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La Orden de la Aurora Dorada

La Orden de la Aurora Dorada

I

El botín había superado las expectativas de Frederick. Se miró al espejo, y del otro lado, la figura delgada de pelo negro atado con una colita le devolvió la sonrisa.

El colgante que había pertenecido a Casandra en la época de los griegos, ahora reposaba en su pecho y lucía muy bien. Cuando aprendiera sus secretos, podría adelantarse unos pasos al futuro y estar más protegido de las represalias que podrían acarrear las familias rivales.

Sus seguidores, aquellos que pertenecían a La Orden de Aurora Dorada recorrían la gran casona, en búsqueda de más reliquias que estuvieran escondidas. Él, junto a su esposa Violet, se quedaron en la pieza que había permanecido a la jefa de la casa Rosher.

Violet Bennet, una mujer fascinada con todo aquello relacionado a la muerte, contemplaba una vara hecha de huesos, que tenía un pequeño cráneo como pieza central de su diseño. Tenía que averiguar quién la había tallado, quien había sido su dueño original, y aprender. Eso le fascinaba.

—¿Puedo quedarmela? —preguntó a Frederick con una sonrisa.

—Una vez termine de descifrar de donde proviene, por supuesto.

Su mujer le dió un beso en la boca y luego recorrió la habitación, de manera divertida. Desde que conoció a Frederick que le vida le sonreía, había dejado todo atrás y ahora tenía todo por delante.

Frederick, se preguntó cuántos objetos podría quedarse y cuántos vendería al mejor postor con el paso del tiempo. Tenía que protegerse, lo que comenzó como un grupo de desquiciados y ladrones poco a poco se estaba haciendo un nombre entre las familias. Pronto tendrían el suficiente poder para pertenecer a ellos.

Aquellos que siempre los vieron con malos ojos, hoy en día les brindaban información cuando una familia antigua estaba vulnerable. Lo hacían, porque sabían que podrían obtener objetos extraños, con algún descuento, por haberles brindado la información. Y poco les importaba a ellos perder a sus conocidos, después de todo para esas personas lo que funcionaba era la ley del más fuerte. El más grande se come al más pequeño y ellos sabían que el grupo de Frederick jamás llegaría a convertirse en el pez más grande.

Frederick, tendría que llamar a quien conocía como Mr. Sharp. Gracias a él fue que el golpe resultó ser un éxito. La familia había quedado reducida a la mitad de sus miembros, así que fue fácil romper los conjuros de protección y hacer un ataque que terminó con la existencia de una de las casas más poderosas de Alemania. Por lo tanto, las reliquias que no le hicieran falta a los suyos se las daría a él, a un módico precio. Lo que él no quisiera iría al mercado negro.

Si los exiliados de la casa, decidieron cobrar venganza por conservar su honor, poco le preocupaba, ya que podría aplastarlos como cucarachas.

Lo único negativo para Frederick fue la muerte de dos seguidores. Los pobres muchachos tuvieron la mala suerte de encontrarse con una furiosa Florence Rosher. La vieja era antigua y poderosa, fue un hueso duro de roer. Pero, en la gran escala de las cosas, el poder que obtendría Frederick con los objetos que estaban escondidos en la gran casona, significaba que el costo a pagar era poco o nulo.

—Mi gran señor —dijo Gustav desde la puerta de la pieza.
El hombre pequeño llegó transpirando, y con la respiración entrecortada. Había corrido hasta ahí.
—¿Qué sucede?
—Mi gran señor, hay un intruso.

Violet los miró sorprendida.
—¿Un intruso? ¿Por eso venís corriendo a interrumpirme?
—Mi gran señor, es que...
—Es que nada. Dile a Bram que lo saque o a Todhunter. Si acabaron con los Rusher puede expulsar a cualquier tipo de intruso, que estuviera escondido en los jardines.
—Mi gran señor —dijo Gustav nervioso—. Bram y Todhunter fueron derribados. El intruso se enfrentó a ellos en el salón principal. Observé todo desde el primer piso y al ver cómo cayeron peleando contra él vine a advertirle.

¿Dos de sus mejores hombres fueron derribados? La sola imagen le parecía ridícula. Él los había entrenado y les había dado reliquias poderosas con la cual defenderse. ¿Habría alguien de la casa Rosher con el poder suficiente para enfrentarse a ellos? Imposible.

