CAPITULO 10 Julián, el amigo de mi hermano
Después de la charla con mi hermano sobre la decisión del consejo en la iglesia, me dirigí hacia mi próximo compromiso: encontrarme con Gushikami Julián. Esta sería la primera vez que lo vería en persona para asuntos serios.
Le informé a mi guardia más leal y acompañante que me escoltara hasta la residencia de Julián. —Izumi, llama,— ordené.
—Sí, mi señora,— respondió Izumi, inclinándose ante mí, listo para recibir mis instrucciones.
—Izumi, me llevarás a la casa de los Gushikami lo más rápido posible.—
—Por supuesto, mi señora. Estoy a sus órdenes.—
Después de completar todos sus rituales, Izumi se puso a mi disposición para que no fuera reconocida de inmediato. Cada vez que salgo, se forma un alboroto, especialmente en la zona alta del castillo. Así que, me llevó fuera del castillo hacia la zona donde habita Julián.
Nos dirigimos por la calle más transitada, aunque noté que no había mucha gente afuera, y la mayoría de las personas eran humanas. —Supongo que no todos los vampiros tienen mi inmunidad al sol,— pensé.
Izumi notó mi mirada hacia las personas que pasaban y también observó que había menos vampiros en esa hora. —Están aletargados por el horario,— me explicó.
—Izumi, ¿cómo te encuentras?— le pregunté mientras continuábamos caminando.
—Yo, señora, no tiene que preocuparse por mí,— respondió, aun mirando hacia adelante mientras estaba a mi lado y vigilaba a su alrededor. —Solo un poco cansado, mi señora.—
—Tonto, lo hago porque eres importante para mí, así que dime cómo te sientes,— le regañé. Él siguió mirando hacia adelante y luego hizo una pequeña pausa. —Solo un poco cansado, mi señora,— admitió, esta vez caminando un paso atrás de mí.
—Ya veo,— respondí.
Luego, nos detuvimos cerca de una pared y decidimos descansar por un rato. —Hay que descansar un rato,— le dije, señalando la pared donde me recosté con la vista fija en algún punto. Izumi suspiró y se posicionó a mi lado. No volvimos a hablar durante un rato mientras pensaba en cómo presentarle mi propuesta a Julián.
Después de un tiempo, continuamos caminando. Algunos que estaban en la calle no me reconocieron, pero otros sí, a pesar de que llevaba una capucha.
—Bienvenida sea la reina,— escuché algunos murmullos y algunos se volvieron hacia donde estaba. Me incliné ligeramente en señal de saludo y seguí caminando, con Izumi como mi escolta.
Mientras saludaba, no me di cuenta de que una niña corría hacia mí y chocó con mi pierna. Al levantar la vista, supuse que me había reconocido porque se levantó rápidamente y me ofreció disculpas.
—¡Lo siento, lo siento, Su Alteza, perdóneme, yo no vi que...—
—Shhh, no tienes que disculparte, pequeña, tranquila,— la consolé. La miré fijamente y su rostro me pareció familiar. Después de recordar a quién se parecía, supe quién era. —Ah, tú debes ser la hermana pequeña o la hija de Asuhara, ¿verdad?— le pregunté con una sonrisa.
—¿Cómo es que sabe?— preguntó, sorprendida, cuando mencioné su apellido. Puse mi dedo en mi boca para indicar que era un secreto.
—Dime, ¿cómo te llamas?—
—Ah, yo me llamo Rosel, Asuhara Rosel.—
—Oh, qué lindo nombre tienes,— comenté amablemente. —Bueno, me despido, Rosel. Asegúrate de no chocar con más personas.—
Después de despedirme de la niña, continué mi camino, esta vez con Izumi guiándome de nuevo. Mientras caminábamos, le pedí que me hablara de su hermano, o al menos lo que sabía de él, y le indiqué que lo hiciera telepáticamente.
—Sí, mi señora. Lo que sé de la familia Asuhara es...—
Cuando terminó de contarme lo que sabía sobre la familia, me sorprendí. Después de dejar la escuela, no había visto a ninguno de mis compañeros, y solo años después había tenido noticias de algunos de ellos. Pero nunca había sabido qué había sido de Asuhara hasta hace unos pocos años, cuando alguien de esa familia se casó. No sabía quién era el casado ni que había dos hermanos. Supuse que el que yo conocía era el hermano menor, y por lo que me dijo, deduje que esa niña era la hija del hermano mayor.
Izumi me había informado que había un tercer hermano mucho más joven que probablemente estaría asistiendo a la escuela en estos momentos.
—Así que no solo uno, sino dos miembros de esa familia están con mi linda hermanita,— reflexioné. —Tendré que enviar cartas más seguido.—
Mientras nos acercábamos a la mansión de Gushikami, noté que había dos guardias en la entrada, como era de esperar para una familia de su estatus.
—Buenos días, vengo a ver al heredero de la familia,— anuncié.
—Alto, primero identifíquese. No podemos dejar pasar a desconocidos,— declaró uno de los guardias. Izumi pareció molesto y se preparó para intervenir, pero me coloqué delante de él y me quité la capucha.
—¿Acaso no me reconocen?—
Cuando se dieron cuenta de quién estaba frente a ellos, ambos se apartaron del camino y se arrodillaron. —A veces esto es tedioso,— murmuré.
—Lo sentimos, Su Majestad. No sabíamos. Adelante,— dijo uno de los guardias.
Pero cuando Izumi intentó seguirme, le bloquearon el paso. Me volví hacia los guardias de nuevo.
Pregunté, un tanto perpleja, —¿A qué se debe esto?—
El primer guardia que había hablado respondió, —Lo sentimos, Su Majestad, pero el Lord nos ha ordenado negarle la entrada a cualquiera que intente pasar sin invitación. Las únicas excepciones son usted y la familia real, pero eso no incluye a sus sirvientes,— señalando a Izumi.
—Bueno, qué se puede hacer, órdenes son órdenes,— suspiré. —Pero déjenme decirles que él no es un sirviente, es mi guardaespaldas, y su trabajo es estar conmigo protegiéndome. ¿Acaso ustedes pueden protegerme adentro, dejando el puesto que el Lord les encomendó, especialmente a esta hora?— señalé hacia el sol.
—No nos atrevemos a enojarla ni a desobedecer a Su Majestad,— respondieron ambos.
El ambiente en la mansión de los Gushikami se volvió más relajado mientras esperábamos a que Julián llegara.
Una amable sirvienta nos condujo a la sala principal y nos informó que tardaría un poco en llegar el heredero. Mientras esperábamos, nos ofrecieron té y galletas.
Me senté, mientras Izumi se mantuvo de pie a mi lado. Después de unos 5 minutos, la sirvienta regresó con la comida. Izumi se encargó de servirme té y dispuso las galletas en un plato. Le sugerí que él también comiera algo.
Mientras esperaba en la sala principal, escuché el sonido de la puerta abriéndose. Un hombre alto entró en la sala, su estatura de 1.83 metros se destacaba en la habitación. Era Julián, un vampiro de complexión delgada pero marcada, que exudaba una elegancia innata. Sus ojos eran de un café oscuro, profundos y misteriosos, y su cabello largo y negro estaba siempre recogido en una coleta baja, atada con un moño rojo o de algún otro color, preferentemente café.
Vestía un traje tipo sastre de color café que le quedaba a la perfección, y en el bolsillo de su chaqueta siempre llevaba una rosa u otra flor, un detalle que añadía un toque de color a su apariencia. Sobre su nariz descansaba un par de lentes, que le daban un aire intelectual.
Izumi se puso de pie primero, y luego yo me levanté para recibir al Lord.
—Bienvenida sea la reina,— me saludó.
—Por favor, no me hables así, no cuando eres uno de los mejores amigos de mi hermano,— le respondí.
—Lo siento, mi reina; perdón, Mei-sama.—
—Bueno, es algo,— concedí.
—¿A qué debo su visita?—
—Bien, quiero ir al punto principal. Es algo delicado, y quiero que lo pienses muy bien. Te digo que no estás obligado a responder positivamente a esta propuesta. Tómalo con calma.—
—¿Se trata de algo grave? ¿Qué tipo de propuesta?— preguntó con una mirada preocupada.
Pero antes de continuar, sentí la necesidad de darle algunas indicaciones a mi guardaespaldas. Izumi se colocó a mi lado y le pedí que se retirara para ocuparse de los preparativos que él y los otros guardias del palacio necesitarían para esta noche. También le encomendé asegurar la protección del distrito escolar y coordinar con Reinald la seguridad del palacio y la puerta principal. Nada de lo que le dije debía ser escuchado por el Lord.
Cuando Izumi se marchó, solo quedamos los dos en el salón. Me estaba poniendo nerviosa, así que me levanté de nuevo. Sé que solo estaba dándole vueltas al asunto, pero estos temas siempre me ponen nerviosa.
—Se encuentra muy nerviosa. ¿Por qué no toma algo de té para relajarse?— me ofreció algo de beber, lo cual acepté de inmediato.
Después de relajarme un poco, finalmente le conté todo, y al final, le hice la pregunta que me había llevado hasta él.
—¿Entonces, aceptarías casarte conmigo?—
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