1. Hora de clases:
NOTA DE AUTORA:
ATENCIÓN: Esta obra NO es apta para todo público y es cien por ciento FICCIONAL. Por lo tanto, las opiniones expresadas y los hechos siguen la misma lógica. No se busca ofender a nadie, tómelo como un personaje más. Lea bajo su propia responsabilidad.
He despertado como cualquier otro día, reactivando el funcionamiento monótono, tomando conciencia de lo que me rodea. La luz invadiendo mis turbios ojos verdes, el repiqueteo de la cortina de tela áspera contra la ventana, el susurro de los pasos de mi madre y mi padre en la cocina, los chillidos insoportables de mi estúpido hermano mayor y el olor a comida caliente.
— ¡Rebecca! ¡Baja a desayunar! —Me incorporo en la cama sin dificultad y voy al baño. Desciendo por la escalera para alimentarme.
—Buenos días —susurro. Mis padres sonríen. Supongo que es un acto reflejo al ver a su hija. No sé si verdaderamente la gente común cuestiona su estado de humor. Se supone que cuando un sentimiento es auténtico no se piensa, no se finge. Pero si no se razona, entonces los pensamientos no pueden ser auténticos, por ser ese su origen; lo que lleva a que una opinión (pensamiento en torno a un tópico determinado) tampoco podría ser auténtica. Lo que no es auténtico es una mentira. Basamos la realidad en los pensamientos, en las opiniones, pero si estos no son auténticos, entonces son mentira. En conclusión, todo es una mentira.
— ¡Rebecca sentarse conmigo! —Mi hermano es retrasado, no tiene la facultad de pensar. Por eso creo que es auténtico, aunque imbécil, claro está. Mi madre insiste en llamarlo "especial", pero el término se contrapone al significado que se le dio originalmente. Especial es aquello que sobresale, aquello que, comparado con lo demás, tiene una cosa que lo realza. Es ese punto superior el que hace que la gente prefiera lo especial a lo estándar. Y, sin embargo, he aquí como nadie quisiera estar en el lugar de una persona "especial". No, nadie con sensatez exclama "¡Yo quiero tener retraso!". Honestamente, creo que lo emplean para que su instinto narcisista y burlesco se vea disfrazado bajo el velo sucio de la buena voluntad. "Oh, pobre tonto, cree que es especial porque yo, que puedo manejarlo a mi antojo, se lo digo". Lo mismo pasa con las capacidades diferentes, ¿no es...cómo se dice....cínico, llamar capaz a alguien que debe ser manipulado, controlado por alguien más en todo momento? Tanto "especial" como "capacidades diferentes" denotan superioridad en cualquier otro contexto, por eso considero absurdo que se le intente aplicar a estos casos. ¿Alguien ha oído alguna vez que una persona le dijese a un ciego, a un inválido, o a un sordo... "tú eres una persona especial" o, "tienes capacidades diferentes"? Aunque es cierto que desarrollan habilidades producto de su falta física, nunca se les ha llamado de tal manera, porque ellos pueden pensar, y saben que es falso, saben que es ofensivo. Ellos, a diferencia de los otros, no sirven como instrumentos publicitarios para "la buena acción del día" porque es el mismo orgullo que les trae la inteligencia, el que no los deja ser menospreciados, exhibidos, difamados. No quieren la lástima porque toman conciencia de ella. Buscan integrarse en la sociedad, no ser un mero entretenimiento circense, esclavos de la caridad.
—Hola, Nelson —se ríe a carcajadas. Me siento a su lado y nos ponemos a comer.
Hoy es lunes, tengo clases. Mentiría si digo que no me resulta agobiante o extenuante de alguna forma. No me refiero al clásico tedio superfluo de los jóvenes, ese fastidio innecesario hacia las materias o a los profesores. Aprender es importante en cuanto adquieres conocimiento y aumentas tu capacidad de aprendizaje. Subir los escalones académicos es lo que mejor permite ser un individuo respetado y/o temido. Cuanto más sabio, más incomprendido. Mayor incomprensión por parte del resto, más aislado. Y si me aíslo, preservaré mi tranquilidad y no me veré obligada a interactuar, lo que evidenciaría mi apático proceder.
—Amor, ¿tomaste tus pastillas?
—Sí, papá. —Es falso. No tomo los medicamentos desde que cumplí los diecisiete hace unos cuantos meses. Puede que muchos se acostumbren al hecho de medicarse cada día y lo observen con normalidad. Pero no ocurrió conmigo. Resultan excesivos los inhibidores químicos para mis neurotransmisores. No es mi problema si la sociedad considera un "déficit atencional" el no situarse con entusiasmo frente a actividades repetitivas y huecas, diseñadas para entretener a la mayoría de la población, y "depresión" a la facie que adopté ante dicho aburrimiento (es la aceptación de mi estilo de vida).