Tal vez, había una remota oportunidad de que pudieran vencer en un combate uno contra uno, pero jamás contra los dos en simultáneo.

Frederick sacó el cetro dorado del bolsillo y salió en búsqueda de aquel intruso.

No iba a permitir que nadie le arruinaste la noche del triunfo. Mientras avanzaba pensó en Mr. Sharp ¿Acaso el maldito pensó que se encontraría con ambos grupos abatidos por la pelea y así poder reclamar el botín? Era imposible que ese ser despreciable fuera capaz de derribar a sus hombres.

Caminó por el pasillo, bajó las escaleras y al llegar al primer piso se acercó al balcón, quedando sorprendido al contemplar la escena de lo que sucedía debajo.

Algernon, su mano derecha, había llegado al salón principal antes que él y comenzó una pelea con el intruso. Tenía su vara mágica en dirección al cielo y la mano derecha extendida hacía su oponente. De sus dedos brotaban rayos color carmesí que intentaban llegar a la figura encapuchada, que detenía el impacto, con ambas manos extendidas y un aura de energía que parecía formar un escudo.

Frederick decidió esperar antes de actuar. Algernon era uno de los miembros más importantes, y nadie podía vencerlo en un combate de energías. Además, había tomado la precaución de usar su vara como un receptor de energía, una decisión más que inteligente. Era cuestión de tiempo para que el intruso se quebrara.

Pero, para su sorpresa, al cabo de pocos minutos la mano que sostenía la varita empezó a temblar y los rayos color carmesí empezaron a perder su color. El intruso, con ambas manos extendidas, se mantenía firme en su posición.

—¿Esto es todo lo que podés hacer? —preguntó el intruso de modo burlón y la voz le resultó familiar a Frederick, pero no podía recordar de dónde.

Algernon cerró el puño y los rayos desaparecieron. Dejó caer la varita y se sacó la túnica quedando con el pecho descubierto, mostrando el tatuaje de un águila. Sacó del cinto una daga y cortó la palma de su mano izquierda para manchar el tatuaje con su sangre y murmuró un canto en voz baja.

—¿Qué está haciendo? —preguntó Gustav sorprendido.

—Una estupidez —respondió Frederick y se preguntó si debía advertirle, o esperar la reacción del intruso ante lo que iba a observar.

Algernon abrió los brazos, como si intentara imitar las alas del águila, y emitió un grito desgarrador.

Los demás miembros de La Orden que se habían acercado observaron un águila color carmesí emerger del cuerpo del mago. La criatura hecha de energía sobrevoló el salón antes de caer en picada contra el intruso, que, para sorpresa de Frederick, no cambió su postura defensiva y decidió aguantar el impacto.

El ave chocó contra la pared invisible y las ondas de energía expulsaron a todos los presentes, empujándose con ferocidad contra la pared del lugar. Los muebles empezaron a romperse y las astillas salieron disparadas.

Frederick observó preocupado mientras la vibración había llegado al balcón donde él estaba apoyado. Escuchó los gritos de algunos de sus miembros cuando eran impactados por los objetos que sobrevolaban el salón principal, producto de las energías que emitía el ave en cada impacto contra el escudo. Decidió no perder más más tiempo y levantó su cetro, murmurando las palabras para disipar las energías y el águila desapareció.

Algernon cayó al suelo inconsciente. Y el extraño finalmente bajó los brazos. Frederick tenía un don para percibir auras e intenciones. Y le aterró sentir la calma que provenía de esa figura encapuchada. Sea quien sea la situación le importaba muy poco. Estaba parado solo, frente a ellos que ostentaban reliquias y un claro conocimiento de cómo obrar prodigios que hasta aquellos más instruidos temblarían. Y, sin embargo, ahí estaba esa figura de pie, completamente tranquilo.

—¿Quién sos? —preguntó Frederick y lo apuntó con el cetro, dispuesto a descargar un golpe de energía que sería más poderoso que cualquier que lo que su compañero había hecho.
—Ninguno de tus miembros ha muerto, quedaron inconscientes por el desgaste de usar sus energías en contra mía.
—¿Y se supone que tengo que agradecerte por eso?
—Sí, no estaría mal que lo hagas.

La respuesta le sonó a burla y eso logró ponerlo aún más de mal humor, lo habría atacado sin hablar más, pero sentía que por primera vez en mucho tiempo estaba en desventaja. ¿Quién era ese hombre? ¿Y por qué sentía que lo conocía de antes?

—No quiero problemas, solamente quiero hablar con Frederick Bennet, o debería llamarte Frederick Underhill.

Frederick al escuchar esto, largó una risa cargada de furia y resentimiento. Había cambiado su apellido dado al odio que sentía por su padre. Nadie había vuelto a llamarlo Underhill sin haber pagado las consecuencias. Apuntó al intruso con el cetro y descargó un golpe de energía dorada contra él.

El intruso levantó los brazos y levantó el escudo, pero la energía que había concentrado Frederick fue tal que logró quebrar la postura de su oponente y lo empujó por los aires, derribándolo.

Los miembros esbozaron un gesto de alivio al ver que su líder había puesto al intruso en su lugar, pero ese alivio duró poco al ver cómo el hombre que había recibido el impacto se levantaba del suelo. Jamás habían visto a alguien levantarse luego de recibir una descarga del cetro dorado.

—Buen intento —dijo, mientras se incorporaba—. Te subestiman Frederick. Pero pronto dejarán de hacerlo si sigues creciendo y en ese entonces tendrías que cuidarte. Estos chicos aún no están listos para poder enfrentarse a la furia de los cinco.

La capucha ya no cubría al intruso y ahora podía verle la cara pálida y el pelo rubio.

Frederick al verlo entendió de donde conocía esa voz. Habían pasado veinte años desde que soñó con él y contempló de que era capaz. Era por ese hombre que había logrado crear su propia orden y avanzar tan lejos en los secretos del mundo espiritual.

—No —gritó Frederick—. Te pido mil disculpas. De haber sabido.

Balder lo miró extrañado, porque jamás había visto en persona a Frederick y le sorprendió que su fama se hubiera extendido a otro continente.

—¿De dónde me conocés? —preguntó Balder al sentir que Frederick no estaba mintiendo.
—De mis sueños —respondió Frederick emocionado y bajó el cetro.
—Señor tenga cuidado —dijo Gustav asustado—. Ese hombre es peligroso.
—Si este hombre hubiera querido matarnos, estaríamos todos muertos —dijo Frederick dejando a su asistente perplejo.

II

Por órdenes de Frederick, armaron una improvisada cena en la habitación principal.

Los seguidores que no estaban acostumbrados a realizar dichas tareas, hicieron todo como ordenó su líder, siempre dejando escapar una que otra mirada de sospecha ante el invitado no esperado. Pusieron todo su empeño de igual manera, dividiendo las tareas para que su Frederick estuviera satisfecho.

A Balder la invitación para cenar lo había tomado por sorpresa, pero como no sintió ninguna intención oculta por parte de Frederick, guardó silencio y se sentó a esperar que todo estuviera listo, contemplando a su anfitrión que lo miraba nervioso y emocionado.

—¿Desea tomar vino? —preguntó uno de los seguidores, mostrando una botella cerrada.
—Si, me gustaría —respondió Balder y tomó el vaso que traía otro de los seguidores y esperó a que terminaran de servirle antes de beber un sorbo.

Los muchachos se alejaron, satisfechos de estar haciendo una buena tarea, y fueron suplantados por los integrantes que vinieron con lo que parecía ser un banquete. Carne asada, papas, y algunos recipientes con ensaladas, para la sorpresa de Frederick que no esperaba que hicieran tal trabajo.

—Es más que suficiente —dijo Frederick y luego se dirigió a Violet—. Ve con ellos querida, No me importa si encuentran objetos de valor o si hay algo escondido que pueda lastimarnos. Confío en que harán todo lo que esté a su alcance para no molestarnos. ¿Entendiste?

La mujer asintió con una sonrisa e hizo un gesto a los otros miembros que se encontraban presentes. La puerta se cerró y quedaron solos.

—Es increíble la obediencia que te tienen —observó Balder, mientras se sirvió un poco de comida.
—No diría que es obediencia, ellos ganan mucho al estar bajo mi protección. Jamás hubieran llegado a donde están de no ser por mí. Aunque entiendo que vienes de un entorno, en dónde no existe la lealtad, tan solo la obediencia.

