CAPITULO 2 El Distrito Escolar
Mi mente es un caos en este momento, no sé qué hacer ni a dónde ir. No recuerdo todo lo que me dijo antes.de ver a un señor no muy mayor acercándose a mí. Pensaba en seguir las indicaciones que me dieran. Si lo observo bien, parece ser un maestro, creo. Cuando se acercó lo suficiente, me preguntó si era nueva y yo le respondí que sí.
—Entonces, sígueme por aquí —me ordenó.
Así que lo seguí. Al parecer, es un maestro o algún encargado de vigilancia. Llevaba un arma, o más bien un palo, es lo que alcancé a ver antes de que me dejara en la plaza que me había mencionado mi hermana. Hay muchos niños reunidos de diferentes edades, pero ninguno parece superar los 13 o 14 años. Los más chicos que alcanzo a ver tienen uno o dos años menos que yo. Otros niños, al igual que yo, son llevados al mismo lugar. Todavía nos están reuniendo.
—Ahora, ten este número, es el tuyo. No lo pierdas. Ve a formarte por ahí —me señaló el sitio donde tendría que ir.
Seguí sus indicaciones, al igual que los otros niños y niñas. En el lugar, más personas con uniforme aparecieron y se subieron a la tarima que estaba colocada en el centro de la plaza. Esto iba a empezar.
—Bienvenidos a todos y todas. Yo soy el director de esta pequeña ciudad, y las personas que los acompañaron hasta aquí son algunos de los cuidadores del lugar. No se asusten porque sean vampiros; como saben, ellos nos cuidan de los peligros de afuera, y será lo mismo aquí adentro. Si tienen algún problema, no duden en acudir a ellos. Por otra parte, los que ven aquí son parte de la defensa del instituto y son humanos. También, si tienen alguna duda o se sienten más cómodos con ellos, no duden en acercárseles. Ambos equipos son buenos en lo que hacen.
Ambos equipos de cuidadores se habían colocado en la parte trasera de la tarima formando varias filas. De ellos salió una mujer alta, rubia, con tacones negros y un vestido largo azul marino y en sus manos llevaba una bolsa.
—Sache, ven aquí, cuidado con la tómbola y las escaleras —le pidió el director.
Cuando tuvo asegurada la bolsita de nuevo, él tomó la palabra.
—Cómo ven, aquí tengo en esta bolsa los números de cada uno de ustedes. Cuando oigan el suyo, van a pasar adelante. Cuando hayan pasado 10, uno de los cuidadores los guiará a lo que será su casa por los siguientes años. Como sabrán de antemano, se tendrán que presentar cuando sean acomodados. Lo que sigue después de eso se los dirá el encargado de la casa. Empezaré.
El director se dirigió a la tómbola y la empezó a sacudir. Al mismo tiempo, uno de los cuidadores salía de su formación para pasar al frente y recibir a los niños. Junto a él también venía una niña de mi edad. Nos saludó a todos y ella fue la que sacó el primer número que estaba grabado en una pequeña esferita.
—248. 248 —repitió la niña.
Pero nadie salía. Como nadie pasaba al frente, exclamó:
—Olivia.
Los niños empezaron a buscar cerca de ellos a Olivia. La niña en la tarima volvió a repetir:
—Pasa al frente, Olivia.
Al final, salió entre la multitud una niña más pequeña que yo. Se paró en frente de la tarima al lado del señor que había pasado primero. Luego, la niña de la tómbola siguió con su labor.
—115, Ideri, pasa por favor —siguió así hasta que 10 niños estaban frente a todos.
Al final, el cuidador los guió a todos por un sendero. Alcancé a oír que su casa tenía el nombre de Raíz. Esto continuó por mucho tiempo después. Ya varios niños se veían cansados o aburridos. Había pasado como una hora y media, y ya habían nombrado 7 casas en total. Cuando dieron las 3 de la tarde, ya habían nombrado la casa 18.
Por supuesto, yo también tenía hambre, pero estar bajo el sol no era tan difícil como las lecciones que recibía en el palacio. El director volvió a tomar la palabra y nos dio un tiempo para que pudiéramos comer algo y descansar. Solo nos dio unos minutos, pero era suficiente para descansar. Como pude, busqué algún lugar donde pudiera comer algo. Recordé que uno de los guardias llevaba mi mochila, pero no la tenía conmigo. Ahí llevaba algunas galletas que me había hecho Misu la noche anterior, así que traté de buscar otro lugar.
Después de unos 10 minutos de explorar por donde nos permitieron, encontré lo que parecía un restaurante. Ya había varios niños ahí, así que entré y vi qué es lo que podía comprar, afortunadamente llevaba algo de dinero. Cuando me había decidido qué comprar, la amable encargada de ahí me dijo que por ese día podía tomar lo que quisiera y todo era gratis. Únicamente tomé un agua, un jugo y otras galletas, no me quería aprovechar de su amabilidad.
Cuando acabó el tiempo del descanso, todos nos volvimos a reunir en la plaza. Ahí el director y la niña de la tómbola siguieron sacando números al azar, así nos las pasamos toda la tarde. Por el sol, podía suponer que era casi de noche. Perdí la cuenta de cuántos niños habían pasado. Vi a mi alrededor y ya faltábamos pocos, tal vez unos 80, no estaba segura. Se oyeron campanadas; por un momento, esa era la iglesia anunciando las 7 de la noche. Algunos ya estaban medio dormidos, otros nuevamente se quejaban, y así como la vez anterior, otro hombre se acercó al presidente y volvió a dar tiempo libre para que cenáramos.
—Bueno, parece que hay otras indicaciones. Los que faltan pueden ir a cenar. Cuando sea la hora de continuar, llamaremos por ustedes. Solo que ahora irán a donde los guíen los cuidadores, ya que la tienda ha cerrado.
El lugar a donde nos enviaron estaba del otro lado de donde se iban los niños a sus casas. Parecía una cabaña, pero muy grande. Al entrar, parecía un gran salón. Solo estaban los niños que faltábamos de nombrar, así que el ambiente era algo ruidoso, pero agradable. Y lo mejor era que a todos nos dieron de comer. Creo que estábamos en un restaurante. Nos formamos y una de las señoras que estaba ahí nos daba nuestro plato lleno de comida.
Cuando salimos, solamente estábamos presentes los niños y algunos guardias. Habían encendido las lámparas y ahora nos guiaban de nuevo por el sendero iluminado hacia la plaza. En el camino, una niña se me acercó.
—¡Hola! —me saludó, y yo le respondí el saludo.
—Te he estado observando. Eres muy seria y callada, y me gusta. ¿Quieres ser mi amiga?
No pude responderle, había sido muy directa, y justo en ese momento nos llamaron para que nos acercáramos y continuara la asignación de casas.
—A ver aquí —dijo el director, sacando el siguiente nombre—. El número es el 249, Tiara, por favor, pasa al frente.
Cuando escuché mi nombre, alcé mi mano y pasé al frente de la tarima. Por fin me habían llamado, así que ahora solo tenía que esperar a mis compañeros de casa. Me siguieron otras dos niñas, luego cuatro niños, otras dos niñas más y, por último, otro niño. En total, éramos cinco niñas y cinco niños.
Cuando nos terminaron de nombrar, se nos acercó un vampiro.
—Buenas noches a todos, espero que no se estén durmiendo. Todavía falta llegar a la casa; yo los guiaré por hoy. Me pueden preguntar cualquier cosa hasta que lleguemos. A partir de allí, su Maestre se hará cargo de ustedes.
Todos asentimos a lo que nos dijo, pero nadie le preguntó nada. Lo seguimos sin hacer ruido, al menos por un momento.
Todos iban caminando en parejas; de un lado las niñas y del otro los niños. Yo estaba observando y escuchando a todos, ya que me encontraba al final de la fila. Mi hermana siempre me dice que hago eso en el castillo. No es por espiar ni nada de eso, solo que me concentro demasiado en los demás y a veces me quedo pensando en mi propio mundo, olvidándome de dónde estoy.
Creo que la niña al frente se llamaba Topaz. Después vino Mirra, y junto a ella estaba la niña que se me había acercado antes, ahora sé que se llama Blossom. La que está frente a mí se llama Hinata. De los niños, solo recuerdo a dos: uno porque lleva el mismo nombre que mi hermano, Reinald, y el otro, Kou, porque me parecía lindo y corto. Los nombres de los demás no los tengo en mente, pero tendré que aprenderlos ya que viviré con ellos hasta cumplir los 13 años.
Mirra preguntó cuánto tiempo faltaba para llegar a la casa. Todos estábamos cansados y con sueño. El guía nos dijo que ya faltaba poco. Mientras más avanzábamos, se podían ver muchas casas, todas grandes y con jardín. El mayor nos aseguró que la casa que veíamos era la nuestra. "Falta poco", pensé.
En la parte superior de la casa tenía grabado el número 24 y un letrero que decía "Bienvenidos".
Todos nos alegramos de que al fin llegáramos a nuestra nueva casa. Este día ha sido largo y ya quería llegar a una cama y descansar, y creo que los demás piensan igual. Como ya era un poco tarde, pensé en mi hermana y mi hermano. ¿Qué estarán haciendo? ¿Estarán bien?
El mayor abrió la puerta y entramos uno por uno en fila. Lo primero que vimos fue la sala de entrada, una oda al encanto rústico, con paredes adornadas con objetos artesanales y detalles que evocaban la vida en el campo. Una impresionante chimenea de piedra se alzaba en una esquina, prometiendo calidez en las noches frías y acogedoras veladas junto al fuego.
El maestro nos dejó explorar la casa.
—Vayan, yo volveré cuando hayan terminado —dijo.
Todos corrieron en distintas direcciones.
Los pasillos que se extendían desde la sala principal conducían a diferentes áreas de la casa. Algunas habitaciones estaban decoradas con muebles de madera tallados a mano, cuyas formas evocaban la belleza de la naturaleza. Otras habitaciones lucían toques más coloridos y juveniles, con cortinas de colores vivos y murales en las paredes que representaban escenas alegres.
Cuando iba a subir las escaleras, una niña se me acercó. Era la misma de hace rato. Ahora sé que se llama Blossom. Me preguntó de nuevo si quería ser su amiga, y esta vez le respondí.
—Claro que quiero ser tu amiga —dije.
—Por cierto, ¿cómo te llamas? —me preguntó.
—Me llamo Tiara.
Después de presentarnos, seguimos recorriendo juntas la casa. Primero fuimos a la parte de arriba, donde había muchos cuartos. Nos metimos en cada uno de ellos para ver en cuál nos quedaríamos.
Las habitaciones, espaciosas y cómodas, estaban diseñadas para acomodar a los jóvenes residentes. Camas con dosel y edredones suaves prometían noches de sueño reparador. Escritorios adornados con pergaminos y plumas recordaban la educación que los niños recibirían en ese lugar.
—Entonces, ¿cuál te gustó más? —le pregunté.
—Hasta ahora, el segundo que vimos.
—A mí también.
Nos dirigimos hacia el cuarto, pero ya estaban los otros niños peleando por él, sin darse cuenta de que estábamos en la puerta escuchándolos. Poco después llegó el maestre y paró la pequeña pelea.
—Paren, por favor, tengo algo que decirles a todos —dijo.
Los niños se calmaron y entonces nos vieron, luego miraron al adulto.
—Como habrán notado, solo hay cuatro habitaciones grandes aquí. Tendrán que compartir de a dos. La otra habitación es para una persona y ya la tomaron. Elijan quién estará en cada habitación y, cuando decidan, me informan para que pueda dejar sus cosas en cada cuarto. Es todo, estaré en la parte de abajo por si necesitan algo.
Cuando el maestro se fue, los niños nos voltearon a ver y nos dijeron que esa era su habitación, así que nos corrieron. Fuimos rápidamente a ver las otras habitaciones; solo faltaban tres niñas. La otra niña se apresuró a sentarse en una cama antes de que dijéramos algo.
Finalmente, Blossom y yo nos miramos. Solo quedaba una cama.
—Si quieres, tú puedes quedarte aquí. Yo iré a la habitación pequeña —dijo Blossom, señalando el cuarto.
Me quedé sentada en la cama y pensé: "Creo que me gusta". Más tarde, cuando bajé, fui la última en pedir que acomodaran mis cosas en mi cuarto.
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