CAPITULO 12 Scarlet Nuit
A las once de la noche, en el punto más alto donde se podía reunir la gente, varios grupos de vampiros se encontraban esperando el tan esperado anuncio por parte de su monarca. Algunos llevaban desde el inicio del día aguardando esta hora para poder, por fin, cazar a su presa durante el resto del año.
Para algunos más jóvenes, esta sería su primera caza. Estaban ansiosos, excitados, emocionados por tan gran evento; para otros más chicos, esto sería una prueba que unos pasarían y otros tendrían que esperar un año más al no encontrar a su compañero de sangre, siendo esta espera una pequeña tortura.
El cómo comenzó este gran ritual ceremonial es casi como hablar de la fundación de la ciudad hace ya miles de años, una tradición que para los vampiros es de las más respetadas y esperadas, y aunque, para los humanos, representa numerosos beneficios, otros no lo toleran y no dudan en dar su opinión.
En una sección de la residencia de los humanos, una familia se apresuraba en los preparativos para la noche que se avecinaba.
—¡Chicos, levántense! Hoy es un día muy importante,— instó la madre mientras se apresuraba por despertar a sus hijos.
Sin embargo, la hija mayor, Lux, la interrumpió con desgana. —Mamá, ¿qué estás haciendo tan temprano?—
La madre, visiblemente frustrada, respondió: —Lux, ¿qué haces aquí? Deberías estar lista desde hace dos horas. Eres la mayor y deberías dar ejemplo a tus hermanos y hermanas.—
Lux replicó con un tono desafiante, —No soy como mi prima, no tengo tanto afecto por esos vampiros.—
Aunque habló en un susurro, su madre, que estaba cerca, logró escucharla. Con una expresión triste, suspiró ante la actitud de su hija.
—Lux, al menos ayuda a tus hermanos,— suplicó la madre. —Sé que no eres como Nanami, pero, por favor, compórtate esta noche.—
Cuando la madre se disponía a abandonar la habitación para buscar platos y copas para la cena, Lux volvió a hablar.
—Papá me apoyaría,— murmuró.
Su madre, aún llena de rabia después de tantos años, replicó con amargura, —Tu padre ni siquiera se preocuparía. Lo único que le importa es esa mujer.—
Sin darse la vuelta para mirar a su hija, siguió avanzando hacia la puerta. Justo en ese momento, otro de sus hijos se asomó por la puerta.
La madre llevó a su hijo a la sala y comenzó a contarle la verdad sobre el día especial que se avecinaba. Aunque el niño no sabía exactamente lo que implicaba, estaba en la edad en que debía ser informado, ya que también era la edad mínima para ser elegido.
Con ternura, la madre le explicó: —Mi amor, es hora de que sepas que hoy es un día muy especial. Tenemos que prepararnos para la llegada de alguien que será muy importante para la familia. Esta noche, vendrán vampiros a la casa para cenar, y se llevarán a alguien de la familia.—
El niño de nombre Alaid, aún sin comprender completamente, preguntó: —¿Vendrán vampiros a cenar?—
La madre asintió. —Sí.—
El niño continuó cuestionando: —¿Y por qué se tienen que llevar a alguien?—
La madre trató de explicarlo con calma. —No te asustes, pero lo que van a cenar será nuestra sangre.—
El niño no se sorprendió mucho, ya que había visto cómo funcionaban los gremios. Su prima Nanami le había explicado que, a menudo, los humanos pagaban con su sangre y de vez en cuando con diversos materiales, para obtener comida u objetos que necesitaran, también le contó que antes se podía pagar con algo llamado moneda o billetes, pero que eso ya era innecesario ya que los vampiros no encontraban valor en ello.
—Esta noche es la ceremonia de Scarlet Noit, donde se permite a todos los vampiros de la ciudad beber directamente de nosotros, sin la necesidad de utilizar dispositivos,— continuó la madre.
El niño comenzó a preocuparse y preguntó si eso significaba que se morirían. Su madre trató de tranquilizarlo. —No, pequeño Alaid. Solo será como un pequeño piquetito que no duele. Además, si el vampiro disfruta de la sangre que prueba durante un año, la familia será protegida y cuidada. También aumentarán nuestras posibilidades de mejorar nuestro estatus y vivir mejor si a ese vampiro le gusta alguien de la familia hasta la siguiente luna roja.—
La madre intentaba hacer que todo sonara lo más positivo posible mientras explicaba la tradición que se avecinaba.
