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5. Alejandro de la Torre

Cuando dio la una y media de la tarde, todos los alumnos de la escuela salieron de sus respectivos salones, siendo el último en salir un joven de diecisiete años que tenía por nombre Alejandro de la Torre, él, casi siempre salía al último y trataba de no encontrarse con las personas que casi siempre se burlaban de él, pero cuando llegó al patio de la escuela y dispuesto a irse de la escuela logró escuchar como un grupo de sus compañeros se burlaban cuando lo vieron y no parecían estar dispuestos a disimular sus risas, pero Alejandro fue rápido en su caminar y salió al instante de la escuela

Alejandro era de tez morena, tenía el pelo de color negro, ojos de castaño oscuro, usaba anteojos, era de estatura alta y delgado, vestía con un pantalón gris, una camisa de manga corta de color blanco y su suéter, el cual estaba amarrado en la cintura del joven, vivía con sus padres en la ciudad de Querétaro, sin embargo, las burlas de sus compañeros y las ahora constantes peleas entre sus dos padres lo estaban convirtiendo en una persona muy introvertida y sensible

Aquella tarde, apenas se alejo bastante de su escuela, aprovecho para respirar el aire de la ciudad, el cual, lo denominaba como el "aire de la libertad", ya que cada vez que salía de su casa o de su escuela se sentía libre, a pesar de que tendría que volver a esos dos lugares que él consideraba como una prisión

Mientras caminaba, Alejandro llegó a una plaza y fue allí cuando éste sintió una extraña sensación que casi nunca llegaba a sentir, las pocas veces que le ocurría eso era cuando se encontraba en lugares concurridos y solo una vez en su escuela, pero Alejandro se limitó a no hacerle caso, como casi siempre y continuó con su camino hasta que se detuvo junto con otras personas en la esquina de la plaza, para esperar que el semáforo cambiara y reanudarán todos su caminata y en ese momento, como una fuerte sensación, miro hacía atrás sin razón aparente

Además de la gente que le rodeaba, había dos personas que parecían destacar del resto, según Alejandro

Eran dos adolescentes, ambas mujeres y que parecían ser de su edad, una de ellas tenía puesto un vestido de flores estampadas, unos lentes de sol que le cubrían sus ojos y su pelo era lacio, la otra, vestía con un pantalón de mezclilla, una blusa de color azul claro de manga corta y en vez de usar lentes de sol, ella usaba una gorra de color rojo y su pelo parecía estar recogido por una trenza

El interés que el joven sintió hacia las dos se desvaneció cuando el semáforo cambió a color verde y la multitud empezó a caminar, por lo que él siguió su camino, sin saber que ambas jóvenes le estaban siguiendo, pero eso cambio cuando Alejandro llego a una colonia poco transitada y la sensación de que alguien lo estaba persiguiendo fue sentida al instante, por lo que empezó a caminar un poco más rápido, luego, al mirar hacía atrás brevemente y ver que ambas trataban de seguirle el ritmo empezó a correr más rápido

Al joven no le importo que no corriera rápido, prefería intentarlo que dejarse ante la merced de aquellas desconocidas, pero cuando estaba pasando por unas casas, la puerta de una de ellas se abrió al instante y apenas pasó Alejandro por esa casa, este fue agarrado y metido a la fuerza al interior de la casa y después de que las dos chicas entraran a la casa la puerta se cerró

Alejandro estaba sometido por un chico que le sometía las manos por detrás, mientras lo metían, una joven tuvo que amordazarlo con un pañuelo, haciendo imposible que hablara, aún así, Alejandro vio que, tan siquiera la planta baja, tenía las ventanas cubiertas con pinturas, lo que hacía que la nadie viera el interior de la casa, estaba poco amueblado y, además de las dos chicas que lo estaban siguiendo y del que lo estaba sometiendo, estaba otro chico que se puso enfrente de Alejandra y otras dos chicas que estaban sentadas en una mesa y veían aquella escena

—prometes no gritar— le cuestiono el chico que estaba enfrente de Alejandro y éste notó que aquel no tenía acento mexicano

Alejandro acepto, pero apenas este le quitó la mordaza empezó a gritar por ayuda, lo que provocó que todos le dijeran que se callara y que el extranjero le volviera a poner la mordaza 

—que no ves que nos pueden descubrir— le dijo una de sus perseguidoras en un tono que denotaba irritabilidad

—no lo trates tan duro, Karen— le dijo el extranjero —es normal que esté asustado

—si supieras la carrera que nos hizo hacer a mi y a Mariana— se quejo Karen 

—bueno, traten de descansar, a la otra será Sara y Luciana quienes hagan una misión— les dijo el extranjero y después dirigió su mirada hacia Alejandro —ya puedes soltarlo, Fernando

—para que se ponga otra vez a gritar y escape, mejor quítale la mordaza, pero no lo soltaré, Gabriel— le respondió el otro chico y que, al igual que el estaba enfrente de Alejandro, parecía ser extranjero

Gabriel solamente asintió, por lo que este le quitó la mordaza y esta vez, Alejandro no gritó

