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Los Ojos del Dragón

I

—Este lugar está marcado —dijo el chofer, mirando por la ventana—. Tenés que ser muy poderoso o muy temerario para haber pedido venir solo.

—Mitad y mitad —dijo Balder con una sonrisa.

—¿Estás seguro que este es el lugar? Tal vez te mintieron.

—Dudo que quien me otorgó esta información estuviera en condiciones de mentir —dijo Balder y miró hacía la casa.

—¿No podés hablar con el señor Abraxas? Tal vez te da otro objeto.

—Este le interesa mucho y quiero quedar bien con el nuevo jefe.

—Dudo mucho que quedes bien si perdés la vida. Pero es tu funeral.

—Hombre de poca fé —dijo Balder con una sonrisa y abrió la puerta del auto—. ¿Querés entrar conmigo?

—Si, claro.

Había pasado una semanas desde que le habían dicho que encontrara los ojos del dragón y luego de recorrer los círculos de informantes finalmente había dado con alguien que parecía tenerlos.

Se decepcionó mucho al enterarse luego de una charla poco amistosa con esa persona que él únicamente tenía la información de dónde se encontraban pero que jamás se había animado a ir a buscarlos. Que al solo ver la casa dijo "no vale la pena". Por un momento Balder pensó que el sujeto le estaba mintiendo pero le mostró sus anotaciones.

Describió la casa, la fachada desde afuera y lo que se podía observar desde la vereda y comentaba la sensación de agotamiento que le provocaba. El hombre había intentado averiguar con los vecinos que vivían cerca de la casa y entendió que nadie de ese lugar parecía tener noción de que una estructura se encontraba ahí. Le llamaban el terreno abandonado y cada uno tenía una versión diferente de lo que se iba a construir ahí el día de mañana.

Una noche, luego de dos jornadas de investigación, el hombre fue acosado por pesadillas que no se animó a anotar. "Vinieron a verme en sueños. No vale la pena".

Cuando Balder intentó sacarle información sobre lo que había soñado se largó a llorar y pidió por favor que no lo torture, que lo mate antes de obligarlo a hablar.

Balder entendió por el horror en la voz y en su tono, que si los ojos del dragón no estaban ahí, había algo custodiando el lugar, por lo tanto, tal vez no volvería con las manos vacías. Y como el tiempo apremiaba, decidió ir.

Se bajó del auto y contempló el largo pasto que cubría el suelo. La pequeña fachada de piedra sobresalía por lo poco del verde y mostraba el color de la vejez. El paso del tiempo había sido cruel con la casa.

Las maderas que cubrían las ventanas, la puerta tapiada, sí ese lugar estaba marcado y hasta el más ignorante podía sentir que todas las entradas fueron tapiadas no solamente para evitar que los que no tienen una casa logren meterse, sino también para que nada pueda salir.

El anillo que tenía, emitió una ligera vibración y sintió un pinchazo en el brazo izquierdo. Sí, el chofer que aguardaba desde el auto tenía razón, ese lugar estaba marcado y sea lo que sea que estaba ahí dentro tenía el mismo eco que el anillo y la oscuridad que se encontraba dentro de él.

Sabía que en la oscuridad habitaban distintas entidades, y que estas habían logrado escapar en diversas ocasiones.

Adrede o sin querer, le habían asignado este lugar como prueba para probar su valor como empleado.

Balder se preguntó qué había estado ahí antes que la casa. Más allá de las fachadas, este lugar era siniestro. La marca no venía por algo que había ocurrido dentro de esas paredes, si bien las paredes parecían haber sido testigos de actos horribles. La marca se hizo antes, y seguramente infectó todo tipo de estructura que hubiera habitado ese suelo. Lo sintió cuando se adentró en el patio.

Cuando llegó a la puerta, esta se abrió, invitándolo a entrar.

Balder ingresó, y se encontró con un pequeño descanso que tenía unos abrigos colgados. La luz cálida envolvía el lugar. Se escuchaba el sonido de una televisión, y un olor a comida invadía el ambiente.

La puerta se cerró detrás de él. La música comenzó a sonar desde lo que debía ser el primer piso.

Caminó por el pasillo, y se metió en el comedor. Esperó encontrar algo más, tal vez algún juego de imágenes, cambiar el confort por el horror para intentar asustarlo, pero todo el lugar parecía esforzarse en lucir normal y acogedor.

