La vida de los Pevensie
El ruido advirtió que los aviones atravesaban el cielo. Las abarrotadas calles de Cambridge levantaron su vista, por el cielo surcaban dos aviones que solo recordaban la continua guerra. Continuaba y necesitaba mas ayuda, y eso se hacia notar con un llamativo cartel: "Inglaterra te necesita, alístate". Dentro de un enorme edificio, una enorme fila de muchachos esperaba a alistarse a la guerra.
Edmund Pevensie encabezaba la fila. El muchacho castaño habia cambiado considerablemente, habia dado aquel estirón que todos dan en su vida -algunos nunca llegan a darlo o llega muy tarde- y sus facciones se habían vuelto, según su madre, mas adultas. Pero lo que realmente habia cambiado a Edmund era algo desconocido para cualquiera que no fuera sus hermanos: una chica con cabello oscuro y rebelde que, para el gusto de Edmund, se encontraba muy lejos.
-¿Seguro que tienes 18 años? - pregunto el soldado dudoso de si debía enlistar a Edmund a la guerra o no.
-¿Por qué me veo mayor?- contraataco Edmund. El soldado extendió su mano y Edmund coloco un registro -claramente falso- en ella.
-¿Alberta Scrubb?- Alberta Scrubb era la tía de los Pevensie, quien habia descuidado su registro hasta parar en las manos de Edmund.
-Es un error tipográfico- mintió Edmund-. Debían escribir Albert A. Scrubb- aquella mentira habia sonado tan convincente que el mismo soldado se la creyó, iba a enlistar a Edmund cuando una voz interrumpió la situación.
-Edmund ¿no ibas a ayudarme con las cosas?- Edmund maldijo el momento en que habia prometido aquello. Su hermana menor, Lucy, acababa de arruinar su mentira perfecta.
El soldado extendió el registro, el cual Edmund tomo de mala gana. Antes de salir de la fila, el chico de atrás empezó a molestarlo y moverle el gorro.
-Mas suerte la próxima vez, niño.
Los dos menores Pevensie salieron del edificio. Fuera los esperaba la bicicleta de Lucy. Edmund tomo de mala gana el paquete que Lucy tenia en manos, y empezó a amarrarlo a la bicicleta.
-¿Niño yo? Solo es dos años mayor que yo. Soy un rey, he combatido guerras y dirigido ejércitos- reclamaba Edmund.
-No en este mundo- respondió Lucy. Aquel era un golpe duro de la realidad, que dolía tanto a Edmund como a Lucy.
-Si, aquí en cambio tengo que combatir con Eustace Clarence Scrubb, si es que alguien se merece ese nombre- dijo Edmund, pero Lucy ya no lo escuchaba. La chica observaba como un soldado y una muchacha coqueteaban, esta última colocaba un mechón de su cabello detrás de su oreja e instintivamente Lucy copio el acto-. ¿Qué haces?- cuando Lucy volvió en si, vio a su hermano con el ceño fruncido.
-Nada- dijo Lucy disimulando su nerviosismo. Tomo su bici y empezó a caminar rápidamente, evitando las preguntas de su hermano.
Aquel era un problema que atormentaba a Lucy desde que Susan no habia vuelto con ellos de Narnia. Sus padres se habían puesto muy tristes, lamentaban a ver perdido a su hija, lo lamentaban tanto que a veces Lucy pensaba que se habían olvidado que tenían otra hija. El resto de los hermanos Pevensie habían logrado reducir su dolor diciéndoles que Susan se habia ido con la persona que amaba. Los señores Pevensie sonrieron al saber que su hija era feliz.
Además, había muchas personas que lamentaban que Susan se hubiera ido, alegando que era muy hermosa e inteligente. Aquello causaba ideas y envidia en la cabeza de Lucy, que Edmund solía evadir.