Dedicarse a la manipulación no es algo que enorgullezca a varios, se cataloga como indeseable y hasta maligno. Pero no hay opción si es la única herramienta que te han proporcionado para salvaguardarte. Además, dudo mucho que no existan en el interior de cada hombre y mujer, incluso niño, deseos e impulsos manipuladores, sean para "bien" o para "mal". La inteligencia es manipuladora de nacimiento. Son sus pies, y así se desplaza por el terreno árido de la humanidad. Por lo que no me preocupa manipular, en lo más mínimo. Es simplemente una práctica silenciosa que no disfruto, pero que tampoco rechazo.
Me coloco el uniforme del instituto al que asisto y salgo de mi casa con pasos lentos e igualados. El sol me calienta la piel. Es...agradable. No soy capaz de sentir, es cierto, pero hasta el animal más precario siente placer por la satisfacción de sus necesidades. Yo tenía frío antes de salir, y el sol colabora con dicha satisfacción. El que piensa que ser como soy implica la adoración satánica, o largos paseos bajo lluvias densas e interminables, no tiene ni la más pálida idea de lo que es poner en marcha la corteza cerebral. Mi posición es neutral. No existe ni odio ni amor, ni culpa. Y respecto a mi placer prohibido socialmente, he encontrado maneras de apaciguarlo. No porque me interese no herir personas, sino porque estaría insultando mi inteligencia si cayera en los actos de antaño. Escuché sobre muchos como yo, pero pocos logran salirse verdaderamente con la suya. El asunto no está en "mírame, puedo matar a cuantos yo quiera y no eres lo suficientemente poderoso como para detenerme", sino en "estoy caminando entre ustedes, tengo el poder y no se dan cuenta". Poderoso es quien exhibe, pero más poderoso es quien esconde. Admito que mi autoestima podría estar por encima de la media, pero es mejor partir de la base de que jamás seré como los que establecen la media, así que ninguna escala, al menos a lo que mentalmente se refiere, es aplicable.
Entro al edificio y evito a un par de personas. Ingreso al salón y voy a mi asiento. Me pongo allí.
El timbre aún no toca, faltan al menos diez minutos según el reloj, pero eso no impide que mis compañeros vayan llegando. Uno a uno los veo saludarse, utilizar el celular, insultarse para demostrar su amistad (cosa que me resulta increíblemente extraña, aunque no tenga amigos). En mi clase existen dos grupos separados por un criterio arbitrario. Me resulta costoso desentrañar su sistema de clasificación, y más aún cuando la hipocresía y la falsedad están a la orden del día.
—María me tiene cansada —chilla una— me vive pidiendo los deberes, es una vaga de mierda.
—Sí —comenta otra— ¡me da un fastidio! Después viene el gordo podrido del profesor de Filosofía y le regala la nota.
—Además, no saben —Ximena es quien abre la boca ahora —la otra vez fui a al baile. Ustedes ven que yo tengo novio y no ando metida en esas cosas. ¡Pero a ella la vi refregándose con uno! Y después se fue a los pastos para coger. ¡Es terrible puta! —Todas liberan un suspiro de sorpresa. Es maravilloso su manejo del lenguaje, así como la naturalidad con la que acusa a los otros por cosas que ella hace. Son pocas las veces que este tema me interesa bastante como para cuestionar la razón de un actuar tan desbocado. Pero lo mejor siempre está por llegar.
— Sí, horrible...—Afirma Julia, a la que llama su mejor amiga.
Ambas, por cierto, comparten un dije en forma de corazón con la frase "amigas por siempre". Lo mostraron ante todos. Que se me tache de ignorante, pero hasta donde yo sé, los objetos de metal, tal como los talismanes o las alianzas, no tienen ningún tipo de propiedad que afiance una relación, siquiera es un símbolo confiable. No porque encierres el dedo anular de alguien en un círculo de oro indica que permanecerá por siempre a tu lado, o que no te engañará. El ser humano llega a ser demasiado frágil, tanto así que deposita sus esperanzas y sentimientos en un objeto inanimado y sin mucha utilidad. Es contradictorio. Si esas sensaciones son tan importantes e invaluables como mencionan documentos y testimonios desde hace siglos, ¿por qué colocarlas en cosas destructibles? Anillos, flores, bombones. Colocan el amor, el compromiso, la lealtad...todo es vertido en lugares incorrectos. Estos pueden romperse, perderse, robarse. ¿Significa entonces que los sentimientos y deseos son tan pasajeros como sus recipientes? Ahora entiendo por qué cada año menos gente cree en concepciones como el amor o la amistad duradera. Si elementos inmortales se depositan en meros envases carnales, no es de extrañar que tarde o temprano, sufran el mismo destino. Oh, pero últimamente, al menos por lo que yo he podido observar, casi nunca coincide lo que se siente con lo que realmente se expresa. Por lo normal, esta incongruencia sucede gracias a conveniencia, la cual, por supuesto, tiene que ver con la dichosa supervivencia de cada quien. Son pocos los que arriesgan su integridad, o mejor dicho, su reputación por la honestidad.
—Ya vuelvo, chicas, voy al baño. —Ximena se levanta y todas la persiguen con la mirada, manteniendo la sonrisa. Cuando se aseguran de que no está, se abre una nueva sesión:
—¡Qué falsa! —Una lanza risotadas.
—Sí, es muy mala persona. Siempre hablando mal de la gente. Con María justo andábamos comentando lo mismo —. Farfulla Julia, moviendo la punta de su cabello. — Aparte, qué viene haciéndose la santa, si después le anda robando el macho a cualquiera que se le cruce.
—Sí, sí. Lo que más me hace odiarla, es que espera a que te vayas para inventar chismes tuyos. Es desagradable.
La de la izquierda revisa su celular y salta con media sonrisa, emocionada.
—Ay...miren quien me habló —se reúnen en torno al aparato como bichos a la luz—. "Amiga, no puedo ir a clases hoy, dile al profe que ando enferma" —. Imita su voz.
— ¿Qué les dije? María es una vagoneta de mierda. De seguro está comiendo la muy cerda.
Y el resto de la conversación se transforma finalmente en lo que es, un estúpido y enfermizo cacareo incesante.
Cada día que pasa me convenzo más de que son seres torpes y estúpidos, siquiera intentan guiarse por lógica. Gente, hablando de la gente, que habla mal de la gente. Buena paradoja.
La clase transcurre con normalidad hasta que el docente alza la voz:
—Muchachos, colóquense en grupos de a tres con sus compañeros más cercanos. Deberán...
Lo mismo de siempre. El atraso en la humanidad, la culpa de que las cosas están como están. No es que no valore la modalidad grupal, soy lo suficientemente franca como para reconocer las ventajas de un equipo funcional. Pero la misma palabra te lo dice...funcional. Para que un grupo funcione, cada quien debe situarse en su papel y trabajar de acuerdo a él. Ahora, en el sistema educativo actual, trabajo en grupo se traduce como, y no me da pena admitirlo, la manera más fácil en la que el docente no tiene que hacerse cargo de enseñarle determinado tema a un alumno cuyas capacidades son por debajo de lo esperado. Sí, es mejor que los integrantes más inteligentes y/o responsables carguen con los inútiles que no saben, o no quieren hacer nada. De todas formas, el profesor quedará conforme, porque tendrá que corregir menos, lo que significa un descanso de su estresante y repetitivo empleo. Lo que resulta asombroso en realidad, es la falsa creencia de que se obtienen mejores resultados. Bueno, si tomamos en cuenta que el promedio se realiza omitiendo la verdadera participación de cada individuo, por supuesto, son muy favorables. Donde hay tres, trabaja uno. Así es la regla. Muchos de estos infrahumanos (los denomino así por su falta de raciocinio) adoran recostar sus flojas cabezas ignorantes sobre los hombros del que consideran "líder". Si tuviera que comparar a los compañeros con los que me tocó compartir la experiencia, diría que en su gran mayoría son vegetales. Vegetales sin voz, opinión o reacción alguna, incluso ante estímulos alarmantes como lo es el incumplimiento de un objetivo. Por ejemplo, la entrega de un deber. No los culpo, su inutilidad se remonta a la de sus padres. Además, me da igual, siempre y cuando no intervengan en mi desempeño, y por tanto en las metas que yo misma he planteado, podremos convivir en paz a través del teatro diario. Sí, todos nos queremos, todos nos integramos. Sí, trabajamos para formar un mundo mejor.
Es importante aprenderse las líneas, a no ser que desees acabar teniendo una conversación con el psicólogo del colegio, él es el encargado de asegurarse que tengas una estancia feliz y pacífica durante esta importante etapa de crecimiento. He ido un par de veces, sus bizcochos saben bien. No hago más que sonreír cuando tengo que hacerlo, y llorar cuando tengo que hacerlo. Su especialidad es descubrir qué oculta el paciente, aunque me gusta pensar que soy capaz de manejarlo; simplemente una pobre chica tímida con dificultades de relacionamiento. Intento ser una actriz prodigiosa, pero hasta a mí se me dificulta en algunas áreas. Simular sentimientos es sencillo (los demás lo hacen de igual manera, la única diferencia es que ellos los camuflan y yo los finjo desde la raíz), pero la estupidez, la estupidez es inmiscible con mi...personalidad.
Aprendo rápido afortunadamente, así que no lo he visto en un tiempo. Un poco de socialización en los pasillos, cantar un par de canciones cuando un profesor me observa caminando, y paso a ser una muchacha normal y decente.
El resto de la jornada transcurrió con normalidad, y yo regresé a casa.
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