Balder esbozó una sonrisa y el hombre se la devolvió con cierta timidez.

—Si querés podemos cenar y luego hablar —dijo Frederick, agarrando los cubiertos.
—Me parece bien —dijo Balder y empezó a comer.

Los dos comieron en silencio por unos minutos, hasta que Balder finalmente decidió que era momento de iniciar la conversación.

—No esperaba este tipo de recibimiento, con la fama que tienen y más aún con el espíritu de lucha de tus soldados.
—No son soldados, son miembros de mi organización. Más que espíritu de lucha diría arrogancia y un deseo constante de mostrar sus habilidades. Nuevamente te pido perdón Balder.
—¿Cómo sabés mi nombre?
—Me informé sobre vos hace un tiempo. Te perdí el rastro debo admitir, pero jamás podría olvidarme de tu cara, en más no envejeciste nada.
—¿Y por qué te informaste?
—Lo que hiciste es algo sin precedentes, cualquiera con un poco de conocimiento sabría que tendría que intentar informarse sobre vos. Para mi suerte, no todos tienen mis dones.

La respuesta lo incomodó a Balder que no tenía la más mínima idea de quién era Frederick. Conocía la fama de sus poderes y las reliquias que había obtenido. Sabía que era extremadamente cruel con sus adversarios y que era un estratega frío y calculador, pero jamás pensó que lo había conocido de alguna manera en el pasado, y eso parecía indicar el líder de La Orden.

—Perdóname Balder, debería haber sido más claro. ¿Conociste a mi padre? ¿Escuchaste hablar de mi familia? O tu investigación no fue muy profunda.
—No me interesa mucho conocer árboles familiares. Busqué lo suficiente para encontrarte. Sé que viajas solamente con tu mujer, a excepción de cuando planeas ejercer un golpe como el que hiciste esta noche.
—Y, aun así, decidiste ingresar, aunque toda una orden de ocultistas podía interponerse en tu camino.
—Dudo que hubiera sido un gran desafío. Me costó contenerme ya que por lo que averigüé, vos si podrías representar un gran problema si te hacía enfadar.
—Entiendo.
—Pensé que mi confesión te sacaría una sonrisa.
—Sé que no me tenés miedo a mí Balder. Sé que complicación mis habilidades podrían traerte.—El aura de misterio me está cansando Frederick.
—Nuevamente te pido perdón. Si querés puedo terminar con el misterio ahora mismo. Puedo decirte de donde te conozco, inclusive siento que te conozco desde el momento más importante.

Balder bebió un sorbo y guardó silencio. Le dedicó una mirada a Frederick que hizo que el hombre entendiera que era tiempo de que comenzara a contarle a Balder la verdad o pagaría las consecuencias por hacerle perder el tiempo.

—Soy un caminante de sueños. ¿Sabés lo qué es?
—Creo haber leído algo al respecto, pero no sabría describir qué beneficios te trae eso.
—Al dormir, puedo caminar por este mundo, sin ser presenciado por nadie. Estuve ahí, cuando la cuerda del árbol se cortó y caíste al suelo.
—Imposible —dijo Balder, aunque no detectó mentiras en las palabras del hombre.
—Sé que tu sacrificio iba a abrir la puerta para la oscuridad y que ellos esperaban obtener un gran poder al hacer esto, pero de alguna manera cortaste la cuerda y caíste con vida en el piso.
—Es imposible que tengas un don que te permita ver eso.
—Si no me creés, te lo puedo mostrar —dijo Frederick y le extendió a Balder una llave dorada, con una piedra en el centro. Él ya había visto esa llave antes, inclusive la habían usado para ver su mente.
—¿De donde sacaste esto?
—Usá la llave.
—No soy estúpido. Usarla me dejaría vulnerable a que cualquiera de tus seguidores entre por esta puerta y me mate.

Frederick se levantó y con el cetro en la mano caminó hasta la puerta. Empezó a pronunciar unas palabras y pasó el cetro por los bordes de la puerta. Una energía empezó a cubrir la habitación.

—Nadie puede entrar ni puede salir hasta que no haya dado la orden. Igualmente, mis seguidores son fieles a mí y no se atreverían a entrar sin mi permiso. Hago esto para que estés tranquilo Balder.
—Y sin embargo más intranquilo me dejás, porque no esperaba que tuvieras tantas consideraciones.
—Ya sabes mi respuesta —dijo Frederick con una sonrisa.

Balder tomó la llave y se acercó al hombre.

—Imagino que sabés cómo usarla.
—Claro que sí —dijo Balder y colocó la punta de la llave sobre la frente de Frederick y la giró hacía la izquierda.

III

Por un instante todo fue oscuridad para Balder hasta que se encontró en lo que parecía ser una cripta. El lugar le resultó extraño, porque había entendido que la familia Underhill era poderosa, y en caso de estar en la cripta familiar, esta no parecía estar a la altura de sus dueños.

A juzgar por algunos apellidos que alcanzó a observar se trataba de una cripta que debía pertenecer a una colectividad. Caminó hasta que no pudo avanzar más, porque él no se había transportado a un lugar, sino a un recuerdo conservado en la mente de aquel que lo había invitado a entrar.

¿Pero dónde estaba Frederick?

Lo encontró detrás de una estatua de un ángel, completamente dormido. Era una versión adolescente del hombre, que parecía estar teniendo un sueño inquieto y tenía al lado suyo dos bolsos, que debían tener sus pertenencias.

Balder lo observó con detenimiento y sintió un aura moverse en el interior del joven. Pero no podía hacer nada al respecto. Solo podía observar.

¿Por qué había decidido mostrarle ese momento de su vida? Balder se sentó a esperar a que este despertara.

Al cabo de unos minutos la versión joven de Frederick despertó sobresaltada. Y el aura que estaba en su interior se proyectó como una luz dorada. No hacía falta mucho conocimiento para saber que aquel halo de luz se trataba de un espíritu, uno antiguo que tenía una voluntad poderosa.

—Es imposible —dijo el joven Frederick mirando el halo de luz.
—Es lo que pasó —dijo el halo—. Sea quien fuera ese muchacho logró matarlos a todos.

Al escuchar esa voz Balder sintió un escalofrío

—¿Y si hay un sobreviviente? Mi papá siempre me dijo que en esa familia todos eran de temer.
—Tenés que confiar en mí. No quedó nadie con vida, es cuestión de tiempo que los rumores empiezan a expandirse. Si te vas ahora, tenemos la oportunidad de tener verdadero poder.

El muchacho asintió, guardó la bolsa de dormir, agarró sus pertenencias y corrió a la salida de la cripta.

La imagen se distorsionó y Balder se encontró frente al castillo oscuro que había abandonado hace mucho tiempo atrás. No estaba preparado para volver a verlo, aunque se tratase de un recuerdo, el hecho de estar de pie ante semejante estructura le hizo descomponerse del estómago. Volvía a ser un chico asustado de trece años que ingresaba en la boca del lobo.

Frederick contemplaba la puerta, asustado. Por un instante pensó que el muchacho retrocederá y se marcharía ante la figura amenazante que era la casa, pero no fue así. Él muchacho entró temblando por la puerta y Balder lo siguió.

Se encontraron con un salón sumergido en la profunda oscuridad, hasta que el joven prendió las luces y ahogó un grito al encontrar los cuerpos mutilados que se esparcían por el lugar.
Balder empezó a temblar, porque había enterrado esos recuerdos, y contemplar esos cadáveres lo había tomado por sorpresa. Los había escuchado gritar, y él había sentido la serpiente extenderse por sus dedos, pensó que los había engullido, pero no fue así, comió pedazos de su cuerpo, tal vez para protegerlo, o tal vez por placer.

Esa noche todo estaba oscuro y lo único que él quería era salir de ahí, miró a la derecha, la puerta que iba hacía el sótano, mientras Frederick robaba distintos objetos a los muertos, y los guardaba en su bolsa.

El aura volvió a brillar en el pecho del muchacho y habló con una voz suplicante:

—Tenemos que ir al jardín, rápido.

Con solo escuchar la palabra jardín, Balder cerró los ojos. Se quedó quieto en el lugar, a pesar de que la escena cambiaba y podía olfatear el aire nocturno, no era capaz de abrir los ojos y contemplar la escena.

Escuchó los gritos de Frederick, gritos de horror y la voz pidiéndole que se calme, que nada malo iba a pasarle, que tenía que tener valor, que tenía que agarrar las reliquias.

La habitación cambió y el aroma a incienso invadió los sentidos de Balder que abrió los ojos para encontrarse a un Frederick que debía tener dieciocho años, comiendo junto a un hombre calvo con barba de chivo. A ese hombre Balder lo había conocido en su juventud cuando visitó el castillo.

—Creo que el pago es más que bueno Rüdiger —dijo Frederick con una sonrisa.
—¿Cuál es tu plan? —preguntó luego de contemplar un anillo que tenía dos serpientes unidas en lo que parecía ser una luna llena.
—Mi padre tiene algo que me interesa —respondió Frederick que parecía tener más confianza. Algo en él había cambiado, Balder se preguntó qué clase de objetos podría haber obtenido de ese lugar.
—El pago que me ofreces es bueno, pero estás loco si crees que puedo enfrentarme al viejo Underhill.

Los ojos de Frederick brillaban. —Solo te pido que logres conseguir estar cerca de él. Yo me encargo del resto.
—No sabía que pensabas venir, pensé que era un encargo.
—Me gustaría estar presente para que el viejo vea quien es el encargado de su destrucción.

La imagen volvió a desaparecer y Balder se encontró en lo que parecía ser una batalla feroz entre dos bandos que luchaban tanto con armas físicas como etéreas.

—Aún podés salvar a lo que queda de tu familia, viejo solo dame el cetro —dijo Frederick que sostenía una daga manchada de sangre.
—Tendría que haberte matado cuando eras un niño. Has traído la deshonra y la muerte a este lugar sagrado.
—Dame el cetro ahora —dijo Frederick y lanzó de sus dedos un conjuro en dirección a su padre y este contraatacó con un hechizo que lanzó desde su cetro.
—Sobre mi cadáver, pedazo de mierda —gritó el viejo Underhill.

Mientras luchaban, Rüdiger aprovechó para ponerse detrás del viejo y utilizando su espada le cortó la cabeza y contempló con una sonrisa la caída inerte del cuerpo.

El hombre tomó la cabeza y gritó:

—Acá está su líder. Elijan si vale la pena seguir luchando o rendirse.

Aquellos que luchaban en defensa de la familia, se rindieron al verlo y los mercenarios celebraron el triunfo. Frederick al contemplar la cabeza de su padre esbozó una sonrisa que dejaba ver el odio que sentía por su progenitor.

—Bueno, problema solucionado —dijo Frederick con una sonrisa.
—Si, problema solucionado —dijo Rüdiger y agarró el cetro.
—¿Qué creés que estás haciendo?
—¿De verdad creíste que iba a dejar que te quedes con esto? —preguntó el hombre y largó una risa burlona—. De verdad sos más estúpido que lo que el viejo contaba de vos, pendejo arrogante.

Los mercenarios rodearon a Frederick, bloqueando cualquier manera de poder escapar.

—Me diste tu palabra —dijo el muchacho con tranquilidad. Balder contempló en él la postura de alguien que tenía la situación bajo control.
—Y vos la creíste como un idiota. ¿De verdad pensaste que alguien te obedecerá solo porque conseguiste las reliquias? Tuviste suerte, la suerte de ser el primero en saber la caída de lo más fuertes. Pero poco sirve eso si no tenés actitudes. Hasta acá llego tu suerte Frederick.
—Me diste tu palabra —dijo Frederick con una sonrisa maligna—. Voy a hacerte pagar por eso.
—¿Y qué vas a hacer? Esa daga es inferior al cetro y me diste todas las reliquias como parte de pago.
—No te di todas las reliquias —dijo el muchacho y se llevó la mano a lo que parecía ser una cadena color negra. Una que Balder sabía muy bien a quien había pertenecido—. Me diste tu palabra y él te escuchó y él te hará pagar por tu traición. Rüdiger tus brazos están rotos.

El hombre gritó de dolor y dejó caer el cetro. Mirando con horror, los huesos que sobresalían desgarrando la piel. Frederick avanzó a paso firme y con una sonrisa de victoria.

—Me guardé una reliquia que tiene un solo uso. Después de esta noche, jamás podré volver a usarla. Pero creo que vale la pena.

Frederick mostró una pequeña calavera que colgaba de su cuello. Le llamaban el cráneo del conquistador. Y Balder pensó que le quedaba excelente en ese momento al muchacho ensangrentado.

—Estos hombres que obedecen tus órdenes y están atados bajo contrato también son vulnerables —dijo emocionado—. Quiero que todos ustedes se maten. Ahora mismo.

Los mercenarios, poseídos por la fuerza del amuleto empezaron a quitarse la vida con sus armas, ante la mirada sorprendida de los miembros de la familia que habían quedado con vida y observaban con admiración y temor a Frederick Underhill.

—Y vos ahora vas a decirme todos tus escondites y contraseñas para que pueda volver a recuperar las reliquias.

El hombre miró a Frederick desafiante y de sus ojos, nariz y boca empezó a salir un brote de sangre.

—¿Preferís morir a darme esa información?

El hombre empezó a convulsionar, mientras la sangre ahora también salía de sus orejas.

—Pendejo. . .
—Sabes bien que si morís antes de decirme lo que quiero, puedo atar tu espíritu y puedo torturarte. Tengo todo el tiempo del mundo, así que pensaría dos veces antes de seguir con esta postura estúpida. Aún puedo encontrar un poco de clemencia y dejarte marchar al otro lado.

La imagen desapareció y Balder se encontró nuevamente de pie frente a Frederick, sosteniendo la llave.

—Ahora ya sabes el motivo por el cual te conozco.
—¿Qué está dentro tuyo?
—Estaba dentro mío —respondió Frederick y sacó una piedra color dorada de su bolsillo—. Mi mujer se encargó de sacarlo a su debido momento. Nunca pude ver su forma, pero era un espíritu que estaba atado. Un antiguo enemigo de mi padre, mi padre lo ataba a cada uno de sus hijos.
—¿Por qué hacía eso?
—No sabría decirte, a veces supongo que lo hacía por parte de un trato. Una obligación que tenía que cumplir por ser quien era. Era un ser despreciable, tal vez era para él y con tal de escapar al tormento le ofrecía a sus hijos. Ninguno de ellos llegó a los 15 años sin enloquecer ni suicidarse. Cuando uno moría lo ataba al siguiente. Por eso tenía tantos hijos —respondió Frederick con desprecio—Eventualmente este espíritu cansado de su situación, me enseñó a caminar entre los sueños, pero él se guardaba lo mejor y decidió compartirlo si era de su utilidad. Por eso me llevó ahí.
—¿Qué observó? —preguntó Balder—. Fue arriesgado ir al castillo esa noche.
—A vos Balder. Vos y tu mano oscura matando a todos los que estaban ahí adentro. Me dijo que era la única oportunidad que tendríamos de tener las herramientas necesarias para vengarnos de mi padre por habernos expulsado y para tener el poder que tanto ansiábamos.
—¿Y lo conseguiste?
—Soy libre Balder. Lo más libre que jamás podré ser. Yo diría que sí.
—Esa libertad se puede terminar hoy.
—No lo creo.
—Nada me impide matarte.
—No viniste a matarme.

Balder reconoció en Frederick la misma postura que tenía cuando estuvo en medio del caos y la lucha.

—¿Y a qué crees que vine?
—Viniste a contratarme. Estás en búsqueda de algo, algo que va más allá de tu alcance y como es algo importante decidiste buscarme. Conoces mi fama como buscador de reliquias. Eso tiene más sentido que el hecho de que quieras matar a un puñado de ocultistas que no hacen sacrificio de niños ni tratos con espíritus. Claro está, solo conociste la coerción, por eso optaste por tomar esa postura.
—Ya no sos el niño asustado que dormía en esa vieja cripta.
—Pasaron veinte años desde esa noche. Pobre de mí si seguía siendo el mismo.

Balder se acercó a la mesa y tomó un sorbo de la copa. Lo pensó y entendió que Frederick en parte era parecido a él, muy parecido.

—Podés hacer que tus compañeros pasen. Te voy a decir lo que estoy buscando y espero que puedan encontrarlo. ¿Cuánto me va a costar?
—Nada. Solo quiero que estemos a mano.
—¿A mano?
—Sí. Todo lo que tengo, fue gracias al hecho de que me hice de reliquias muy poderosas y eso jamás hubiera pasado de no haber sido por vos. Que me des la mano y me digas que cumpliéndote esta encomienda estamos a mano, me alcanza.

Balder se acercó y le extendió la mano a Frederick que la estrechó con una sonrisa.

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