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CAPITULO 3 Hora de Presentarse

Una semana antes del inicio de clases, en la habitación designada a los profesores y antes de que se mudaran a sus nuevos hogares con 10 niños, el Maestro Kisaki se encontraba solo, sumergido en sus pensamientos. Anticipaba los desafíos que le esperaban. En sus manos había llegado lo que sería su más importante trabajo.

Se recostó en su cama después de un largo día en la escuela de Reddosilva. La habitación de los maestros estaba sumida en la penumbra, solo iluminada por la suave luz de la luna que se filtraba por la ventana. A pesar del cansancio que lo embargaba, su mente no podía descansar.

-¿Estoy realmente preparado para esto?. se preguntó, mientras sus ojos se perdían en el techo oscuro.

Con un suspiro, decidió distraerse un poco utilizando su magia. Sacó una carta de su bolsillo y comenzó a jugar con ella, dejando que las palabras se elevaran al aire con un gesto de su mano. Era un simple hechizo que le permitía manipular las palabras como si fueran objetos físicos. Lo había aprendido hace mucho tiempo y lo utilizaba a menudo para pasar el tiempo cuando se sentía abrumado por sus responsabilidades como maestro.

Las palabras flotaban frente a él, danzando en el aire con gracia mientras Kisaki las observaba con fascinación. Era un espectáculo tranquilo y reconfortante, un pequeño respiro en medio del ajetreo diario y sobre todo el día que había recibido la carta.

__¿Quién podría ser?__ se preguntó, mientras sus ojos escudriñaban cada palabra con atención. Su mente absorbió el contenido con seriedad. Con cada lectura, su ceño se fruncía ligeramente, y podía sentir el peso de la responsabilidad que recaía sobre sus hombros. Su cuerpo se tensó involuntariamente mientras procesaba la solicitud y la implicación de las palabras escritas.

Después de un rato, decidió reeler las palabras en voz alta, disfrutando del sonido de su propia voz resonando en la habitación silenciosa.

Estimado Maestro o Maestra,

Me dirijo a usted con el fin de expresar mi interés en conocerlo personalmente. En caso de que esto no sea factible, desearía obtener información sobre su estilo como educador. Recientemente he tenido noticia de que usted será el responsable de la tutela de mi hermana. Aunque no puedo revelar cómo he obtenido esta información, me gustaría saber si existe la posibilidad de mantener una comunicación directa con usted para obtener actualizaciones sobre el progreso de mi hermana. Le aseguro que esta solicitud es confidencial y se limita únicamente a nuestra correspondencia.

Agradezco su atención y quedo a la espera de su pronta respuesta.

Era una solicitud de alguien que deseaba conocerlo personalmente. El remitente mencionaba que había escuchado que Kisaki sería el encargado de su hermana, y expresaba su deseo de mantener una comunicación para saber cómo le iba a ella.


Kisaki leyó la carta varias veces, reflexionando sobre sus palabras. Era evidente que el remitente tenía un interés genuino en el bienestar de su hermana, y eso le conmovió profundamente. Sin embargo, también lo dejó con una sensación de inquietud. No estaba seguro de cómo responder a esta solicitud, ni de si debía hacerlo.

__"¿Debería responder? ¿Y si es una trampa?__ se preguntó, mientras daba vueltas al asunto durante un tiempo. Decidió escribir una respuesta. Pero antes de que pudiera comenzar, se detuvo repentinamente. ¿A dónde enviaría la carta? No tenía ninguna dirección, ningún nombre que le indicara quién era el remitente.

Confundido, dejó la carta a un lado y se recostó en la cama, sumido en sus pensamientos. Fue entonces cuando notó que la carta original ya no estaba en su lugar. En su lugar, había otra carta, de un color diferente, y un broche con la insignia real.

Kisaki se quedó mirando los objetos con sorpresa. Era evidente que el remitente de esta carta era alguien de la familia real. Pero ¿quién? ¿La reina? ¿El príncipe? La incertidumbre lo invadió, junto con un sentimiento de responsabilidad abrumadora.

Sabía que la próxima heredera de Reddosilva estaba bajo su cuidado, y que tenía que hacer todo lo posible para asegurarse de que recibiera la mejor educación posible. Pero ahora, con la familia real involucrada, sentía el peso de esa responsabilidad más que nunca.