—Te quedaste en el tiempo con la música y la televisión —dijo Balder en voz alta—. No entiendo que estás intentando hacer, pero intentemos no perder el tiempo.

No hubo respuesta.

Balder sacó un pedazo de tiza de su bolsillo y comenzó a dibujar en el suelo. A pesar de que el suelo parecía inmaculado él sabía que solo se trataba de una ilusión y que debajo de eso, los símbolos estaban.

Cuando terminó apoyó la mano izquierda en el suelo y la música se terminó.

La fachada se terminó y la casa se mostraba como lo que era. Un lugar abandonado con el agregado de los huesos que estaban tirados en los rincones. Sea lo que sea que estaba ahí disfrutaba de alimentarse de los humanos.

Ya sin la distracción Balder sintió la presencia que estaba en el lugar. El primer piso, de dónde venía la música.

—Vengo a buscar los ojos del dragón —dijo Balder, acercándose a las escaleras—. Si los tenés y me los das, puedo dejarte acá sin molestarte. No tengo intención alguna de buscar pelea. Me enviaron por ellos, solo negocios.

Sabía que esperar una respuesta de esa entidad era algo absurdo, pero tenía que intentarlo. Tal vez, al ver como había desechado tan rápido la ilusión que había generado para darle la bienvenida entendería que él no sería una presa fácil. Tal vez estaba cansado, y sentiría que no estaba con humor para una pelea innecesaria y que esa criatura jamás usaría los ojos del dragón como corresponde, por ende, sería una tontería arriesgarse a defenderlos.

—Nosotros —dijo la voz en un siseo— defendemos la obra del maestro.

—No creo que estos ojos sean de tu maestro. Así que podrías darmelos.

La respuesta por parte de la entidad fue un tentáculo fantasmagórico que atacó a Balder a una velocidad que fue imposible para él esquivarlo. Fue gracias al anillo de Fenriz que entendió la intención y extendió la cadena golpeando el tentáculo para desviarlo que aún estaba de pie.

Utilizando la voluntad, la cadena se movió y la punta de la cadena que tomó forma de colmillo, atacó el tentáculo cortándolo. La criatura emitió un chillido furioso y Balder entendió que no sería tan sencillo conseguir salir de ahí con vida.

II

Subió las escaleras corriendo, aprovechando el momento. La criatura no había sentido jamás lo que era el dolor y le costaría adaptarse a la batalla. Balder entendió que estaba cometiendo un error, cuando llegó al primer piso y descubrió que todo el primer piso se trataba de la criatura, que era una criatura inmensa, cubierta de bocas y ojos.

—Mierda —dijo Balder y lanzó la cadena por reflejo y esta fue devorada por una de las tantas bocas de la criatura.

Con la cadena en la boca, empezó a tirar de ella, arrastrando a Balder que movió el dedo y la cadena desapareció.

Balder se puso en pie y utilizó su energía para generar un escudo que lo defendiera de los tentáculos que empezaron a intentar golpearlo. Tenía que pensar bien su siguiente paso, mientras el escudo que había generado empezaba a quebrarse.

Podía utilizar la serpiente de oscuridad para atacar a la criatura. Obtendría una gran ventaja, pero al mismo tiempo, esto era una prueba para Abraxas y tal vez la intención del hombre de traerlo al lugar era saber que Balder era la puerta al poder de la serpiente. Pero si confiaba en sus poderes como médium ampliados por el amuleto y el anillo de Fenriz, había mucha chance de perder ante esa criatura que había sido hecha con el único propósito de defender el lugar y eso la hacía tan poderosa.

Desde que había conseguido el anillo que había experimentado con él, sin lugar a duda utilizar las cadenas, con una forma de colmillo al final para poder atacar había sido de utilidad, pero sabía que había otras maneras de poder moldear la energía que habitaba en la reliquia, recordó las historias de Fenriz, empezó a moldear en su mente la figura del lobo.

El anillo brilló, cubriendo la oscuridad de un tinte dorado que para sorpresa de Balder, hizo detener por unos instante las fuerzas de la criatura encargada de proteger el lugar.

No fue una, sino cuatro las cadenas que empezaron a brotar de la gema, subiendo hasta el techo para luego descender de manera giratoria cubriendo a Balder.

Era una ráfaga de energía despiadada y el orgullo y la personalidad de la gema se mezcló con su portador que habló con una voz que no era suya

—Esto es Gleipnir, bestia. No estás hecho para enfrentarte a semejante creación.