—¿quienes son ustedes?— les preguntó al instante Alejandro a Gabriel

—antes que nada, una disculpa por todo lo que paso, pero no había remedio si queríamos acercarnos a tí— empezó a hablar Gabriel —mi nombre es Gabriel, soy de Chile. El que no te suelta es Fernando, de Colombia y ellas son Karen, Mariana, Sara y Luciana, las tres son mexicanas y la última es española— le decía a Alejandro mientras señalaba a las personas allí presentes

—suéltenme por favor, les prometo que no diré nada— les decía Alejandro mientras trataba de librarse del amarre de Fernando

—sé que no dirás nada, pero por ciertas cuestiones no podemos liberarte

—será mejor que le digas todo, Gabriel— le dijo Luciana mientras se mantenía en su asiento

—eso haré, Luciana, solo que trato de encontrar las palabras necesarias para poder explicarle todo esto— le dijo Gabriel a la joven adolescente y después se dirigió hacía con Alejandro —por favor, prometeme que si Fernando te suelta no escaparas o gritaras, tengo muy buenas razones para justificar todo esto y te las dire

Alejandro tuvo que aceptar, por lo que Gabriel le volvió a ordenar a Fernando que lo soltara, esta vez, aunque a regañadientes, Fernando lo soltó y el joven mexicano no intentó escapar en ese momento, ya que, con solo ver a Luciana y a Karen recargadas en la puerta, supo que le sería imposible escapar y que esas dos mujeres no iban a dudar en golpearlo, así que prefirió obedecer

—en verdad no sé cómo explicarte, ya que lo más seguro es que no nos creas. Nosotros no somos como los demás humanos, nos hacemos llamar superhumanos, si ese es el término que quieres utilizar sobre nosotros

"no cabe duda que fui secuestrado por unos desequilibrados". Pensó Alejandro mientras escuchaba las palabras de Gabriel

—que quiere decir eso, que cada uno de los aquí presentes tiene un poder especial

—me estás tomando el pelo, ¿verdad?— le preguntó Alejandro a Gabriel

—¿quieres que te lo probemos?— le preguntó Gabriel y después dirigió una mirada hacía Fernando 

—ni lo pienses Gabriel, no haré una demostración patética de lo que puedo hacer— le respondió Fernando, por lo que Gabriel dirigió su mirada hacía Luciana

—esta bien, lo haré— dijo Luciana y se separó de la puerta, algo que Alejandro hubiera aprovechado para escapar, pero fue en ese instante que Luciana, usando sus manos, creó una bola de fuego que parecía no consumir su carne y eso hizo que el joven mexicano quedará sorprendido por aquella visión —no te recomiendo que la toques, solo los que poseemos la piroquinesis podemos crearla y controlarla

—ahora si nos vas a creer, ¿verdad?

—esta bien, todo muy impresionante el poder que tienes, pero porque era necesario seguirme y luego raptarme

—por lo menos tienes la suerte de que te hayamos encontrado antes que los Renegados— le contestó Gabriel

—¿Renegados?

—es el nombre que le damos a las personas que secuestran a las personas que tienen poderes

—podrías explicarme mejor— le dijo Alejandro a Gabriel

—nosotros estudiábamos en un internado en Andorra, un pequeño país de Europa, se trataba de un lugar donde había muchos jóvenes de todo el mundo donde aprendían sobre nuestra cultura y cómo controlar su poder, sin embargo, hace un año surgieron unos problemas que hicieron que Santa Coloma, que es el nombre del internado, cayera en manos de tres personas, siendo un islandés de nombre Gadeon Gunnarsson el responsable de esa caída y por la cual nosotros, como muchos otros, están huyendo— le relataba Gabriel

—los Renegados vienen siendo personas con poderes, gente como nosotros, pero que fueron manipulados por Gadeon, ahora, vagan por el mundo para secuestrar a otros jóvenes como nosotros y así aumentar el ejército de la Compañía— empezó a hablar Luciana tomando la palabra

—¿qué es eso de la Compañía?— volvió a preguntar Alejandro

—es la organización que Gadeon creó, la conforman él y otros dos aliados suyos, no sabemos quienes son, pero se trata de personas poderosas y ni se diga de Gadeon

—entiendo, miren, lamento lo que les este pasando, pero eso no tiene nada que ver conmigo, solo mirenme— les decía Alejandro —soy una persona ordinaria

—entiendo a qué te refieres— dijo esta vez Sara —fui a tu escuela y llegue a ver como un grupo de tus compañeros se burlaban de ti, pero tu eras el único que poseía la Señal

—por favor, hablenme en términos que pueda entenderles— les dijo Alejandro

Gabriel procedió a explicarle a Alejandro sobre lo que era la Señal y si bien, Alejandro estaba sorprendido por todo lo que el extranjero le estaba diciendo, no dejaba de pensar que aquello era simple fantasía y producto de la imaginación de algún escritor

—ahora responde, ¿sentiste algo cuando Luciana y Karen te estaban siguiendo?— le cuestiono Gabriel al mexicano

El joven mexicano no quiso responder, era más el miedo y la desconfianza que estaba sintiendo que lo hacía no responder, hasta que, influenciado por el miedo de que ellos le harían cualquier cosa, el joven mexicano solamente asintió con la cabeza ante la pregunta del chileno

—si estás en un lugar cerrado con personas como nosotros la Señal la sentirás al instante, pero si estás en lugares abiertos, donde hay mucha gente alrededor tuyo, la Señal será un poco difícil de encontrar a la persona que posea poderes

—pero volvemos a lo mismo, yo no tengo poderes, es más, ni siquiera mis padre tienen algún poder especial

—no tiene que ser así— le respondió Gabriel —un ejemplo soy yo. Mis padres tampoco tienen poderes y soy el único, si no es que el primero, en tener poderes en mi familia

—está bien, supongamos que sea verdad lo que dicen, que acaso ustedes no están en guerra, según dijeron ustedes

—llegamos a ese punto— le respondió Gabriel —la cuestión es que, para salvarte, tendrás que dejar atrás a tu familia

—¡estas loco! ¡yo no puedo abandonar a mis padres para seguir a unos desconocidos que apenas conozco!

—te acuerdas de lo que te dijimos acerca de los Renegados— le empezó a cuestionar Fernando, aumentando el tono de su voz, a pesar de que Gabriel le pedía que se relajara —ellos irán a tu casa, te secuestraran y espero que tus padres no estén en ese momento y ni siquiera me preguntes que les hacen a ellos o a los que los secuestran, porque desconocemos sus métodos y ni siquiera queremos saberlo

—entendemos tu postura Alejandro, yo también tuve que dejar a mi familia cuando las cosas en nuestra sociedad se empezaron a complicar— le respondió Gabriel a Alejandro

—como sé que no mienten. Cómo quieren que confié en algo y en cosas que no he visto en mi vida— les decía Alejandro cada vez más alterado

—hagamos esto— empezó a hablar Luciana —vayamos a su casa, hablamos con tus padres y les explicamos lo que esta pasando y si es necesario les puedo mostrar mi poder, además, es mejor que se despida de su familia, no todos tuvimos esa oportunidad con nuestras familias— dijo Luciana dirigiéndose hacia con Gabriel

—esta bien, por cierto, nunca nos dijiste tu nombre

—Alejandro— le respondió el joven mexicano al chileno

—mucho gusto— le dijo Gabriel estirando su brazo para que Alejandro estrechara su mano, este, dudo en un momento, pero al final decidió estrechar su mano con algo de nerviosismo, pero cuando Alejandro separó su mano de la de Gabriel, logró escuchar que Fernando le hablaba en forma de susurro a Luciana

—se parece mucho a Miguel. Solo que tu hermano caía mucho mejor

****

En la casa se encontraban siete personas reunidas, todos ellos tenían en su brazo derecho un tatuaje que los identificaba y se trataba del famoso crismón, símbolo que fue usado por el emperador Constantino I para ganar la batalla del Puente Milvio, el cual, fue garantía del emperador para ganar la batalla, pero de entre los presentes, había tres figuras que destacaban

Uno era un joven asiático que vestía con una playera roja con pantalones negros, la otra, una joven europea con un pantalón de mezclilla gris y una blusa color azul celeste, ambos estaban detrás de dos adultos, los cuales, estaban arrodillados, sus muñecas estaban atadas por un hechizo realizado por Aalish, la mujer lloraba ahogadamente mientras que el hombre pedía piedad a los intrusos en el mismo momento que un hilo delgado de sangre salía de su labio inferior, provocada por un golpe que recibió por parte de Nas

Enfrente de las cuatro personas, como si estuviera analizando a los dos adultos suplicantes y a la casa misma, se encontraba la figura máxima, vestido totalmente de negro y parecía no interesarse por las súplicas de las dos personas

—registramos toda la casa, mi señor— dijo uno de los allí presentes —aquí vive un joven, pero no ha llegado o puede que ya lo haya identificado uno de los tantos grupos que han huido

—¿es cierto eso, Nas?— les preguntó Gadeon a Nas, quien, junto con Aalish y Nas, eran los dirigente de aquella emboscada

—así es Gadeon— le respondió Nas, después, Gadeon se arrodillo enfrente de los dos adultos sometidos para analizarlos mejor 

—él no ha hecho nada malo. Es un joven tranquilo— decía la mamá ante un Gadeon que se mostraba apático a los dos adultos y después, se levantó y se dirigió hacia con Nas

—dice la verdad, es más, me atrevo a pensar que no saben que su hijo es uno de nosotros

—si es así, puede que no haya escapado lejos, tenemos toda ciudad llena de nuestros soldados

—tienes razón, pero creo que tengo una mejor idea para poder localizarlo— le respondió Gadeon y tras decirle su plan, el vietnamita aceptó y se retiró de con Gadeon —vámonos. Aalish, ya sabes que hacer 

Tras decir sus últimas órdenes, los soldados, Nas y Gadeon procedieron a salir de la casa, siendo Aalish la última en salir, quien, hizo encender la casa creando un fuego de color púrpura y apenas salió, Gadeon invocó uno de sus hechizos para cerrar la puerta y que ningún vecino entrara y ayudara a los dos padres       


  


 









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