Lucy y Edmund avanzaron en silencio mientras caminaban a casa de sus tíos. Faltaban dos cuadras cuando Lucy se fijo en la otra calle de en frente. Una chica rubia tenia un gran interés en sus uñas. Karen North levanto la mirada y vio a los otros dos chicos. Edmund sonrió y la saludo con la mano. Karen le devolvió la sonrisa, pero en lugar de devolverle el saludo, le guiño el ojo y luego volvió a centrarse en sus uñas.
Lucy detestaba a aquella chica. Detestaba como coqueteaba con Edmund y detestaba más cuando Edmund se los devolvía. Era una chica ambiciosa y de mal carácter. Habia tenido muchas novios -cosa que Lucy envidiaba- pero no envidiaba su poca inteligencia.
-Eso es asqueroso- dijo Lucy, era lo primero que decía desde que Edmund la habia visto acomodarse el cabello. Edmund volteo a verla con una ceja levantada-. ¿Acaso ya olvidaste a Kayla?
La cara de Edmund cambio al instante. Lucy solía hacer eso: recordarle que en Narnia lo esperaba una chica, muchísimo mejor que Karen.
-Sabes que no podría hacer eso- dijo Edmund. Y de nuevo se sumieron en el silencio.
"Querido diario: Día numero 253 desde que mis odiosos primos, Edmund y Lucy, invadieron nuestra casa. No se cuanto mas soportare tener que compartir mis cosas. Si pudiera tratar a mis familiares como a los insectos mis problemas se resolverían, los metería en un frasco o los pincharía en la pared."
Escribía un chico rubio y orgulloso. Eustace Scrubb, el primo de los hermanos Pevensie. El odioso primo de los hermanos Pevensie.
-Ya llegamos- dijo una voz que Eustace reconoció como su prima Lucy.
En la planta de abajo Lucy y Edmund volvían de las compras.
-Hola, tío Harold- saludo Lucy mientras se quitaba su abrigo-. Busque zanahorias pero solo tenían nabos ¿empiezo hacer la sopa? Tía Alberta llegara pronto- Lucy sonrió aunque su tío no podía verla, ya que su atención se centraba en el periódico que leía-. ¿Tío Harold?- al ver que de nuevo no contestaba, Edmund empezó a hacer caras graciosas hacia el.
-¡Papa, Edmund te esta haciendo caras!- exclamo la chillona voz de Eustace desde la escalera, acto seguido tiro una bola de papel babeado al cuello de su primo.
-¡Pequeño. . .!- dijo Edmund subiéndola la escalera hacia el.
-¡Padre, quiere golpearme!- pero de nuevo el hombre no hizo caso, aquello no sorprendió a ninguno de los tres. Edmund estaba a punto de golpear a Eustace cuando la voz de su hermana lo llamo.
-¡Edmund!- Edmund volvió su atención a ella. En sus manos tenia una carta y en su rostro una sonrisa-. ¡Es de Peter!
* * * * *
"Queridos Edmund y Lucy:
Desearía que estuvieran con nosotros, ha sido una gran aventura, pero nada como nuestros días en Narnia.
América es muy emocionante pero, nunca vemos a nuestro padre, trabaja todo el tiempo.
Pronto será el cumpleaños de Caroline y quiero darle un regalo que en verdad le guste. Es una chica increíble y realmente la amo."
Lucy leyó la carta con una enrome emoción en la ultima frase. Mientras tanto, Edmund se acerco a un cuadro en la habitación, en el un hermoso barco navegaba por unas azules y brillantes olas.
"Parece que los Alemanes han hecho difícil cruzar el océano, son tiempos difíciles, mama espera que puedan pasar unos mese mas en Cambridge."
-¿Unos meses mas? No voy a sobrevivir- lamento Lucy. Sintió como su hermano se sentaba junto a ella y le arrebataba la carta de las manos.
-Tú tienes suerte, tienes un cuarto para ti sola. En cambio yo me quedo con monstruo bocón- Lucy se levanto de la cama y Edmund aprovecho para acostarse en ella.
-Peter es el que tiene suerte, viviendo aventuras.
