculparte por errores que comenten los demás.

Retuerce sus manos con nerviosismo y alza el semblante para enfrentarme:

—Lo sé. Pero también necesito hacerte una pregunta — ingresa al cuarto en tres zancadas—. ¿Tú nos amas? Como padres, me refiero, ¿nos amas? —Pestañeo un par de veces. Me descolocó su pregunta. He percibido sus dudas durante toda mi infancia, pero jamás había osado ser tan directo. No lo esperaba de él. Antes de responderle me interrumpe— Sé honesta, por favor. —Lo miro con mayor interés, igual al niño que se topa con un bicho nunca antes visto. Así que es cierto, la personalidad de mi padre es doblegada por la manipuladora y devota de mi madre.

— No —. Cada letra que pronuncio parece incrustarse en toda esperanza que haya podido tener. Sus hombros caen unos centímetros y la boca forma una línea tensa.

Tarda unos segundos en asimilarlo. Mueve la cabeza de un lado a otro para evitar que las lágrimas broten. Termina dándose por vencido y se expone. Me muestra su interior débil y lleno de sentimientos que no puedo hacer surgir.

— ¿Te hemos hecho daño en algún momento? ¿He sido un mal padre? Dímelo Rebecca, quiero que me lo digas —. Me toma por los hombros.

—No me han hecho nada —. Es la realidad. Ellos no han hecho nada. Absolutamente nada.

—Oh...Rebecca —me abraza con fuerza. No es que rechace su afecto, directamente me es indiferente— ¿qué te hice? — Suelta lamentos infantiles contra mi cabello— Perdóname.

La puerta permanece abierta, en la pared hay un cuadro. El cuadro de una familia feliz con un niño y una niña pequeña. La niña tiene dos años y podría jurar que está sonriendo.

—No hiciste nada, padre —. Dejo de prestarle atención. Esa criatura de papel y tinta atrapa mis pensamientos.

Esa niña era yo.

—Vaya, fue intenso —. Luciano por fin sale del ropero. Sonriente. Su expresión no hace más que hundirme en conjeturas rebuscadas— ¿Qué pasó con tu Mamá?

—Me llamó monstruo.

—Ah, bueno. Al menos la tuya no te tiró a la basura al nacer —. Se señala y carcajea. Cuando nota que estoy más distante de lo habitual toca mi espalda— ¿Y a ti qué te pasa?

No lo sé. Es extraño, comprenderme a mí misma suele ser sencillo, porque no yace nada en mi interior que pueda explorarse. Aunque estas conversaciones de último minuto me sacan de mi centro. Y no me agrada. Tal vez debería aislarme en mayor grado, tal vez el contacto excesivo con otros me produce este malestar tan superficial. O posiblemente, sea sólo el agotamiento físico producto de la fogosidad.

No importa la cantidad de indicios que se eleven a mi superficie, una chispa jamás surgirá en un lago congelado y oscuro. Los dragones de mi supuesto espíritu son los encargados de mantener sellado cualquier intento de confusión humana entre las cisuras cerebrales. Soy la dueña de mis sentidos, pero incluso de mí se ocultan las claras sombras moribundas de una vida pasada. Creí haber nacido así. He visto esa fotografía incontables veces, pero no la he entendido hasta ahora.

—Creí haber tenido un recuerdo...—. Bajo el rictus, inconforme con mi respuesta.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro