Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

15. Amenazas y regalo:

NOTA DE AUTORA:

ATENCIÓN: Esta obra NO es apta para todo público y es cien por ciento FICCIONAL. Por lo tanto, las opiniones expresadas y los hechos siguen la misma lógica. No se busca ofender a nadie, tómelo como un personaje más. Lea bajo su propia responsabilidad.  

 Los cumpleaños que yo recuerdo nunca fueron precisamente divertidos. No importa, igualmente sólo es un día como cualquier otro. Desconozco la razón del significado especial que se le asigna. Hay cientos de millones de seres humanos, y al menos un millón nació el mismo día. Sin contar que también hubieron, y hay defunciones a cada minuto. Mientras se festeja un cumpleaños en una región, en otra (no necesariamente lejana) hay gente llorando la muerte de alguien importante. Si uno decide festejar junto a un velatorio, se ve una falta de respeto hacia el fallecido, pero bien se les olvida que cuando cumplen años, inevitablemente, alguien deja de existir. El común de la población piensa que el planeta se reduce a su círculo social, no hay excepciones a la regla, en determinado instante, la mente dice "Sólo somos nosotros", y es esto lo que les permite saber que hay miseria en otros sitios, y aun así gastar en cosas que no se necesitan, quejarse de problemas minúsculos y reunirse en torno a una mesa con total naturalidad. El olvido hace milagros. La falta ventajosa de memoria te invita a ser feliz, de ahí la cuestión de ser ignorante y feliz, o ser sabio e infeliz. No me refiero al deterioro de la empatía, sería poco sensato de mi parte, recomendar una cosa que me es imposible aplicar. Ahora, de la misma manera que admito mis características, también sé que es de necios negar lo evidente. La humanidad no se diferencia de los animales exclusivamente por la razón, la hipocresía es su mejor distintivo. A veces esta llega a ser tan potente, que termina convenciendo a la conciencia con tretas y juegos, trastocando la realidad con el "Sólo somos nosotros". Le canta a su dueño cual sirena, y lo convierte en un náufrago imbécil, conforme con sus propias mentiras impuestas. El altruismo está extinto, los que están por fuera del círculo conocido y cómodo, se pudren, y su aroma apenas roza el subconsciente. Nadie ayuda al extraño, a nadie le importa el extraño. Pueden exclamar en mal tono, que hay personas dispuestas a sacrificarse por otros. Sí, pero, ¿qué tal si no es más que lucha por convicciones? Sus convicciones. A final de cuentas, son cosa suya, no ajena. ¿Se puede colaborar sin que sea consecuencia de los principios o creencias? Sí, por conveniencia. Pero este último va en contra del auxilio gratuito, y acompaña el ignorar desdichas externas. En este punto, no sentir culpa es un don. Yo vivo sin círculo, y estática, veo todos los días las úlceras purulentas que desprende el mundo. De ellas se alimentan las criaturas rastreras de la sociedad, y propagan la infección interminablemente.

Un golpeteo en la ventana me hace dar la vuelta. Luciano. Qué sorpresa, otro idiota que idolatra las fiestas.

Abro antes de que decida romperla de nuevo, me disgusta más la idea de tener que comprar vidrio, que la idea de que se corte las venas y muera.

Distingo su sonrisa incluso previamente a correr la hoja.

—¡Feliz cumpleaños! — Salta ágilmente y pone los dos pies dentro — Hoy te me haces mayorcita...—Da un par de pasos e inclina su rostro hacia el mío— ¿Sabes lo que eso significa?

—¿Qué?

Muestra los dientes en una invitación muy sugerente:

—Que no tengo por qué contenerme —arremete con ganas, devorando mis labios sumido en ferocidad. Sus manos recorren mi espina dorsal y me eleva frenéticamente, haciéndome rebotar en el colchón cuando me lanza—. Esta vez, yo te voy hacer un regalo —. Mis orbes hambrientos observan sus manos retirando la ropa que viste. Finalmente, queda desnudo ante mí y se desliza hacia la cama, usando los miembros cual pantera metida entre la selva. Se coloca sobre mí y pone mis brazos por arriba de la cabeza.

—Sabes cuales son las reglas.