Con determinación, Kisaki se levantó de la cama y se acercó a la ventana. La luna brillaba en el cielo nocturno, iluminando el paisaje con su luz plateada. Respiró profundamente, preparándose para el desafío que tenía por delante.

Esto es solo el comienzo, pensó, mientras se dirigía hacia su escritorio y comenzaba a escribir su respuesta a la carta real. Esta vez, sabía exactamente a quién enviarla. Y aunque no sabía qué depararía el futuro, estaba decidido a hacer todo lo posible para cumplir con su deber como maestro de Reddosilva.

Ya había pasado una semana más y ahora el segundo día que tenía a su cuidado a los niños, se encontraba esperando a los niños para que desayunaran.

En la mañana siguiente, en una habitación del segundo piso.

—Mizu, no me hagas cosquillas —dije, medio dormida. En mi sueño, Mizu me hacía cosquillas para que me levantara temprano—. Mizu, basta, ya voy.

Poco a poco fui abriendo los ojos y me asusté un poco porque casi encima de mí estaba un niño.

—¿Quién eres? —pregunté.

El niño se alejó de mí.

—Perdón por asustarte. Solo te iba a hablar para que te levantes porque ya es tarde y el maestro nos pidió que todos estuviéramos abajo hace un rato, pero no venías y me pidieron que te buscara —dijo el niño rápidamente, poniéndose nervioso con mi grito.

—Ah, este, está bien. Solo me asusté un poco.

—Bueno, te dejo. Apúrate, si no, no te dejarán nada de desayuno. Adiós. Por cierto, me llamo Kou.

Después de que se fue, me bañé rápidamente y me cambié. La luz del sol iluminaba mi habitación, proyectando sombras de los muebles contra las paredes. Los sonidos de la casa despertándose me acompañaban: risas lejanas, el eco de pasos en el pasillo, y el aroma de un desayuno que se sentía en el aire. "Espero que no se hayan comido todo", pensé.

Cuando bajé, todos se me quedaron viendo, pero luego siguieron comiendo. Blossom me saludó y me dijo que comiera rápido porque el último que acabara terminaría lavando los platos de todos.


Tiara dejó su plato vacío sobre la mesa, satisfecha después de haber disfrutado de un delicioso desayuno ligero en la nueva casa. Mientras bebía su último sorbo de jugo, su mente comenzó a vagar hacia el día anterior.

Recordó el último desayuno que compartió con sus hermanos en su antiguo hogar. Aquella mañana, su hermano mayor, Reinald, había estado particularmente cruel. Había menospreciado cada bocado que ella se llevaba a la boca, con comentarios mordaces que intentaban minar su confianza.

—¿Crees que podrás sobrevivir en esa escuela? Seguro que serás la burla de todos —le había dicho con una sonrisa sarcástica.

Fue un desayuno amargo, como siempre había sido cada vez que desayunaba junto a él.

Sin embargo, su hermana mayor había sido un bálsamo para su corazón herido. Aunque regañaba a Reinald por su comportamiento, sus ojos estaban llenos de amor y preocupación cuando miraba a Tiara.

—No le hagas caso, pequeña —le había susurrado suavemente, dándole un apretón reconfortante en la mano.

Ese gesto, tan simple pero lleno de ternura, la había fortalecido en ese momento de vulnerabilidad. Pero ahora, en esta nueva casa, la dinámica era diferente. Las risas llenaban el aire mientras los niños compartían historias y chistes.

Cuando regresó de su recuerdo, vio a Kou lavando los trastes.

—Con que al final fue Kou quien terminó lavando los platos —pensó. Aunque al poco rato, me uní a él. Después de todo, se tomó la molestia de ir a despertarme.

Mientras lavábamos los platos, Kou y yo compartimos algunas palabras.

"Gracias por despertarme esta mañana", dije, intentando hacer conversación.

"De nada, Tiara. Es bueno tener una compañera para lavar los platos", respondió Kou con una sonrisa.

Cuando acabamos, nos fuimos a la sala donde ya nos esperaban todos en un semicírculo alrededor del maestro.

—Creo que después del desayuno es hora de que todos nos presentemos. Yo empezaré, luego las niñas, y después todos los niños a mi izquierda hasta que acabemos, ¿sí? anunció el maestro—.