La madre continuó explicando a su hijo el significado de la ceremonia de Scarlet Noit. Le dijo que, si un vampiro elegía a alguien de la familia para vivir con él, la familia sería compensada por esa pérdida.
El niño, comprensiblemente preocupado, preguntó si podían venir en otro momento en lugar de esa noche. Su madre le explicó que solo podían venir una vez al mes y que esta noche era significativa debido a la luna roja.
Alaid asintió, pareciendo entender mejor la situación. Preguntó si tenía que hacer algo especial cuando llegaran. Su madre lo tranquilizó, diciéndole que no tenía que hacer nada en particular, solo ser él mismo y no ponerse nervioso.
Después de recibir el consejo de su madre, el niño de 10 años se despidió y siguió con sus actividades del día.
En muchas casas de la ciudad, las familias se arreglaban y vestían sus mejores ropas, preparaban la casa y sacaban lo mejor que tenían para impresionar a los vampiros que llegarían esa noche.
La madre continuó preparando su casa para la importante visita mientras observaba cómo el cielo se tornaba rojo a medida que avanzaba la noche. Sabía que la hora se acercaba y estaba lista para recibir a los vampiros.
Preparó a sus hijos para la llegada y revisó el cuarto donde se llevaría a cabo la ceremonia. El cuarto era lo suficientemente grande como para albergar a unas 10 personas cómodamente y tenía un techo que permitía apreciar la luz de la luna.
Mientras aguardaba, la madre rezaba en silencio, esperando que al menos uno de sus hijos fuera elegido durante esta noche especial.
En la explanada, el discurso de la reina Mei resonó en la majestuosa explanada, donde la multitud se reunía en anticipación a la ceremonia. El aire estaba cargado de electricidad, y las estrellas comenzaban a brillar en el cielo nocturno. La luna, que ya se asomaba en el horizonte, comenzaba a teñirse de un rojo profundo, iluminando la ciudad de manera sobrenatural.
Mei se alzó en el escenario, su figura regia y poderosa bajo la luz escarlata de la luna. La multitud observaba con admiración, sintiendo el aura de autoridad que emanaba de su reina. Su voz, clara y firme, resonaba en todo el lugar, mientras explicaba los detalles de la ceremonia.
Desde todos lados, los vampiros se alzaban como testigos silenciosos de este antiguo ritual. Los balcones y ventanas estaban adornados con antorchas, que arrojaban destellos de luz dorada sobre la multitud.
En la periferia de la explanada, las casas humanas estaban meticulosamente decoradas y preparadas para recibir a los vampiros. Velas y lámparas brillaban en cada hogar, y la expectación se sentía en el aire. Las familias humanas, con vestimenta elegante, esperaban nerviosamente la llegada de sus invitados vampiros.
La noche estaba viva con la promesa de la caza. Los vampiros jóvenes, ansiosos y emocionados, se preparaban para acompañar a aquellos con más experiencia en la casa elegida. La segunda ola, con la libertad de explorar la primera sección de la ciudad, se dispersaba por las calles, creando una atmósfera de emoción y anticipación en cada esquina.
En la segunda sección, donde se llevaría a cabo la caza principal, las luces de las casas humanas y las antorchas vampíricas se alineaban como faros
Una vez que todos los vampiros supieron dónde podrían cazar, empezaron a inquietarse en sus lugares, guiados por el instinto de depredador. Su reina los observaba, con sus ojos fijos en la inmensa luna, antes de que sus súbditos comenzaran a moverse. Aunque mantenía su mirada en la luna, aún con una sonrisa, llamó a su ayudante.
Mei pronunció unas palabras en una antigua lengua ya muerta, y varias partículas azules descendieron del cielo para posarse sobre cada vampiro. Cuando estas partículas desaparecieron, una densa niebla roja los envolvió, dejando solo la pálida luz que brillaba en sus ojos y colmillos.
Esta niebla en realidad era los vampiros, habían transformado sus cuerpos para fusionarse con la noche y la luna. Esta capacidad de moverse más rápido en esa forma era una cualidad compartida por todos los vampiros, ya fueran originales, puros o convertidos.
Mei, al estar transformada, siguió su instinto. Recorrió callejones y casas en los distritos nobles, pasando de largo de la ciudad central hasta llegar a un distrito de baja categoría. Notó un aroma que destacaba entre los demás, el intenso aroma le recordaba al suave murmullo del río bajo el puente, que dividía las zonas de los vampiros y de los humanos, le recordaba la frescura matutina de sus días de estudiante, o sus paseos por el bosque admirando cómo las flores se abrían a su toque, le recordaba a cuando ella era una frágil e inocente humana.
Se dirigió con prisa hacia la fachada de una casa. Se transformó de nuevo en su forma tangible antes de asegurarse de que no la seguía su ayudante ni ningún otro vampiro. También notó que esa casa aún no estaba marcada, así que se dispuso a llamar a la puerta con una sonrisa de anticipación.
Mei no esperaba que otra mano se interpusiera en su camino. Para sorpresa de Mei, otra mano se interpuso en su camino. Alzó la vista, lista para gruñirle o expulsar al intruso, pero cuando vio quién era, su sorpresa fue evidente, aunque no excesiva.
—¡Lisander! ¿Qué haces aquí?— exclamó, sorprendida. Luego, dirigiéndose esta vez de manera más formal, volvió a decir: —Disculpe, príncipe Lisander. Perdóneme, ¿se puede saber qué lo trae por aquí?—
El tal Lisander Cain se disculpó por la repentina aparición, mencionando que compartirían tiempo juntos. Mei intentó mantener la calma, aunque era difícil tratar con él.
—Lamento si lo ofendí con mi falta de decoro. En efecto, me informaron de su llegada, pero me demoré con los preparativos para esta noche. Le pido disculpas,— respondió Mei.
Lisander no insistió y se apartó cuando Mei tocó la puerta. Mientras esperaban, él le explicó que no tenía la intención de interrumpir la caza y que él también había sido atraído por un aroma. Como Mei había llegado primero, le cedió el control de la ceremonia. Cuando la puerta se abrió, una mujer de mediana edad los recibió amablemente.
Al parecer, los había reconocido, especialmente a Mei, ya que no levantó la cabeza desde que los vio parados frente a su casa. La mujer les dio la bienvenida y les permitió pasar hacia la sala de la casa. Antes de entrar, tanto Mei como el invitado marcaron la puerta de la casa con su sangre para evitar que otros vampiros se reunieran allí.
—Mi reina y rey Cain, sean bienvenidos a esta humilde casa.— La mujer dio una reverencia hacia los dos vampiros, mostrando claramente que los había reconocido, incluso al indeseable rey de Orsbell. —Por favor, pasen. La habitación donde tendrá lugar la cena está por aquí.—
La habitación estaba cerca de la primera, pero esta vez se encontraba en el sótano. Al descender por unas escaleras, se notaba el cambio en la arquitectura, la decoración y la limpieza de los materiales utilizados para adornar. Al final del pasillo, encontraron un atril con un libro de páginas en blanco.
Mei y Lisander se acercaron al libro, esta vez decidieron usar sus propias uñas para rasgar ligeramente sus manos y escribir con su sangre sus nombres en una página. Sin embargo, casi de inmediato, los nombres desaparecieron, mientras ambos vampiros, junto con la ama de casa, avanzaban hacia el centro de la habitación.
Al entrar en el pequeño cuarto rojo, notaron que estaba aún más decorado que el pasillo. En el centro, había una gran mesa con diez sillas. Cinco de ellas eran para la familia humana y las otras cinco para sus posibles visitantes, una silla por cada miembro de la familia. Estas cinco sillas se destacaban del resto.
La mesa estaba cubierta con un fino mantel blanco bordado que lucía nuevo y limpio. También había un florero con preciosas flores de varios colores. Además de la mesa y las sillas, en una esquina se veían dos sillones medianos, ambos tapizados en rojo y dorado, al igual que los suaves cojines que estaban muy bien acomodados.
Entre los sillones, se podían ver pétalos de rosas blancas que contrastaban con el tapizado y, en medio de los dos sillones, una mesa con más rosas rojas.
El ambiente era sereno y tranquilo, la decoración impecable.
Pero a medida que la noche avanzaba, la tensión en la habitación aumentaba. Cada segundo que pasaba parecía una eternidad, y la anticipación se podía cortar con un cuchillo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro