La sonrisa en el rostro de la bella mujer se amplió, dejando salir sangre de su boca, mientras su mano acariciaba dulcemente a un hombre muerto en el suelo. Los reconocí inmediatamente. -Mis...Padres- trate de decir, pero la voz se me quebró en mil pedazos.
-¡¿QUE ES ESTO?!- Grite, atormentada por la escena. Me cubrí los ojos y caí de rodillas al suelo. El viento se llevó la escena, justo como la muerte se había llevado a mis padres.
Todo este tiempo había estado en shock, y apenas me daba cuenta de lo que realmente había sucedido, de lo que había perdido, de como mi vida estaba arruinada, y yo destrozada.
Me incorporé, con el odio guiándome. El agua había desaparecido y ahora estaba rodeada de espejos, en los que se reflejaba un monstruo. Levante mis manos y las vi fijamente, para luego dirigirle la mirada un espejo. Ese monstruo era yo.
"Apúrate Akira, vamos tarde" se oía la dulce voz de la mujer que había sido mi madre. "Eres muy buena con las armas, Aki" decía mi padre. "Siempre que te tiren, levántate Akira. Siempre" Decía mi senpai, Deidara.
Las lagrimas no paraban de brotar de mis ojos, en respuesta a tantos recuerdos.
Golpee los espejos, cada vez más fuerte, hasta que mis manos estaban destrozadas al igual que los espejos, y atrás de estos descubrí la fuente de todos los recuerdos que me estaban matando. Kaami.
Camine hacia el orgulloso tigre quede alzaba con majestuosidad. Conforme mas me acercaba al demonio mas fuertes se hacían los recuerdos que me provocaban odio.
Sentí como mis ojos se volvían al sharingan y mis puños ardían con chakra rojo. Golpee al animal lo mas fuerte que pude, con todo mi odio, toda mi tristeza, pero también recordando todo lo bueno que me había pasado en la vida.
Toda la majestuosidad del felino se fue aplacando con cada golpe, hasta que no quedaba nada de el, pero en el fondo el seguiría ahí. Y seguiría por siempre.