Hay algo que tengo que admirar de tu esposo, y es que ama a su hija. Para él no hay nada más importante que Génesis. ¿Por qué yo no soy lo más importante para ti?

La envidia es uno de los sentimientos más despreciables que un ser humano puede sentir. Lo odio, pero no puedo evitarlo; sólo empeora cuando se trata de una niña de cuatro y ella es tu hermana menor.

Adoro a esa niña y eso te consta, pero es imposible que mis sentimientos, incluso los más feos, se interpongan. Trato de que no sea así, de verdad, pero no puedo detener la pelota de sentimientos que se me sube a la garganta y no me deja respirar.

Es horrible quedarse parada ahí y sentir envidia de cómo tu hermana se acuesta a ver televisión en el sofá con su padre porque sé que nunca tendré eso otra vez, ni Giselle.

Eso hace que lo odie un poco más, ¿sabes? Porque no hace mucho, él me llamaba hija y aunque no me abrazara de la misma manera que abraza a Génesis, al menos no era un extraño. Al menos era mi amigo, que luego me dio la espalda.

A Génesis no le daría la espalda aunque le deseara la muerte. Supongo que la sangre es más espesa que el agua después de todo, no importa cuánto te prometan que no será diferente. Sí lo será, siempre va a haber algo que no encaja como debería, una pieza suelta que se tambalea con movimientos bruscos y que, inevitablemente, se va a caer sólo porque no pertenece ahí.

Cuando decidiste rehacer tu vida otra vez, pensé que él sería la pieza que no encajaría. Eso me preocupó porque sabía que para ti era importante que todos siguiéramos funcionando, así que hice todo a mi alcance para que se sintiera a gusto. Cambié mis formas, modifiqué mis costumbres así podía encajar con él; di un giro de 180° y ¿qué hizo él? Ni se movió un pelo en dirección contraria. Se le hizo fácil sólo llegar y ponerse en el espacio que le regalé sin esforzarse en encajar con nosotras en cambio. Cambiamos nuestro sistema y creímos que funcionaría, pero no lo hizo, y cuando las piezas que trabajaban forzosamente se trabaron, no fue él quien se tambaleó sino yo. Y me caí, y me dejaste caer.

Funcionan bien sin mí. Pero yo no funciono bien sola. Me tambaleo con la brisa más ligera, y me caigo, y me rompo, y me vuelvo a armar otra vez; es un proceso que no acaba pero qué más puedo hacer, si ustedes ya no quieren hacerme espacio.

[05/04/18]