Tiempo después de haber vuelto de Narnia, Peter Pevensie habia ido a América, donde ya se encontraban sus padres, a terminar sus estudios. Junto a el habia viajado Caroline, aquella chica pelirroja que habia sonreído a Peter antes de ir por segunda -y ultima- vez a Narnia. Ahora disfrutaba su estancia junto a su novia y sus padres en el bello continente de América.
Con el cabello rojo y los ojos verdes, Caroline había llamado la atención de muchos chicos de Finchley. Pero lo que realmente había enamorado a Peter era su forma de ser, ese carácter único y especial. Podría tener tan solo 20 años pero tenía una capacidad para entender al mundo, sus personas y acciones. . . y calmar lo cabezón y terco que podía ser Peter.
Muy Narniana, llego a decir Lucy una vez. Pero Edmund y Lucy eran incapaces de saber si la chica creía en la existencia de mundos dentro de roperos, ya que Peter se los había prohibido rotundamente. No quería que sus hermanos menores le contarán de sus aventuras en un mundo mágico, casi inhumano y que la chica se alejara asustada diciendo que son unos locos.
Pero aparte de aquella poca normal perspectiva de Peter a ambos hermanos les caía bien la pelirroja.
-Inclusive Susan. Ya no esta sufriendo en este aburrido lugar.
-Ellos son los mayores y nosotros los menores, no somos tan importantes.
Susan era la más afortunada de los cuatro hermanos, según ellos mismos. En su última visita a Narnia, Susan tomo la decisión de quedarse. No solo por el amor a su pueblo, sino por amor a Caspián, aquel fornido muchacho telmarino, de cabellos largos y negros y ojos oscuros como la noche.
Con lágrimas y reproches, Peter, Edmund y Lucy, aceptaron dejar a su hermana en Narnia. Sabían que no la volverían a ver en mucho tiempo, pero eso no les impidió sonreír al saber lo feliz que se podría encontrar su hermana.
Pero muy en el fondo de Edmund, escondido junto a su tormentoso pasado, se escondía un toque de envidia. Y es que el al igual que su hermana, habia encontrado lo que Lucy llamaba amor verdadero. En aquella mística tierra, junto a Caspián y Susan, se encontraba Kayla. Con una mezcla de azul del mar y azul del cielo en los ojos y el cabello así indistinguible en la noche, Kayla habia logrado sacudir el mundo de Edmund. Lamentablemente ambos estaban separados por distancia de tiempo y lugar, imaginando, pensando, soñando que alguna día volverían a verse.
Cuando Susan dijo que se quedaría, la misma idea pasó por la mente de el castaño, pero obras del destino no tuvo la fuerza para pronunciar su pensamiento. Y cuando vio la reacción de sus padres no se imagino como seria si solo Peter y Lucy hubieran vuelto a casa.
-¿Crees que soy tan linda como Susan?- la pregunta saco a Edmund de sus pensamientos, aunque no lo sorprendió mucho. Sabía que su hermana tenía un problema referente a su belleza.
Decidió ignorar esa pregunta y centro su vista en el cuadro que se encontraba enfrente suyo.
-¿Lucy, ya habías visto este cuadro antes?- preguntó Edmund quitando la belleza de la cabeza de Lucy.
-Es bastante Narniano- aseguro Lucy y Edmund no pudo contradecirla. En el cuadro se aprecia un enorme barco, con una serpiente en su punta. El cielo era claro, adorno por muchas nubes, y el agua, de una azul perfecto, parecía moverse.
Eran tan Narniano, que incluso podían imaginarse a Kayla, Susan y Caspián navegándolo.
Si supieran lo que ese cuadro escondía.
Hola!!!!!!! Estoy de vuelta, bitches
Se que soy la peor, ya ni siquiera se hace cuanto que no publico, pero todos tenemos nuestros problemas, espero y entiendan. . .
Pero pasando este tema, aqui les traigo esta nueva novela, segunda parte de los telmarinos que salvaron Narnia, espero que la disfruten tanto como la primera.
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