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Viaje de medianoche



I

Balder se sentó en uno de los compartimientos privados del vagón, y sacó un libro. Ya había dejado la maleta en uno de los compartimentos superiores y tenía varias horas de recorrido hasta llegar a la estación.

"Siempre buscando el anillo dorado que nunca llegará, ¿Quién pondría sus sucias manos alrededor del objeto más preciado?", fue la oración que lo hizo pensar en su nuevo viaje.

Manos podridas, buscando conseguir objetos que no merecían. Esos eran los clientes categoría S, gente que ya había acumulado todo el poder que el mundo terrenal tenía para ofrecer y buscaban algo más. Algo que les diera el confort de que en otra vida seguirán siendo superiores, seguirán siendo lo más alto de la cadena alimenticia.

Se preguntó quién estaría ahí, esperándolo, y que es lo que tendría que hacer para demostrar su valía. Todos aquellos que tenían el dinero y poder suficiente, disfrutaban de poner a prueba en reiteradas ocasiones a quienes contratan.

Algunos creían que era por una cuestión de saber que estaban apostando su dinero al caballo ganador, pero Balder sabía que no era así. Era una manera de desprecio, el lenguaje de los poderosos para decir "Sé que tenés un don, sé que tenés una habilidad, pero yo tengo dinero, por ende tengo poder".

Nina había logrado conseguirle un cliente clase A como primer trabajo. Un trabajo sucio y difícil, pero necesario para acelerar los tiempos de Balder. Usualmente, las agencias como ella enviaban a los nuevos con clientes categoría C, luego categoría B, finalmente A y luego unos pocos, muy pocos llegaban a la categoría S.

La Categoría C eran los nuevos, aquellos que aspiraban a llegar a la clase alta y buscaban algo de "Verdadera Magia" para protegerse, para sentirse seguros mientras buscaban ascender en la escalera.

La Categoría B ya habían subido y buscaban protección de aquellos que estaban por debajo de ellos y también evitar ser aplastados por la categoría que estaba arriba suyo.

La Categoría A, usualmente eran aquellos que eran acosados por el precio que tenían que pagar por haber llegado hasta ahí.

Toda fortuna se consigue mediante el saqueo, y en algunos casos los perjudicados logran vengarse.

El primer caso, era el mejor ejemplo de lo que era una venganza. Había sufrido en poco tiempo la pérdida de su árbol familiar. Sus hijos, sobrinos y nietos, todos ellos, murieron en situaciones extrañas, complicadas de justificar y el único motivo por el cual los medios de comunicación no hablaron de eso fue porque sus amigos lo cubrieron.

Solamente salió a la luz la muerte de su hijo mayor, supuestamente por accidente automovilístico. No hubo ningún medio de comunicación que cubriera a los mellizos de tres años descuartizados, o a la sobrina favorita con la cara desfigurada y el cuerpo separado bañado en ácido.

Al entender la razón de la desgracia y sintiéndose el siguiente, contrató la ayuda de dos ocultistas y ambos fracasaron perdiendo su vida en el intento.

Pero Balder no era cualquier ocultista y aunque le costó mucho esfuerzo luchar contra un espíritu tan vil y poderoso, logró hacerlo sin tener que utilizar La Oscuridad.

El hombre se rindió en elogios y se encargó de recorrer el rumor del "Ocultista elegante" que era capaz de lograr "Cualquier Cosa".

Y eso es lo que buscaba su segundo cliente, quien había amasado una fortuna a base de matar y torturar gente, sin saber que una de sus víctimas tenía una hermana lo suficientemente poderosa y enojada como para sacrificar su vida y lograr así una maldición sobre su mujer, enfermándola, matándola y convirtiéndola en un espíritu que acechaba el hogar del hombre, logrando torturarlo de una manera que perdió el control de su organización.

Antes de encontrar la ruina total, completamente desbordado y entregado a la locura, se decidió en invertir lo que le quedaba en poder salvar el espíritu de su mujer. Fue en ese entonces que Balder llegó a su lado, y encontró en ese hombre desesperado la sombra de lo que había sido un monstruo, y él no tenía compasión por los monstruos.

Lo obligó a presenciar la lucha contra ella, o la entidad que se hacía pasar por ella. Fue en esa lucha que el espíritu pidió la ayuda de su viudo y obviamente él se la otorgó, por lo que Balder tuvo el justificativo para matarlo, ya que eran ellos dos o él.

Expresó todo en el informe y dejó en claro que si bien "Él podía hacer cualquier cosa" eso no significaba seguridad para aquellos que habían cavado su propia fosa.

Nina se quejó al leer el informe, pero fue una pequeña queja. Solamente ella sabía el verdadero poder de Balder y que "El Incidente ocasionado" era algo que podría haberse prevenido.

Esas únicas apariciones llamó la atención de las altas esferas y finalmente llegó lo que él ansiaba, una invitación para realizar un trabajo.

Ese tipo de clientes no se mostraba hasta último momento, eran precavidos y astutos. Habían aprendido con la caída de las grandes familias que era mejor no ostentar el poder, sino explotarlo desde las sombras.

El mes era octubre y la celebración del mercado negro estaba a semanas, por lo que Balder creía que el trabajo estaba involucrado con gente que sabía quienes eran los que ordenaron la muerte de Frederick.

Era una esperanza pequeña, pero toda la vida se había alimentado de eso.

El tren anunció su salida y empezó a moverse lentamente cuando la puerta de su compartimiento se abrió y una mujer de pelo negro, menudita de mirada fuerte, vestida con un abrigo de leopardo apareció frente a él. Olía a perfume y cigarrillos.

—¿Te molesta si me siento?

—No —mintió Balder, que sabía no había sido casualidad que esa mujer con esos ojos negros eligiera sentarse a su lado.

Ella dejó el bolso a un costado, y se sentó. Balder la miró de reojo, había algo llamativo en esa mujer que debía estar entrando en sus cincuenta, pero que aún parecía tener la actitud de alguien más joven.

—¿Qué estás leyendo?

—Un relato que escribió un amigo —respondió Balder, intentando no sonar brusco, pero dándole a entender a esa mujer que no tenía intenciones de conversar en las horas que quedaran de viaje.

Pareció entenderlo ya que sacó unos auriculares y empezó a mirar por la ventana, actuando como si Balder no existiera.

II

Balder odiaba llamar lo que él hacía como magia. Creía que era un término que se había utilizado mal desde el comienzo. Lo que él hacía era algo relacionado al conocimiento, por eso estaba más cómodo con el término "Ocultista". Lo que él hacía en un inicio era aprender sobre el conocimiento que estaba oculto para los demás, porque tenía un don para esa disciplina. Esto fue cuando era un niño, antes de contemplar La Oscuridad y luego ser marcado por la misma, que se quedó con su brazo, a cambio de otorgarle un poder con el que sus captores habían soñado y ambicionado.

Invocar un espíritu, para hacer cumplir una voluntad, era para él exactamente lo mismo que lo que hacía un inventor. Él sabía qué palabras pronunciar para ejecutar un programa, que símbolos utilizar para poder activar un dispositivo. Para él, era una ciencia, y de esa manera se lo habían enseñado.

"Hay disciplinas menores, que creen se entrega una energía a una pequeña deidad o la naturaleza. Nosotros sabemos que es nuestra voluntad la que genera los cambios, es nuestra voluntad lo que doblega las almas perdidas y las transforma. Solo hay algo superior al espíritu y eso es la Oscuridad". Esas palabras le habían enseñado.

Hay gente que puede hacer uso de su alma, hay gente que está bloqueada y por más esfuerzo e instrucción solo lograran lo mínimo. Como si fuera una broma cruel del destino, la gente con más poder eran inútiles en el terreno espiritual, pero podían hacer uso de reliquias.

Las reliquias eran objetos de antaño, creadas en una época donde la humanidad apostaba más por el valor del espíritu antes que los logros de la mente, aunque para Balder esto era lo mismo. Esos objetos tenían una instrucción y una carga de energía tan grande como para poder cumplirlo.

En las reliquias de menor nivel, usualmente eran órdenes más sencillas. "Dame belleza" "Dame buena salud" "Dame buenas finanzas".

En las reliquias de mayor nivel, las órdenes eran un poco más complejas "Castiga a quienes me lastiman, y no dejes de perseguirlos" "Trae protección a mí ahogar y dame la visión para saber quién es un lobo disfrazado de oveja"

Y en las más poderosas, directamente funcionaban como contenedoras de espíritus, obligando a estos capturados a utilizar su poder que podía ser infinito a cumplir la voluntad del dueño "Destruye" "Espía" "Enferma". Tal vez, estas podían servir para curar el mundo de enfermedades o de pobreza, pero él lo ignoraba. Jamás había tenido una, y jamás se habían utilizado para eso.

Por eso buscaban desesperados por Ocultistas, o directamente mercenarios sin escrúpulos, que sean capaces de conseguirles las herramientas antiguas para que ellos pudieran tener algo de poder, mientras buscaban ser los primeros en conquistar lo que hasta ahora era una quimera. La oscuridad.

Las armas y escudos, que utilizaban para matarse entre ellos en la lucha por la supremacía, eran menos esbozos del verdadero poder que podía tener aquel que ingresara en La Oscuridad y fuera capaz de salir con su marca.

Hasta ahora se conocían pocas excursiones hacia ella, y no habían podido sacar nada de ese lugar. El único que había transitado por esos senderos, y había derramado sangre propia y ajena, era Balder. Un secreto que se llevaría a la tumba, porque fue eso lo que lo salvó la noche del ritual y él lo sabía.

También sabía, que si él moría se convertiría en la puerta y que lo que había hecho en su única excursión a esos páramos desolados había despertado algo que no debería estar despierto.

A pesar de lo que muchos creían, uno ya no podía ingresar a la oscuridad con temor a perderse para siempre o volver con las manos vacías, ahora en la oscuridad había algo despierto, merodeando y buscando alimentarse, preferiblemente de espíritus.

La oscuridad le otorgó un regalo. Tenía sentidos más desarrollados que el resto de las personas para detectar cuando alguien estaba utilizando los conocimientos ocultos para torcer algo a su favor, cuando buscaban energías para hacer algo en contra o favor. Lo olfateaba como un animal. Y a las pocas horas que el tren empezó su movimiento, empezó a detectar cerca de él un olor a putrefacción que venía del pasillo, aunque también detectó un aroma dulce por parte de la mujer que estaba absorta en sus pensamientos. Se preguntó si la mujer detectaba lo que estaba sucediendo, y luego se dijo así mismo que de ser así, dudaba que ella pudiera hacer algo al respecto.

La miró esperando algún tipo de reacción de su parte, pero después de la respuesta que le brindó, la mujer estaba determinada en ignorarlo. Se lo había buscado.

Cubrió la mano derecha con la palma izquierda y tocó el anillo de Fenriz que tenía en su dedo. Los anillos, a diferencia de las reliquias que se creaban para reyes antiguos, se habían hecho únicamente para los verdaderos iluminados y habían sido destruidos casi en su totalidad, salvo unos pocos.

Para Balder, toparse con semejante herramienta, era un poco de buena fortuna, ya que él era capaz de usarlo de una manera que jamás había usado. Los espíritus que se habían unificado para la creación del anillo y él se habían entendido desde el primer momento que lo colocó en su dedo y tanto objeto como portador podían sacar lo mejor de su unión.

Susurró las palabras, y ahora del anillo se extendía una cadena que cubría la mano y dejaba caer un péndulo negro de color ónix, con forma de colmillo.

Las cadenas que habían atrapado a Fenriz, que ya eran uno con la bestia, ahora se mostraban de nuevo en el mundo.

Cuando lo activó, creyó que la mujer lo miró de reojo y esbozó una sonrisa, pero cuando la observó, su rostro seguía firme en la ventana. Completamente ajena a la situación.

Abrió la puerta y sin que él lo quisiera, la cadena se extendió, golpeando con el colmillo lo que parecía ser una pequeña ráfaga de energía que iba enfocada a su cara.

En el pasillo, cinco figuras vestidas de túnica que utilizaban máscaras color bordó se quedaron expectantes a su reacción.

III

El que lo había atacado tenía lo que parecía ser una vara hecha de hueso, con piedras incrustadas. Su compañero no dudó en proceder el ataque y él también lanzó un conjuro rápido que de haber alcanzado a Balder hubiera logrado abatirlo, pero la cadena nuevamente se volvió buscando el proyectil para bloquearlo.

Balder pensó que una segunda prueba de la cadena serviría para hacerlos retroceder y desistir pero esos cinco estaban entrenados y no tenían pensado dejarse intimidar tan fácilmente.

Uno de ellos sacó una daga y corrió hacía él. Balder olfateando la trampa movió la cadena hacía él, y pronunció las palabras para invocar una barrera de energía.

Mientras la cadena golpeaba la máscara del hombre, obligándolo a trastabillar el escudo que Balder preparó utilizando un esfuerzo mental sobrehumano se expandió para cubrir los 4 destellos de energía que despidieron los demás de sus varas.

El escudo reflector que había levantado le sirvió para ganar tiempo, ya que no se esperaban que él tuviera tanto poder para hacer algo más que desvanecer sus ataques. Aprovechó la confusión para ahorcar con la cadena al que estaba más cerca suyo y atraerlo a donde él estaba, apretando con los eslabones el cuello hasta dejarlo completamente inconsciente.

Al tenerlo cerca lo levantó y colocó como escudo. No intentó negociar con ellos, sabía que para lo único que el hombre servía, en el estado de inconsciencia era como un escudo humano. Reconocía la postura de hombres acostumbrados a despachar muerte, y no iban a detenerse porque un compañero de armas estuviera en peligro.

Lanzó la cadena al primero que logró reponerse. La garra ingresó por debajo de la máscara desgarrando carne y provocando una ligera llovizna sangrienta que se derramó por el suelo.

Al ver el cadáver de su compañero, dos de los miembros se retiraron por el pasillo, pero uno de ellos se lanzó al piso y dibujó símbolos en el suelo, tal vez procurando ganar algo de poder.

Balder lanzó la cadena para golpearlo y derribarlo pero el hombre movió la vara y logró paralizar su ataque. Acto seguido levantó la mano derecha cubierta en sangre y la sangre que caía del cuerpo empezó a subir a su mano mientras pronunciaba una letanía.

Maravillado por haberse encontrado con semejante experto Balder dudó un instante en utilizar su último recurso. Sabía que la cadena estaba completamente inutilizada mientras la vara de hueso tuviera la energía suficiente para paralizarla.

Pero lo que se estaba generando de la sangre del cadáver y se formaba en la palma abierta, como una especie de pequeño sol brillante era algo que debía detener. ¿Podría hacerlo con su voluntad? ¿Debería dejar caer su fachada y entregarse al poder de la Oscuridad para tener una victoria segura?

Había leído sobre la magia de la sangre, había practicado con la misma. Pero siempre la conclusión era la misma. No había mejor sangre que la propia para poder ejercer una voluntad.

Con un pequeño esfuerzo levantó la daga del suelo y la atrajo a su mano, apretando el puño, cortando la piel con el filo. La sangre empezó a brotar por sus nudillos y su puño, formando símbolos, no iba a dejar que ninguna cota cayera al suelo. El enmascarado comprendió esto y lanzó la esfera de energía con un grito.

Balder que aún no había terminado de hacer sellos, encomendó su voluntad y abrió su palma para recibir el impacto. Sintió que su cuerpo se estremecía, y un dolor de cabeza agónico. Pero sus sentidos estaban intactos y solo trastabilló un poco, aún estaba lúcido y lo más importante sintió que las fuerzas que paralizaban su cadena se habían desvanecido, su oponente podía ser un gran maestro en su técnica pero seguía siendo un ocultista, un umbral que Balder había traspasado hace mucho tiempo, y si bien aún no se acostumbraba a los enfrentamientos sin tener a la Oscuridad de su parte, seguía teniendo una ligera ventaja cuando se trataba de recibir o crear ataques rápidos de la nada misma, sin la necesidad de un objeto.

Aprovechó esa ventaja y lanzó la cadena apuntando con la garra de Fenriz a la máscara decidido a romperla y contemplar el rostro de uno de sus oponentes. La garra destrozó la máscara y contempló un rostro sin nariz, boca, ojos y oreja.

Había escuchado hablar de esos experimentos pero jamás pensó que se toparía cara a cara con uno de esos pobres desdichados. Personas que habían sido privadas de sus sentidos para poder fortalecer la mente en el plano esotérico.

Despojado de su máscara, el hombre sacó su propia daga del bolsillo y empezó a acuchillarse una y otra vez el rostro deforme, el rostro sin cara hasta caer al suelo.

—Pobres —dijo la mujer que había salido del compartimiento—. El sufrimiento les será eterno.

—Uno de ellos está inconsciente y el otro está muerto. Dudo que sigan sufriendo.

—Me refiero a los que escaparon —dijo la mujer y sacó de su bolsillo una vara de hueso, elegante, con forma de serpiente y en el medio lo que parecía ser la cabeza disecada y encogida de un infante con la que apuntó al hombre que estaba en el suelo—. Ahora ya no está inconsciente.

—¿Qué es todo esto? —preguntó Balder molesto—. ¿Otra prueba?

—¿Prueba?

—Tu varita es extrañamente similar a la de ellos.

—Si, claro que lo son.

—¿Entonces?

—Mi mamá tiene un carácter bastante agresivo. Supongo que era su manera de decir que desaprobaba lo que hacía. Por eso los envío a atacarme. Tuve la suerte de sentarme al lado tuyo. Bah, suerte. Sabía bien con quien me estaba sentando.

—¿Ah sí?

—Claro que sí, cualquiera que tuviera un libro de historia sabría que ese anillo no es capaz de portarlo cualquiera. Era cuestión de mantener un perfil bajo, y que te hagas cargo de todo —respondió la mujer con una sonrisa y una pequeña caricia en su brazo.

En otro momento, la actitud altanera de la mujer lo habría molestado, pero había algo en su sonrisa, o en su manera de manejar la situación que se sintió a gusto con ella. Después de todo, era más que valido haber sido un peón, la había subestimado, como a él lo habían subestimado en otro momento de su vida.

—¿Cómo te llamas? —preguntó finalmente a la mujer, que al escuchar la pregunta le brillaron los ojos.

—Podés llamarme Marian. ¿Me dirás tu nombre o te llamo Fenriz?

—Fenriz está bien, Marian. —respondió Balder.

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