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No quiero.

La primera vez que me escapé de clases, me fui a la casa de Lucy. Le dijimos a su mamá que haríamos tarea. Mentira. Escuchamos música y hablamos de todo y nada.

No fue la gran cosa, no hice nada malo. Pero saber que pude haber estado en otra parte sin que te dieras cuenta, bueno, me puso a pensar.

La segunda y tercera vez, hicimos tareas.

La cuarta vez, fuimos a una plaza al otro lado de la ciudad, cerca de la escuela del novio de Lucy. Naomi y yo nos ofrecimos a acompañarla. Apartadas de ellos, nos quedamos hablando sobre la clase que habíamos perdido; examen, para ser más precisa.

De repente dos chicos se acercaron a nosotras como si fuéramos amigos de toda la vida. Nos preguntaron que por qué estábamos solas y yo les respondí que nos íbamos a besar justo cuando nos interrumpieron.

Naomi me siguió el juego. Puso una mano debajo de la falda de mi uniforme y una expresión de deseo. Los dos chicos quedaron consternados, la seriedad con la que hablé los dejaron confundido por decir lo menos. Al final, Naomi no soportó la presión y se carcajeó; sin embargo dejó la mano donde la tenía y eso no me importó en lo más mínimo.

Los dos chicos seguían sorprendidos pero habían captado la media mentira.

—¿Son novias? —me preguntó el más bajito, un moreno de pelo negro.

Yo sonreí de lado.

—A veces —le respondí, mirándolo a los ojos.

Ambos se echaron a reír. Pero el moreno, que luego aprendería se llamaba Ricardo, se quedó mirándome por más tiempo del debido. Supe que le gustaba.

Mientras Lucy hablaba con su novio al otro lado de la plaza, Naomi, Ricardo, su amigo y yo hablamos en la banca como si nada. En ningún momento me despegué de Naomi, en parte porque no me gustaba cómo el amigo de Ricardo la miraba y en parte porque no me gustaba Ricardo, y no quería sentirme presionada a entablar conversación exclusivamente con él.

Ambos lo notaron y comenzaron a bromear con que éramos lesbianas. Naomi les respondió que pensaran lo que quisieran mientras me abrazaba por la cintura; yo la imité. Entonces nos retaron a probarlo. Yo les dije que comieran mierda. Ellos que si teníamos miedo. Yo que lo haría si ellos lo hacían primero.

No dijeron nada después de eso.

Aun así, Naomi y yo nos besamos. Luego de mucha burla por parte de esos dos chicos.

Lo hice porque no quería escucharlos hablar sobre siendo lesbiana sin fundamento. Lo hice porque no los conocía ni ellos a . Lo hice porque tu no me conoces, porque mientras pensabas que estaba en una clase de literatura, estaba besando a mi mejor amiga en una plaza al otro lado de la ciudad.

Estaba mal en todos los sentidos que pudiera imaginar, pero no me había sentido tan viva como entonces.

La idea de hacer cosas a tu espalda me embriagó como la botella de ron que me tomé la primera vez que no fui a clases en todo el día. La mejor —y la peor— parte de todo era que nunca tendrías idea de la primera parte de todo lo que hacía.

Hay algo seductor en mentir, en fingir ser la niña modelo y luego hacer con mi vida lo que mela gana. La adrenalina al dejar pequeñas pistas regadas es la droga metafórica a la que me volví adicta.

Dicen que una vez que bailas con el diablo es difícil dejar de hacerlo. La parte realmente complicada es dejar de querer hacerlo, y yo no quiero.

[13/05/18]

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