—Mi nombre es Asuhara Kisaki. Como habrán notado algunos, y los que no, pues soy un vampiro. Soy el encargado de su seguridad y cuidado por el tiempo que permanezcan dentro de los terrenos de la escuela, hasta que el último de ustedes tenga 13 años.

Ahora, si tienen alguna pregunta, háganla al final. Empecemos —dijo, mirando a la niña a su lado.

Ella dio un paso hacia adelante.

—Hola, buenos días. Mi nombre es Topaz. Tengo 7 años. Me gusta mucho comer verduras, no me gusta levantarme temprano, pero lo intentaré, y me gustaría ver qué hay afuera de la ciudad. Es todo —dijo Topaz.

—Hola, soy Mirra. Tengo 8 años. Me gustan los edificios altos como el palacio, y si aprendo magia, me gustaría ser de viento para poder volar. No me gusta el agua para nada —añadió Mirra.

—Luego yo. Hola, mi nombre es Blossom. Tengo 8 años. Me gustan todo tipo de flores y pasar el tiempo con mi familia. No me agrada la gente que engaña y me gustaría conocer el 2° distrito —compartió Blossom con una sonrisa.

—Hola, buenos días a todos. Yo me llamo Hinata, tengo 9 años. Me encanta la historia de la ciudad y quisiera... bueno, no me gusta quedarme sola en lugares pequeños —dijo Hinata un poco nerviosa.

—Solo faltas tú —dijo el maestro, dirigiéndose a mí.

—Sí, yo me llamo Tiara. Tengo 8 años. Me gusta leer todo tipo de libros. Espero cumplir un sueño que tengo para ser como mi hermana y agradarle más a mi hermano. Me gustaría que todos fuéramos amigos —expresé tímidamente.

—Ya que todas las niñas acabaron, ahora sigamos con los niños. Es tu turno —anunció el maestro.

—Hola, me llamo Koji. Soy algo serio. Me gusta leer, no tengo un sueño aún. Mi mejor amigo es mi hermano y tengo 8 años —dijo Koji.

—El siguiente —instó el maestro.

—Hola, mi nombre es Eiri. Tengo 9 años. Me gusta ayudar en la casa y cuidar de mi hermano menor. Lo que no me gusta no lo puedo decir y mi sueño tampoco —compartió Eiri, mirando al maestro.

—Bueno, continuemos —anunció el maestro.

—Hola, mi nombre es Kou y tengo 9 años. Me gusta la música y las artes. De grande quisiera ser como mi padre. Me gustaría aprender a usar una espada —dijo Kou con entusiasmo.

—Hola, mi nombre es Reinald, tengo 10 años. Me desagrada casi todo y más las niñas —dijo Reinald, mirando hacia donde estábamos las niñas—. Así que no pienso ser su amigo —nos apuntó a todas—. La única que quiero es a mi hermanita y a veces molestarla.

—Y yo soy el último. Bueno, me llamo Akishiko. No estoy seguro de que algo me guste más que la comida. Tengo el sueño de visitar los demás distritos, comer las diferentes cosas que preparan, y también me gustaría ser su amigo. Ah, tengo 10 años —concluyó Akishiko, sonriendo.

Cuando Akishiko finalizó, el maestro nos preguntó si teníamos alguna pregunta o duda, pero nadie dijo nada, así que nos despidió. Él salió de la casa y cada uno de nosotros se fue por su lado. Yo me dirigí a mi habitación. Iba a ordenar mis cosas y más tarde, si tengo tiempo, me gustaría salir a explorar.

Mientras Tiara se dirigía a su habitación, reflexionaba sobre las presentaciones de sus compañeros y del maestro Kisaki. Le sorprendía la diversidad de personalidades y sueños entre ellos. Pensaba en la seriedad de Koji, la ayuda desinteresada de Eiri, la pasión por la música de Kou y el desagrado hacia casi todo de Reinald. También se preguntaba sobre el enigmático maestro Kisaki, cuya presencia imponente contrastaba con la suavidad de sus palabras

Tiara se detuvo un momento, mirando a su alrededor con una sonrisa tímida. -Tal vez aquí también puedo ser especial, murmuró para sí misma, con una expresión de felicidad en su rostro. Sin embargo, su sonrisa se desvaneció rápidamente cuando un recuerdo afloró en su mente

--Pero mi hermano siempre me hace sentir menos-", susurró con tristeza, sintiendo el peso de las palabras de Reinald sobre ella.











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