—Nosotros —dijo la voz en un siseo— defendemos la obra del maestro.

Y la criatura volvió a atacar, únicamente para que sus ataques fueran rechazados por la cadena, una y otra vez que golpeaba sus extremidades y lograba cortar la energía, provocando ligeros quejidos por parte del guardián.

Los ataques finalmente cesaron, mientras las cadenas se seguían moviendo y motivadas por la batalla, tomaban más velocidad mientras preparaban un ataque. Balder usaba lo que le quedaba de voluntad para prevenir que se lanzaran a un ataque que pudieran dejarlo desprotegido.

Poco a poco los ojos se fueron cerrando al igual que las bocas que empezaron a abandonar las paredes, y la neblina que cubría el piso comenzó a desaparecer, quedando únicamente unas maderas viejas y consumidas por el paso del tiempo.

—No vas a huir cobarde —dijo Balder— y las cadenas se lanzaron, como si fueran las cuatro garras del lobo en búsqueda de lo que quedaba de energía que contraatacó con una bocanada de energía púrpura que devoró a las cadenas y que hubiera llegado a Balder de no sé por estar preparado y levantar un escudo que logró defenderse del golpe que lo envió lejos en el piso casi llegando a la escuela.

A su paso, todo lo que la niebla había tocado, se estaba deteriorando y consumiendo.

Cayó por la escalera rodando y haciéndose daño, las cadenas se habían consumido y de no ser por el hecho de que había levantado un escudo que lo protegiera, tampoco hubiera quedado nada de la mano que portaba el anillo.

La voz que había invadido sus pensamientos se silenció. Tal vez porque era la voz del anillo que estaba en un auge de energía como ningún otro.

El guardián se había agotado al obrar con semejante poder, pero de la escalera la niebla empezaba a brotar lentamente.

El anillo parecía estar muerto, ya no le servía, estaba entre la espada y la pared. Pero había llegado demasiado lejos y lo que lo había salvado de los ataques del guardián había sido su poder y su entrenamiento. Ahora que estaba debilitado, tal vez podría enfrentarse a la criatura.

Se cortó la palma de la mano y comenzó a dejar caer su sangre, generando en el suelo dos sellos. Ellos serían sus armas.

Activó el primero que brilló con la luz carmesí del amuleto y comenzó a subir las escaleras, corriendo. La neblina violeta no fue capaz de penetrar en su escudo de energía y al llegar a lo que quedaba de primer piso, contempló al guardián que ahora se trataba únicamente de un ojo púrpura que lo contemplaba.

—¿Quién eres? —preguntó el guardián—. Mate miles de intrusos con el paso del tiempo, jamás uno tan resistente.

—Podés llamarme Balder —respondió levantando ambas manos y activando el segundo sello. Alrededor suyo un aura dorada comenzó a brillar.

—Balder —dijo el guardián—. Si, en caso de vencer recordaré tu nombre.

—¿Cuál es el tuyo?

—Puedes llamarnos Menthut. Ese es el nombre que nuestro maestro nos otorgó.

—Tu maestro creó un guardián formidable. Lo recordaré cuando los destruya. Aunque aún hay tiempo para que me permitan llevarme los ojos.

—Nosotros —dijo Menthut en un grito poderoso— defendemos la obra del maestro.

Y dicho esto el ojo se cerró y se lanzó como una rafaga de poder energético destruyendo todo a su paso hasta llegar a Balder que la atrapó en sus manos, cubiertas por el fulgor dorado que producía de su alma.

Balder sabía que en caso de fallar, que en caso de que su voluntad se quebrara ante el poder de Menthut sería su fin, así que aguanto el dolor y el deseo de desvanecerse. Mientras la energía se evaporaba entre sus manos, contempló como de su nariz comenzó a brotar sangre, lo que no era buena señal, porque estaba lejos de terminar su contienda y el cuerpo le había empezado a fallar.

Liberame —dijo una voz en su cabeza—. No tiene sentido morir así.

—Cállate —dijo Balder—. Serás destruido conmigo, más que merecido por intentar apoderarte de mí.

—No voy a morir por tu orgullo —rugió la voz enfurecida.

—Parece ser que sí —dijo Balder y escupió sangre.

Ya era tarde para invocar la oscuridad, así que por eso se dió el gusto de contestarle a la entidad que vivía en el anillo. Había subestimado el poder del guardián, y caería por su orgullo. Lo único que lo consolaba era saber que ese guardián sería lo suficientemente fuerte para que nadie pudiera utilizarlo como puerta a la oscuridad, al pensar esa última idea mientras perdía el conocimiento lo reconfortó

—Debo reconocer que estás dispuesto a morir por tus convicciones —dijo la voz dentro del anillo—. Eres el único mortal digno que me ha portado.

Mientras caía en un profundo sueño, Balder creyó observar cómo sus manos transformaban en una boca grande, de dientes afilados y esa boca se comía la rafaga violeta, contemplaba lo que parecía ser la carne púrpura dejando brotar una sustancia similar a la sangre y escuchó unos gritos, antes de no escuchar nada más.

III

Balder despertó a una habitación sumergida en la oscuridad. Escuchó la respiración de lo que parecía ser un animal a un costado. Le costó unos largos segundos entender que aún debía estar dormido.

—Bien, veo que ya podemos conversar —dijo la voz en un ligero gruñido.
No tengo intención alguna de hablar con vos.
Eso me importa muy poco.
—¿Cómo hacés esto?
Yo no lo hago. Este lugar tiene más poder del que crees muchacho. Demasiado poder.
—Si, claro.
No tengo intenciones ocultas. Jamás hablé con otro portador del anillo. Ni sabía que era posible realmente poder conservar mi voluntad, sin embargo desperté acá, en esta casa y te vi luchar.
—Y también tomaste control de mi cuerpo —dijo Balder, que ahora podía ver la silueta en forma de lobo que arrastraba una cadena.
Sí, debo admitir que en mi vida humana me gustaba mucho ir a la guerra. Ver semejante oponente, fue muy tentador.
—Casi me matas.
Pero no lo hice. Sin embargo, de no haber perdido la conciencia, dejándome tomar el control en el último segundo, vos nos hubieras matado.
—Ya estás muerto.
Sabés a qué me refiero. Cuando uno porta un objeto, el objeto lo porta a él. Sé muy bien lo que hay en tu interior, encerrado. La puerta.
—¿Y sabés lo que hay detrás de la puerta?
Claro que sí, muy pocos logramos ver detrás de la puerta pero aquellos que lo hicimos tuvimos nuestra recompensa.
—¿Recompensa?
Sí, poder. Un poder que luego pagamos para toda la eternidad, pero debo admitir que fuimos lo suficientemente sabios para aceptar el regalo de ella, y retirarnos, ninguno pretendió lo que vos hiciste, que es controlarla y encerrarla.

—Yo no quería esto —dijo Balder, sentándose en la oscuridad, enfrentando los ojos dorados del lobo—. Ella quiso esto.

¿De verdad?
—De verdad —respondió Balder, que sabía que no tenía sentido alguno mentirle a su interlocutor—. Cuando me morí, por un instante, colgado en ese árbol, me convertí en la puerta que ellos habían buscado por tanto tiempo.
¿Y qué pasó?
—Tuvieron miedo de entrar. Dudaron, lo que no sabían es que cada minuto, para mí era más largo.
Si, el tiempo en el mundo olvidado se maneja de otras formas. Lo sé —respondió el lobo intrigado por el relato de Balder—. Dices que ella tomó la decisión.
—Sí, ella me dijo que de ser liberada en nuestro mundo, devoraría todo, que no era el momento, que si yo quería podía darme la oportunidad de vengarme, siempre y cuando encontrara la manera de volver a cerrar la puerta.
—Tiene sentido, ella siempre fue más inteligente que todos nosotros. Dudo poder volver a hablarte mientras duerme lejos de acá. Te pido perdón por generar este espacio, pero tenía que conocerte.
—Tuve peores conversaciones en mi mente —dijo Balder dedicando una sonrisa al lobo.
Te recomiendo que sujetes la cadena, eso te hará despertar.
Balder agarró la cadena con la mano izquierda y sintió un ligero cosquilleo.
—Hasta que nos volvamos a ver, Balder —dijo el lobo.

Despertó en lo que quedaba del primer piso. A su lado, lo que quedaba del guardián era únicamente el modelo que habría hecho su maestro de Menthut en arcilla bañada en sangre. No había desaparecido, y eso fue algo que lo alegró a Balder.

Bajó las escaleras y encontró la puerta que llevaba a un sótano. El sótano estaba vacío, pero sentía la energía detrás de una de las paredes, así que tocó con su mano izquierda la pared y la pared se desvaneció, dando lugar a una escalera caracol.

Descendió, sintiendo las energías que protegían el lugar y finalmente encontró lo que parecía ser una cripta, con el sarcófago situado en el centro de un lugar que estaba repleto de distintas reliquias y tesoros.

—Así que vos sos el maestro —dijo Balder, pasando su mano por el sarcofago—. Lograste conseguir una colección bastante interesante. Y sin embargo, a diferencia de los demás, no quisiste hacer ningún tipo de declaración, nadie sabe quien eres y debo admitir que lo que estoy viendo son cosas que pensé eran únicamente mitos inventados por generaciones anteriores.

Balder recorrió el lugar, hasta que llegó al frasco que contenía los ojos dorados. Los famosos ojos del dragón que había venido a buscar.

—Me voy a llevar esto —le dijo al sarcofago—. espero no te moleste. No tengo intención alguna de llevarme nada más. No es necesario que encuentren este lugar.

Al subir nuevamente por las escaleras se encontró con la pequeña estatua del guardián, tirada en el suelo del sótano. Aún en ese estado intentaba cumplir con su misión. Y ahí, una idea se le ocurrió a Balder y volvió a la cripta y buscó un diario, un libro, algo debía haber con las memorias de ese hombre y buscó hasta finalmente encontrar la fórmula que había usado para crear al guardián.

Con mucho esfuerzo, tiempo y esmero logró armar las fórmulas, colocando los artículos en su lugar y dejó la estatuilla en el centro, solamente hizo una pequeña modificación al ritual, antes de hacer la invocación.

Menthut emergió dentro del círculo, tan viva como lo había estado cuando se enfrentaron en el primer piso.

—Tú
—Sí, yo —dijo Balder con una sonrisa—. Hice una pequeña variación para que no intentes detenerme ya que tengo que llevarme los ojos.
—Lo sé.
—Pero haces un buen trabajo protegiendo este lugar. Tu maestro, tu maestro fue más inteligente que todos nosotros y decidió ser enterrado.
—Mi maestro —dijo en un hilo de voz—. Eran un gran hombre.
—Eso parece. Así que me gustaría que sigas con tu objetivo de proteger este lugar de intrusos como yo. Hay cosas que mejor que queden enterradas y olvidadas.

Dicho esto Balder rompió el círculo y la criatura fue libre para moverse por la casa, lo primero que hizo fue volver a levantar la barrera que iba al lugar de reposo de su maestro.

Caminó con tranquilidad hasta la puerta y al salir escuchó que el Menthut lo llamaba desde el umbral.

—¿Sí? —preguntó a Menthut
—Tú también pareces ser un gran hombre, Balder.
—Lo intento Menthut —dijo agradecido por las palabras del guardián—. De verdad que lo intento.

Respiró el aire puro cuando llegó a la calle y se quedó un tiempo apoyado en el auto. El chofer salió con tranquilidad, con un cigarrillo en mano.

—¿Cómo carajo lo hiciste? —preguntó llevándose el cigarrillo a la boca.
—Te dije que era algo sencillo, hombre de poca fé —dijo Balder mostrándole el frasco con los ojos.
—Si, claro. Escuché que eras bueno, no creí que eras tan bueno.
—No soy tan bueno —dijo y añadió rápidamente—. Escapé con lo justo, para serte sincero.
—Soldado que huye sirve para otra guerra, pero huiste con el tesoro así que es más meritorio. Pensé que los Ojos del Dragón serían más grandes.
—Siempre pensé que serían ojos comunes, lo importante es lo que uno puede ver con ellos.
—¿Y que se ven?
—Supongo que eso lo sabrá el señor Abraxas —dijo Balder, sintiendo un poco de remordimiento al saber dónde iría un tesoro que alguien se había esforzado tanto en cuidar para que no cayeran en las manos equivocadas.
—Tienes razón —dijo el chofer, dando una gran calada al cigarrillo—. Lo bueno es que podemos irnos, ¿Te apetece pasar por algún lugar de comida?
—Me parece una muy buena idea, supongo que ahí si vas a bajar conmigo.
—Claro que sí, seré un hombre de poca fé pero de buen apetito —dijo el chofer y le dedicó una sonrisa.

Ambos entraron en el auto, y se alejaron de la casa, mientras Menthut los contemplaba desde la ventana del primer piso.

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