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Capitulo 18.-Despertar

Mei, estaba sentada en un sofá en su estudio, ella no estaba al tanto de lo ocurrido hasta que su hermano se acercó a ella con una expresión de alivio y culpa. -Mei, tengo noticias. Julian ya se ha despertado. Está en una habitación al final del pasillo. Ven, te llevo- le dijo, tomándola de la mano y ayudándola a levantarse.

Reinald no le dio tiempo a detenerse a procesar lo que le había dicho, la saco muy rápido del estudio hacia la enfermería, -que, que paso, Reinald responde, que ocurre.

cerca de la enfermería, con las manos entrelazadas y la mirada perdida. Habían pasado varias horas desde que su prometido, Julian, se había desvanecido en medio de una misión de búsqueda.

-Sí, sí, claro. Está débil, pero estable. Los médicos dicen que no tiene nada grave, solo necesita descansar- le explicó Reinald mientras caminaban por el pasillo

Reinald suspiró y se detuvo frente a una puerta. -Es una larga historia. Te la contaré después. Ahora lo importante es que veas a Julian y le des tu apoyo. Él te necesita más que nunca- le dijo, abriendo la puerta y dejándola pasar.

Mei entró en la habitación y vio a Julian acostado en una cama, con el rostro pálido y los ojos cerrados. A su alrededor había varios amigos de ambos, que se habían preocupado por él y habían venido a visitarlo. Al verla entrar, todos se pusieron de pie y le sonrieron con simpatía.

-Hola, Mei. Qué bueno que estás aquí- le dijo luois, un vampiro alegre que era el mejor amigo de Reinald.

-Sí, Mei. Estábamos esperando por ti- le dijo Daniel, un vampiro de clase noble de piel más pálida y casi al mismo tiempo quemado por frio, le recordada a la familia real del fuerte nevado

- Es un placer estar en su presencia mi reina. le dijo Louis, Daniel por otra aparte solo la saludo formalmente y ella acepto gustosa. les devolvió el saludo con timidez y se acercó a la cama. Reinald le acercó una silla y la ayudó a sentarse al lado de Julian. Luego se dirigió a los demás.

-Chicos, creo que Mei quiere estar a solas con Julian por un momento. ¿Les parece si salimos un rato?- les propuso.

-Sí, claro. No hay problema- dijeron todos, asintiendo con comprensión.

-Volveremos pronto- les aseguró Reinald, guiándolos hacia la puerta..

Cuando sugirió dejar a Mei a solas con Julian por un tiempo, notó la insistencia en la mirada de su hermana. Mei le pidió que se quedara, y Reinald asintió, comprendiendo que su presencia podía brindar apoyo tanto a Mei como a Julian en ese momento incierto. Se quedó cerca, vigilando silenciosamente y preparado para cualquier cosa que pudiera necesitar.

Luego se quedó mirando a Julian con ternura y le tomó la mano.

-Julian...¿puedes oírme?- le susurró al oído.

Julian abrió lentamente los ojos y se encontró con los suyos. Parecía confundido y asustado. frunció el ceño y trató de recordar. Pero su mente estaba en blanco. Pronto los dolores aparecieron de nuevo

-No lo sé... no lo recuerdo... solo sé que algo muy fuerte... algo que me hizo daño...- balbuceó Julian, con angustia.

-No lo sé... no lo sé...- repitió Julian, cerrando los ojos y apretando la mano de Mei.

Reinald observó con atención a su amigomientras este hablaba en la lengua extraña. Mei, al tener el don de la magia perdida, sintió una conexión con esa antigua lengua, casi desde sus orígenes. Sorprendida, Mei centró su atención en las palabras de Julian, tratando de comprender el significado detrás de esa extraña expresión.

Julian continuó hablando, y cada palabra resonaba en el aire de la enfermería. Mei, utilizando su habilidad mágica, comenzó a traducir el discurso de Julian. El dolor de cabeza de Julian parecía estar relacionado con este acto, como si recordar esa lengua antigua fuera una tarea ardua y dolorosa.

Mei, preocupada y algo molesta, se volvió hacia Reinald con una fuerte voz de mando, exigiendo saber el nombre de la persona que buscaba.

"Estamos en problemas, Reinald. A quien buscabas, dime", inquirió Mei con firmeza. Reinald, sintiéndose en una encrucijada, se resistía a hablar. Aunque Mei sabía de su amistad con Nanami, ella no la conocía personalmente, y además, no le gustaba que alguien más preguntara por ella, especialmente si la persona estaba enojada.

Ante la persistencia de Mei, que aumentaba con cada instante, Reinald se encontró bajo presión. Mei elevó su voz aún más: "Una vez más, Reinald, dime a quién demonios estás buscando". Esta vez, la voz de Mei resonó con una intensidad que no dejó opciones a Reinald, y finalmente, se vio obligado a revelar que estaba buscando a Nanami.

.Mei continuó preguntando por la persona desaparecida, pero Reinald, al igual que aquella noche, no recordaba mucho. La única información que pudo proporcionar fue que la atacaron. Ella intuía que había más de lo que Reinald estaba revelando, así que, tratando de calmar la situación, le dijo: "Entonces, Reinald, ¿no recuerdas nada?"

Con una mirada astuta, se posicionó cerca de Reinald y le susurró al oído: "¿Qué hay de tu otro yo?" Reinald quedó petrificado al darse cuenta de que su hermana conocía la existencia de esa otra entidad. "Estoy en lo cierto, ¿verdad? Ya pasó, él te poseyó, ¿no es así?" Mientras Reinald se sentía extremadamente inquieto, confundido y nervioso, Mei no le permitió terminar. Nuevamente se acercó a él y con una voz ahora más calmada y algo culpable, le dijo: "Lo siento, hermanito, pero tengo que hacer esto".

Mei comenzó a recitar en esa lengua ancestral que solo ella dominaba. Un calor intenso me envolvió, como si las llamas mágicas acariciaran mi piel. Me aferré a mis brazos, intentando resistir el dolor que se intensificaba. Sin embargo, todo se volvía borroso, y la oscuridad empezó a cerrarse a mi alrededor. Lo último que percibí fueron las cadenas brillantes que me anclaban al suelo.

-Vas a dejarte llevar -dijo una voz desconocida.

-¿Qué fue eso? -pregunté, confundido y aturdido.

-¡Tu hermana lo ha sabido! -exclamó la voz.

-¿Saber qué? -inquirí, sintiendo una debilidad abrumadora.

-Eres débil -aseveró la voz, casi burlona.

-¡Cállate! -respondí, luchando contra la opresión que sentía.

-Ahora conocerás la verdad -sentenció la voz, antes de que un silencio momentáneo se apoderara del lugar.

Al levantar la mirada, me encontré con la imponente figura de la reina. Su presencia llenaba la estancia con una majestuosidad abrumadora. Nunca había presenciado esa faceta de ella, y aunque era desconcertante, sentía que debía responderle, era muy extraño presenciar esa faceta de ella, pero creo que valía la pena responderle por sentir más de ese poder.

La voz fente a el e manifestó con autoridad: -Tardó un poco, pero por fin puedo conocerte, Takashi Sato.

-Así que tú ya lo sabías -respondí, intentando mantener la compostura a pesar de las cadenas que me aprisionaban.

-Deja que te diga que no es un gusto conocerte. Tienes los ojos de tu madre -dijo la reina, con una frialdad que cortaba el aire.

Al escuchar sobre mi madre, un torrente de emociones me invadió. ¿Cómo se atrevía a mencionarla? La madre que nunca conocí, la madre que me fue arrebatada injustamente. La ira y el dolor se mezclaron en mi interior, pero también despertó una determinación renovada.

-Mira, no tengo tiempo para ti. Te traje aquí por una razón: quiero saber qué le hiciste a Nanami, la amiga de Reinald.

-¿Me das órdenes? ¡Ja! Primero, suéltame -grité. Aunque en mi mente, una y otra vez resonaba: peligrosa mujer. También me preguntaba, si no tiene tiempo para mí, ¿por qué me llamó? ¿Cómo es que siquiera sabe quién soy?

Pero en ese instante, esos pensamientos se desvanecieron.

No podía apartar la mirada de ella. A pesar de las cadenas apretando mi cuerpo, mi corazón latía con fuerza. ¿Qué sucedería si le hablaba? ¿Y si no lo hacía? Era mi primer dilema real en este mundo despiadado.

-Querida reina -comencé, con una voz que apenas lograba ocultar mi decepción (deceo)-, solo la desangré un poco. Es una luchadora decente, ágil, pero no tanto como yo. Me pedía que parara, pero, ¿cómo podía hacerlo si repetía el nombre equivocado una y otra vez? Lástima que no fuera lo que esperaba. Una vampira como ella podría haber sido más que una simple amiga. -Hice una pausa, clavando mi mirada en ella-. En resumen, fue una oportunidad desperdiciada.

Antes de que pudiera reaccionar, un golpe violento me derribó al suelo, y las cadenas se tensaron aún más.

-¿Para qué quieres saber, mi reina?

Con una ira apenas contenida, la reina se plantó frente a mí y me agarró del cuello. Sus palabras eran cortantes, heladas.

-Gracias a tu aparición, has liberado un poder aún más peligroso que cualquier otra cosa. Uno que podría convertirse en el arma que nos devuelva al abismo del que apenas escapamos.

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