—Cariño, hoy se dictan las mías —. Mordisquea mi cuello sin dejar marca, y, poco a poco, me arranca la tela, acariciando cada zona con posesión. Así que es eso, quiere mostrarme quién es, exponerse.

—Adelante —levanto el rostro, a punto de besarlo— te doy permiso.

Gruñe en una risa grave y se introduce en mí completamente. El sexo es como el arte, cada pintor tiene su estilo. Yo me defino en trazos violentos y rápidos, que juntos forman un cuadro abstracto y chocante. Él, en cambio, está siendo realista, dibujando los detalles con sapiencia. La verdad del experimentado. Araño su nuca mientras él se mueve, aumentando la velocidad paulatinamente y colmándome de excitación. Manosea mi cuerpo, lo oprime, lo abraza con desespero, lo reclama. Siento cómo, una a una, las fibras de su ser gritan que lo deje entrar. Un gigante en la puerta, aporreándola, llamándome.

Suspiro de placer, dejando escapar la música que a él tanto le gusta.

—Di mi nombre —resopla— Rebecca, di mi nombre —me besa.

—No —. Mi boca se tuerce con la intención de fastidiarlo. Hurgar en sus límites es maravilloso.

Frunce el ceño y entierra sus manos en mi cabello, enviando oleadas salvajes contra un puerto fuerte.

—Di mi nombre —el agua va y viene, entrando con ímpetu, tragándoselo todo.

—No —. La madera cruje, mis párpados se abren. La naturaleza siempre domina al hombre, desea atraparme, hacerme suya. Pero yo no soy de nadie, si intenta encerrarme, tendrá que prepararse para la lucha.

—Dilo...—. Se arrastra hacia abajo, besando mis pechos y abdomen, dejando un rastro aterciopelado. Arqueo mi espalda, latigazos eléctricos que él genera desde las entrañas. Atracción enfermiza, placer desgraciado, adictivo.

La estructura se rompe tras la última ola, destroza las tablas, se las lleva al fondo de la turbulencia. Burbujas, corriente, remolinos infernales. ¿Dónde quedó mi reino? ¿Ha caído la Reina? Atlantis, tierra perdida, su soberano me tiende la mano. La hermosa figura se aferra a mis piernas sin dejarme nadar, empujándome a la fosa del alarido, leones frustrados rujen, éxtasis venenoso. Serás liberada si mencionas al captor.

Antes de caer, muerdo su labio inferior hasta hacerlo sangrar. Si yo me voy, vendrás conmigo...

—Luciano —. Jadeo con furia. Mi institución entera convulsa en una batalla interna. Como fénix me inmolo, y quemo la mano que osa tocarme.

Una sonrisa se le forma entre las llamas, ese orgullo antes de morir.

Y ambos somos carbón del oscuro, una danza de sombras y sangre.

Acerca mi torso al suyo, pegándonos, mezclándonos.

—Vaya, deseaba tanto esto...—cierra los ojos— Aunque te excediste un poco, ¿no crees? —toca su boca inflamada, lamiendo los restos de la lastimadura.

—Te di permiso, pero no planeaba dejártelo fácil.

Se ríe con fuerza, sin importarle que alguien pueda escucharlo.

—Adoro los retos —se levanta y va a buscar sus pantalones, de uno de los bolsillos saca una caja con un moño —. Toma, es para ti. —lo arroja a la cama. Oh, es la primera vez que hace un regalo.

—¿Por qué me lo trajiste? —Alzo una ceja.

Él rueda los ojos y sacude la mano mientras se viste.

—¡Ábrelo y ya!

Levanto la tapa. Dentro hay una bala usada.

—¿Qué significado tiene esto? —La saco de allí y la sostengo con dos dedos.

Viene hacia mí lentamente sin la camisa puesta.

—¿Has visto mis cicatrices? —Señala uno de los puntos en los que fue disparado, el hombro derecho. Las tiene por todos los sitios, junto a alguna que otra puñalada. Nunca pregunté a qué se dedica, no me interesa, aunque debo tener una idea muy aproximada.

—Sí.

—Bueno...tengo la costumbre de guardar la munición que me ha llegado —agarra una de mis manos y la guía al antiguo orificio en el inicio de pectoral izquierdo, dejándola ahí —. Esa casi me mata, golpeó el corazón. Me salvé de milagro. Esa bala que tienes ahí pudo ser mi perdición —antes de que hable agrega—. Sé que todas estas mierdas románticas te importan un pomo, y está bien. No es una petición para que seas mi novia ni nada de eso. No te seré fiel, no te daré flores y diré cosas como "Te amo", pero, ¡carajo! —mira al techo con una sonrisa— Tú eres como la condenada bala para mí. ¿Entiendes?

Me quedo viéndolo unos instantes, procesando la información.

—Ok, gracias —. Miro el cartucho y lo devuelvo a la caja.

Asiente, alegre, y se coloca la camiseta

— Nos vemos —sale.


Me mantengo distraída escuchando música y leyendo. Es entonces cuando mi padre me llama:

—¡Rebecca! ¿Puedes bajar? —Se ha obstinado con hacer un pastel. Ya que soy mayor de edad, en cuanto culmine los estudios me iré de la casa, encontraré un sitio en donde no sea tan trabajoso ocultarme.

Voy a la cocina. Está utilizando una manga de repostería con brusquedad y deposita gran parte de su concentración en la pieza. Al terminar me dedica una sonrisa— ¿Qué te parece?

Examino el bizcocho desde varios ángulos. A pesar de que su conocimiento en cocina es exiguo, luce decente.

—Está bien, pero no entiendo por qué te gastas en esto.

Me besa la frente, calentando la piel durante unos segundos.

—Porque eres mi hija y te amo.

Exaspera tanta insistencia. Si yo no lo amo, no tendría que amarme. A no ser que el vínculo padre-hijo sea unilateral. Siempre ha sido subyugado por su mujer, pisoteado. Sólo ahora, que ella no maneja los hilos por su decaída, ahora, que el oso descansa entre las piedras de su cuarto, la débil Ricitos de su espíritu emerge, queriendo salvar una familia que nunca tuvo.

—Ah, bueno —. Tocan el timbre de la casa y voy a abrir.

Un chico en silla de ruedas. Tiene un rostro familiar.

—¿Me recuerdas? —Su semblante ensombrecido aporta información nueva.

—No estoy segura, yo te recuerdo de pie —. Pestañeo.

Su mentón se contrae y una vena de la sien le sobresale. ¿Lo hice enojar? Qué pena.

—Sólo vine a dejarte algo en claro, maldita puta —me señala con el índice—. Te buscaré a ti y a tu mascota la rata, y les meteré un balazo a cada una —sonrío, y mi reacción no le cae en gracia—. ¿Qué te parece tan gracioso?

Sacudo la cabeza antes de responder:

—Nada, estaba imaginando lo fácil que sería matarte esta vez —me agacho y pongo una mano en su falda, conciliadora—. No lo sé, tal ver arrojarte a un río, o en la calle mismo.

Sube una comisura en una actitud sobradora:

— Los míos siempre me apoyan, tengo amigos peligrosos, cariño. Dispuestos a limpiar a toda tu familia.

—Oh, claro. Perdona, no sabía que estabas en una banda —realizo una pausa. Suelo arreglar los conflictos por mi cuenta, pero es tan tentador ver su expresión—. A Fuegonegro le gustará saber que tuve tu visita.

Luciano me contó que le llamaban así en las calles, y que, si un día tenía problemas con alguien, usara su sobrenombre. "Es mejor que ir con una pistola cargada, bebé". Si bien valerse de otro es un acto de cobardía, llegar a objetivos mayores con ello, lo diluye.

Y allí está, el miedo adueñándose de su cara. La certeza de manipular algo tan peligroso, inyecta soberbia en mi sistema. Sabía que sólo alguien como él podía complacerme. La oscuridad se maneja en penumbras.

—¿Conoces a Fuegonegro?

—Más que él mismo —. Sentencio.

El tipo, perplejo, retrocede y se va, no sin antes susurrar "Ya las encontraré solas".

Cierro la puerta y regreso con mi padre.

—¿Quién era?

—Un compañero de clases vino a desearme feliz cumpleaños.

—¿Y no lo invitaste a entrar?

—No, tenía que irse.

" Y no volver por su bien", pienso.

Nelson y Papá me han regalado un libro nuevo, mi madre no se dignó en aparecer hasta que vinieron las visitas. Nada como un mayor número de personas, de las cuales succionar atención, para alimentar una autoestima muerta de hambre.

Recibo en la entrada a parientes que apenas conozco, acepto regalos que no utilizaré, digo cosas que no pienso, y sonrío de igual manera a saludos improvisados. Sólo yo oigo el chirrido de la máquina oxidada que tengo en un hueco, marchando y construyendo maniobras preestablecidas. Soy normal. Soy malditamente normal.

—¡Hola, querida! —Mi tío abuelo, un viejo desagradable con olor a whiskey, mujeriego. Ha intentado propasarse con varias jóvenes, conmigo inclusive si toma demasiado.

—Hola, gracias por venir.

Siguiente invitado:

—Hola. ¿Cómo estás? —Mi prima mayor. No le simpatizo, cree que soy extraña. Viene por compromiso, la atiendo por compromiso. Un trato silencioso y oportuno de años.

—Bien, ¿tú?

—Bien, gracias.

Entran un par más, viejos y jóvenes. El último en entrar es Felipe, entregándome una gran caja rosa con un moño violeta.

—¡Feliz cumpleaños! Es increíble lo rápido que has crecido. —esboza una sonrisa— ¿Te acuerdas cuando corrías a pedirme helado de cereza? —Me propina un codazo cariñoso.

—No, no lo recuerdo.

—Nah, eras muy pequeña —se ríe y pone una mano en mi hombro—. Oye, Rebecca...sé de la difícil situación por la que estás pasando, tu padre me habló de tu mamá y...quiero que sepas que puedes contar conmigo, ¿de acuerdo?

—Claro, muchas gracias —. Sé que se tienen mucha confianza, este hombre es el ejemplo del buen ciudadano, colabora con los comedores escolares, ayuda en las causas benéficas. Siempre tranquilo y feliz. Admirable capacidad emocional.

Me quedo esperando la aparición del monstruo, pero no es tonto, jamás saldría de su escondite en un lugar como este.

Cuando todos están metidos en conversaciones y comiendo, resuelvo salir al porche. Allí está Elena, que salta y me tira unos papeles a la cara.

—¡Feliz cumple! —Su madre está con ella, aplaude y se ríe también.

—Feliz cumpleaños, Rebecca.

—¿Cómo supieron cuándo cumplía?

—Tu padre nos lo dijo.

—¡Me lo dijo a mí! Yo le pregunté —. Baila a mi alrededor, qué niña inquieta — ¡Mira! Te traje un regalo —. Al agacharme para agarrarlo, me abraza de improvisto y recuesta su rostro al mío. Un flash me ciega durante algunos segundos, confundiéndome.

—¡Listo! Ahora tendrán una foto de las dos —su madre guarda la cámara, jovial.

Abro su obsequio:

Una cartera de cuero bastante grande y delicada. Dentro hay un dibujo deforme y desprolijo que dice "Felis cumpleanios" unos seres con rasgos antropomórficos tomándose de la mano, una casa, y flores más grandes que la misma.

—¡Esta ere tú y esta soy yo! —Apunta respectivamente a los monigotes— ¿Te gusta?

—Es muy bonito, gracias Elena.

Mis palabras la sorprenden. Al parecer no pensó que algo que hiciera fuese merecedor de un elogio. Es cierto, está espantoso, pero considerando que sus habilidades motrices aún crecen, es aceptable.

Mi hermano irrumpe con una carcajada aguda.

—¡Hola Elena! —Corre a abrazarla. Desde que la conoce, ha desarrollado un vínculo curioso. No es común que reconozca a otras personas, menos que las busque para jugar y les obedezca.

—¡Nelson! —Se sube a su espalda—¡Arre caballo!

Él se ríe y sale trotando con ella, dando vueltas por la casa.

Me quedo con ellos al tiempo que su madre ingresa a la casa para saludar a mis padres.

Este par de personas es más tolerable.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro