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Regresando a Narnia.


Lucy corría por la carretera, los autos iban de prisa y sin cuidado cruzó la calle para contarle a su hermana que Peter su hermano mayor estaba en problemas casi igual que siempre. 

–¡Ten más cuidado, nena!.–Protestó un conductor haciendo sonar el claxon. 

–¡Lo siento!.–Se disculpó sin detenerse. 

–¡Fíjate al cruzar! 

Mientras que en un puesto de periódicos se encontraba Susan, estaba tratando de comprar un periódico, cuando un chico de gafas se le acercó. 

–¿Estudias en San fibars?.–Le preguntó. 

–Así es.–Ella respondió sin mirarle.

-Yo estudio en el colegio Gandon, cruzando la calle.-Dijo él algo curioso y algo incómodo agregó.-Te he visto antes, siempre estás sola. 

–Si, es que yo prefiero que me dejen sola. 

–También yo.–Sonrió suavemente.–¿Cómo te llamas? 

–Philips. 

–¡Susan!.–Gritó la pequeña Lucy. Se veía con la cara roja y desesperada.

–¡Tienes que ver esto!.–Exclamó deteniéndose un momento mientras tomaba bocanadas de aire, pero tan pronto como se había detenido tomó la mano de su hermana y empezó a correr junto a ella, sin darle oportunidad de preguntar o protestar.

Cruzaron la calle y entraron al metro, encontrándose con una multitud de chicos y chicas, que gritaban, ¡Pelea! ¡pelea!. 

Se metieron entre la multitud para ver qué sucedía y se encontraron con su hermano mayor Peter peleando con tres chicos más, uno de los chicos golpeó a Peter haciendo que se callara. Susan suspiró de frustración y cansada de su actitud. Este "comportamiento" era inaudito y se supone que Peter debe dar el ejemplo. 

Al ver que Peter caía e iba ser golpeado nuevamente, entre el tumulto y griterío de los jóvenes, se metió Edmund para ayudarlo, quitándole al otro chico de encima justo cuando pretendía propinarle otra paliza por su intromisión. Inmediatamente llegaron los oficiales a detener la pelea y todos los presentes (Incluyendo a Susan y Lucy) se fueron dispersando. 

–¡Ya deténganse!.–Vociferó el oficial separando a Peter del otro joven, quien sin dejar de rumiar maldiciones y amenazas a Peter, se marchó. Peter aún con la adrenalina recorriendo su cuerpo se fue a sentar junto a sus hermanos. Estaba realmente furioso. 

–¡De nada!.–Dijo Edmund, burlándose. 

–¡Lo tenía controlado!.–Masculló él. 

–¡Cálmate Peter!.–Demandó Lucy. 

–¿Y qué fue esta vez?.–Le reprochó Susan, fulminandole con la mirada. 

–¡Me empujó!

Los demás pusieron los ojos en blancos, incluso algunos querían reírse por la tan absurda excusa pero se contuvieron. 

–¿¡Y por eso lo golpeaste!? 

-No.–Suspiró ya calmandose un poco. Ahora que el efecto de la adrenalina comenzaba a disminuir, el dolor empezaba a pasar factura. 

–Después de empujarme quiso que yo me disculpara con él, entonces lo golpeé. 

–¡Oye, no te cuesta nada alejarte y ya!.–Reclamó Susan.

–¿¡Y por qué debería de hacerlo!?, ¿¡No se cansan de que los traten como si fueran niños!?

–Somos niños.–Comentó Edmund evidentemente, casi mofándose del otro. 

–Pero no siempre lo fui. Ya pasó un año ¿cuánto más nos hará esperar?

–Creo que ya es tiempo de aceptar nuestras vidas aquí, es inútil fingir algo diferente.–Respondió Susan, y giró su mirada al otro lado, exactamente por dónde pasaba el mismo chico de antes.

–¡Ay no!.–Se giró a sus hermanos suplicante.–Finjan que hablan conmigo. 

–Estamos hablando contigo.–Comentó Edmund, burlándose. 

–¡Au!.–Gritó Lucy levantándose repentinamente del asiento. 

–¡Cállate, Lu!

–Es que algo me pellizco!.–Señaló la banca. 

–¡Oye ya basta!.–Peter gruñó molesto a su hermano levantándose de la banca. 

–¡Pero no te toqué!.–Se defendió Edmund mirándolo. Justo cuando se levantó de golpe al mismo tiempo que Susan. 

–¡Oígan por qué no se... ¿Qué es eso?.–Susan apuntó hacia un lugar, abriendo sus ojos de par en par. 

–¡Parece magia!.–Exclamó Lucy, justo cuando el tren llegó a todo vapor a la estación. 

–¡Las manos, sujetense!.–Advirtió Susan rápidamente. 

–¡No voy hacer eso!.–Se negó Edmund

–¡Solo hazlo!.–Gritó Peter tomándolo de la mano. 

Los hermanos veían como la estación, se iba deshaciendo con el paso del tren. Como si de un tornado se tratara, hasta que por fin, el tren dejó de pasar dejando a los hermanos en una cueva. 

Los Pevencie salieron de la cueva, admirando el hermoso paisaje de una playa de arena Blanca y agua cristalina, los cuatro se miraron las caras, cada uno estaba en completo shock y desconcierto. A pesar de que no era la primera vez, aún así no dejaba de sorprenderse.

Un ambiente alegre se plantó y ellos rieron, quitándose los zapatos, los chalecos y corbatas de sus uniformes, para zambullirse en el agua y jugar con ella. Tres de ellos se divertían salpicando agua unos a otros, hasta que se dieron cuenta de que el menor de los chicos veía hacia un punto fijo. 

–¡Ed! ¡Ed!.–Lo llamó Susan. 

–¿Ed, que tienes ?.–Le preguntó Peter. 

–¿Dónde creen que estamos?

–¿Y tú dónde crees?.–Le cuestionó el mayor, sarcástico. 

–Es que yo nunca vi ruinas en Narnia.–No dejaba de mirar hacia una colina, dónde había un edificio que parecía caído. 

Los cuatro hermanos se acecaron a las ruinas y empezaron a ver y analizar su alrededor. El lugar parecía familiar para Lucy, pero no recordaba en qué, hasta que Susan encontró una pieza de ajedrez de oro. 

–¿Quién creen que habitó aquí?.–Preguntó Lucy. 

–Creo que nosotros.–Susan contempló la pieza. 

–¡Oye eso es mío!.–Exclamó Edmund, acercándose a su hermana.–¡de mi juego de ajedrez! 

–¿Qué juego de ajedrez?.–Preguntó Peter extrañado. 

–No tengo un juego de ajedrez de oro sólido en Flinchy, ¿o si?.–Alegó Edmund con sarcasmo, tomando su pieza para mirarla. 

–No puede ser.–Musitó Lucy y empezó a correr. 

Luego los tres hermanos la siguieron hasta llegar al centro que había unas rocas.

–¿¡No lo ven!?.–Exclamó la menor a su hermano mientras lo colocaba en un costado, luego le dijo.-¡Imagina muros!

–¡Y columnas ahí!.–Apoyó Susan mientras la acomodaba. 

–Y un techo de cristal.–Terminó de decir la pequeña mientras los cuatro estaban en el centro del lugar. 

–¡Cair Paravel!.–Dijo Peter asombrado. 

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