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Capítulo 42.Limbo

Intenté mover mis manos, pero no respondían. Era como si estuvieran atrapadas en una prisión invisible, inmóviles. Voces múltiples resonaban en mi cabeza, todas hablándome al mismo tiempo, sin que pudiera entender una sola palabra. ¿Qué estaba pasando? El pánico me envolvía, pero todo había sucedido tan rápido que apenas podía procesarlo. El dolor en mi cabeza era insoportable, haciendo que todo se viera borroso, como si el mundo estuviera envuelto en niebla.

Respiré hondo, intentando calmarme, luchando por mantener el control mientras la confusión se disipaba lentamente. Cuando el aturdimiento finalmente comenzó a desvanecerse, mis ojos lograron enfocarse en lo que me rodeaba. Y lo que vi me heló la sangre: cientos de cuerpos, grotescos y retorcidos, estaban esparcidos por el suelo. Criaturas que no podían ser descritas como humanas, con extremidades desfiguradas y piel desgarrada. Sangre, tanta sangre que parecía cubrirlo todo. Me quedé inmóvil, incapaz de procesar lo que estaba viendo.

Entonces, los recuerdos comenzaron a volver. Lo primero que recordé fue la emoción del día. Nos habíamos preparado para el examen más importante del año, una salida de campo que pondría a prueba nuestras habilidades mágicas. Caminábamos entre la naturaleza, rodeados de árboles que susurraban con el viento, mientras los profesores y estudiantes mayores nos guiaban hacia el lugar designado para la evaluación.

Pero algo había cambiado. De repente, el aire se volvió más pesado, como si una fuerza invisible nos empujara hacia el suelo. Un aura opresiva comenzó a envolverse a nuestro alrededor, y en la distancia, se oyeron pasos. Lentamente al principio, como si algo muy grande y pesado se acercara desde las sombras.

—¿Lo sientes? —preguntó alguien cerca de mí, con la voz temblorosa.

Asentí, con el corazón latiendo más rápido de lo normal. Miré a mi alrededor, tratando de descubrir de dónde venía ese extraño sonido. Los murmullos entre los estudiantes cesaron al mismo tiempo que la tensión en el aire se volvía insoportable. Entonces, vi la niebla. Se arrastraba hacia nosotros, lenta y densa, envolviendo todo a su paso. Los pasos se hicieron más fuertes, más cercanos.

—Mantengan la calma y prepárense —ordenó el profesor Einar, levantando una mano para detenernos.

Sus palabras resonaron en mi mente, pero no pude evitar el creciente terror. Sentía un nudo en el estómago, algo malo estaba por ocurrir, lo sabía. La niebla se volvió más espesa y de repente, las criaturas emergieron. Mutantes. Eran peores de lo que había imaginado. Sus cuerpos estaban deformados, sus ojos brillaban con una luz enfermiza y sus extremidades eran desproporcionadas, retorcidas. Se movían lentamente, pero con una determinación escalofriante.

El pánico se extendió como un incendio. Mi respiración se aceleró. Escuché gritos, pero no podía apartar la mirada de esas criaturas que se acercaban a nosotros. Entre los mutantes, vi algo peor. Demonios. Se movían con una gracia oscura, como si pertenecieran a un reino que no era el nuestro. El terror me paralizó. ¿Cómo íbamos a enfrentarlos?

—¡Demonios! —gritó uno de mis compañeros, pero su voz se perdió en el caos.

La magia comenzó a volar en todas direcciones. Hechizos, convocados apresuradamente, se estrellaban contra los mutantes y demonios, pero no parecía suficiente. Era como si nuestra magia fuera tragada por la oscuridad misma. Intenté concentrarme, invocar algo, pero mis manos temblaban tanto que apenas podía formar las palabras necesarias. Mi corazón latía tan rápido que dolía.

Todo era un caos. Gritos y más hechizos, pero nada cambiaba. Los demonios avanzaban, imparables, y los mutantes se abalanzaban sobre nosotros como una ola imparable de muerte. No éramos rivales para ellos, no estábamos preparados para esto. Vi caer a varios compañeros, el terror grabado en sus rostros. Intenté contener el miedo, pero era inútil. Sentía que estaba al borde del colapso.

—¡Agrúpense! —ordenó Einar, levantando una barrera mágica para protegernos.

La barrera brillaba con fuerza, pero se debilitaba con cada impacto. Los demonios y mutantes chocaban contra ella una y otra vez. Miré al profesor, el sudor cubría su frente mientras mantenía el hechizo activo. Sabía que no podría aguantar mucho más. Los rostros de mis compañeros reflejaban lo que yo sentía: miedo, desesperación, una sensación de impotencia aplastante.

Mis manos seguían temblando. Traté de conjurar otro hechizo, pero algo dentro de mí no funcionaba como debía. Escuché un grito, más fuerte que los anteriores, y cuando giré la cabeza, vi a una de mis compañeras caer. Sus ojos vacíos se fijaron en mí durante un segundo eterno, y su cuerpo se desplomó sin vida. Sentí un escalofrío recorrer mi espalda.

Esto no era una prueba, esto era una masacre. Y estábamos siendo cazados.

El caos reinaba a mi alrededor, pero algo no encajaba. Estaba luchando por mi vida, lanzando hechizos con toda la fuerza que podía reunir, pero había algo más, algo que no podía ignorar. Las criaturas, esos mutantes deformes y los demonios oscuros que aterrorizaban a mis compañeros, apenas se acercaban a mí. ¿Por qué? Cada vez que lanzaba un hechizo, sus ojos brillaban, pero retrocedían en lugar de atacarme.

Blossom estaba cerca de mí, tan envuelta en la batalla como yo. Su cabello, normalmente impecable, estaba revuelto por la lucha, y sus ojos centelleaban con la determinación de quien no estaba dispuesta a morir aquí. Pero incluso ella se había dado cuenta de lo que sucedía.

—Tiara —me llamó, jadeando mientras esquivaba otro ataque—. ¿Has notado...?

Antes de que pudiera terminar, una de las criaturas se lanzó sobre ella, con garras afiladas que cortaban el aire. Mi instinto fue correr a ayudarla, pero Blossom hizo algo inesperado. Cerró los ojos, y sus manos comenzaron a brillar con una luz cegadora. Mi magia siempre fue un torrente violento, difícil de controlar, pero la de Blossom... la suya era como el agua, fluía con serenidad y poder. La luz envolvió su cuerpo y, de repente, un destello salió disparado de sus manos, impactando a las criaturas que la rodeaban.

Vi cómo los monstruos se tambaleaban, alejándose de ella por el poder de su hechizo. Blossom abrió los ojos, su respiración pesada, pero su determinación intacta. Me miró de nuevo, esta vez con los ojos entrecerrados, como si tratara de descifrar un enigma. Sentí una punzada en el pecho. ¿Qué estaba pensando?

—¿Por qué no te atacan a ti? —me gritó por encima del ruido de la batalla.

No tenía una respuesta. Todo a mi alrededor era caos, pero las palabras de Blossom se clavaron en mi mente. Me sentí vulnerable bajo su mirada inquisitiva, como si de alguna manera, sin que yo misma lo entendiera, supiera algo que ni yo podía ver. Los demonios, esas criaturas de pesadilla que estaban acabando con mis compañeros, me rodeaban... pero no me hacían daño. Luchaban, sí, pero no conmigo.

—¡No lo sé! —respondí, mi voz apenas un susurro entre el estruendo de la batalla.

Mi confusión crecía. Bloqueé el ataque de otro mutante con un hechizo, pero mis pensamientos estaban en otra parte. ¿Por qué me protegían? Mis manos temblaban, no por el cansancio, sino por el terror que comenzaba a invadirme. ¿Qué estaba mal conmigo?

Un grito rompió mi concentración. Blossom había repelido otra ola de criaturas, y cuando volvió a mirarme, su rostro estaba pálido, casi tan confundido como el mío. Sus labios se movieron, pero no pude escucharla en medio de la batalla. Lo único que capté fue el brillo de duda en sus ojos, como si supiera que algo no estaba bien.

Los demonios... los demonios no solo me rodeaban, parecían... protegerme. Cada vez que uno de ellos se acercaba a otro estudiante, era implacable. Pero a mí, a mí me dejaban en paz. Algunos hasta se interponían entre las criaturas mutantes y yo. El miedo se apoderó de mí como un veneno lento, y no pude evitar preguntarme: ¿qué conexión tenía con estas criaturas? ¿Qué estaba mal en mí?

La lucha a mi alrededor se intensificaba. Pude ver a algunos de mis compañeros caer, sus gritos de dolor y desesperación llenando el aire. Mi corazón se encogía con cada uno de esos gritos. Sentí que mi magia seguía fluyendo, pero no con la misma fuerza que al principio. El agotamiento comenzaba a alcanzarme. Los demonios seguían protegiéndome, pero no podía permitirme detenerme y pensar en ello. ¡No ahora!

De repente, la voz de Blossom resonó cerca de mí, aunque más calmada esta vez.

—No es solo que te protejan —dijo, sus ojos fijos en mí mientras lanzaba otro hechizo—. Es como si... supieran algo. Como si... —su voz se apagó, pero su expresión era de incertidumbre, casi de miedo—. Algo está mal contigo, Tiara.

Las palabras cayeron como una losa en mi pecho. Me obligué a apartar la mirada de Blossom y volví a centrarme en la batalla. ¿Algo estaba mal conmigo? Intenté rechazar esa idea. No podía permitirme pensar en eso ahora. Pero sus palabras me habían alcanzado, hundiéndose profundamente en mi mente.

La batalla no cesaba. Los profesores luchaban desesperadamente por protegernos, pero incluso ellos comenzaban a flaquear. El profesor Einar, siempre tan firme y seguro, ahora estaba tenso, lanzando órdenes mientras trataba de mantener la calma. Su voz resonó en nuestras mentes a través de la magia, llenándonos de una esperanza desesperada:

—¡No cedan ante el miedo! Mantengan su concentración y luchen juntos.

Tomé aire, con las manos temblando. Seguí lanzando hechizos, aunque cada vez con menos fuerza. Mi magia fluyó, pero ya no era solo el cansancio lo que me debilitaba. Era la duda, la incertidumbre que Blossom había sembrado en mí. Los demonios a mi alrededor me protegían, sí. Pero, ¿a qué precio? ¿Qué significaba todo esto?

Y entonces, un grito agudo perforó el aire, sobresaliendo incluso entre el ruido de la batalla. Giré la cabeza en dirección al sonido, mi corazón deteniéndose por un segundo.

La sangre seguía fluyendo en el campo de batalla, pero mi mente se había desconectado de ese horror. **Blossom**. Mi mirada se clavó en ella, su figura luchando valiente contra las criaturas que nos asediaban. La vi lanzar hechizos con destellos de luz, sus manos creando arcos que desterraban a las criaturas, pero entonces todo cambió en un parpadeo.

Un demonio, veloz como el rayo, se abalanzó sobre ella. Vi la espada oscura cortar el aire en un ángulo perfecto. Quise gritar, advertirle, correr hacia ella, pero mis piernas se quedaron paralizadas. El tiempo pareció detenerse cuando su grito se apagó abruptamente, un sonido que me desgarró por dentro. Todo en mí se congeló. Mi pecho se comprimió como si el aire se hubiera evaporado.

Blossom... no.

El choque de la realidad me golpeó como una ola de terror frío, pero algo en mi interior se rompió y, al mismo tiempo, algo más se alineó. Las emociones que me habían atormentado desde el inicio de esta batalla se disiparon. El caos de alrededor, los gritos de los estudiantes y el rugir de las criaturas, se silenciaron. Un vacío abismal me envolvió. Ya no sentía la presión de la lucha o el miedo a morir. Era como si hubiera cruzado una línea invisible, una barrera que me separaba del sufrimiento y el caos.

Un extraño manto de luz me rodeaba, contrastando con la oscuridad que se había cernido sobre el campo de batalla. El cuerpo de Blossom, inmóvil, quedó grabado en mi mente, pero a medida que la luz me envolvía, esa visión parecía desvanecerse en algo distante, casi irreal. Mi corazón aún latía, cada pulsación lenta, profunda. Sin embargo, no podía aferrarme a la realidad, me sentía suspendida en el aire, flotando en una calma inexplicable.

Por primera vez en lo que parecía una eternidad, no luchaba. No contra los demonios, ni contra mis propios sentimientos. Solo existía en este limbo de luz. Mis compañeros seguían gritando, luchando por sus vidas, pero para mí, todo estaba quieto. Mis manos temblaban aún sosteniendo mi varita, pero mi cuerpo ya no respondía a las órdenes de mi mente.

Entonces, el caos rugió a mi alrededor nuevamente, aunque para mí se sentía como un eco lejano. Sabía que debía seguir luchando, pero algo me lo impedía. La figura de Blossom se desdibujaba entre los destellos de luz y oscuridad. No podía dejar de preguntarme... ¿Por qué? ¿Por qué los demonios no se me acercaban? ¿Por qué me protegían, mientras que a Blossom la habían asesinado tan fácilmente?

Una voz en mi mente, tan tenue como un susurro, me recordó que algo estaba mal. Que esta escena... este destino, no era normal. Y aún así, no pude apartarme de la luz que ahora me cubría por completo. ¿Era real? ¿Era una señal? El dolor en mi pecho comenzó a disolverse, y aunque las lágrimas seguían corriendo por mis mejillas, una sensación de paz me inundó, como si hubiera encontrado algún tipo de refugio en medio del horror.

Respiré hondo, consciente de cada inhalación, cada exhalación. Mi corazón, que antes palpitaba frenéticamente, ahora seguía un ritmo constante. No entendía lo que estaba ocurriendo, pero una certeza crecía en mi interior: había un propósito detrás de todo esto. Algo que tenía que descubrir. Pero ahora no... ahora solo quería permanecer en esta luz un poco más.

El profesor Einar gritaba en mi mente, sus palabras resonando como un eco distante. "¡No cedan ante el miedo! ¡Luchen juntos!". Vi cómo los demás seguían sus órdenes, luchando con todas sus fuerzas, pero yo... no podía moverme. Estaba atrapada en este extraño lugar entre el dolor y la serenidad. Entre la lucha por sobrevivir y la calma que, por alguna razón, parecía envolverme.

Aun así, las preguntas giraban en mi mente, como nubes negras en el horizonte. ¿Por qué los demonios no me atacaban? ¿Qué veían en mí que los hacía mantenerse alejados? Sabía que, de alguna manera, todo esto tenía que ver conmigo. Y no podía soportar lo que esa revelación implicaba.

Pero, por ahora, me aferré a la única certeza que tenía: no podía rendirme. No todavía.

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